Gustavo Nocetti, partos del alma
15/3/2002
Como premio de un concurso de tango, a los 15 años comenzó a cantar en Café Concert, de Canal 5. A los 19 se animó y solo cruzó el “charco” a probar suerte... En su primer boliche, Caño 14, compartió cartel con el mismísimo Polaco Goyeneche, con Rubén Juárez, y conoció un sin fin de pintorescos personajes que lo arrimaron al mundillo del 2 x 4. Piazzolla, Ferrer y la noche porteña lo educaron. Buenos Aires lo adoptó como un hijo más...
Hoy, en sus 42, está de vuelta y con mucho para decir y para enseñar. Cuando canta, su voz relata vivencias y pensamientos de tantas vidas como las suyas. Pone énfasis en cada palabra que pronuncia. Es categórico. Gustavo Nocetti es puro tango.
- Yo no sé si es valentía pero creo que por lo menos es un acto revolucionario cantar tango. Es decir, cantar poesía, porque en definitiva el tango es poesía; y poesía de la buena. Yo creo que en el tango hay muchísimos autores y muy pocos poetas, pero esos pocos tuvieron una buena producción. Poetas poetas son seis o siete no más. Y bueno, darle un lugar a la poesía en este momento del mundo, a mí me parece que es un acto... sí, yo creo que es un acto de valentía también. Es defender un valor humano. Es defender el lenguaje de las emociones, el que no pasa por la razón. Ningún adelanto cibernético va a poder explicar nunca la esencia del ser humano: ¡el viejo y olvidado lenguaje de las emociones! Entonces fijate una cosa, que el tango abarca muchísimos estados de ánimo del ser humano, no solamente como algunos creen: el que se le fue la mina y pobre que se queda llorando. No, el tango abarca muchísimos estados de ánimo más y con muchos más detalles. Si vos agarrás a Homero Expósito por ejemplo, que es uno de los grandes poetas de tango, si es con respecto al amor, específicamente tenemos el fin del amor. Tiene un tango sobre el fin del amor que se llama Chau, no va más...
- Lo escuché interpretado por Goyeneche...
- Y es impresionante. Muy poca gente se animó a cantarlo después que lo cantó él. El Polaco tenía eso: marcaba un tango y lo liquidaba. Si lo había cantado él no lo podía cantar nadie. Afiches también es de Homero. Cuando lo grabó el Polaco se demoró... yo qué sé, como diez o quince años, hasta que Guillermito (Fernández) una vez se animó a hacer una versión. Y después un poco nos fuimos animando todos, pero ya como que hacerlo distinto tenés que cuidarte mucho, porque muy distinto está mal. El Polaco tenía eso: marcaba.
- A propósito, ¿qué cantantes has tomado como ejemplo en tu carrera de cantor?
- Primero que nada, creo que el que tendríamos que tener todos los cantores es Carlos Gardel. Es el inventor. Antes de Gardel no había nadie que cantara tango ni se sabía cómo se iba a cantar el tango. Nace el tango cantado y aparece Gardel; o sea, muchas cosas juntas ¿no? Gardel cantaba otro tipo de canciones antes de que el tango cantado tomara forma. Y él se encontró con el tango canción y tuvo que darle una forma, y se la dio. Se la dio con tanta calidad, con tanto talento, que hasta hoy día se conserva la forma de canto.
Y creo que después Goyeneche fue el único cantor que hizo un aporte más a la forma de canto de Gardel, que es la interpretación... Hay que tener en cuenta que cuando cantó Gardel, fuera de Le Pera que hacía muy buenas letras para él, no habían los poetas que después Goyeneche pudo gozar en los años ´40, ´50, ´60; estaban Homero Manzi, recién surgía Discépolo y grabó Yira Yira. Pero Homero Manzi, Cátulo Castillo, Expósito, esa gente no estaba, mucho menos Ferrer o Eladia Blázquez. Agarró toda la parte de los poetas, y lo que hizo fue resaltar la poesía de los tangos. Por supuesto que de una forma afinadísima, respetando totalmente la línea melódica. Era un tipo de un oído casi absoluto digamos, y por más gastado que estuviese en los últimos tiempos, yo te puedo asegurar que pueden buscar en la discografía del Polaco una desafinación y no la van a encontrar. Lo que van a encontrar de repente son leves cambios de melodía para seguir afinando. Esa era una trampita del Polaco.
