Con apenas 33 años de edad, Tabaré Cardozo es uno de los mayores exponentes del Carnaval uruguayo. Dentro de su “currículum”, encontramos su pasaje por murgas como Falta y Resto -donde hizo su debut en el Carnaval mayor-, y como Curtidores de Hongos, en la que cumpliendo las labores de letrista y director escénico, obtuvo el primer puesto en el concurso oficial del año 2004.
A principios del 2005, edita su segundo disco solista “Pobres Poderosos”, logrando un producto muy versátil pero a la vez muy afín a su género: la murga.
De ese disco y de ese género hablamos con Tabaré: el mayor de los Cardozo.
Primero en “Poética Murguera” y ahora con “Pobres Poderosos” te diste el gusto de explorar murga, rock, candombe, tango… ¿cómo te sentiste en cada uno de los géneros?
Lo que pasa es que la música es un lenguaje universal y por suerte es muy rico y muy amplio, y uno tiene que ser muy flexible a la hora de elegir un ritmo musical, no encasillarse. La murga es la base de la cual yo parto. Yo soy un murguista que investiga en la murga canción; sobre esa base me meto con todos los géneros que creo adecuados para la canción. Lo importante es la canción, el mensaje de la canción. Entonces para que la canción tenga coherencia, de acuerdo a lo que esa canción quiere decir, elijo el ritmo o el género musical que me parece más conveniente. Si yo quiero hacer una canción de amor hago un blues y le pongo una letra murguera. Si quiero hacer una canción nostálgica que habla de mi infancia, hago un tango…
Y siempre con elementos bien nuestros, porque hacés un rock medio “a la uruguaya”, digamos…
Claro, ahí va. Todo lo paso por el filtro de la murga. No dejo de ser un murguista que hace otros géneros.
Y en este disco otra vez le cantaste al fútbol.
Sí, dos canciones. Una que no es mía, que es una versión, que es “Uruguayos Campeones”; y “El Juego”, que es una canción que utiliza el paisaje futbolero para poder, a través de metáforas, hablar sobre el éxito y el fracaso, que es una cosa que nos atañe a todos los seres humanos.
¿No te desmotiva el hecho de que vivamos en un país con un fútbol poco competitivo y mal jugado?
No, porque me parece que lo que pasa con nuestro fútbol es un poco parecido a lo que le pasa a nuestra música. No hay falta de talento, hay falta de medios que rodeen ese talento. Si al fútbol uruguayo le va como le va, es básicamente por una cuestión de carencias económicas del país. Hay malas canchas, poco nivel de infraestructura dentro de los clubes, los sueldos que no se pagan; entonces hay poca motivación de los jugadores para quedarse en el medio. Es un país chiquitito y si lo mirás desde el punto de vista estadístico o matemático, es un disparate la cantidad de jugadores que hay desperdigados por el mundo. Hay una gran tradición futbolera, una gran riqueza y lo que pasa es que estamos en un país muy pobre; tenemos que ser conscientes de eso. Lo mismo pasa con la música. A mí no me desmotiva el panorama, al contrario, me estimula más y me parece más hazañoso ganar. Como en el ‘50 que ganamos así, con jugadores que estaban entre lo amateur y lo profesional, con la pelota abajo del brazo y metiendo la pechera; es más lindo ganar así.
Y con la música es igual.
Y sí, estamos llenos de talentosos, y no me estoy incluyendo dentro de ellos…
(Risas).
Tuviste la oportunidad de hacerle un tema a Los Drakulatecas, la murga que tenías de pibe. Contame un poco de esa murga que en el medio de la dictadura y con pibes de diez años, ya tenía contenido político y todo.
