Rumbo, Un grupo que hizo época

1/10/2006

RUMBO (1979 - 1986)

Algunas tapas de discos nunca se olvidan: las letras retorcidas del nombre de la agrupación Psiglo simulando un cerebro en Ideación, el rayo de luz que al atravesar el prisma se vuelve espectro de colores en El lado oscuro de la luna de Pink Floyd, la foto de los Beatles cruzando la calle sobre la cebra en Abbey Road, o la puerta que se abría al largo pasillo de puertas abiertas y a la figura recortada de Eduardo Mateo en Mateo sólo bien se lame.

Igualmente inolvidable es la portada que Enrique Badaró realizó para el primer disco de Rumbo: tres murguistas caminando sobre un fondo tan negro como la época que se vivía, y el sentimiento compartido de que había que hacerle un tajo a cómo diera lugar, anunciado desde el título de la placa (Para abrir la noche, Ayuí, 1980) y desde la ventana entornada que invitaba a renovar el aire. Una fijación en la memoria que sólo tiene lugar, si la carátula viste una obra de importancia o si su arte guarda una íntima relación de sentido con la misma. Dos condiciones que coexisten en el primer registro del grupo Rumbo.

VUELO NOCTURNO

Oscuras y dolidas pero buscando siempre su contracara, a aquellas canciones parecía costarles abrirse paso hacia zonas más ágiles o de mayor expresividad. Por un lado, endechas totales como "Estados de ánimo" o "Como un pájaro libre" y por otro, climas opresivos capaces de dirigirse hacia destinos de mayor luminosidad, donde -por ejemplo- entre un bandoneón lacerante y un nervioso fraseo vocal de estiradas sílabas, se oye un denso desarrollo armónico sin salidas visibles, hasta que del terrible tango se despega un milongón y de él, un final de candombe abierto en un degradé imperceptible ("Papel picado"). En otras composiciones como "Viejo tablado", la sección rítmica murguera propone un viraje drástico al cansino canto a capella grupal, mientras que en "Serenatas" la disonancia de una guitarra sirve para poner un toque de alarma encima del reiterado lamento vocal, y para estampar la idea de que la vida aún se mueve entre la sombras.

Los textos que para evadir la censura procedieron a decir entre líneas, detrás de construcciones literarias bien rebuscadas ("hoy me empaparon todas las lloviznas / una traía recuerdos otra tan sólo frío, pero todas me alcanzaron pedacitos de cielo") tuvieron además, la doble carga de describir la noche oscura y mostrar las rendijas visibles ("Muero todos los días / pero te digo: / no hay que andar tras la vida / como un mendigo"), la luz de esperanza al final del túnel: "a redoblar muchachos que la noche / nos presta sus camiones / y en su espalda de balcones y zaguán / nos esperan / nos esperan otros redoblantes / otra voz / harta de sentir / la mordedura del dolor".

Por lo demás, en los murguistas de la carátula se manifestaba un espíritu que tejió una tensión múltiple con la obra. En su asociación con la festividad carnavalesca simbolizó la alegría perdida ("ya no vuela / no vuela / papel picado") y en la utilización de una terminología propia del ámbito murguístico, contribuyó al ejercicio de decir dos cosas diferentes con una sola palabra: redoblar: tocar un redoblante / realizar un esfuerzo extra para reconquistar la libertad; retirada: canción despedida del repertorio murguístico / correrse fuera del marco democrático. Pero donde se notó con mayor nitidez la relación, fue en la adopción del género murga como una estética. Presente en tres de las canciones del registro, el tipo de murga-canción propuesto por el grupo Rumbo, tenía un componente melancólico que hacía la diferencia con la vena más efusiva que había comenzado a imponer Jaime Roos.

PERFIL ABIERTO

El resto de las canciones eran formalmente diferentes. Estaba la vertiente candombera (que a la larga terminó definiendo el perfil de la etapa solista de Mauricio Ubal) y la cosa experimental asociable con el trabajo de Los que iban cantando ("Serenatas", "Papel picado"), y la senda más tradicional equiparable al trabajo de Larbanois - Carrero (cualquiera diría que "Montilla" no hubiera existido sin el éxito previo de "Zumba que zumba"), y un tipo de proyección folclórica que en "Balada de hoy mismo" presentaba similitudes con la versión "Ojalá" del grupo Contraviento.