- ¿Qué aprendiste de ellos?
- Mirá, yo a Gardel... cuando me fui a Buenos Aires, Goyeneche ya era para mí muy importante, y había otro cantor en ese momento que había surgido hacía unos pocos años y que estaba marcando muy fuerte a la generación mía, que era Rubén Juárez; y Rubén Juárez también era una especie de síntesis del Polaco, digamos, con otra visión un poco más vanguardista. Y bueno, la nutriente viene así: viene tomando a Gardel como creador: así se canta el tango en términos generales. En el detalle el Polaco le puso eso, es decir, interpretar frase por frase, sentir cada frase como propia. Pero lo que te decía del tango es justamente eso, que a diferencia de otras canciones, en el tango el que sufre, el que se alegra, el que se entristece, el que se angustia o el que disfruta es el relator.
- Que está viviendo cada obra como su propia vida.
- Hay que hacerlo así. Interpretar es eso. Todos interpretamos y sin embargo a cada uno le sale distinto. Eso es lo lindo del tango. Todos pueden cantar Malena y a todos les sale distinto. Todos pueden cantar Tinta roja y a todos les sale distinto, porque cada uno pone de su propia vida en la interpretación, porque el tango en eso fue muy... de división del trabajo. El compositor es el compositor, el autor es el autor y el cantante es el cantante. Hay gente que se dedica a una cosa y otra a otra.
- Pero hay que hacerlo bien.
- Claro. Por eso digo, es muy difícil ser cantautor en el tango. Tenés que cantar bien y tenés que hacer unos tangos que estén a la altura de Homero Manzi, porque para hacer peores... mejor no hago. A mí me han dicho: “¿por qué no escribís?”. Y no, yo que tengo tanta confianza y soy tan amigo de Horacio Ferrer...
- Justamente, ¿no te impulsa?
- Aunque me impulsara. El no lo hace porque sabe que mi función es interpretar no escribir. Por lo menos en este momento, hoy, que tengo 42 años. No me siento preparado para eso. Yo he visto cómo se hacen los tangos. Tengo la suerte de ver hacer tangos, es una cosa que... ellos lo hacen como si fuera ya fácil pero es una cosa complicada. Lo he visto cuando grabamos dos discos de temas inéditos de Raúl Garello y Horacio Ferrer. Yo vi como nacieron esos tangos, yo los estrené después. Y lo tipos ya tienen como una maquinaria aceitada...
- Lo mismo te debe pasar a vos cuando elegís un tema: partís de una base, sabés más o menos por dónde va a ir.
- Claro. Son dos cosas distintas para el cantor: hacer un tango nuevo que nunca nadie cantó o recrear una versión de un tango ya cantado o cantado muchas veces, los que se llaman clásicos. Yo personalmente a los clásicos trato de remozarlos, de hacer que de alguna manera vuelvan a llamar la atención. Porque hay una cosa que yo digo en el escenario y es cierto: yo siempre pongo el ejemplo con Malena porque es un tango que a todo el mundo le encanta. Vos decís: “Voy a cantar Malena”, y todos te dicen: “¡Ah!”. Y después no lo escuchan. No lo escuchan porque de repetido se hizo obvio. Y lo obvio nadie lo escucha. Cree que lo escucha pero eso tiende a la muerte. Y yo siempre le propongo un juego a la gente: “Bueno, vamos a hacer de cuenta que ustedes nunca escucharon Malena”. Y yo, que también puedo caer en el mismo error de no sentirlo como por primera vez, digo: “Voy a hacer de cuenta que es la primera vez que lo canto”. Y se produce una cosa eléctrica entre la gente y yo, que estamos como que renaciendo a Malena en ese momento. Y a mí me pasan cosas sorprendentes con gente que viene y me dice: “Nunca, nunca había escuchado una versión de Malena como esta”. Y no tiene nada de especial, es Malena a parrilla, a parte sin arreglos, con el bandoneón sólo de repente y yo cantándolo como remarcándolo... Pero es que ese hombre en realidad nunca había escuchado Malena. Siempre había creído que la había escuchado. Es muy interesante eso. Yo una vez le pregunté a Edmundo Rivero, cuando era más chico, cómo hacía para cantar Sur todas las noches. Y él me dijo una cosa que yo en ese momento no me di cuenta, era muy chico para darme cuenta; me dijo: “Mirá pibe, yo todas las noches hago como que salgo a caminar por el barrio, y todas las noches el barrio está distinto, de repente hay una ventanita abierta, se ve una luz, una vecina...”. Yo dije: “Este me paqueó, metió una de periodista”. Y recién ahora, después de muchos años, terapia mediante también (risas), he podido ver que el tipo tenía la posta: cada día lo renovaba. Todos los días era distinto el barrio para él y por lo tanto para los que lo disfrutaban con él.
