SieteNotas

Ruben Olivera, El respeto por la canción

16/7/2000

Rubén Olivera editó el disco “Una tarde de abril” a principios del '99, dicho trabajo fue presentado en vivo hace unas pocas semanas en dos recitales a lleno total en la Sala Zitarrosa. Nos pareció un buen momento para entrevistarlo y escucharlo hablar sobre el disco, los recitales, y la importancia de tomarse con el debido respeto el oficio de compositor.

A mí a veces me hace gracia cuando alguien te comenta: “ahora sí te está yendo bien y ahora sí vas a andar bien, ahora estás entrando más ¿no?”, y hace veintipico de años que vengo sintiendo lo mismo. Porque en general, para la mayoría de los músicos de acá es bastante cíclica la aparición y desaparición en base a, bueno, los espectáculos que hagas, a los discos que saques y al hecho de que salvo cuando hay una difusión masiva o grande por lo menos, la difusión siempre es en cuenta gotas, y la persona parece que desaparece, que después aparece de la nada. Pero casi todo el mundo sigue haciendo en forma constante su trabajo de hormiga, ahí ¿no? Aparte, intercalado con un sin fin de actividades paralelas al hecho de hacer música. A mí a veces me pasa inclusive que, por mis muchas actividades, en algún momento me sale una idea, me pongo a trabajarla y me siento culpable de estar trabajando eso y no estar pendiente de cincuenta cosas que me están tocando la espalda para decirme: "mirá que tenés que hacer esto, para mañana tenés que hacer lo otro". Pero sí, es un momento especial en el sentido que estuve presentando un disco y en esa presentación del disco te diría que me fue mejor de lo que esperaba.

¿Se acostumbra uno a ser cíclico? ¿Hasta que punto eso se lleva con cierta tranquilidad?

Yo no diría que está bien o está mal, o cómo es el estar cíclico, creo que es una cosa propia del país, y que si uno no corre atrás de zanahorias, de fama, dinero y gloria, sino que corre atrás de intentar aportar lo suyo al lenguaje colectivo de la música uruguaya, cumplir lo suyo en cuanto al oficio, al oficio de músico, de artista, así como otros cumplen lo suyo en su oficio particular… claro, hay que tener un poco de cintura para lograr acomodarse en varias funciones dentro de lo que a vos te gusta. Pero si no, el asunto de lo cíclico está bien, con las pequeñas cuestiones que les pasa a todos de no tener tiempo suficiente de hacer todo lo que uno quisiera y demás, pero no sé, yo me siento cómodo, he dicho en varios lados que yo no hago una "carrera musical", hago un "paseo musical", capaz que por ahí se define un poco la cosa.

Yendo a lo de la Sala Zitarrosa: ¿cómo viviste los recitales?

Lo viví compartido. Lo viví como un momento en donde había mucha empatía entre el oficio de espectador y el oficio de estar arriba del escenario. Y desde el principio como que todo se fue armando bien, los músicos son excelentes, el trabajo de Sergio (Fernández) como siempre fue una maravilla y en los ensayos venía todo bien, en la prensa quizá por el mucho tiempo de no estar ahí me abrieron mucho las puertas, y todo iba... yo incluso decía: "pero qué raro, todo viene bien". Llegó el recital y anduvo todo bárbaro, terminé y dije: "qué bárbaro". Me llamaron de la Zitarrosa para decirme: "tenés que hacer otro"; hice otro y dije: "¿va a seguir todo bien?", y terminó el segundo lleno y todo bien. Así que fue un momento, que todavía están los coletazos para mí, muy disfrutable, muy gratificante, que da mucho ánimo para seguir trabajando en todas las cosas que yo trabajo. Y la gente... por eso te decía que es compartido, creó un extraño momento de sincronización afectiva y emotiva.

El recital fue la presentación de un disco y vos hablabas de la influencia de Sergio Fernández. En el disco, ¿musicalmente dónde se ve esa influencia?, ¿hasta qué punto llega?

Yo después de siete años de no grabar, y teniendo cuatro o cinco canciones nomás en estos siete años compuestas, dije: "bueno, parte de la energía que vuelco en un montón de campos voy a ver si este año la vuelco en hacer canciones". Y en realidad fue en ese año, pero fueron básicamente los quince días de vacaciones del verano del ´98, en donde estuve de vacaciones con mi familia; todo bien, pero todo el tiempo tratando de no sentir la culpa de estar componiendo. Y estuve trabajando, trabajando cosas, trabajando por lo menos el núcleo de canciones que después en el año terminaría ¿no? Y ahí salió prácticamente la mitad del disco. Pero aún teniéndolas, yo las miraba y decía: "pah, estas canciones... expresan mi momento filosófico y demás, pero las siento bastante poco pasable por radio", porque es un momento donde todo el mundo pide agilidad, rapidez: "no me pongas un silencio porque me pongo nervioso", "no hagas mucha espera, convenceme rápido" ¿no? Y yo dije: "estas canciones son todas medias tranquilas". Bueno, no sé, a Sergio lo conocía hacía mucho, yo seguía la música de él, me encantaba, le planteé la posibilidad de trabajar juntos en los arreglos, y bueno, él hizo los arreglos de las canciones y cuando me fue mostrando las cosas a mí se me fue justificando el hecho de grabar. Diciendo: "sí, con este sonido, este color sonoro, esta tímbrica, esta forma de arreglar...", como que complementaba, agregaba y redondeaba un mundo sonoro que justificaba su existencia en una grabación.

O sea que la influencia de él fue fundamental...

Para mí fue clave en este disco. Fue clave en el disco y fue clave en la presentación del disco. Creo que el espíritu de él, la musicalidad de él, está presente en las canciones.

