Pájaro Canzani, pájaro que viene y que va
30/11/2008
Canzani vuelve con Transamericana, un disco en el que hay que “escuchar bien una manera diferente de tratar murga, candombe, funk y rock sudaka” y hecho en colaboración con grandes músicos argentinos, brasileros, africanos, franceses y uruguayos. Vía correo electrónico, entrevistamos al “gurí de Fray Bentos”, ex Jaivas y otrora número doce de la selección nacional de fútbol, que habló de la vida del artista, su música, los homenajes, las raíces y grandes hits.
Pájaro, ¿qué significa ser músico?
En las antiguas civilizaciones, los músicos eran intermediarios entre dioses y hombres. Tenían una función de gran responsabilidad mística y social. Eran algo así como las antenas que permitían comunicar con el más allá, lo superior...
En México, por ejemplo, había niños que eran “elegidos” por sacerdotes que interpretaban un oráculo. Recibían una educación de príncipes y entre otras cosas les enseñaban a fabricar su propia flauta de tierra cocida y tocarla. Cuando llegaban a la edad adulta, es decir a perfeccionar su arte, lo venían a buscar con honores y agasajos el día antes que la conjunción astral esperada se presentaba en el cielo. Lo paseaban vestido de gala con pedernales y plumerías preciosas por el mercado mayor, la gente lo vivaba y le hacían ofrendas. Podía servirse de todo lo que deseaba y elegir a una mujer virgen. Al día siguiente, lo conducían a una de las pirámides que correspondían con su destino astral. La nobleza, el clérigo y el pueblo lo esperaba y el subía los peldaños tocando su flauta. Al llegar al sacrificial, se giraba hacia la multitud y lanzaba su flauta que caía rompiéndose por las escaleras. Sólo después le colocaban una máscara y le arrancaban el corazón con un cuchillo de obsidiana, para ofrecérselo a los dioses.
Las cosas han evolucionado, claro. Ser músico sigue siendo un privilegio social y tener “el don” de la música es un misterio. También es un sacrificio en el sentido que la sociedad occidental sigue considerando la educación musical como algo secundario, menor. Hasta que un joven no logra un cierto estatus, se lo considera como un vago antisocial e irresponsable. Sin embargo, el músico ha logrado hacer avanzar a la sociedad, reivindicar todo tipo de valores y es un comunicador de masas.
¿Qué es lo que mueve realmente a la música?
Desde el punto de vista del artista, la pasión por dar y recibir, ser cada día mejor, realizar sueños. Es decir, grabar discos, llegar al éxtasis de plantarse en un escenario, tener el orgullo de haber luchado y lograr vivir de tu creación. Dejar una traza de tu paso por la vida, es decir, realizarse humanamente, ¿no?
Del punto de vista de un sistema de explotación comercial y mediático que, digamos al paso, no supo adaptarse a la evolución del sistema capitalista: Internet casas discográficas, etc.; se trata simplemente de explotar al máximo las posibilidades de beneficio que puede dar un artista. Si la gallina muere, quedan los huevos de oro.
¿De qué valores no debería desprenderse nunca un artista?
Vivir para crear, crear para vivir.
¿Alguna vez has tenido que dejar de lado esos principios?
La vida del hombre está hecha de convicciones y compromisos. Los compromisos te llevan a luchar, a hacer sacrificios. Soy de una generación que cayó en cana, fue apaleada, perseguida por haber cumplido el rol de artista en un momento oscuro de nuestra historia. Después vino el exilio.
Al mismo tiempo debo ser el único músico uruguayo que ha tocado sucesivamente en el Olympia, Shafterbury Theatre, Carnegie Hall, Paradiso, etc... y en toda América Latina. Yo sigo siendo el mismo gurí de Fray Bentos.
El hombre se adapta a todo, como dijo Caetano: “Yo no tengo Patria, tengo Matria y quiero Fratria”.
¿Qué idea musical o situación disparó la composición de Transamericana?
En este período, la vida me regaló encuentros con gente y músicos excepcionales, con quienes hay mucho en común y un gran nivel de comunicación. Son argentinos, africanos, uruguayos, brasileros, franceses... todos enamorados de la transa americanista, su arte, su fútbol, la fiesta, la mística, las comidas, la vida.