- ¿Eso es lo que tratás de buscar?
- En los viejos tangos trato de buscar eso. Se puede lograr a través del arreglo también y que la gente diga: “¡Pah!, ¿esto qué es?”. Palomita Blanca por ejemplo, es un vals que siempre se hizo como un ejercicio de respiración, que Gardel lo grabó así y todos los cantores lo grabaron a cierta velocidad, y yo dije: “No”. Escuchando a Caetano Veloso se me ocurrió que Palomita Blanca se podía hacer totalmente lento... y lo hago así, y me maravillo cada vez que lo canto. Me maravillo de la música que tiene y de la letra que tiene, que no era posible escucharla a la velocidad que se hacía. Entonces, creo que hay formas de renovar. Ahora, los nuevos tangos a veces son más difíciles.
- Vos acostumbrás a armar repertorios con pocos temas clásicos, dándole la posibilidad a otros más de vanguardia ¿no?
- En un show normal trato de mezclar, porque se mezcla la gente también. De todos modos, trato siempre de mezclar temas de vanguardia, que hay, que siguen siendo de vanguardia a pesar de que de repente fueron hechos hace ya veinte años. El tango, a diferencia de otros géneros, tiene una vida útil enorme, que no se sabe... desgraciadamente Discépolo por ejemplo, le puso fecha a Cambalache, porque cuando dijo que “... en el 2000 también” le puso fecha, pero se puede seguir cantando y decir: “... en el 3000 también” que es lo mismo (risas). Va a seguir siendo vigente. Pero en los casos de tangos intemporales no hay problema. Las metáforas de Malena van a servir en cualquier momento de la historia del ser humano, van a seguir siendo maravillosas. Naranjo en flor; Expósito: “¡Era más blanda que el agua!”... aparte claro, el agua es blanda, no te vayas a confundir, esas cosas de Homero...
- ¿Cómo elegís un tema? ¿Qué tiene que tener para seducirte?
- Es inexplicable. Es una cosa como que: qué tiene esa mujer que a vos te enamoró. No sé, es inexplicable, si lo explicás es porque tanto valor no tiene. O sea, estas son cosas que no tienen explicación. Ahora, toda letra que me alcanzan yo siempre la leo. Primero voy a la letra, la música después vemos y si el autor no es conocido se le puede decir: “Bueno che, y si variás un poquito acá”. Pero la letra es fundamental y yo no he encontrado cosas acá en Montevideo. Y de lo último que escuché de gente nueva haciendo tangos nuevos en Buenos Aires hay cosas interesantes pero no se llegó a una nueva camada del nivel de esta otra. Va a ser muy difícil llegar aparte porque el nivel acá lo marcó Horacio, que es el tope de esto; y Horacio está bravo. Yo que conozco toda la obra de Horacio te puedo asegurar que Horacio es un poeta ya para publicar realmente como poesía en el mundo, en distintos idiomas, tuvo la desgracia de nacer en el Río de la Plata, si hubiera nacido en cualquier otra lugar del mundo ese tipo sería un poeta... estaría para el Nobel.
