SieteNotas

Emil Montgomery, entre el mito y la tecnología

1/7/2006

Poseedor de un estilo propio, Emil Montgomery es un fabricante de imágenes que no necesita utilizar el lenguaje hablado. No necesita contar historias para maravillarnos, ni para complementar su música. Es un explorador que se lanza en busca de un sonido que combina algunas de las más antiguas maneras de hacer música, como lo son los cantos gregorianos -con instrumentos procedentes de la cultura indígena, como las quenas- conjugado con bases electrónicas.

Logra un equilibrio sutil entre la mitología y la tecnología, dotado de un espíritu tan sereno como revolucionario.

Nació en Montevideo el 6 de enero de 1970. “Mi infancia transcurrió en el barrio de Carrasco, en la calle Horacio Quiroga, en donde pasé momentos de plena felicidad. Con mis amigos de la cuadra jugábamos picaditos, cordoncitos y esperábamos escondidos el eterno 107 Puente Carrasco, para inundarlo de bombas de agua en la época de carnaval… A los catorce me mudé a Pocitos, concretamente a Buxareo y la rambla. De allí también guardo muy buenos recuerdos”.

¿Cómo fue tu formación musical previa a la Escuela Universitaria de Música?

Comenzó cuando tenía seis años, cuando mis padres se percataron de mi afición por sacar melodías de oído, e incluso componer algunas, en aquel viejo piano de la calle Horacio Quiroga. Un maestro a domicilio de la Escuela Beyer me enseñó Teoría de la música, solfeo y escritura, además de la buena digitación en el piano. Pero no fue sino hasta los diecisiete que decidí volcarme seriamente al estudio de la música, comenzando una carrera autodidacta relacionada con el estilo electrónico, los sintetizadores, y todo tipo de instrumentos que en aquél entonces eran muy extraños y difíciles de conseguir en nuestro medio. Me comía las revistas “Keyboard”, su versión argentina “El Musiquero”, y todas las artículos relacionados con la música electrónica, y me interesaba cualquier aparato que pudiera crear sonidos. Me había armado en mi cuarto un estudio modesto con cualquier cacharro que pudiera conseguir.

Ya de niño empezaste a componer. ¿Qué tipo de composiciones eran?, ¿dentro de qué género las ubicarías?

Mmmm… qué difícil es decirte qué era lo que intentaba hacer a los seis, sentado en aquella banqueta que estaba tan alta que no podía ni apoyar mis pies en el piso… Yo creo que simplemente navegaba entre las notas. Era algo que me venía por naturaleza, como si estuviera recordando algo. Pero si tuviera que aproximártelo a alguna referencia conocida, te diría que obviamente no eran las composiciones de Mozart a los seis, jajaa, no eran tan elaboradas armónica y estructuralmente. Pero al día de hoy recuerdo algunas melodías que compuse a esa edad y de verdad me sorprenden a mí mismo. Eran frases melódicas, con armonías en octavas bajas y hasta algún acorde de triada, con estribillos y todo…

En el bonus track del disco “Deja Vu” (La desconocida), tu padre grabó en piano solo, una composición interesantísima, ¿en tus inicios fue de él de quien mamaste tango, bolero, etc.?

¡Siiii!, más bien que sí. Yo creo que mi destino estuvo en gran parte trazado a través de mi padre. Recuerdo que casi todos los días a la noche llegaba de trabajar, se sentaba y comenzaba a tocar. Tocaba tangos, boleros, milongas, una atrás de la otra, mientras yo, sentado en un sillón, lo escuchaba atentamente como hipnotizado. Esa composición que decís, “La Desconocida”, siempre fue una de mis favoritas, y me vine a enterar no hace mucho que era de su propia autoría. Me emocionó saber eso… “el tipo compuso una sola cosa y mirá lo que hizo”, me dije a mí mismo. Así que cuando terminé “Deja-Vu” (que era una recopilación de los temas más importantes de mi carrera según yo mismo) le dije a mi padre: “Papá, me gustaría incluir tu tema en mi disco como bonus track, ¿qué te parece?” “Y bueno -me dijo- si te parece que es algo que vale la pena, me encantaría…”.

