SieteNotas

Martín Bautes, www.delinterior.¿qué? o el impenetrable oído del gaucho

16/7/2000

Son las diez y media de la mañana y en un pueblito del interior la radio local transmite el programa preferido por el 42% de la audiencia en su horario: "Juegos y música", un poco de adivine la canción o recuerde la letra endulzado con el tropical-uruguayo ritmo de cumbias. A la tarde, luego del informativo local donde nos podremos enterar de los internados en el hospital, podemos seguir divirtiéndonos con "Show tropical". Y a la noche los quinceañeros pueden solicitar sus temas preferidos de Elvis Crespo y compañía en "Que locura".

Los últimos sones de música nacional (discriminaremos a la cumbia por razones que no vienen al caso) emitidos por esta radio datan del año 1995. "Todos goleando" del Pájaro Canzani, la anterior cruzada del Cuarteto de Nos y algunas emisiones esporádicas de Rada y Jaime Ross, han sido la música uruguaya difundida por aquellos lados y según he podido indagar este fenómeno se repite mas o menos de igual manera desde el Santa Lucía al norte.

Lo que quiero decir (por si no quedó claro) es que la presencia de música nacional en el interior es prácticamente nula; la presencia de cualquier tipo de música que no sea de difusión masiva es prácticamente nula. ¿Por qué? Porque a la gente no le gusta. Como no le gusta a casi toda la gente en el mundo aquella música que no venga empaquetada con efectos especiales y luces de colores. No se enoje, usted me dirá que si, que hay gente que prefiere y decide en profunda relación con su alma aquellos sonidos que expresan sentimientos, valores culturales o solamente le brindan la inigualable fruición de la música. Si, pero son minorías. Minorías pero son. Y ese es el tema que me interesa abordar.

En Montevideo como en todo el mundo y como en el interior la mayoría sigue un camino, pero también hay minorías como alternativa en donde pueden participar quienes no sigan a las masas. Y el dilema con nuestro querido pueblo del interior es que no hay minorías, no existen.

La masificación deja sí aliados a los "rebeldes", los "rebeldes" dispersos emigran o se masifican para poder vivir.

Los factores que influyen para que no haya minorías son muchos y uno muy importante es la cantidad de gente. En una población de 15000 personas, siendo generosos puede haber 150 que tengan gustos (por decirlo de algún modo) similares.

Si hacemos un cálculo a escala, en una ciudad de un millón, esos 150 se transformarían en diez mil personas. Ciento cincuenta personas no son un público considerable para ninguna actividad sumándole que no tienen vínculos socializantes que nos permitan decir que realmente contemos con 150. Y si hipotéticamente lograra aparecer, no tendría donde alimentarse, compartirse y desaparecería antes de nacer. Sin embargo en el grupo de diez mil hay más posibilidades para que finalmente se unan porque entre otras cosas son un mercado. A esto hay que sumarle el machismo como condición fundamental para alejar más a las mujeres que a los hombres de actividades que no sean las socialmente establecidas, y por ello poner otra gran barrera para la formación de grupos minoritarios. -Muy lindo lo que me cuenta señor pero en esta reunión no hay percantas para decirles mis versos de poeta- diría Alejandro Dolina. Si a esto le sumamos el susodicho bombardeo de los medios masivos con sus modelos y promesas, y traemos nuevamente el problema de la cantidad de gente (medios mas chicos, mayor presión social), podemos finalmente reconocer por qué la diversidad, no ya solo musical, sino cultural en general en el interior prácticamente ha desaparecido.

Así las cosas sobreviene la pregunta ¿qué se puede hacer?. El panorama es bastante desolador. Estamos hablando de cuestiones de identificación, con modelos de vida que ya están muy arraigados, con la soledad como promesa real para quien no cumpla con sus directivas. La respuesta entonces no puede venir desde donde está el problema porque como ya vimos no hay ámbitos ni siquiera para generar su discusión. Los medios locales directamente alimentan la uniformidad ofreciendo productos de muy bajo nivel, en base a formas de manejo empresarial que sería interesante tratar en una próxima nota, y la parte oficial por diferentes razones no tiene participación y ni siquiera demuestra interés en el tema.

Naturalmente lo aquí escrito puede ser objeto de discrepancias, por lo tanto esperamos que quien tenga otra idea de la situación nos la haga saber y quizá desde ahí estemos generando posibles caminos para que la cosa cambie. Mientras tanto me voy, parafraseando a los Diablos Verdes, a enviarle mi carta a la familia tolerante del interior. No he de olvidar incluir el ultimo compacto de Natalia Oreiro.

Martín Bautes

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