Mi hijo, Valentino (acá: French Fries, diecisiete años) ya está componiendo y tocando como DJ en clubes de París desde los quince años. Se encontró en el club brasilero Favela Chic, con la gente de la banda hip-hop paulista Z’Africa Brasil. Vinieron a casa justo cuando yo andaba con la guitarra por el jardín cantando: “Aquí llegó la Transamericana/ya la gente la cocina con mucho sabor/y llegó la Transamericana/ dándole a la vida luz y color...”.
Entraron sonriendo al estudio mientras yo armaba la rítmica. Empezaron a improvisar y les di un cuaderno a cada uno con una sola consigna: hablemos de nuestra América, trazar, transar, misturar fútbol, comidas, pasión... A los diez minutos estaban en la cabina de Ángel Studio turnándose delante de los micros, grabando cada uno su parte. Fernando Samalea (Charly García, etc.) había grabado la batería un par de semanas antes y Ramiro Musotto había metido cinco pistas de berimbaus y una cocina de percusiones. Después fueron cayendo por París, Nico Arnicho, Nicolás Ibarburu, etc.
Llevás más de treinta años viviendo en Europa, sin embargo, es una constante el mirar hacia Latinoamérica. ¿Por qué razón?
Es mi universo, mi identidad, lo que nos hace únicos en el planeta. Soy Celeste hasta la médula, latinoamericanista, militante por el voto de los uruguayos en el exterior, que es un derecho cívico fundamental no tenido en cuenta nada más que en Chile y Uruguay!!!
Por el contrario, ¿qué has absorbido musicalmente viviendo en esa gran París mestiza?
He compartido estudios y escenarios con gente de alto vuelo, de todas partes del mundo, instrumentistas geniales, gente simple. Una síntesis de lo absorbido está en la diversidad de instrumentos, ritmos y el espectro musical que contiene el nuevo disco.
¿Es el disco que querías hacer?
La idea transamericana global está plasmada allí.
El repertorio integra “A desalambrar”. Con esto, ¿querías homenajear a Viglietti y en él, un momento específico e histórico de la música popular uruguaya?
En uno de los shows para la comunidad uruguaya de París, hice una primera versión de "A desalambrar". A la gente se le movió el piso, porque tomando distancia te das cuenta que ese tema es la foto instantánea de una época romántica de revoluciones necesarias. Viglietti es nuestro Dylan, como Mateo nuestro Lennon, y se siente su presencia en el ambiente sonoro de la cancion "Dale una mano". Pero también he hecho versiones en español, utilizando instrumentos como el tiple, berimbau, pandeiro, cajón, etc., de canciones que son homenajes o reconocimiento del aporte que me han dado gente como los Stones, caso "Satisfaction" en el disco Rock Latino.
En el nuevo disco pasa lo mismo con "Baby", de Caetano. "Aça branca" de Gonzaga y Teixeira, que ya cantaba en época de Aguaragua 74. "El Sheriff", de Marley. "La morena/Agua que va' caer", de Patato y Totico. Soy hijo espiritual del tropicalismo, ese movimiento hippie sudamericano del cual sin saberlo participó El Kinto.
En fin, Transamericana es un disco donde hay que escuchar bien una manera diferente de tratar murga, candombe, funk y rock sudaka. La manera en que están tratados los instrumentos sudamericanos (tiple, cavaquinho, guitarra bahiana, tambor batà, timbal, acordeón chamamecero) y los arreglos de vientos (trompeta, saxo, trombón).
Actualmente, ¿qué relación mantenés con Uruguay, con sus músicos y público?
Todos estos años he venido a actuar a Brasil, Bolivia y sobre todo Argentina. Hicimos tres discos juntos con Minino Garay, quien llegó a París desde Córdoba tocando como percusionista en mi banda. Vino conmigo a Uruguay, Chile y toda Europa. Hemos recorrido la mitad del planeta juntos y en Buenos Aires llenamos varias veces La Trastienda. La última vez que toqué en Montevideo fue en la Zitarrosa en el 2005. Ahora hay una nueva generación de músicos y público con quienes nos tenemos ganas, jaa ja!
¿Qué te dejaron “Chibidón” y “Todos goleando”?
Me permitió probarle a las radios de la FM uruguaya que un artista uruguayo tenía argumentos de sobra para ser aceptado en la programación. En ese sentido “Chibidón” fue un precursor que abrió puertas.