Nos fuimos a un estudio y grabamos varias tomas en un lapso de unas cinco horas. Él estaba tan emocionado que quería la perfección, hasta que finalmente quedó lista. El concepto de bonus track varía según cada quién. Para algunos se trata de la oportunidad de dejar grabadas algunas cosas que salieron mal, como en las películas que al final te pasan los bloopers; para otros, como para mí, se trata de algo realmente significativo, no de relleno o chiste. Terminar el disco con un mensaje oculto… Todos esos temas que había compuesto desde los dieciocho años están en “Deja-Vu”, y qué más oportuno que el bonus track sea de “La Desconocida”, la única canción que mi padre compuso y que formó parte de toda mi vida.

¿En algún momento de tu carrera tu familia te hizo resistencia a tu vocación de músico?

Resistencia nunca. La música, como otras formas de arte y filosofía, siempre fueron un llamado muy fuerte en mí, un mundo lleno de misterios y emociones en el que me volcaba intensamente. Yo, a los diecisiete, decidí que si no podía vivir de lo que más me hacía feliz en este mundo, entonces este mundo no sería para mí, y por lo tanto no querría vivir en él. Suena un tanto dramático, pero con esa fuerza me lo impuse. Nunca me prohibieron o se resistieron en gran manera a que me dedique a ser músico y no siga una carrera tradicional de estudios, o incluso una forma de vida “normal”. Pero lo que sí (y lo entiendo en su preocupación de padres), es que trataban de “hacerme entender” lo difícil que sería mi camino y que probablemente, como se dice popularmente: “me muriera de hambre”. (Difícil fue y será, y no sabés cómo… pero de hambre no he muerto). Pero yo no me dejaba intimidar por nadie ni por nada, incluso les aseguraba casi como una profecía lo que yo lograría hacer. Ellos se burlaban, sin intención de herirme claro, pero lo tomaban como una utopía de adolescente. Cuando vieron que la cosa venía en serio y no era un capricho, me apoyaron más y más, hasta que hice mi primer concierto, en el año ´91 en la Sala Teatro del Anglo, y con los ojos llenos de emoción y orgullo me abrazaron… A partir de entonces, sólo me preguntaban cuál sería el siguiente paso.

¿Cuáles fueron tus mayores influencias en la adolescencia?

En aquél entonces eran Jean-Michel Jarre, Vangelis, David Byrne, Led Zeppelín, Ian Anderson (Jethro Tull), Yes, entre otros.

De adolescente tuviste una banda de covers de The Police, Pink Floyd y The Beatles. Creo, que de esas tres, es en Pink Floyd donde encuentro más puntos en común con lo que hacés hoy, por los climas y los diferentes estados de ánimo que veo en tus composiciones, ¿es así?

Sí, podría ser… Sabés que las influencias son influencias cuando no te das cuenta que lo son, si no son plagios jajajaja. En mi cabeza hay una mixtura de muchas cosas, entre ellas como bien decís Pink Floyd, pero creo que siempre he tenido mi estilo, mi sello propio. Nadie inventa algo absolutamente nuevo, siempre son distintas formas de mezclar lo que ya existe, y en esa mezcla es que está la personalidad. Pero creo que hablando en este caso de Pink Floyd (según mi opinión Maestros con un talento infinito), somos próximos en cuanto al espíritu y la dinámica que le ponemos a la música, los climas, las texturas… música que de verdad te trae imágenes a la cabeza.

Con “Space is a dream” lograste una perfecta fusión con el candombe. ¿Cómo fue tu primer acercamiento al género?, ¿estudiaste estando acá en Uruguay?, ¿alguna vez formaste parte de una cuerda de tambores?

Nunca formé parte de una cuerda de tambores, por suerte para el candombe jajaja. Sin embargo, el candombe está en mi sangre, así como en la de todos los uruguayos (aunque algunos ni cuenta se den), y más si sos músico. Es una de las patas fuertes que sostienen nuestra identidad. Así que en el año ´92, fusioné el candombe con la música electrónica de auge en aquél entonces: el dance. Una melodía que se te metía hasta por los folículos capilares, iba acompañada de la cuerda de tambores del queridísimo maestro Lobo Nuñez, un amigo del alma, que se movía entre texturas, filtros y bombos a tierra. Todo esto engarzado con coros celestiales y un piano que nos bajaba al tango bar. Y hablo de nos, porque ha sido tan grande el éxito de “Space is a Dream” (también conocida como “La Candonmarcha”) que no la considero ya mía, sino una ofrenda Nacional.

