La Trampa en La Factoría
8/11/2002
Otro intento de libertad
Después de una fuerte dosis de energía desbocada, que absorbieron las miles de almas que presenciaron la actuación de La Trampa en el Teatro de Verano, en un Rock in Río de la Plata que las dejó impregnadas de la esencia más pura del rocanrol, parecería que nada es suficiente, y que saciarlas no es cuestión de darles lo que quieren, sino de darles más... todo lo que se tiene.
Una vez más, la gran familia trampera encontró la forma de reencontrarse, y en esta ocasión, para celebrar lo que fue la presentación de Caída Libre, la última creación de estos cuatro grandes del rock uruguayo: Alejandro Spuntone (vocales), Garo Arakelián (guitarra), Carlos Rafols (bajo), y Álvaro Pintos (batería).
Ya antes de que el disco saliera a la venta, la banda había adelantado algunos de los temas claves que incluiría, dejando el camino despejado para que cada uno imaginara lo que se iba a venir. Este viernes 8 de noviembre, se cerró la puerta a la ansiedad de escuchar todas las nuevas canciones en vivo, y se sacó el pasaje hacia un nuevo intento de libertad.
Una y media de la mañana, y una Factoría remodelada para cobrar formas similares a las de hace un tiempo atrás, seguía recibiendo jóvenes apetentes de un toque rocanrolero, que había quedado pendiente después de aquel 27 de setiembre. Entretenidos por la excelente música de ambientación, no dejaron de corear al unísono los típicos cantitos de aguante, inquietándose a medida que se acercaba el inicio de un agite que perforó oídos ciegos y atravesó ojos sordos.
Se incorporaron los músicos al escenario y con ellos arrancó el temporal: Santa Rosa pasó y no dejó cuerpo arraigado al piso. Cientos de ellos saltando y bailando, liberando su conciencia a la melodía que emergía desde arriba y lo llenaba todo. Y así son los pogos tramperos, una comunión de vidas despiertas, desgarrándose la piel en un rito al rocanrol.
Los clásicos Vendas en el corazón y Calaveras fueron las marcas de salida, y de ahí en más no hubo obstáculo que detuviera la carrera. Casi tres horas de música al palo que no dejó lugar a respiro, ya que ni en los temas más lentos la quietud se hizo presente. La emoción, tanto arriba como abajo, era inexplicable, y la energía fluía sin cansarse de girar.
Una bienvenida espectacular para las canciones del nuevo disco. El oro y la maldad, Mi pobre final, Perdidos en Montevideo, Muerte serena, y Cruz diablo, fueron las primeras en animarse a mostrar la cara, sin haberlo hecho en vivo nunca antes. Se escuchaba a la gente cantando las letras, en una masa de sonido que acompañaba a la voz de Spuntone, quien no dejó de agradecer a los presentes por el apoyo. También hubo agradecimientos para todos los que contribuyeron en la producción de Caída Libre, y a los que se encargaron de su difusión.
Luna de Marzo, tema dedicado a Sara Méndez, fue el punto de quiebra de una potencia que venía reventando. Garo lo introdujo con unas palabras, y así arrancó a lucirse en la viola. Y al fin llegó Vientos del Sur, del Toca y Obliga, el primer disco de La Trampa, esperada y aplaudida como siempre. Por verte feliz, otra joya delicada de aquel disco, que no se tocaba desde el ciclo Bombas y Jazmines (Amarcord), también sonó, sacándole quizá el puesto a Dulces Tormentos, que era aclamada desde el público. Si te vas fue lo último manso de la noche, que vino de la mano de una Resurrección del movimiento poguero.
Vuelta a las corridas y a la excitación corporal. Los Sueños, La mordida, Nada pasa y todo queda, Muere con la sonrisa, y el clásico Pensar y Separar, himno de identidad trampera. Y para completar el plato, o para verter la gota que derrama el vaso, Guillermo Peluffo, vocalista de Trotsky Vengarán, resultó ser el invitado de honor a la velada. Entonando Arma de doble filo, una infaltable en estos toques, se lució alcanzando las notas de Spuntone, dejando de lado las “desprolijidades” ramoneras, que lo convierten en un claro exponente del punk- rock más crudo.
Ya todo era descontrol, porque no quedaba suerte de dominio alguno. La rabia de los instrumentos y el torbellino de sentimientos, se habían apoderado absolutamente de todo. Sólo restaba hundirse en el Mar de fondo de los corazones, experimentar esa Caída Libre hacia las profundidades del ser, para romper con la Maldición que ciega a los hombres, y gritar a más no poder: Yo sé quién soy.
Viviana Scirgalea