A mitad de camino de todo, el estilo de Rumbo podía definirse como punto de intersección entre diversas corrientes estéticas respirables en el aire musical del Uruguay de aquellos años. No figuraba en la consideración pública como un grupo de culto, pero tampoco podía ser catalogado como un colectivo de corte tradicional. Si algo lo caracterizó, fue la presencia de ciertos rasgos bien identificables, a saber: un tipo de canción (mayoritariamente compuestas por Mauricio Ubal) que aunaba rigor artístico de la mano de un gran potencial comunicativo, y una destacada voz femenina (la de Laura Canoura) que hubiera marcado la diferencia integrando cualquier otra agrupación de la época.

Y otra característica fundamental: el acento joven y fresco. Para alguien que no hubiera oído con demasiada frecuencia música folclórica latinoamericana, no había mejor puerta de acceso que Rumbo o Jaime Roos. En la piel sonora del grupo y en la voz de Laura Canoura, había una modernidad que golpeaba como un cross de derecha a los sentidos. Luego se descubría un armazón de géneros musicales muy propios, que traían recuerdos de la infancia, de lugares y situaciones conocidos de una comarca como la uruguaya, y una sensación de magia se disparaba. Porque claro, cualquier persona nacida en este país, aunque no lo sepa, lleva el canto de un murguista en la sangre o en el inconsciente, desde que mamá iba al tablado del barrio, y uno estaba en el vientre de ella.

ALGUNOS APORTES

Sosteniendo la pared
(Ayuí, 1982) fue una ratificación. Conformado por una cantidad abrumadora de buenas canciones (la repicada murguez sin platillos de "T & S (los héroes de la pantalla)", la imponente chamarrita con mucha guitarra de "La bagayera", la arriesgada puesta en sonido de "Bosques"), incluye además algunos aportes de trascendencia. Uno de ellos es una curiosidad y tiene que ver con el final frenado de "Ya no quedan centrojás", que parece un anticipo de los futuros rascados del rap, en la medida que sólo le faltaba volver sobre su huella para toparse con el hallazgo.

Otro, pasa por la inclusión de la temática futbolera en la letra de una canción, que para el caso apeló a la apuesta fuerte de criticar al goleador Fernando Morena, que por entonces recibía un remuneración desproporcionada por cada gol realizado. Composición que a todas luces, es un ensayo para que en el tercer disco de Rumbo se diera cita la maravilla: "no se sabe con qué pie / se desmarcará otra vez / del zaguero lateral / de mis ojos que no creen / como quiebra la cintura y la razón / y se acomoda en el aire, pájaro / para pintarle ese gol / al olvido" ("Al fondo de la red"). Un último aporte de relevancia puede hallarse en forma larvaria en el primer disco del grupo. Se trata de la introducción en la música popular uruguaya de la canción-crescendo concebida por algunos grupos de rock inglés de los años setentas ("Escalera al cielo" de Led Zeppelin o "Rapsodia bohemia" de Queen) que en Rumbo hizo su tímido apronte en "Balada de hoy mismo" y que llegó a su máximo esplendor en la carrera solista de Mauricio Ubal a través del tema "Como el clavel del aire".

FINAL CON DESACIERTOS

El último álbum de Rumbo (Otro tiempo, Orfeo, 1985) tiene composiciones de una riqueza desbordante como "Al fondo de la red", "Zumbaé" y "La cuerda", pero debido a los cambios procesados por la agrupación, es el más pobre de su trayectoria. Visto en perspectiva, la electrificación del sonido le restó sobriedad a la propuesta y la incursión en el género rock llegó a causar gracia y perplejidad. Muchos de los textos literarios acariciaron el panfleto (acaso como desahogo de tantos años sin poder expresar las ideas libremente) perdiendo la belleza rebuscada de sus anteriores registros, todo lo cual sugiere una gran confusión y un profundo desacierto a la hora de dirigirse en alguna dirección.

De no haber existido el cambio de época marcado por la redemocratización del país, acaso Rumbo hubiera titulado de manera diferente su último disco y no se habría esmerado por tratar de descubrir en qué vuelta de esquina de la gente, la propuesta podría llegar a reinventarse. Entonces sencillamente -y como en los dos discos anteriores- la música hubiera sido la de los artistas, la que brota naturalmente y luego se trabaja racionalmente, pero donde no tiene lugar una especulación tipo ¿y ahora qué tenemos que hacer?, que siempre pone más énfasis en el interés del que recibe el producto que en el de quien lo genera.

¿Y ese no ha venido siendo un problema de toda la canción popular desde 1985 hasta hoy? Y si lo fue, ¿cómo volver a encontrar el Rumbo?

Rumbo (2 CD que incluyen -además de los originales de Para abrir la noche, Sosteniendo la pared y Otro tiempo- canciones yapa y un video de la agrupación). Por Rumbo. Montevideo, 2003, Ediciones Ayuí

Leonardo Scampini

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