Siempre le diste en tus shows gran importancia a la parte visual. ¿Cuál es el rol de los juegos de luces?, ¿complementan, aportan, son protagonistas?

Los elementos visuales para mí son tremendamente importantes en el show. Tanto que si decimos Shows, estamos diciendo LO QUE SE MUESTRA. Siempre, en todos los shows hay imágenes, tanto sea el entorno, el vestuario, el lugar elegido… por eso son shows. En algunos casos, como el mío, en el que la música es instrumental, sin letras que te puedan inducir una imagen o identificarte rápidamente con lo que dice el que canta, la imagen es fundamental. Yo me comparo muchas veces con un director de cine, que escribe el guión, lo actúa y lo dirige. Mi trabajo es muy conceptual. Un disco mío no es sólo la música, sino todo lo que significa esa música para mí: un resumen de experiencias y sentimientos que enmarcan una determinada etapa de mi vida.

Cuando preparo un concierto, escribo un guión general que va desde el color que utilizan las luces, el tipo de hologramas que dibujan los lasers, el lugar donde estará cada músico, etc. Para mí, un concierto es una fiesta ritual dentro de lo urbano. Lo lleno de símbolos y mensajes que identifican nuestro pasado, pero contados a través de la tecnología de punta, porque creo que este concepto sintetiza nuestra realidad: aún somos simios, capaces de poner gente en otros planetas, pero simios.

Contame lo que fue en su momento el “Concierto por la tolerancia” en el Palacio Legislativo. ¿Se podría decir que en tu carrera hay un antes y un después de ese recital?

Yo creo que el hecho de mencionar que cerca de un tercio de millón de personas acudieron a verlo, habla de la respuesta de la gente. Un hecho sin precedentes en la historia de un evento artístico abierto en Uruguay. Al día de hoy registrado como el récord de mayor audiencia a un concierto en nuestro país, y por supuesto, marcó un antes y un después en mi carrera. Fue el hecho que me demostró que cualquier cosa que te propongas con la fuerza interior necesaria se puede hacer realidad, así que después del concierto me retiré durante algún tiempo a determinar cuáles son las cosas verdaderamente importantes a lograr. Entendí que la cantidad de gente que lleves a un show, la cantidad de discos que puedas vender o la popularidad que tengas no tienen valor si no sos auténtico cien por ciento con lo que estás haciendo… y qué difícil es en este mundo lograr eso. Entonces decidí que en realidad el mayor reto pasa por ahí, y comencé a transitar de lleno ese camino. En ese momento nació mi disco “Esencia”, un viaje a lo más profundo de mí.

Creo que todo desembocó en el “Encuentro por el Nuevo Mundo”, que llevé a cabo casi en silencio para la llegada del año 2000 en las sierras de Lavalleja, concretamente en El Penitente. El mundo entero se regocijaba de la llegada del año 2000, preparando grandes conciertos y gastando fortunas en sus producciones, mientras el setenta y cinco por ciento del planeta se caía a pedazos, tanto por el hambre como las enfermedades, o el mismo deterioro del medioambiente. Así que decidí llevar a cabo todo lo contrario: un concierto que surgiera de lo más humilde y sagrado, en un lugar sagrado. Así que reuní a maestros en tai-chi, especialistas en plantas medicinales, mitología de las estrellas, música tradicional indígena y otros, con el fin de llevar a cabo una de las locuras más grandes de mi vida: un concierto que duraría dos días, para cuatrocientas personas que acampaban en el lugar. La gente recibió a través de estos maestros conocimientos de verdad, y yo tuve el honor de cerrar esta aventura con un concierto bajo las estrellas, en un lugar que tanto significado tiene para mí. Creo que fue la experiencia más emotiva de mi carrera.

Mucha gente que aún no te conocía tuvo la oportunidad de ir a verte en el concierto a beneficio de la fundación Teletón Uruguay, y la verdad que el recital colmó las expectativas. No es la primera vez que tocás a beneficio, como artista siempre estás dispuesto a aportar un granito de arena para este tipo de causas.

Bueno, como te decía anteriormente, decidí dedicar mis esfuerzos a lo que es bueno. Y qué mejor que ayudar a los demás, si me dieron el don de poder hacerlo… En realidad sería una estupidez no hacerlo, así que no me regocijo tanto por eso. Lo veo casi como una obligación, como una conducta lógica de una raza que intenta salir adelante.

