Alvacast: 20 años después del Abismo

12/1/2007

ALVACAST POR ELLOS MISMOS

En 1992 pusieron proa al Canadá buscando correr los márgenes de un crecimiento que en Uruguay se había topeado. Tenían el dinero enviado por un productor musical para que grabaran en inglés su disco Inocente hasta que se demuestre lo contrario, la expectativa del que se lanza a la aventura, y una confianza en las propias fuerzas que los llevó a realizar entre doce y quince actuaciones en sus años más productivos, cuando muchas bandas locales apenas acusaban tres toques.

Nunca pudieron dar el gran salto anhelado y de regreso al país, en diciembre de 1999 dieron un concierto en La Factoría que puso punto final a la historia de la banda.

UNA FORMA DE DECIR BASTA

“Tycho y yo trabajábamos en una fábrica –rememora Charly López, vocalista de la agrupación. Yo me había ido de Mamut en ese tiempo y Tycho me dijo que tenía un grupo con unos amigos y que les faltaba un cantante. Entonces fui a un ensayo y me copó la música y quedé re-enroscado con la onda de ellos y el look. Decidí unirme al grupo y ahí comenzó el sueño. No nos quemábamos la cabeza con el futuro aún. Sólo nos divertíamos con la presencia del otro y ensayábamos. Cuando le pusimos el nombre a la banda fue cuando empezamos a preparar el futuro de Alvacast”.

“Claudio Picerno fue quien me presentó a Tycho –cuenta el bajista Gustavo Rea- cuando tenía catorce o quince años. Por entonces, la propuesta cultural y de entretenimiento que el Uruguay tenía para ofrecernos nos sonaba muy aburrida y entonces, formamos una especie de clan de gente que se juntaba para oír música en casa: Deep Purple, Led Zeppelin, y más adelante Accept, Queensrÿche o Judas Priest. Correría el 81 o el 82, cuando por primera vez oí a Barón Rojo, un grupo de heavy metal que cantaba en castellano, y sentí algo así como que el mundo comenzaba a abrirse”.

“A Coco, el batero, lo conocí gracias a Jorge Camero, un gran buscador de músicos y de llevar su propuesta a todos lados. Un día me dice: ‘mirá que tengo un batero que vive a dos cuadras de tu casa’ y resultó que al loco lo conocía, que habíamos ido juntos a clases de inglés cuando teníamos ocho años. Pero musicalmente nunca, jamás... Además tenía una pinta de cheto que mataba”.

“Comenzamos a ensayar en el galpón de mi casa, en el barrio La Blanqueada -un lugar donde también ensayó la banda del ‘Funfu’ Dos Santos y agrupaciones como Pelo y Ática- y encaramos para el lado del metal porque era lo que teníamos en común todos los integrantes de la banda. La tendencia dominante del rock post dictadura era otra pero lo que nosotros queríamos hacer se llamaba heavy metal”.

“En el metal –agrega Rea- hay un trabajo no sólo musical sino también de sonido y es mucho más complicado hacer sonar a una banda que hace este tipo de rock. El metal lleva casi siempre una letra de protesta y su música también tiene una fibra contestataria. El metal es una descarga de energía y es una forma de decir basta, estoy harto”.

HACERSE CONOCER

“Las bandas que en aquella época hacíamos metal –recuerda Gustavo Rea- comenzamos a juntarnos, a intercambiar y a hacer festivales como el del Club Húngaro, porque solos era más difícil buscar un camino y empujar al medio. Pero a pesar de hacer toques con agrupaciones que tenían una línea musical similar a la nuestra, nosotros estábamos a favor de la integración de todo el rock nacional. Teníamos la idea de que salir del gueto era necesario y que estaría bueno que todas las tendencias rockeras pudieran participar de un mismo recital”.

“Cuando no conocés a la persona, la tratás de enemiga porque musicalmente está en contra de lo que vos hacés y te perdés cosas. Los Tontos por ejemplo, se llamaban Los Tontos y hacían música tonta y sin embargo como personas eran tipos impresionantes. Renzo Teflón fue el que nos puso en contacto con el Palacio de la Música para que de alguna manera, pudiéramos hacerles escuchar nuestras canciones”.

“Después del Club Húngaro fuimos invitados a tocar al Atlántida Rock, donde conocimos a la gente de Los Traidores y Los Tontos. El concierto sonó un desastre y Claudio Picerno que había ido a vernos, a la salida del toque me dice: ‘loco, se quemaron, fue una cagada, ahora no van a tocar nunca más’. Y conversando, le propuse que nos diera una mano, cosa que aceptó. A partir de allí comenzó a trabajar como manager y surge un Alvacast más completo en el sentido de las relaciones públicas, cosa que amplió nuestras posibilidades de hacer producciones con bandas argentinas y de llegar a grabar un disco”.

“Él siempre decía: ‘si yo quiero vender esta cerveza, tengo que hacer una publicidad que la haga conocer’, y entonces montó un sistema de promoción del grupo que pasaba tanto por los afiches como por la confección de comunicados de prensa para cada espectáculo, que siempre llevaban el logo de la banda y que distribuía por todas las radios. Empezamos a notar que el loco conseguía cosas. Con El Palacio de la Música por ejemplo, estuvo insistiendo durante casi ocho meses hasta que Alfonso Carbone habilitó el proyecto de hacer un disco”.