- Como decía Onetti, si Beethoven hubiese nacido en Tacuarembó hubiese sido...
- (risas) Director de la banda. Beethoven director de la banda (risas).
- ... ¿Por qué razón crees que enganchás a la gente con tu música?
- Hay varias cosas en el entorno que yo trato de imponerle a los shows míos: está la parte musical, la elección de los temas, la parte arreglística, que enganchan a la gente joven. Y aparte que uno no puede subir ¡ya! a esta altura del partido a un escenario y cantar como si fuera un long play y bajarse ¿viste? Yo creo que arriba de un escenario hay que tirar muchas cosas. Una cosa es ser un cantante y otra cosa es ser un artista. Un artista en un escenario tiene que conmover, tiene que moverle la fibra al que está sentado ahí mirándolo. Y de una manera y de otra, y con el discurso y con el tema, y tiene que venir una cosa atrás de la otra; todo tiene un swing. Yo qué sé, y vos me decís: “¿Y cómo se hace?”. Y yo qué sé, yo lo aprendí con años, yo no tomé ningún curso. Rubén Juárez sin duda fue en ese sentido muy importante, en el show de tango, en hacerme variar totalmente la visión del show del tango; sacarle la formalidad, hacerlo totalmente informal, con un discurso informal, con vestimenta informal si el lugar lo permite. Es muy importante eso. Para llegar más fácil y generar la corriente de energía es mucho más fácil si le quitás la formalidad.
- ¿Cuesta ser artista?
- Acá hay que explicarle a tanta gente... Porque acá muchísima gente ve al artista como un tipo que trata de no laburar. Como decía Daniel Ríolobos en un bolero que cantaba: “Para usted, que le han hecho creer que cantar es sencillo y no cuesta trabajo”. No. ¡Cómo que no cuesta trabajo! Cuesta trabajo, ¡partos del alma!; cuesta muchísimas cosas poder interpretar cualquier canción que tenga una poesía en letra. Yo escucho a este francés, Jacques Brel, y no entiendo un corno de francés. Escucho al tipo y lo único que sé es que Ne me quittes pas quiere decir: No te vayas. Y después lo que dice el tipo en francés no entiendo nada. A mí me eriza la piel porque me imagino que está diciendo unas cosas que son terribles, y a cada rato le dice: no me dejes, y no me dejes. ¡Cómo lo interpreta! Esa es otra canción que también tiene poesía de base, que es la canción francesa.
- Imagino que a vos mismo te habrá pasado con extranjeros que se emocionan sin entender muy claramente lo que decís.
- A mí me ha pasado. En el último viaje, que fue a Finlandia el año pasado, yo me quise morir. Mirá, el tango que más aplaudieron fue ¡Libertango! Es todo recitado y tiene unas partecitas cantadas, o sea, que vibración transmitía yo desde ahí recitando eso no sé. Para que los finlandeses, que por donde viven te podrás imaginar que no es un pueblo cálido... y terminaron aplaudiendo parados. Ese, Mi loco bandoneón. Fijate que eran todos temas de Horacio. La última grela... tangos que ellos... es más, en Finlandia el fenómeno Piazzolla no estaba tan arraigado, es decir, ni siquiera podés agarrarte de eso ¿viste? Y sin embargo: ¡esos tangos!, los climas de esos tangos. Y aparte, el hecho de que yo los canto con mucho cariño.
- Arriba del escenario, ¿sentís la responsabilidad de cantar uno de esos tangos que son tan importantes?
- La responsabilidad yo la siento antes de subir al escenario. Después que subí al escenario, lo único que siento es una cosa... la otra vez lo hablábamos con mis compañeros y yo les decía: “Fijate que yo no pienso mientras estoy arriba del escenario. La máquina de pensar se detiene”. Yo dejo de pensar... es maravilloso, lo más grande que te puede pasar es dejar de pensar.
- ¡Qué terapia!