Después, claro, los hits son bichos caprichosos que se dan de manera inesperada. Un día no entendés por qué carajo todas las radios se ponen a pasar esa canción seis, ocho, diez veces por día. Al final es un plomo, porque te subís al escenario y la mayoría del público sólo viene a escuchar ese tema y hasta que no lo tocaste no están conformes. Resultado, hace mil años que no lo toco más.
“Todos goleando” es otra historia. Es la única canción ganadora que tiene el fútbol uruguayo de la última generación. Hay una cosa afectiva que se estableció con los futbolistas uruguayos y una de las razones por lo cual soy amigo de la mayoría de los jugadores que están afuera... que dicho sea de paso, los llaman para DEFENDER a la CELESTE, pero donde están NO TIENEN DERECHO A VOTAR! Paradójico, ¿no?
¿Cómo recordás esos días de gran popularidad?
Salir a la calle y que toda la gente te sonría y te abrace es un gran contraste con la manera en que me trataba el otro Uruguay, aquel que me correteo. La vida siempre tiene una justicia, amigo.
¿No encontraste la forma de quedarte y vivir de la música en Uruguay?
Sí, estuve viviendo aquí casi tres años seguidos. Armé mi propia productora y le daba laburo a mucha gente. Siempre he sido un revoltoso independiente, medio anarco, ché. Pero los hijos nacieron en París y eso te hace vivir con el culo entre dos sillas.
¿Transamericana fue editado por el sello argentino Random Records porque no hubo interés de ningún sello uruguayo?
No, nada que ver. Te decía antes que últimamente vine mucho a Argentina, ellos se interesaron en mi carrera, escucharon el disco y me dijeron, lo saca Random en Sudamérica. Como siempre, soy el productor de mis discos. La parte artística la compartimos con Patrick Bebey, tecladista camerunés y Daniel Díaz, bajista y técnico argentino. Luego claro, está mi tremenda banda de siempre: Jr Gonnand en bajo, Fabien Haimovici, batería, Eddy Tomassi, percusiones, más una sarta de genios invitados. Quiero destacar el trabajo maravilloso de creación en arte de tapa que hizo Sergio Pittaluga, un genio uruguayo de París y las fotos de la sueca Maja Daniels. ¡Capos!
¿Tenés interés de presentarlo en Uruguay?
Me muero de ganas de venir a actuar a Uruguay. Es mi tierra, mi gente, mi esencia.
Carlos Bassi
Pájaro, ¿qué significa ser músico?
En las antiguas civilizaciones, los músicos eran intermediarios entre dioses y hombres. Tenían una función de gran responsabilidad mística y social. Eran algo así como las antenas que permitían comunicar con el más allá, lo superior...
En México, por ejemplo, había niños que eran “elegidos” por sacerdotes que interpretaban un oráculo. Recibían una educación de príncipes y entre otras cosas les enseñaban a fabricar su propia flauta de tierra cocida y tocarla. Cuando llegaban a la edad adulta, es decir a perfeccionar su arte, lo venían a buscar con honores y agasajos el día antes que la conjunción astral esperada se presentaba en el cielo. Lo paseaban vestido de gala con pedernales y plumerías preciosas por el mercado mayor, la gente lo vivaba y le hacían ofrendas. Podía servirse de todo lo que deseaba y elegir a una mujer virgen. Al día siguiente, lo conducían a una de las pirámides que correspondían con su destino astral. La nobleza, el clérigo y el pueblo lo esperaba y el subía los peldaños tocando su flauta. Al llegar al sacrificial, se giraba hacia la multitud y lanzaba su flauta que caía rompiéndose por las escaleras. Sólo después le colocaban una máscara y le arrancaban el corazón con un cuchillo de obsidiana, para ofrecérselo a los dioses.
Las cosas han evolucionado, claro. Ser músico sigue siendo un privilegio social y tener “el don” de la música es un misterio. También es un sacrificio en el sentido que la sociedad occidental sigue considerando la educación musical como algo secundario, menor. Hasta que un joven no logra un cierto estatus, se lo considera como un vago antisocial e irresponsable. Sin embargo, el músico ha logrado hacer avanzar a la sociedad, reivindicar todo tipo de valores y es un comunicador de masas.
¿Qué es lo que mueve realmente a la música?