Claro, porque a veces uno se queda en la parte del compositor, que obviamente es fundamental, pero la parte del arreglo y la textura musical que puede lograr en una canción también es importante resaltarla.

Totalmente. Es muy notorio en grandes compositores como Chico Buarque, o cantantes como Mercedes Sosa, todos los brasileros te diría, la impronta de los arregladores. Los mejores períodos de ellos fueron cuando tuvieron, obviamente, mejores arregladores. Y es una cosa muy importante en este país y en todos los países de mercado pequeño que no generan excedente como para que se genere un oficio de arreglador; muchas veces los compositores hacen lo que pueden con sus arreglos. Y tener una persona así que complemente con su mundo, lo enriquezca, le agregue, llene huecos y lo amplifique es una bendición.

Parece un disco muy personal...

Es que supongo que, yo nunca lo tuve, pero a veces puede pasar que el mercado fuerza a decir: "voy a tratar de arreglar de esta manera así me pasan por radio la canción", "voy a tratar de componer más de este tipo de cosas así me pasan en tal o cual programa", "voy a tratar de hablar de tal tipo de cosa" o "voy a tratar de ponerle este tipo de instrumento para sonar más así o más asá". A veces uno no corre atrás de ciertas metas que se supone que serían las mejores. O sea, no ir hacia el lado donde arrecian los aplausos si no hacia el lado donde es necesario para sí y para los demás ¿no? Pero en esa sintonía también entre lo propio, la sinceridad propia y la sinceridad con el medio, se supone que lo mejor es cuando se da naturalmente. Uno no teoriza para hacerlo o no teoriza más de lo necesario, ya fue absorbido por la personalidad de uno. Yo intento hacer una música con la cual yo me sienta cómodo a nivel de personalidad, que hable de las cosas que yo quiero hablar a nivel de texto y que trabaje sobre un clima musical.

Hay muchos aires folklóricos en el disco, no sólo un cielito explícito; la canción que habla del tema de la adopción es con un aire de vidalita, tiene que ver con esas búsquedas que hablábamos. Digamos, yo me pongo a hacer búsquedas candomberas o búsquedas murgueras pero me doy cuenta que lo que me sale es lo mismo y por lo tanto peor que los originales de gente que ya está trabajando en eso. Entonces trabajo muy en la fusión de cosas, trabajando sobre esencias, sobre cosas, sobre giros melódicos, rítmicos, armónicos, que tengan que ver con lo que yo siento que puede ser uruguayo. Por lo tanto obviamente hay infinitas referencias, capaz que por ahí también el disco terminó siendo algo convincente, algo que cuando lo escuchás no decís: "bueno, esta persona está haciendo ejercicios de componer igual que estos cuatro o cinco que están claritos" o "está tratando de convencerse a sí mismo de que puede hacer un producto brillante y vendible", sino que bueno, acá hay algo que pretende ser sincero, yo que sé…

El tempo musical es un poco raro en el disco, porque es como lento, como una rueda que en realidad gira hacia atrás, no atrás en el tiempo pero atrás en que es un pulso extraño ¿no?, un pulso que lo noté más cuando lo pude escuchar todo junto. Y hubo gente que me decía: "empecé a escuchar una canción y me gustó, y andaba por la casa y escuché otra cosa que me gustó, me senté un poquito, me volví a levantar a hacer unas cosas, escuché otras cosas que me gustaron, me senté un poquito más y me quedé. Y lo escuché todo sentado". Yo sentí como que a él le había ganado el disco, ya no quizás la música, porque siempre comento que yo no me considero ni un buen guitarrista ni un buen... me rechina la palabra artista, no me siento ni un buen guitarrista, ni un buen cantante, ni un buen compositor, pero está lleno el mundo de personas que no son buenos, ni tipos sobresalientes en esos rubros y que sin embargo son comunicadores, comunican algo. Que uno no sabe bien por qué. Ese tipo que no tiene una gran voz, se sienta con la guitarra y no toca muy bien pero tiene un ángel, empieza a cantar...

Swing ¿no?

Swing. Capaz que swing puede ser la palabra. Digo, un poder de comunicación que cuando hay algo que comunicar ocurre siempre ¿no?

Vos tenés editados cinco discos. Te escuché decir que de repente editaste más de los que tendrías que haber editado. Me llamó mucho la atención...

Digamos, uno no puede renegar del brazo de uno de cuando tenía doce años porque era más chico ¿no?, pero a la distancia siempre hay una importancia social muy grande en los materiales que uno graba, en el producto en sí, en el lugar que podría haber ocupado otro. En un oficio aparte en donde la adicción a los "mimos", como en el oficio del artista, genera también la suposición de que los demás precisan de uno. Entonces siempre está la famosa fórmula de que: "tengo que tener un disco en el mercado este año porque si no...". ¿Y por qué tenés que tener un disco? La fórmula sería: "tengo algo para decir", en cualquier oficio, pero más en el hacedor de un producto simbólico como puede ser la canción. Suponer que uno tiene que realizar el oficio aunque no tenga nada para decir es terrible. Pero yo, revisando las cosas pasadas alguna vez dije: "esta canción en realidad no tendría que haber ido, esta tampoco, esta tampoco", y resumiendo capaz que tendría que haber grabado la mitad y estaba bien. Por supuesto que es una reflexión a posteriori y sirve para el futuro, para decantar mucho lo que uno va a grabar.

Cada surco, cada disco, es un peso y no sólo propio, es un peso que está pesando sobre la gente, que está pesando sobre las centenas y sobre los miles de discos que están en la pila, sobre el techo de nuestras cabezas y codeando de repente a otra cosa que puede ser más interesante, digamos, generando grasa, no músculo.

Juan Castel

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