SieteNotas

Jorge Drexler, bajo perfil

2/12/2006

La historia forma parte del anecdotario musical. Se dice que minutos antes de dar uno de sus conciertos en Montevideo, Joaquín Sabina, detrás de bambalinas, preguntó desconcertado de quién era esa peculiar voz que calentaba el ambiente del teatro. Y se interesó de tal forma, que sin rodeos invitó al desconocido a probar suerte en Madrid… Decenas de canciones, infinidad de giras, numerosos premios y diez años después de su llegada a España, las andanzas de Jorge Drexler ya no pasan desapercibidas en un público cada vez más amplio y despiertan la atención de una prensa que abarca todo linaje y color.

“Una vez que ya te conté el lado bueno de eso –explica- el lado malo es un poco lo que decís vos: la sobre exposición, el miedo a la pérdida de la intimidad, el miedo a perder la posibilidad de seguir teniendo una vida normal, con amigos normales como los que había tenido hasta ahora y como los que sigo teniendo. Ese miedo después se desintegra ¿no? Yo sinceramente creo que uno hace y genera el tipo de exposición mediática que quiere. En ese sentido siempre respondo de lo que digo yo y no me cargo con la responsabilidad de lo que dicen los demás; o sea, cada uno dice lo que él cree o saca las fotos que él cree o roba las fotos que él cree que debe robar. Yo sé lo que doy y lo que no, entonces, para escribir así, cosas que me implican personalmente, como me gusta ser a mí, me interesa por eso y por mi salud mental mantener mi vida privada al margen de toda esa historia, y al final eso lo consigo”, concluye sonriendo.

Segundos antes, mientras hablaba entusiasmado de la extensa gira que tiene proyectada con su banda y lo paseará por el resto de España y toda América, se había referido a lo bueno que significó y trajo consigo el hecho de haber ganado un Oscar: “Tengo un show que es, sin lugar a dudas, el más trabajado que he tenido hasta ahora, con más infraestructura; ese es el tipo de cosas buenas que pasan relacionadas a la exposición mediática y a que el proyecto vaya bien: que te permite canalizar esa energía mediática en aspectos logísticos que dan resultados artísticos al final ¿no?”, responde jugando con las palabras. Por si bastara, a tres meses de su edición, su octavo disco (Doce segundos de oscuridad, Dro Atlantic, 2006) trepa en las listas de ventas de la península: “Para mi sorpresa, un disco que es muy introspectivo, un disco muy centrado en el mirar para adentro, ha sido curiosamente el disco que ha tenido más resonancia; en un principio al menos. Es decir, el único que ha entrado entre los diez primeros en las listas de ventas aquí en España, que eso nunca me había pasado: siempre he sido un pésimo vendedor de discos”, sonríe todavía incrédulo.

Jorge Drexler es un tipo cercano. A veces responde midiendo las palabras y tomándose su tiempo, otras veces de un tirón. Su éxito son sus canciones, por ende el suyo no será un tránsito efímero. Y si bien prefiere hablar del presente, siempre quedará la interrogante de saber qué hubiera ocurrido de haber continuado con su carrera artística en Montevideo. “No sé. Voy a responder lo que diría mi abuela, que decía: si mi abuela tuviera ruedas, sería una bicicleta -se ríe-. Es muy difícil saber qué hubiera sido de la vida de uno si hubiera cambiado una variable así”. Pero, por ejemplo, ¿hubiera ganado el Oscar? o ¿habrá incidido el trabajo de toda una década en España para conseguirlo? “Yo creo que no, en absoluto –responde tajantemente-. El Oscar vino por otra vía de conexión: Walter Salles tenía un disco mío por la proximidad de Brasil con Uruguay. Ni siquiera sabía que yo vivía en España. Tenía un disco mío que se lo había pasado un amigo mexicano que se lo había comprado en Uruguay; y Walter es de Brasil, iba a hacer una película en Estados Unidos, y cuando trataron de ponerse en contacto conmigo, se dieron cuenta que yo vivía en España… La película la produjo una productora norteamericana, o sea que España no tuvo nada que ver en lo del Oscar. En otras cosas sí, pero eso fue totalmente independiente; es decir, evidentemente el hecho de sacar discos… pero yo hubiera seguido sacando discos en Uruguay, –argumenta-. En vez de trabajar en España, hubiera trabajado en Buenos Aires o hubiera tratado de entrar antes en Estados Unidos. Hubiera hecho un camino inverso, como el de Kevin Johansen, que empieza por Argentina, México, Estados Unidos y luego España ¿no?”.

