Malpaso, Infierno Grande
4/2/2006
(Historias cruzadas en las canciones de Malpaso)
Un olor desacostumbrado comenzó a correr por las calles, con el mismo apresuramiento encorsetado de la gente que de pura casualidad, estaba cerca del lugar. Siempre sucede eso del instinto que se activa, y para resguardar la piel de una bala perdida, los individuos se fugan hacia afuera de ese centro, propulsados por el big bang invisible del peligro. El llanto de una niña acaso nada tuviera que ver con la suerte del hombre que yacía recostado sobre la calle, agujereado por ¿un ajuste de cuentas? Pero el llanto es una señal de dolor y en el sitio donde murió ese hombre y donde llora esa niña, hay varias historias ligadas al sufrimiento.
Una de ellas introduce el tema del suicidio como posibilidad detalladamente meditada (“Hay un sol entre los sauces y otro sol bajo el agua, grandes cantos de cigarras en el aire... El aire que te cuenta al oído el secreto... Secreto reloj de agua, que te sueña bajo el puente”), mientras que la anécdota de la canción “Quema”, hunde su interés en el individuo al que la falta de fe de los demás en su persona, le propina un sentimiento de derrota mayor que la derrota misma: “Un favor, mi amor, te pido, todavía no me tires la toalla, aunque me estén cagando a piñas”. El dato principalísimo de la llegada al pueblo de un parque de diversiones, parece ser el único indicio de vitalidad en un sitio salpicado por alguna muerte física y leudado por la muerte existencial.
La obra en cuestión pertenece al grupo Malpaso (El Tony Park ha vuelto al pueblo, Ediciones Ayuí, Montevideo 2005) y otro de sus ejes tiene que ver con la territorialidad de lo narrado, ya que todas las historias pertenecen a una misma comarca o la tienen como referencia si el suceso acontece en otro rincón del planeta. Lo curioso es que ese dato no se especifique en ninguna parte y que sin embargo para el oyente, sea una certeza incontrastable que todos los personajes de las canciones están relacionados por los lazos de una misma geografía.
El procedimiento de que se vale la banda Malpaso para lograr ese efecto, es el cruzamiento de historias y personajes, o la aparición de una misma frase intercalada en distintas composiciones del registro. Así, la línea que en la primera canción del disco dice: “La vieja estación cruje un poco más, cada vez que el viento la patea”, se reitera idéntica en “Acero”, en tanto que la oración “el librero está loco, delirio místico dice que el Diablo se adueñó del pueblo” (“El Tony Park”), vuelve a insertarse con alguna modificación en la composición “El librero”.
El cruzamiento llega hasta a proponer una canción como contracara de otra, o como la diferente manera de mirar un mismo hecho con cristales cambiados. Tal el juego que se establece entre “La noche que mataron al Tuerto Silveira” y “Las palabras textuales del Wasi”. En aquella, hay sólo una descripción imparcial de los sucesos (“cinco balazos le encajaron cinco. Giraba calesita de la muerte oxidada, el del bingo cantó el cuarenta y ocho. Un pinta, un brazo, un fierro... cinco bombazos cinco”) mientras que en ésta, se incorporan los dichos del matador: “¡Hey vaquero, hey vaquero, hacete las botas con tu propio cuero! Dicen los que dicen que esa noche estuvieron: cinco bombazos le encajó, cinco agujeros”.
Por la misma técnica de hacer resonar una frase más de una vez y de hacer aparecer a los personajes en diferentes historias, cada composición es a la vez mundo propio, y micro texto de un texto mayor que es el disco entero.
En lo estrictamente musical, Malpaso ha venido buscando un lenguaje propio con la misma entereza que ha tenido para hacerse un lugar en la cultura uruguaya. Visto en retrospectiva, su disco Demoliciones (2001) expuso varias formas de plantarse en una misma franja estética, abriendo un abanico de posibilidades diversas. Estaba el neo tango de “10.000 tempestades”, o el bolero desquiciado de “(Prefiero) El peligro”, o la milonga con frituras de “The last gaucho”, o el pop rock agreste de “Carretera”.
Todo parecía indicar escuchando aquel disco, que el futuro correría por los cauces de lo bolerístico o lo tanguero, porque eran los materiales que dentro del perfil retrocore lucían una mayor frescura. Sin embargo, en El Tony Park…, se oye mucha cosa parecida a la extraña e indefinible forma sonora de un tema como “Detector” (casi un vals con ritmo de cabaret berlinés, bajo de jazz setentista, variaciones de piano provenientes de la música culta y un estribillo blues-rock que no puede ser), y se percibe una gran preponderancia del piano y el teclado dentro del conjunto orquestal. Y aunque hay guitarras y bronces ambientando milongas, valses, y cumbias góticas, la centralidad del piano se destaca como dato, si se tiene en cuenta que en Demoliciones, el violín tenía un protagonismo casi total.
Ninguna otra cosa podría certificar con más claridad, el proceso de búsqueda de Malpaso y la apropiación de los frutos hallados en el camino.
Leonardo Scampini