Desde el punto de vista del artista, la pasión por dar y recibir, ser cada día mejor, realizar sueños. Es decir, grabar discos, llegar al éxtasis de plantarse en un escenario, tener el orgullo de haber luchado y lograr vivir de tu creación. Dejar una traza de tu paso por la vida, es decir, realizarse humanamente, ¿no?
Del punto de vista de un sistema de explotación comercial y mediático que, digamos al paso, no supo adaptarse a la evolución del sistema capitalista: Internet casas discográficas, etc.; se trata simplemente de explotar al máximo las posibilidades de beneficio que puede dar un artista. Si la gallina muere, quedan los huevos de oro.
¿De qué valores no debería desprenderse nunca un artista?
Vivir para crear, crear para vivir.
¿Alguna vez has tenido que dejar de lado esos principios?
La vida del hombre está hecha de convicciones y compromisos. Los compromisos te llevan a luchar, a hacer sacrificios. Soy de una generación que cayó en cana, fue apaleada, perseguida por haber cumplido el rol de artista en un momento oscuro de nuestra historia. Después vino el exilio.
Al mismo tiempo debo ser el único músico uruguayo que ha tocado sucesivamente en el Olympia, Shafterbury Theatre, Carnegie Hall, Paradiso, etc... y en toda América Latina. Yo sigo siendo el mismo gurí de Fray Bentos.
El hombre se adapta a todo, como dijo Caetano: “Yo no tengo Patria, tengo Matria y quiero Fratria”.
¿Qué idea musical o situación disparó la composición de Transamericana?
En este período, la vida me regaló encuentros con gente y músicos excepcionales, con quienes hay mucho en común y un gran nivel de comunicación. Son argentinos, africanos, uruguayos, brasileros, franceses... todos enamorados de la transa americanista, su arte, su fútbol, la fiesta, la mística, las comidas, la vida.
Mi hijo, Valentino (acá: French Fries, diecisiete años) ya está componiendo y tocando como DJ en clubes de París desde los quince años. Se encontró en el club brasilero Favela Chic, con la gente de la banda hip-hop paulista Z’Africa Brasil. Vinieron a casa justo cuando yo andaba con la guitarra por el jardín cantando: “Aquí llegó la Transamericana/ya la gente la cocina con mucho sabor/y llegó la Transamericana/ dándole a la vida luz y color...”.
Entraron sonriendo al estudio mientras yo armaba la rítmica. Empezaron a improvisar y les di un cuaderno a cada uno con una sola consigna: hablemos de nuestra América, trazar, transar, misturar fútbol, comidas, pasión... A los diez minutos estaban en la cabina de Ángel Studio turnándose delante de los micros, grabando cada uno su parte. Fernando Samalea (Charly García, etc.) había grabado la batería un par de semanas antes y Ramiro Musotto había metido cinco pistas de berimbaus y una cocina de percusiones. Después fueron cayendo por París, Nico Arnicho, Nicolás Ibarburu, etc.
Llevás más de treinta años viviendo en Europa, sin embargo, es una constante el mirar hacia Latinoamérica. ¿Por qué razón?
Es mi universo, mi identidad, lo que nos hace únicos en el planeta. Soy Celeste hasta la médula, latinoamericanista, militante por el voto de los uruguayos en el exterior, que es un derecho cívico fundamental no tenido en cuenta nada más que en Chile y Uruguay!!!
Por el contrario, ¿qué has absorbido musicalmente viviendo en esa gran París mestiza?
He compartido estudios y escenarios con gente de alto vuelo, de todas partes del mundo, instrumentistas geniales, gente simple. Una síntesis de lo absorbido está en la diversidad de instrumentos, ritmos y el espectro musical que contiene el nuevo disco.
¿Es el disco que querías hacer?
La idea transamericana global está plasmada allí.
El repertorio integra “A desalambrar”. Con esto, ¿querías homenajear a Viglietti y en él, un momento específico e histórico de la música popular uruguaya?
En uno de los shows para la comunidad uruguaya de París, hice una primera versión de "A desalambrar". A la gente se le movió el piso, porque tomando distancia te das cuenta que ese tema es la foto instantánea de una época romántica de revoluciones necesarias. Viglietti es nuestro Dylan, como Mateo nuestro Lennon, y se siente su presencia en el ambiente sonoro de la cancion "Dale una mano". Pero también he hecho versiones en español, utilizando instrumentos como el tiple, berimbau, pandeiro, cajón, etc., de canciones que son homenajes o reconocimiento del aporte que me han dado gente como los Stones, caso "Satisfaction" en el disco Rock Latino.