- Claro, esto es una catarsis, porque yo dejo de pensar. Todo va saliendo, va saliendo una cosa ahí que no sé de dónde sale... aunque sospecho (risas); pero sale. Y eso lo percibe el otro, en cualquier idioma lo percibe, no importa que idioma hable; lo percibe. He cantado en muchos lugares en Europa, pero esto de Finlandia me sorprendió porque fue muy fuerte, fue muy fuerte, no me había pasado nunca. He tenido buenos aplausos, buenas presentaciones en distintos lugares de Europa, pero así como en Finlandia la última vez, nunca.
- ¿Quién puede sentir el tango?
- Es fácil que el tango lo sienta un parisino, un neoyorkino, un londinense. Cualquiera que viva en una gran ciudad puede sentir el tango; lo puede sentir si está bien interpretado. Y a la música de Piazzolla lo que le pasó fue eso. La música de Piazzolla era la música de la última Buenos Aires que el vivió obviamente. La gran ciudad, ese manicomio que es Buenos Aires, en definitiva similar manicomio al de las ciudades grandes del mundo. Entonces el tango... creo que su triunfo viene por ese lado.
- ¿Es un requisito?
- Mirá, no digo que sea un requisito, pero creo que para interpretar el tango tenés que haber pasado por una gran ciudad. Tenés que haber vivido algún tiempo. No sé cuanto, yo creo que viví demasiado.
- ¿Tenés formación de calle y al mismo tiempo de academia?
- No, académica no, más allá de vocalizaciones, respiraciones y ese tipo de cosas. Pero no, jamás quise aprender canto por temor a los profesores de canto. He visto cantores que prometían muchísimo tirarse a lo lírico, y bueno, yo no sé si es que no hay maestros de canto popular... tiene que haber, porque no es lo mismo el canto lírico que el canto popular. El canto popular de repente exige menos en determinados aspectos a la máquina vocal pero exige más en otros aspectos... las heladeras cantando a mi no me... pueden cantar bárbaro pero yo escuché el disco de Plácido Domingo de tango y me dan ganas de vomitar. Prefiero al Polaco diez minutos antes de morirse que a Plácido Domingo en todo ese disco que grabó espantoso. Me parece bárbaro que se haya dado el gusto y que lo haya grabado, y para el tango no le viene mal que un tipo como Plácido Domingo lo cante, pero es horrible, vamos a decir la verdad: es espantoso.
- Desde muy joven te fuiste haciendo en Buenos Aires, leyendo a Borges, a Sábato, escuchando a Piazzolla y compartiendo escenario con los grandes artistas del momento. ¿Cuánto aprendiste de ellos? ¿Cómo era ese ambiente?
- Había tipos interesantes para aprender... Había muchos, muchos. Eran trasnoches impresionantes, que claro, es esa onda: cerramos el boliche y entra a caer gente. Los que entran cuando el boliche está cerrado son los que pueden entrar, no los que quieren. Y a mí me dejaban, por suerte, quedarme de pibe, porque desde un principio se dieron cuenta que yo iba con las orejas bien abiertas, que yo quería aprenderme todo. Cuando empecé a cantar en Caño 14, que fue en el primer boliche que canté en Buenos Aires, cantaban el Polaco, Rubén y Lavieu, y yo me quedaba a escucharlos. Cantaba yo que cantaba primero y después me quedaba parado así, mirando todos los shows todos los días. Claro, los tipos ven: “Bueno, este quiere, este tiene ganas”. Entonces te empiezan...
- A arrimar.
- Claro: “Vení, arrimate”. Te empiezan a contar cosas... las anécdotas de Troilo en Caño 14. Y así aproveché cada momento.
- ¿Se compite mucho entre los cantores?
- Allá era una cosa que decíamos siempre y nos lo decíamos unos a otros: “Abajo somos todos amigos, pero arriba si te puedo reventar la cabeza te la reviento” (risas). Y cuando uno sube al escenario lo que quiere es ser el mejor de la noche (risas). Y eso es parte de la cosa ¿no? Siempre respetando determinados códigos. Yo sabía qué tangos estaban en el repertorio de Goyeneche, por eso sabía qué tangos yo no podía hacer ni cantar antes. No aprovechar que cantaba antes para cantar un tango del repertorio de Goyeneche. ¡Pará, Goyeneche era Goyeneche! Había una jerarquía... A mí me ha pasado que han venido cantantes que han cantado adelante mío y me han cantado los tangos que hago siempre. ¡Dos, tres tangos! Eso es falta de conocimiento de los códigos.
