Una mujer inconveniente
Portadora de una irreverencia singular y una legua filosa como ninguna, Liliana Felipe, cantautora cordobesa radicada en México hace treinta años, sacudió la típica calma montevideana con un novedoso espectáculo que conmovió a una Sala Zitarrosa repleta.
Sólo acompañada por su piano, despojada de brillos y atuendos glamorosos, portando una remera de H.I.J.O.S (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, organización a quien le ha dedicado la recaudación de varios shows) canta desde el dolor y la denuncia que ha hecho causa de su arte (su hermana y su cuñado son desaparecidos víctimas de la dictadura militar argentina de 1976).
Analista ácida de la realidad latinoamericana, esta multifacética artista, con más de 14 producciones discográficas, varias composiciones para cine y cabaret y numerosas representaciones teatrales (que incluyen la fundación del Teatro Bar “El hábito” y el Teatro de “La capilla”, en Ciudad de México) interpela sin medias tintas, directo a los sentidos, sin dejar lugar a dudas.
Una recorrida de más de 20 temas que resumen su trayectoria musical, permitieron al espectador adentrarse en un universo donde se reflejan vertientes artísticas diversas (desde el Café Concert de Buenos Aires hasta los míticos Cabaret europeos) que propone una trasgresión estética constante apelando a romper con la armonía y los “buenos modales”. Felipe canta como una dama, como un hombre, con bronca, con frialdad. Como una mujer que parece ser todas las mujeres y que dice lo “no dicho”.
Canciones como “Montón de tierra” y “Tienes que decidir” (Tanchidos, 2005), reflejan el sentido de la muerte, tema recurrente en su repertorio. Interpretaciones como “Tertuliano” (Trucho, 2006) o “No va a alcanzar la leña” (Tanchidos), un canto de oposición a la Iglesia Católica, expresa un mensaje de denuncia pero desde un humor satirizado. También hay espacio, en temas como “Mala” (El hábito) o “Que cosa es el amor”, para la pasión y el desamor, característico del cancionero clásico mexicano, fusionado con un provocador estilo irónico.
Un discurso que se basa en la liberación de los prejuicios de género a través de composiciones como “Las histéricas” (Trucho) y “Cuando cumpla los ochenta” (El hábito) convertidos, casi, en “Himnos de culto” de aquello que se dice “lo femenino”. O cuando, a pedido del público, canta “El protoplasma” (Matar o no matar, 2005) junto a su esposa Jesusa Rodríguez (actriz y reconocida activista social mexicana).
Sin duda, una artista de esta naturaleza siempre deja marcas. ¿Será por eso que el público pidió incontables bises y cuando finalmente tuvo que retirarse la despidió de pie con un interminable aplauso?
Es que Liliana Felipe es siempre una bofetada o una caricia, nunca la indiferencia. Es la rebeldía, el grito pero jamás el silencio. Es, casi siempre... una mujer inconveniente.
Natalia Castelgrande