En el nuevo disco pasa lo mismo con "Baby", de Caetano. "Aça branca" de Gonzaga y Teixeira, que ya cantaba en época de Aguaragua 74. "El Sheriff", de Marley. "La morena/Agua que va' caer", de Patato y Totico. Soy hijo espiritual del tropicalismo, ese movimiento hippie sudamericano del cual sin saberlo participó El Kinto.
En fin, Transamericana es un disco donde hay que escuchar bien una manera diferente de tratar murga, candombe, funk y rock sudaka. La manera en que están tratados los instrumentos sudamericanos (tiple, cavaquinho, guitarra bahiana, tambor batà, timbal, acordeón chamamecero) y los arreglos de vientos (trompeta, saxo, trombón).
Actualmente, ¿qué relación mantenés con Uruguay, con sus músicos y público?
Todos estos años he venido a actuar a Brasil, Bolivia y sobre todo Argentina. Hicimos tres discos juntos con Minino Garay, quien llegó a París desde Córdoba tocando como percusionista en mi banda. Vino conmigo a Uruguay, Chile y toda Europa. Hemos recorrido la mitad del planeta juntos y en Buenos Aires llenamos varias veces La Trastienda. La última vez que toqué en Montevideo fue en la Zitarrosa en el 2005. Ahora hay una nueva generación de músicos y público con quienes nos tenemos ganas, jaa ja!
¿Qué te dejaron “Chibidón” y “Todos goleando”?
Me permitió probarle a las radios de la FM uruguaya que un artista uruguayo tenía argumentos de sobra para ser aceptado en la programación. En ese sentido “Chibidón” fue un precursor que abrió puertas.
Después, claro, los hits son bichos caprichosos que se dan de manera inesperada. Un día no entendés por qué carajo todas las radios se ponen a pasar esa canción seis, ocho, diez veces por día. Al final es un plomo, porque te subís al escenario y la mayoría del público sólo viene a escuchar ese tema y hasta que no lo tocaste no están conformes. Resultado, hace mil años que no lo toco más.
“Todos goleando” es otra historia. Es la única canción ganadora que tiene el fútbol uruguayo de la última generación. Hay una cosa afectiva que se estableció con los futbolistas uruguayos y una de las razones por lo cual soy amigo de la mayoría de los jugadores que están afuera... que dicho sea de paso, los llaman para DEFENDER a la CELESTE, pero donde están NO TIENEN DERECHO A VOTAR! Paradójico, ¿no?
¿Cómo recordás esos días de gran popularidad?
Salir a la calle y que toda la gente te sonría y te abrace es un gran contraste con la manera en que me trataba el otro Uruguay, aquel que me correteo. La vida siempre tiene una justicia, amigo.
¿No encontraste la forma de quedarte y vivir de la música en Uruguay?
Sí, estuve viviendo aquí casi tres años seguidos. Armé mi propia productora y le daba laburo a mucha gente. Siempre he sido un revoltoso independiente, medio anarco, ché. Pero los hijos nacieron en París y eso te hace vivir con el culo entre dos sillas.
¿Transamericana fue editado por el sello argentino Random Records porque no hubo interés de ningún sello uruguayo?
No, nada que ver. Te decía antes que últimamente vine mucho a Argentina, ellos se interesaron en mi carrera, escucharon el disco y me dijeron, lo saca Random en Sudamérica. Como siempre, soy el productor de mis discos. La parte artística la compartimos con Patrick Bebey, tecladista camerunés y Daniel Díaz, bajista y técnico argentino. Luego claro, está mi tremenda banda de siempre: Jr Gonnand en bajo, Fabien Haimovici, batería, Eddy Tomassi, percusiones, más una sarta de genios invitados. Quiero destacar el trabajo maravilloso de creación en arte de tapa que hizo Sergio Pittaluga, un genio uruguayo de París y las fotos de la sueca Maja Daniels. ¡Capos!
¿Tenés interés de presentarlo en Uruguay?
Me muero de ganas de venir a actuar a Uruguay. Es mi tierra, mi gente, mi esencia.
Carlos Bassi