12 SEGUNDOS

Perdido, caminando por la arena una noche de verano en el Polonio, se tropezó con una canción y encontró el disco que había salido a buscar. Eligió el Cabo porque necesitaba estar solo, alejado de los celulares y a miles de kilómetros de Miami por ejemplo, donde quizá podría haberse codeado con los “grandes productores” y las “grandes estrellas” de la música latina: “Es que me codeo con los grandes productores de la música latina, como Juan Campodónico -se sonríe poniéndose serio-. Yo lo veo, en mi opinión, como el más grande de los productores de música latina en este momento. A mí no me interesa ir a trabajar fuera de mi territorio; yo voy a componer a un lugar que conozco que es el Cabo Polonio. Voy a trabajar con un equipo en el que tengo fe artística. Hasta el diseño gráfico y la fotografía se hicieron con equipos uruguayos en los que tengo toda mi confianza. Y no por uruguayos, sino porque son muy buenos en mi opinión”, afirma, aclarando que “puedo cambiar de equipo, no importa, pero nunca hacerlo por razones mediáticas; un disco para mí es una experiencia personal y poética antes que nada”, puntualiza.

Como si no se lo esperase, Drexler está pletórico con la presentación de 12 segundos de oscuridad y sobre todo con la respuesta del público. “Estamos tocando por toda España. He estado en Berlín, en Uruguay, en Francia… y tengo un show del que estoy muy orgulloso. Y del disco también estoy muy orgulloso, estoy muy contento de haber hecho ese disco en particular, raro y sin foto de portada y un disco críptico y con mucho hincapié poético en este momento, en que hubiera sido el momento para un laburazo mediático”, sentencia satisfecho.

Pablo Drexler, Leonor Watling, María Rita, Marcos Suzano, Kevin Johansen, Arnaldo Antunes y Paulinho Moska, participan como invitados y complementan la larga lista de artistas hacedores del disco y que al mismo tiempo forman parte de un universo musical marcado, quizá, por una estética en común que podría llegar a definirse por medio del concepto de templadismo, acuñado por su hermano Daniel (1): “Todo surgió de una de esas largas y frecuentes charlas que tenemos con Jorge. Estábamos hablando sobre el tropicalismo, la antropofagia y el libro `La estética del frío´ de Vitor Ramil y a mí se me ocurrió, un tanto en broma, plantear un `tropicalismo de las pampas´ de los climas templados... Y bueno, se me ocurrió la palabra templadismo. Es una herramienta de agitación cultural, no es un movimiento, es un pequeño instrumento para la reflexión y para tallar puentes con personas que están en una estética similar”. Una coincidencia que encuentran, por ejemplo, en los trabajos de Kevin Johansen, Carlos Casacuberta, Fernando Cabrera, el mencionado Vitor Ramil y Ana Prada, claramente influenciados por el clima y la geografía de la región que los envuelve.

CAMBIO CLIMÁTICO

La mano del hombre tensa la cuerda de la convivencia. Acostumbrado a vivir en la frontera, compartiendo y enriqueciéndose por igual de otras culturas, finalmente se le pregunta si realmente cree que la música puede valernos de ejemplo para mejorar esta realidad convulsa que atravesamos. “Sin pretender como gremio… pensemos en lo más importante… todos los gremios en algún momento creen que su función es la que va a cambiar la sociedad… yo no sé qué decirte; estoy harto de escuchar a la gente decir que las canciones pueden cambiar al mundo. No lo sé, no es tan fácil. Es decir, hay gente que no escucha música -se ríe-. Y luego tenés gente que… no sé, Goebbels escuchaba Mozart y eso no lo hacía mejor persona ¿no? Y no sé qué decirte… Yo, la música para mí, lo que genera es movimientos a nivel individual, muy, muy, muy intensos a veces; mucha emoción; y yo creo que una experiencia individual en un ser humano puede cambiarle la vida. Y así, a pequeños granos de arena, te puede hacer una sumatoria de cambios, pero ha habido buena música desde hace miles de años y estamos a punto de destruir el planeta, o sea, ¡qué querés que te diga! Como herramienta efectiva no la veo, es decir, es más importante dejar el auto en casa y andar en bicicleta que escribir canciones en este momento, o por lo menos… no sé, las dos cosas son importantes, pero es que si no nos apuramos a acabar con las emisiones de dióxido de carbono, no va a haber más canciones ni más nada, ni más pintura, ni nada”.


(1)“Sin temor al vacío”. Entrevista a Daniel Drexler, DelUruguay.net, edición Nº 80

Carlos Bassi

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Hugo Fattoruso, 14/5/2005
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