Sin duda. Me tocó vivir una época difícil y donde el género murga fue un poco la salvación cultural o la válvula de escape social más importante que teníamos, porque el canto popular estaba prohibido. No es que estuviera prohibido por decreto sino que los cantores populares estaban exiliados y había censura. Entonces la murga cumplió esa función social y cultural, la de burlar la censura. Hubo murgas emblemáticas de la lucha, como la Reina de la Teja, Falta y Resto, Araca la Cana, los Diablos Verdes; nombro esas cuatro pero había más. En todo ese paisaje estaba yo de niño, yendo a los tablados y obviamente con el sueño de ser murguista. Y empecé a cumplirlo ese año, armando murgas y actuando en el barrio. Obviamente hacíamos lo que veíamos, copiábamos el esquema de la murga. Tuvimos la suerte de estar en el acto inaugural del PIT-CNT cuando estaba proscripta, estaba prohibida. Y fuimos uno de los números más importantes; actuábamos en los actos clandestinos, esas movidas. Y ahora lo que hice fue pagar esa deuda que tenía con esa murga, con esos niños, haciendo una canción, recordando a todos esos amigos que fueron mis compañeros de ruta en ese momento.
En el disco tenés muchos invitados: “El Canario” Luna, Sebastián Teysera, Gustavo Montemurro, los hermanos Ibarburu… ¿En algún momento se juntaron todos? ¡Porque hay cada personaje! (Risas) ¿Se juntaron a escuchar el producto después de finalizado?
No, mirá, fue un proceso muy largo de armado del disco y fue compartimentado, no hubo un día donde estuviéramos todos. Creo que va a haber más adelante, no en estas presentaciones que van a ser con la banda estable. En el Espacio Guambia, en los ciclos que vamos a tener en junio, vamos a ir llevando a los invitados de a uno. Estamos hablando de figuras como “el Canario” o “el Seba”, que son muy relevantes y que tienen mucho trabajo también; es difícil juntarlos a todos en un día. Vale la pena decir que para mí fue un orgullo trabajar con ellos dos, particularmente como solistas; y con todos los músicos también, como vos decías: Montemurro, los Ibarburu, Pepe Canedo, Alejandro Balbi, la gente de los vientos… y bueno, me parece que eso engalanó el producto al final. Estaría buenísimo como vos decías tener una presentación con todos. Aparte me parece que sería muy compatible, me imagino que en un asado, con una guitarra de por medio, festejando el disco de oro, pueden estar perfectamente “el Canario” y “el Seba”, tocando una canción juntos.
¿Y la murga que grabó cómo estaba compuesta?
Es un grupo estable que yo tengo de nueve murguistas, y hay de todas las murgas. Hay muchos de La Gran 7, hay muchos de Falta y Resto, hay muchos de Curtidores de Hongos, hay un par de la Catalina, un par de La Mojigata…
Es una selección, digamos.
Claro, es por la individualidad de cada uno, más allá de la murga que sea. Tengo la suerte que para el disco anterior grabaron una cantidad de murguistas. Tengo muchísimos amigos que se prestaron para grabar, de todas las murgas; sería imposible nombrarlos a todos.
¿Qué diferencias tiene este disco con respecto al anterior?
A mí me gustaría más que nada buscar las similitudes antes que las diferencias. La principal similitud es que es un disco con la impronta murguera, donde aparece el coro de murga y la percusión murguera. Es importante nombrar a los tres muchachos que tocaban la percusión: Ignacio Alonso, Papo Guzmán y el Negro Samanta Orique. Además, las letras son coloquiales, hablan de un entorno social inmediato. Además, trato de buscar una profundidad filosófica dentro de las letras, trato de armar mi propia cosmovisión. Las letras tienden a ser síntesis de la realidad y del entorno, son crónicas de la vida cotidiana que nos toca vivir. Esas son las similitudes. De repente hay alguna diferencia, como que este disco es un poquito más rockero pero que conserva los elementos más típicos de nuestro país. Otra variable con respecto al otro disco, fue que había sido una sumatoria de todas las canciones que yo había compuesto a lo largo de mi vida hasta ese punto, hasta esa semirrecta. Este disco tiene las canciones que yo compuse desde la salida del disco anterior hasta este: fueron dos años y medio de composición.
Bueno, con respecto a lo que dijiste antes, ¿te considerás un observador de la sociedad?
Básicamente eso. Eso es lo que soy yo. Más que un buen poeta, me parece que en mis canciones planteo mi punto de vista, mi manera de ver la realidad.
Rodrigo Ribeiro