Jorge Galemire, peligrosamente creativo

3/7/2004

Que haya sacado su nuevo trabajo: Perfume, no fue impedimento para que Galemire nos recordara el pasado de la música nacional. Tampoco fue impedimento el hecho de que este cantautor esté radicado en España para que nos hablara del presente del rock uruguayo.

Hace dos meses que llegó a Montevideo y este es el tercer viaje consecutivo que hace a partir del año 2002, aunque en esta ocasión se va “a quedar un poco más de tiempo porque hay unos cuantos proyectos para terminar”.

Es por eso que Jorge Galemire nos presenta su más reciente CD intercalando pasado y presente de la canción uruguaya.

¿Cómo definirías a Perfume?

Es un disco recopilatorio en virtud de que los temas están todos editados. En ese sentido es una especie de recopilación. Pero tiene un toque distinto porque las versiones son muy distintas a las originales. Hay un solo tema original que se llama “Otra Vuelta Más” que está dedicado a una pareja que se casaba: una especie de regalo que le hicimos. Todos los demás son temas editados. Desde “Perfume” que está editado en el ’87, pero compuesto en el ’84 y estrenado en un recital del Notariado cuando presenté Segundos Afuera. En ese recital incluí dos temas nuevos para la época: “Perfume” y “Lara Turner” que después saldrían en un disco que se llamó Ferrocarriles. Los demás temas son un extracto del recital que di en la Zitarrosa en agosto de 2002.

¿Cuál fue el criterio para seleccionar esos temas?

Me preocupé de que todos los temas estuvieran ya editados para poder darle sentido a otros discos que están en mis planes, pero que van a incluir canciones nuevas.

¿Es verdad que querés hacer un disco de versiones?

Pues exactamente: estoy tratando de encontrar el modo de completar un disco de versiones. Todavía no sé muy bien cómo las voy a encarar, pero ya tengo hecha gran parte de la selección de canciones que estarían en ese disco.

¿Y de qué artistas serían esas versiones?

Bueno, hay una versión de un tema de [Alberto] “Mandrake” Wolf que lo vengo haciendo en los recitales y se llama “Candombe Del No Sé Quién Soy”. Hay un tema de Georginio Gularte que se llama “Tambor Tambora”. Hay un tema de Washington Benavides y Eduardo Darnauchans que se llama “Los Reflejos”, que sería la tercera vez que produzco ese tema: lo produje en el Sansueña [de Eduardo Darnauchans], lo produje en un disco de Eduardo Rivero que creo que se llama El Asiento de los Bobos y ahora hay una tercera producción de ese tema. 

¿Por qué elegiste esas canciones para versionar?

Voy eligiendo temas que me han gustado a lo largo de mi vida y que me parece que los puedo interpretar. Hay otros temas que también me gustaría hacer pero nos los veo digamos, acordes con mi estilo. Pero ya se verá... Estoy haciendo una selección bastante grande para después hacer una especie de descarte.

Por lo visto seguís teniendo un contacto con lo que pasa acá en materia musical, a pesar de que hace tiempo que vivís en España...

Todo el que puedo. Tengo amigos que tenían discos de música uruguaya, otros que viajaban con más frecuencia que yo y me iban trayendo cosas que le pedía. Así fui armando una pequeñísima discoteca de artistas uruguayos, que por otra parte es casi de lo poco que escucho: no escucho últimamente mucha música que no sea uruguaya. Se da una cosa bastante rara porque de un tiempo a esta parte me he vuelto un poco más... ¿Cómo te podría decir? Más intransigente con lo que escucho. Siempre fui un tipo bastante abierto, de escuchar bastante música, incluso a la hora de interpretar soy un tipo bastante ecléctico. No obstante últimamente me ha surgido un ataque de amor por la música uruguaya que me ha llevado a ser un poco intransigente con otro tipo de música, sobre todo la anglosajona que no me conforma, no me llega... Ni que hablar de todos estos fenómenos de Operación Triunfo...

¿Lo de consumir música uruguaya puede ser que sea un poco por nostalgia?

No sólo. Sí es cierto que el uruguayo es muy nostálgico, muy melancólico hasta te diría que a veces un poco taciturno, y ama mucho a su tierra de igual forma que a veces la odia. La tierra en donde naciste es la que te sigue dando muchas de las referencias que tarde o temprano te convierten en una persona: es como la banda de sonido de tu vida. Yo cuando era bastante joven escuchaba mucha música nacional, hasta incluso las versiones de pop anglosajón que hacíamos acá: Delfines, Killers, Shakers, Mockers... Escuchaba todo eso que era música anglosajona pero hecha por uruguayos. Hasta que vino la gran revolución para mí que fue El Kinto y la cosa empezó a cambiar un poco... 

¿Cuántos años tenías en esa época?

Yo tenía cerca de 13, 14 años cuando apareció toda esa movida. Ellos son de una generación anterior a la mía. Toda esa generación anterior curtió muchas cosas: mucho jazz, mucha bossa nova, mucho pop anglo de los sesentas, y con eso hicieron unos cócteles impresionantes de buena música.

¿Qué cosas hacías en esos años?