- Jerarquía que ustedes establecen.
- Está marcada. Después bueno, si vos ascendés no hay problema; vos ascendiste.
- ¿Eso quién lo dice?
- Y... nadie lo dice. Había una frase de Troilo, un consejo, que decía: “Nene, no te juntes. Los cuatro con los cuatro y los ases con los ases”. Por alguna razón hay gente que se junta con una gente y otra que se junta con otra. Pero si vos te lo ponés a pensar, son dos tendencias del tango. Entonces bueno, entre estos se ponen de acuerdo: la jerarquía se establece sola. Es decir, llega un momento que los que están arriba te van dando a vos como una posta. Yo lo que sentí siendo cantor de tango es de que a mí me habían pasado una posta pesada; pesada. Que todas las explicaciones que me dieron, que todo lo que me contaron, que todo lo que me enseñaron, era una preparación para seguir con lo que estos tipos traían y que otros se lo habían dado.
- La familia.
- Muy tana. Por eso a veces no se entiende mucho.
- ... ¿Cómo te sentís hoy, con veintisiete años de carrera? ¿Podrías hacer una síntesis de tu vida de cantor?
- Yo creo que estoy en un buen momento para hacer síntesis de muchas cosas de mi vida. Y el canto es una parte de mi vida que es fundamental.
- No podés disociar el canto de tu vida.
- No, no me puedo disociar. Yo puedo dejar de cantar diez años y voy a seguir siendo un cantor de tango. No pretendo ser otra cosa... soy eso, y creo que lo hago bien.
Puedo hacer síntesis de todo, de mi vida, siempre relacionándolo con el canto, con el tango, y la verdad es que estoy contento. Estoy contento de poder ahora hacer la síntesis. Pasé por momentos muy duros, tuve rachas muy embromadas... bueno, por mi estructura de personalidad algunas cosas... me agarraron. El único responsable de esas cosas fui yo y la vida que elegí, pero hoy que las he podido superar... bueno, fueron experiencias, dolieron mucho algunas, otras me hicieron disfrutar muchísimo... no le aconsejo a nadie que pruebe... estoy hablando, directamente estoy hablando de la droga; que pruebe a ver cómo le va, cuando en realidad es un juego de muerte. El instinto de muerte en el ser humano es tan fuerte como el de la vida, entonces... esto que tengo para decir creo que es muy importante: muchachos no hagan la prueba para ver cómo les va. En el mejor de los casos les va a ir mal. ¡En el mejor de los casos! El infierno a lo que te puede llevar eso es insufrible. Y salir del pozo... no sé si toda la gente está armada con la estructura necesaria para salir del pozo al que te lleva invariablemente. Entonces, lo de las pruebitas cuando uno es adolescente y “por qué no” y “aquel que...”. Yo no les digo que le tengan miedo: ¡ténganse miedo!, porque uno no sabe lo que lleva adentro. No es la droga lo que te atrapa, sos vos mismo que te agarrás de la droga. Y ahí, cuando sos vos mismo, es mucho más difícil de maniobrar que cuando es algo de afuera...
Como músico he hecho las cosas más lindas, más interesantes, más importantes, pero creo que las que me faltan por hacer son las mejores, sigo para adelante y voy a seguir siempre. Y creo que al tango no hace falta defenderlo ni salir al cruce de cualquier estupidez difamatoria. El tango está más allá del bien y del mal, ya es una música instalada en el mundo, sólo parangonable al jazz. Lo he visto con mis propios ojos en el mundo entero. Estoy muy contento de pertenecer a este género, como te dije al principio, es como una cosa de posta que te van pasando ¿verdad?, y sin duda que busco gente a quien entregársela. Estoy buscando porque es mi deber, es mi obligación, yo no puedo llevarme todo lo que aprendí, todo lo que me dieron. La idea es que yo lo entregue para que esto siga.
Carlos Bassi