historias mínimas
Historias mínimas. Eso es lo que hace El Sabalero. Canta y cuenta, cuenta y canta historias pequeñitas, cotidianas, simples; pero que a través de su voz cascada y de su particular manera de decir, se tornan mágicas y adquieren una dimensión gigante.
Pero además de ser un gran "decidor", José Carbajal es un tipo súper carismático, es un personaje querendón, querible, que merecidamente se ha ganado un lugar privilegiado en el corazón de la gente.
Pero además de ser entrañable y de tener a la palabra como principal instrumento, El Sabalero es un artista al que los años -como dijera un cronista hablando de Spinetta- "no le pasan, le suceden". Porque a los sesenta y pico, parece haber encontrado el elixir de la juventud y sigue teniendo, en la mirada y en la actitud, la misma frescura adolescente.
Como decía Maximiliano Angelieri -con su particular tono tano, que esconde las "s" y potencia las "k"-: "El Sabalero en vivo es más rockero que muchos rockeros". Porque cuando uno va a uno de sus conciertos, cuando forma parte de esa magia rara que allí se genera, comprende y no le quedan dudas: José Luis Carbajal es una figura del folclore, del canto popular, pero tiene una actitud absolutamente rocker. Tiene esa postura contestataria e irreverente del rock and roll, pero a la vez mantiene esa cosa humilde, esa cosa chiquitita, de barrio, de aldea, que genera ternura y conmueve.
Este mes se escapó de Holanda, volvió al pago y decidió, en dos únicas funciones agotadas con anticipación en el escenario del Espacio G; grabar su primer DVD.
"Sacando de la mochila" será el nombre del nuevo material y fue el del espectáculo donde El Sabalero acompañado de su guitarra y de pistas grabadas, se las ingenió para, en dos horas de show, interpretar a esta altura himnos como "Chiquillada", "La Sencillita", "Borracho pero con flores", "Palabreo con Saralata", "Ya comienza", "A mi gente" y "La Muerte", para homenajear a Zitarrosa y a la música mexicana, para contar y cantar sus relatos arriba y abajo del escenario, para conversar con la gente, para hacerla reír y emocionarla, para "hacer una más" después de tres bisses y para dejarnos a todos de pie, aplaudiendo a rabiar, con la sensibilidad a flor de piel y con ganas de escucharlo eternamente.
Analía Camargo