LA VIDA CIRCULAR
Jorge Drexler de rodillas, con los ojos enrojecidos, y el público de pie aplaudiendo y deseando que el concierto no acabe, es la imagen que queda grabada y resume lo que fue la presentación número cien de Salvavidas de Hielo.
Más de dos horas aislados de la vida exterior, hipnotizados por los sonidos, los versos y los guiños cómplices que fue disparando para hacer sentir aún más partícipe al público presente. Galicia, dijo, “tierra de artistas, de buen vino y… aguas frías”, entre risas. “Tierra de inmigrantes a la que hoy le toca acoger a cientos de emigrantes. Moitas gracias”. Contando, también, con Uxía como única invitada de la noche.
Un repertorio irracional que, precavidos por el artista, oscilaría como “un péndulo, cual botafumeiro, desde la mayor luminosidad hasta la mayor oscuridad existencial”. Y así lo fue. El disco comenzó a girar. De “Río abajo” a “12 segundos de oscuridad”. De “Me haces bien” a “Milonga del Moro Judío”, alcanzando finalmente el cenit musical (también intuido) en “Bailar en la cueva”: la banda tocando y Drexler, mezclado entre la gente, bailando.
Es una delicia escuchar en vivo, y ver desde dónde salen, los sonidos de su nuevo trabajo, centrados únicamente en la guitarra, su leal compañera de viaje. Escoltado, además, por Borja Barrueta, Javier Calequi, Martín Leiton y Carlos Campón, que le aportan al show una delicada e impetuosa musicalidad y un sostén inquebrantable.
El disco siguió girando y nos fue envolviendo en sus historias. El profundo sentimiento hecho sencillez en “Salvavidas de Hielo”. El amor juvenil en “Estalactitas”. La pausa interior, la tregua, en “Asilo”. El grito de auxilio en “Silencio”. La ninguneada pero eterna comunicación entre dos personas en “Telefonía”... y en algunos casos -como por ejemplo en “Pongamos que hablo de Martínez” o “Despedir a los glaciares”-, con el agradable añadido de la historia que la originó.
Y mientras todo sucedía, Alfredo Zitarrosa sobrevolando; a veces de forma directa con su voz: previo a la actuación y al escuchar como fondo, mientras ocupábamos las butacas del teatro, “Doña Soledad”. Y seguido, por la interpretación de “Alto el fuego” y el resonar de sus guitarras en la excelente acústica del Palacio de la Ópera.
Tres décadas después, Drexler no calma la sed. En su viaje musical ha ido imanando toques, musas, versos, amantes, hijos, tierras, lenguas, tradiciones, bits, encuentros y pérdidas. No se queda quieto.
Músicos:
Jorge Drexler: voz y guitarras
Martín Leiton: leona, guitarrón, bajo eléctrico y coros
Javi Calequi: guitarras y coros
Borja Barrueta: batería, percusión y coros
Carlos “Campi” Campón: programaciones, guitarras, percusión y coros
Invitada de la noche: Uxía
Carlos Bassi