Sos considerado un portavoz de los mensajes de Paz y defensa del Medio Ambiente. Acá en Uruguay está en el tapete el tema de las plantas de celulosa de Ence y Botnia, que se están instalando en Fray Bentos. Como sabrás, se generó una fuerte discusión con Argentina por la posible contaminación del Río Uruguay. Si bien estas plantas son contaminantes, Uruguay argumenta que con la tecnología de punta que traen las empresas finlandesa y española, la contaminación será casi nula. Básicamente es un debate entre productivistas y ambientalistas. ¿Qué opinión te merece este asunto?

Bueno, como casi todo lo que se teje en la política, creo que la mayoría de la gente estamos lejos de conocer todos los detalles que llevaron a esta riña, como decís. Lo único que nos queda entonces es formar parte de una pugna en la que no tenemos demasiada idea de lo que está sucediendo, y por ende correr el riesgo de ser utilizados… así que por no dejar de responder a tu pregunta, voy a formar parte de esa pugna por un instante. Me solidarizo cien por ciento con la posición Uruguaya, ya que no se puede culpar a nadie que no haya cometido aún algún delito, en este caso comprobar la contaminación en niveles más altos que los permitidos debido a una situación imaginaria. Pero si el día de mañana esa situación imaginaria se hace realidad, soy el primero en ponerme en contra de las plantas.

Está muy bien que la gente (no importa de qué país sea o qué país esté cuestionado), tome precauciones acerca de posibles catástrofes. Pero estas personas deben encontrar el punto medio entre velar por su seguridad y la de su país sin interceder en lo que un gobierno de otro país decida hacer o no hacer en su propio territorio, y más aún cuando este gobierno ha sido democráticamente elegido por la mayoría de las personas que viven en ese territorio. En este caso cito: “Entre los individuos así como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la Paz”. Benito Juárez.

México te acoge hace varios años. Tengo entendido que cuando fuiste para allá fuiste a conocer su cultura, ¿te encontraste con lo que tenías previsto o descubriste aún más riqueza en ella?

La decisión de venir a México tuvo que ver con lo que mencionaba en preguntas anteriores. Quería realizar (ya que había tenido la suerte del éxito a temprana edad) lo que yo llamo el viaje de Odiseo. Aquél personaje que siendo Rey de Itaca en Grecia, abandonó su reinado durante años para descubrir verdades. Yo había logrado casi todo lo que me había propuesto en Uruguay, y no quería quedarme estancado en mi propio ego, así que decidí dejar todo atrás, y prácticamente con una mochila al hombro llegué a la ciudad más grande del mundo, conociendo apenas a dos personas de los cien millones que viven aquí. No, no llegué con contratos de Sony u otras compañías como algunos creen… Eso sucedió meses después, ya que tuve que empezar desde cero, porque ese era el desafío que me había propuesto. México fue el país elegido, porque como bien decías, yo estaba trabajando en la mitología, música y leyendas de Mesoamérica y América indígena en general, y como todos sabemos, México navega en un mar de mixturas y legados culturales increíbles.

Pero, a veces tendemos naturalmente a tener una visión demasiado romántica sobre ese tipo de cosas. Si pensamos en las Pirámides de Egipto, al instante nos llega a la mente una situación imaginaria en la que nos vemos caminando entre las pirámides, recibiendo quizás una energía poderosa, y estando en armonía con nosotros, comprendiendo el significado del Universo. Pero no nos vemos rodeados de niños en extrema pobreza, tratando de hacernos de guía por una moneda, hablando veinte idiomas a la vez… no vemos ancianos tirados en el piso, orinándose encima por no poder levantarse o no tener dónde poder hacerlo. Nos venden una imagen, como en casi todo, que no es la verdad. México no es la excepción, pero en lo personal me alegro enormemente, porque este hecho provocó que pudiera obtener de este país muchísima más riqueza y experiencia. El hecho es que en México el sententa o setenta y cinco por ciento de la gente vive en situación de pobreza, y por pobreza debemos entender que mucha gente no dispone de los elementos básicos de vida, como el agua potable. Éstos son en su mayoría campesinos, más o menos (en términos muy relativos) el equivalente a nuestros peones de campo. Pero lejos de poder comer un asadito todos los días, esta gente cultiva las tierras por una miseria de pago que con suerte reciben a cambio por sus cosechas. Los siglos parecen no haber pasado por algunos lugares… Esta parte de la población vive lo que le queda de la tradición de sus antepasados, como parte de su vida cotidiana.