“Nosotros estábamos convencidos (y aún lo estamos) –cuenta Charly López- de que la música que tocábamos era la mejor. Lamentablemente, los productores no pensaban lo mismo y no nos daban pelota aunque creo que sentían que algo se estaba armando. A nosotros nos daban la espalda y nos cerraban las puertas. Por eso decidimos trabajar con un manager, con Claudio Picerno. Y ahí se empezaron a burlar de nosotros diciendo cosas como: ‘¿ustedes tienen manager? ¿¿Pero quién se creen que son??’. Gracias a que tuvimos un manager y al trabajo profesional del grupo musicalmente, logramos interesar a Alfonso Carbone para grabar nuestro primer disco y arrancar con nuestra carrera”.

MISTERIOSO Y MEDIEVAL

“Los pensamientos se vuelven cosas –asegura Charly López. Hay que perseguirlos sin tregua y seguramente que lo vas a ¡lograr! Cada uno de nosotros somos los arquitectos de nuestro propio futuro. Nosotros en Alvacast nunca nos dejamos bajonear por las dificultades que encontrábamos. Así que con mucho esfuerzo y dedicación, llegamos a la meta que nos propusimos: tener nuestro primer disco. Yo a los doce años me decía: ‘quiero largar los estudios, cantar en una banda e irme por el ¡mundo!’. Nunca se lo mencioné a mis padres, por supuesto. Estudié hasta los veinticuatro, y recién a los veintisiete se me dio la oportunidad de irme de Uruguay. O sea que me llevó quince años alcanzar ese sueño. Sin determinación no se llega. Una vida no te alcanza para cumplir todos tus sueños...”.

“En el primer disco –añade- las canciones de Alvacast son bastante dark, bastante medievales, muy diferentes al segundo por ejemplo. Y en eso, nuestro guitarrista Bhilo tuvo mucho que ver. El le dio a la banda algo que después de su partida no pudimos repetir en Inocente hasta que se demuestre lo contrario. También Christian Dehll con sus teclados le dio al disco ese toque misterioso. Pero en Inocente… la música estaba más al día y eso gracias al aporte de Leonardo Lamela en guitarras y de Víctor Landes en teclados. El resto estábamos como en el medio y nos amoldábamos a esas tendencias. Creo que el lado oscuro de la personalidad de Tycho en la guitarra base, la técnica y la alegría del Coco en la batería y la potencia del Bulón en el bajo le dieron al disco una materia prima que nunca antes se había escuchado en un grupo uruguayo de metal”.

Al borde del abismo se grabó con un técnico que no entendía nada. Sabía de grabaciones –evoca Gustavo Rea- pero no de sonido y de calidad. En el Uruguay de entonces faltaba la figura del productor -o sea, el tipo que conoce con precisión la música que va a tomar entre sus manos-, faltaba equipación y fundamentalmente mentalidad abierta”.

“Iron Maiden era una gran influencia para Charly y para mí en los primeros años de la banda –agrega- y eso se nota en varias canciones del disco, aunque individualmente Tycho es Sabbath, es Randy Rhodes, y Bhilo tiene más influencia de jazz rock. La postura en escena y la vestimenta que usábamos buscando provocar un impacto -porque estábamos cansados de ver a excelentes músicos haciendo buena música con pantalones de entrecasa- también viene de Maiden. En los setentas los bajistas eran estáticos y me acuerdo que me dio vuelta ver a un bajista móvil por primera vez en el video de ‘Run to the hills’”.

“Las letras eran un reflejo de la dictadura y los primeros años de la vuelta a la democracia. ‘Demasiado cielo para tan pocos santos’ tiene un texto de corte social, ‘Madame Bathory’ habla de la dictadura a través de una comparación y ‘Al borde del abismo’ se refiere a las cárceles. ‘Lago de fuego’ es más mítica y es una canción compuesta enteramente por Charly”.

Al borde del abismo es el primer disco de heavy metal uruguayo, pero es un gran disco también y vuela muy bien. Es muy estable –estima el guitarrista Leonardo Lamela- y planea de lo ¡mejor! Tiene garra, sangre, corazón y un poco de buena música...”.

“No tengo la menor idea de cuantos discos se editaron –cuenta Charly. Pero si vas a www.popsike.com y buscás por Alvacast, vas a ver que alguien compró Al Borde del Abismo por 216 dólares en una subasta y por Inocente… pagaron 150 dólares. O sea que se vendió ¡¡¡muy bien!!!”

“El segundo disco es más radical –reflexiona Rea. Leo le dio un toque más moderno, más en consonancia con el thrash. Lamela es una esponja que comprende la música muy fácilmente”.

“En esa época tocaba en Sádica –rememora Leonardo Lamela. Hicimos unos toques compartidos con Alvacast y empezamos a conocernos. Me invitaron un par de veces al local de práctica y cuando Bhilo se fue de la banda me propusieron tocar con ellos. En realidad yo ni pensaba en sumarme a la banda porque para mí, Alvacast estaba completo y no sabía que Bhilo se estuviera por ir. Yo respetaba mucho a Alvacast... para mí fue un honor integrar esa banda”.

“Alvacast no estaba buscando un guitarrista más moderno –relata Rea- y la llegada de Leonardo fue pura casualidad. Lo que pasó es que entre Bhilo y la banda, se decidió que lo mejor era su partida, de mutuo acuerdo. En buena medida, porque Bhilo había ingresado a la religión krishna y eso lo llevaba a componer letras y músicas que tenían que ver con ese costado religioso, y a producir roces con el resto de la banda. Él no se alejó de Alvacast sino que por el contrario, se involucró un cien por ciento pero con ese otro encare. Si él hubiera seguido, íbamos a pasar a ser una banda krishna dentro del metal”.

Leonardo Scampini

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