Iba al liceo. Algunas veces me escapaba e iba a ver a estas bandas al Parque Hotel o al Club Uruguay. Vi mucho a Los Delfines, vi a los Mockers en vivo, a los Shakers en vivo. A las bandas de fines de los sesentas las vi prácticamente a todas. Incluso el advenimiento de la psicodelia con Los Psicodeysis, con Cold Coffee.

¿Cuándo pasaste, por decirlo de alguna manera, al otro lado del mostrador?

Siempre estuve de los dos lados. Siempre fui consumidor de la música uruguaya y a partir de fines de los sesenta estuve de los dos lados: como fabricante de música y como consumidor. Y de los dos lados me siento muy feliz. Porque de algún modo siempre logré hacer cosas que mis colegas valoraron, o la prensa valoró, también el público. Aunque sé que no soy un artista muy conocido y tampoco he luchado para que se me conozca más, yo me siento muy feliz haciendo música. Claro que necesito comer como todo el mundo, pero lo importante es hacer buena música y seguir siendo fiel a este contacto místico que tenemos con el acontecer musical que es lo que nos da vida. Porque si bien no nos da dinero, por lo menos nos da ganas de seguir haciendo cosas y ganas de volver a empezar todos los días. Que es de lo que se trata este país: siempre estás volviendo a empezar, siempre estás comenzando de nuevo. Que es uno de los valores de la vida para mí: a pesar que ya tenés un camino recorrido, el camino siempre es nuevo... Eso si decidís caminarlo...

¿Tocaste en El Syndikato?

Toqué en El Syndikato en su tercera formación. El Syndikato grabó creo que tres discos, para el segundo disco -que es el que a mí más me interesa- es cuando Juan Des Crecencio toma la rienda de la composición. Es el disco que trae el tema “Don Martín” por ejemplo. Yo considero que es el mejor disco. Después hubo un cambio muy grande: se fue el batero, se fue el bajista y se fue Juan Des Crecencio. Entonces nosotros hicimos la tercera formación de El Syndikato en donde había tres cambios: Rubén Barbrillo en bajo, Milton Roberano en batería y en lugar de Juan entré yo. Así grabamos Vuelve A Tu País. Después hubo una cuarta formación que podría haber prosperado, pero sólo grabamos un par de temas que creo que formaron parte de una ensalada y después el grupo se disolvió. Ya estábamos en el ’74, ’75.

¿Qué quedaba para ese entonces?

Para ese entonces se empezaron a gestar muchas movidas. Como bien dice Jaime Roos, él al igual que yo y otra gente más, somos de la generación del ’73. Por esa época estaba Lazaroff... Darnauchans grabó Sansueña en el año ’77, en plena dictadura...

¿Cómo viviste el recambio generacional en la música? Me refiero a los grupos que vinieron después de la dictadura...

Lo viví con muchísima alegría. Pero se notaba que había una especie de quiebre: los viejos a freír espárragos y los nuevos a edificar la nueva música, que como históricamente se dio no era tan así. Igual lo que tendríamos que haber hecho ya que estábamos todos en el mismo rubro, era zurcir un poco las cosas.  

¿Y cómo te llevás con la música que se hace ahora en Uruguay?

Hay grupos que me interesan, grupos que no. Grupos que recién empiezan a manejar tecnología y por lo tanto le erran un poco al bizcochazo: la música electrónica es algo relativamente nuevo que hay que manejar con cierta delicadeza. Pero hay otra gente que la mueve muy bien. A mí me gusta la música hecha en colectivo, que haga participar a la gente. En ese sentido hay muchos grupos que me gustan y hay unos cuantos que los vengo escuchando hace años. Hay grupos con los que me encariñé como No Te Va Gustar, La Sonora del Sur, son grupos que me resultan entrañables... La Abuela Coca, La Vela Puerca -que tienen un vocalista colosal-, Once Tiros... Me voy a olvidar de muchos. 

¿Preferís alguna época de la música nacional?

Lo que pasa es que no hay malas épocas en lo que tiene que ver con la música uruguaya. Yo soy fanático de los músicos uruguayos, me parece que tienen un nivelazo, incluso sea haciendo estilos que no son netamente uruguayos... Bien sabrás que Uruguay es una cultura de aluvión en donde cabe un poco todo y en donde muy de a poco se va conformando un perfil más o menos identificativo. Pero todavía no ha pasado el tiempo suficiente como para poder decir que hay un perfil uruguayo: se va haciendo, somos un país muy joven. Yo en lo que creo es en la capacidad del músico uruguayo: no sé si es el viento, si son los magnetismos, si es el mar, no sé qué es lo que sucede, pero los músicos de acá han demostrado que son muy solventes, muy comprensivos con varios estilos, y hay muchos tocando con gente muy grossa en todo el mundo. Que no es para cualquiera, no te olvides que somos un país de tres millones de habitantes: ¿cómo es posible que salgan tantos buenos músicos? Hay un por qué que seguramente yo no alcanzo a descubrir. Ya vendrá un historiador, un sociólogo o un científico que descubra esto que te digo de los magnetismos... No sólo en la música, en muchos rubros. Lo que digo en casi todos los reportajes que me hacen es que los uruguayos son gente muy creativa. Peligrosamente creativa.

¿Por qué “peligrosamente”?

Porque la creación generalmente es un peligro para los sistemas establecidos ¿no? Porque se trata de crear otra cosa, diferente a la que hay.

Nicolás Hidalgo

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