Son comunidades bastante cerradas a los visitantes, pero si tenés la oportunidad de que te dejen entrar, verás algo de verdad. Esos son los pocos verdaderos contactos con lo ancestral en México. El resto de la población vive en zonas urbanas de altísima densidad por metro cuadrado, como lo es el caso del DF (el distrito federal), una ciudad que vive una vorágine diaria inimaginable. En estas urbes la gente no tiene tiempo de deleitarse con los aspectos culturales y mitológicos de sus antepasados nativos en el país. Resumiendo todo esto, México me dejó muchísima más riqueza que la que podía imaginar. Tal vez no a través de aquella visión romántica y un tanto ingenua en la que veía como una nación que vive conectada con la magia de aquellas razas que poseían gran conocimiento en diversas áreas, pero si a través del contacto con una realidad de México que no es nada fácil de comprender, una realidad que te golpea hondo, que te muestra lo que es sufrir de verdad y te enseña sobre al humildad.

¿Fue en México que decidiste profundizar en los mitos y leyendas de la América indígena?, ¿qué fue lo que te impulsó a hacerlo?

No, no fue en México. México fue una consecuencia de eso. Cuando tenia unos siete u ocho años, hicimos un recorrido por varias partes de Argentina con mis padres y mis dos hermanos, ¡en un Fiat 128! No sé, habremos recorrido unos tres mil o cuatro mil Km. en total, en un lapso de tres semanas. Entre otros lugares, fuimos a la Sierra Tucumana, Córdoba, Rosario, etc. En una de estas ciudades, comencé a escuchar a un grupo de la calle tocando música tradicional de la zona (alguna baguala típica de por ahí). El hecho es que, tal como Orfeo (aquel semidiós de la mitología griega que encantaba a cualquiera con el poder de su lira) yo me vi hipnotizado por el sonido de las quenas, que me mantuvieron horas sentado en medio de la calle, escuchando atentamente. Esa experiencia despertó un sentimiento muy profundo en mí, una mezcla de nostalgia y espiritualidad con la que me identifiqué de inmediato. Pero no sería sino hasta dieciocho años después, que esa experiencia daría flor en mí. En 1996, la UNESCO me becó para ir a EEUU a vivir un intercambio cultural con otros dieciocho artistas que, como yo, fueron seleccionados entre más de mil seiscientos candidatos de todo el planeta en cada disciplina.

Había un poeta hindú, una escultora americana, un escritor africano, etc. Estando en medio de todo esto, me pregunté cuál era la parte que yo representaba a nivel cultural, y no sabiendo bien la respuesta, me puse a reflexionar al respecto. Me di cuenta de que quería descubrirme en mi propio continente, y claro, lo que más me llamaba era la parte indígena. Ese fue el nacimiento intelectual de “Esencia”, que más que un disco, fue un camino de vivencias increíbles con personas, como el extraordinario Luthier chileno-uruguayo David Montenegro, quien fabricó los instrumentos de viento que utilizamos en la obra. El Maestro (mucho más que profesor), Daniel Vidart, quien me inundó de historias y leyendas de América y Mesoamérica, y tantos otras personas que compartieron conmigo su sabiduría y su persona; a todos les estoy eternamente agradecido. En esos tiempos me interné en el estudio de las culturas prehispánicas que ocupaban el territorio hoy conocido como Perú, Chile, Ecuador, Bolivia y México, con la intención de insertar en nuestra sociedad moderna, los mensajes más importantes que se encuentran en las leyendas, y que nos hablan de quienes somos en espíritu, y cuáles han sido siempre las cosas importantes y cuáles no. “Esencia” resultó ser una obra que engarzó armónicamente mi estilo instrumental electrónico con coros gregorianos y renacentistas, todo hilado por el sonido de quenas y todo tipo de instrumentos prehispánicos de las zonas antes mencionadas.

Has sido elogiado una infinidad de veces por la prensa, te han seleccionado dos veces para formar parte de los discos Best of World music, pero ¿cuál fue el elogio más significativo en tu carrera?, ¿acaso las líneas de Jean-Michel Jarre, por ser un artista al que admirabas?

