Expulsados, Rameras, Motosierra y La Sangre de Verónika en La Estación
22/12/2006
SE LOS EXTRAÑABA...
Las puertas abrieron 45 minutos tarde, la policía controló cada movimiento de la gente en las veredas, el sonido fue malo durante toda la noche... No importa, volvieron los Expulsados y nada arruinó la fiesta en La Estación.
Cerca de cien punkies se concentraban en la cuadra desde las 18:30. Ahora que el punk es una under–moda, se vieron muchísimas remeras de Ramones y de Expulsados; niñas arregladas como para ir a bailar, pero con medias ajadas; la cuestión: una tarde con mucho glamour para ser punk, pero las cosas son como son y lo ideal es aceptarlo.
Rameras abrió la tarde-noche. A pesar de lo que puede sugerir el nombre, son un trío masculino, de dudosa reputación. Expusieron un punk metalero, bastante rudimentario. No gozaron de un buen sonido, de a ratos saturaba, el cantante habló varias veces por el micrófono y no llegaba a entenderse lo que decía. Habían alrededor de sesenta personas dentro del boliche, y siquiera aplaudían la banda... es que se sabe que las hay mejores para telonear tamaño toque...
Después vino Motosierra, cuyo desempeño no fue tan bueno como otras veces, no destiló la misma energía que el día del toque de Marky Ramone. El público tampoco apoyó como en aquella ocasión, el pogo era bastante reducido y el grueso del público seguía tomando afuera.
Los Expulsados trajeron consigo una lista de veintidós canciones, un pogo de unas trescientas personas y algunas de sus temas nuevos, como el de difusión de su nuevo disco, “Museo de Cera”: Nada cambió mi amor, y otro cantado por Ariel Expulsado. El espectáculo comenzó, asombrosamente, con el impetuoso Tarde de sol que obligó a todo el mundo a irse para adelante y vitorear a la banda argentina que ya se extrañaba de este lado de la orilla.
Estuvieron todos los temas que tenían que estar: Mi novia es una zombie, Triste, B.E.R.L.I.N., Lo que quiero, Alerta roja, Baile de graduación, Enfermera vudú... Ellos no habían venido a presentar su anterior disco, “Cuarto para espectros”, y de él interpretaron cuatro surcos: Sombras chinas, Dale las llaves, Dos mil hombre digital y Quién soñó en tu almohada.
Sorprendió la falta de algunos temas como Cartas tiradas y Ese color, pero lo que dejó perplejo al público en su totalidad fue la ausencia total de covers de Ramones, que ellos acostumbran a tocar, sobretodo considerando que faltaban sólo dos días para navidad, y que su versión de Merry Christmas (I don´t want to fight tonight) es excelente. Aún así el toque fue increíble, no se les puede pedir nada más.
El cierre estuvo a cargo de La Sangre de Verónika, haciendo la notable lista que acostumbra, con todos sus mejores temas, el arranque con Hari – B y el enganche con Por favor mátame, uno de los momentos cúspide en Elijo no elegir y Siempre estarás.
Presentaron dos temas nuevos que estarán en el próximo disco, a grabar en el verano, uno de ellos se llama Horizonte, el otro es una crítica al Pilsen Rock: “Me cago en las frutas podridas de dos días” afirmó Andrés, cantante de la Sangre, desde el escenario. Este tema contó con una nueva figura: uno de los ayudantes de la banda se subió disfrazado de payaso azul y amarillo, al mejor estilo pinhead de Ramones.
Andrés, como voz del grupo, agradeció durante todo el toque “a la gente que hace el trabajo sucio todos los días y nadie lo reconoce. Al Valde, a Alejandro, al Nido” –el primero es el manager de la banda, los demás los ayudantes o plomos-. No se olvidó del público: “Un millón de gracias a la gente de todos los barrios, a los viejos y a los nuevos”. También subió el Valde para gritar por el micrófono “Hay que aguantar, hay que resistir”, mientras el público explotaba en aplausos.
El toque terminó porque la Estación tenía que cerrar, o eso trasmitió Andrés: “Es la última vez que volvemos, tienen que cerrar el boliche” aseguró la tercera vez que regresaron al escenario. Luego de criticar el hecho de que Pinochet fuera enterrado con honores de militar, tocaron Preguntas por Puerto Montt, del desaparecido Víctor Jara, un cierre más que redondo.
Andrea Martínez