Todo eso que mencionás sin dudas ha sido tremendamente importante y valorable para mí, pero el reconocimiento que más siento en el alma, es otro… Cuando viví un tiempo cerca de un desierto mexicano llamado Icamole, al norte de México, visitaba a una chaman venida de la selva de Chiapas. Nos sentábamos a hablar, tomaba temascales (antiguos baños de vapor, a veces rituales pero no siempre) y nos conectábamos de una manera increíble. Yo estaba por ofrecer un concierto en la ciudad de Monterrey, próxima a este desierto, por lo que sentí el deseo de invitarla. Me respondió con muchísimo agradecimiento, que dudaba que pudiera ir, ya que prefería vivir en la soledad del desierto que estar en la ciudad. De todas formas le dije que si se decidía, allí tendría su invitación en la boletería. La sorpresa fue, que al terminar mi concierto y retirarme hacia un costado del escenario, veo que se aproxima una sombra de 1.50m de altura, pelos erizados y abundantes… ¡era ella! Se arrodilló a mis pies, llorando de emoción y diciéndome que era como Dios tocando almas. Imaginate yo como me sentí…

Muy lejos de creer lo que me estaba diciendo, me agaché, la levanté con mis brazos y le dije: “¿Que decís? Soy yo el que se tiene que arrodillar frente a vos…”. Ella significa para mí la fuerza, la humildad y la sabiduría, porque ella es eso realmente. Este fue el reconocimiento que más ha marcado mi vida… no el de que dijera que soy como Dios tocando almas, sino el que proviene del esfuerzo que ella debió hacer. Dejó el desierto, se internó en la ciudad, hizo un viaje en ómnibus de dos horas y se volvió a su casa saliendo a la medianoche de la ciudad… ¿sabés todo lo que significa eso?

En tu página de Internet aprecié tus pinturas, ¿se podría decir que reflejan el mismo espíritu de tu música?

Yo diría que sí, todo es una sola cosa. Además desde los nueve años escribo. No poemas, más bien prosa, porque no sigue ni rimas ni una estructura determinada, pero que también reflejan el espíritu de mi música.

¿Qué proyectos tenés para este año?, sé que tenés pensado editar un disco y una posible visita a Uruguay.

Así es. Desde hace dos años estoy trabajando en un nuevo proyecto. La idea es presentar el disco en Uruguay primero que en cualquier otro país, antes de finales de este año, en algún lugar de Montevideo.

En tu web anunciás que para el disco habrá como un quiebre con lo que venías haciendo hasta ahora, ¿qué nos podés adelantar de ese cambio?

Este nuevo trabajo se trata de una fusión bastante más electrónica que lo que hice antes, pero que sigue teniendo el contenido emocional que mi música ha intentado reflejar siempre. En lo musical, la mayor parte del estilo electrónico se basa en loops, o sea secuencias que se repiten una y otra vez y que van agregando cada cuatro u ocho tiempos algún pffff, o pssssssss, para que no suene a lo mismo durante cinco minutos. Reconozco el delicado, y a veces agobiante proceso en la selección de estos loops y sonidos, su buen engarce y sobre todo la intuición que tiene el realizador de guiar a la gente para que entre en trance en una pista. Y de esto se trata una gran parte de la música electrónica, de ir a lo primitivo, aunque suena muy tecnológica. Y es totalmente válido, de hecho yo mismo necesito de eso de vez en cuando. ¿Pero que hay del resto? ¿Dónde queda esa sensación que te produce una buena melodía acompañada de un bloque armónico lleno de imágenes que te inducen sentimientos de paz y espiritualidad?

En definitiva, cada vez en el mercado importa menos la calidad, y eso deteriora lentamente nuestra capacidad intelectual y espiritual. El mundo tiene que ser libre para todos lados, no sólo para donde a uno le conviene o le gusta. Reconociendo esta situación, me propuse hacer todo en una sola cosa, sin dejar de ser yo. Tuve que actualizarme un montón en el manejo de nuevas herramientas de tecnología, estética de sonido, tendencias, etc., pero fue nuevamente un camino que me hizo crecer mucho en muchas cosas. Ahora escucho el disco terminado en mi estudio, y estoy tremendamente satisfecho del resultado. Creo que abre las puertas a una nueva forma en la que conviven estos dos mundos en perfecta armonía.

“Como un explorador, voy recorriendo los distintos mundos que aún permanecen en mi memoria, que aún resuenan en un espacio de mi alma donde el tiempo se suspende y se confunde, sin límites, sin definiciones”. Emil Montgomery

Rodrigo Ribeiro

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