SieteNotas

Gabriela Gómez, una forma de vida

5/8/2004

Hija espiritual de Jorge Lazaroff y de Eduardo Mateo, mezcla dulces voces montevideanas, con instrumentación y ritmos murgueros. Gabriela Gómez no va detrás de un género, no intenta hacer a la perfección nada, sólo se divierte con los instrumentos, las palabras y las melodías. Por eso hoy nos acerca su primer trabajo solista: Todo tiene que ver contigo. Un CD en el que conviven el tango, la bossa nova y el rock and roll; géneros distintos entre sí, a los que Gabriela supo integrar con hábiles estribillos, buenos músicos invitados y las voces de Fernando Cabrera y Rubén Rada enhebrándolo todo. Una oportunidad para conocer o reencontrar a esta joven y madura artista.

¿Por qué y cuándo fue que decidiste insertarte en el mundo de la música?

En realidad fue desde muy chica, cuando le pedí la guitarra a los reyes. Eso fue a los siete años y aquí estoy treinta años después... Empecé como cualquier persona, estudiando con mi guitarra con una profesora de barrio –Gladys- en Paso Carrasco donde me crié y pasé mi niñez. Después fui experimentando con otros docentes, más concertistas como Ademar Núñez, pero eso era más de conservatorio: habían exámenes, diplomas y esas cosas. Recuerdo que dábamos exámenes en el Ateneo. Eso fue en el ’80. Más tarde, de adolescente, seguí con el tema de la música popular. Eso era algo común en ese momento, era lo que estábamos viviendo, había una movida tremenda en torno al canto popular y habían músicos increíbles que andaban en eso. Uno de esos músicos fue el maestro con el que empecé: el “Choncho” Jorge Lazaroff. Con él aprendí muchísimo, él fue mi maestro y así empecé a componer.

¿Qué heredaste del Choncho?

En realidad muchas cosas, pero creo que la principal enseñanza que me dejó va por el lado de sus incentivos. Él fue quien me incentivó el tema de la composición y la creación. Además él me transmitió mucho eso de animarte a correr riesgos, animarte a hacer cosas, pero sobre todo a no temer hacer cosas. Obviamente en todo este transcurso de la vida creo que esa enseñanza es la que traté de seguir.

Ese arriesgarse se hizo una constante, te impulsó a formarte...

En parte sí fue por eso, porque fue a partir de ahí que salí a recorrer ese y otros estilos. En realidad pasé por varios estilos, algunos en lo que hago para mí, otros en lo que hago para otros. He tenido muchas formas de convivencia y de estilos artísticos, pero creo que esa es una de sus enseñanzas. Aunque como en todo, creo que hay aciertos y desaciertos, pero todas son experiencias que han hecho que hoy me encuentre en una etapa de madurez artística, por eso lo del disco. Por ahí en todos estos años seguí mi camino y ya sabés... ese camino me llevó a la murga, cosa que hasta hoy es muy importante para mí.

En ese camino hubo tiempo para recorrer en banda... Tenías una banda, ¿verdad?

Sí, es cierto, eso fue cuando empecé a estudiar. Recuerdo que en el ‘82 yo cantaba como solista... Allá iba yo con mi guitarra por todos lados. Empecé muy joven a experimentar esa historia con el público porque bueno, si bien uno canta todo el tiempo, el desafío es transmitir lo que uno quiere, lo que a uno le gusta a esas personas –pocas o muchas- que tenés en frente, ¿no? Me acuerdo que la primera vez que canté en público fue en la Asociación Cristiana de Jóvenes, en un festival que se llamaba Uno canta para que estés. Eran los ’80, era el momento en el que empezaba a salir Falta y Resto. Yo tengo esa vivencia de la murga. Si bien cuando era chica en Paso Carrasco había tablados y había murgas, no fueron esas murgas, sino ésta –la Falta- la que me marcó. Me marcó porque La Falta me gustaba artísticamente y además porque tenía muchos amigos que salían en ella. Amigos que fui ganando por mi carrera solista, pero también porque estaba metida en un ámbito de estudiantes en el TUMP, incluso fui fundadora del TUMP. Fue en esa relación así, de amigos, que surgió en el ’87 y con la vuelta de La Soberana, una propuesta de murga mixta. Ahí había muchos amigos de Carnaval que me propusieron integrarme en la murga. Me presenté y acá estoy.

¿La invitación era a la cantante o a la compositora?

Era sólo para cantar. Ese año salí en La Soberana, pero después seguí en el ’88 y ’89 con la BCJ. Después estuve un tiempo sin salir en Carnaval, porque me dediqué a la tarea solista con una banda. Quería hacer algo más continuado con la banda y me aparté del Carnaval porque el Carnaval exige mucho. Realmente exige, a nivel de garganta y a nivel de cuerpo... Entonces dejé la murga y seguí con mi banda. Una banda en la que estaban los hermanos Ibarburu: Nico, Martín y Andrés, pero además estaba el teclado de Andrés Arnicho y supo estar también su hermano Nicolás. Con ellos toqué desde el ’90 al ’95. Salimos por varios boliches con una propuesta más funky, con interpretaciones de artistas argentinos y algunos temas míos también. Más tarde, en el ’92, volví al Carnaval con La Naranja Mecánica [Humoristas]. En el ‘93 fui a Sarabanda [Comparsa] y en el ‘94, ‘95 y ‘97 salí en Curtidores de Hongos. Recién en el ‘94 surge la posibilidad de hacer una suplencia en la dirección escénica. En realidad fue Benjamín Medina el director de la murga el que me propuso suplantarlo y fue una cosa de verdad increíble, interesantísima. Para mí todo un desafío, porque si bien hubo varias mujeres en ese puesto, hacía tiempo que eso no pasaba, entonces no había alguna referencia directa. Al final me tocó dirigir unos cuantos tablados.

¿Cómo te acomodaste ahí? ¿A quién tomaste como referencia?

En realidad creo que me estoy dando cuenta en estos días, a partir de las cosas que me pasan, después de todo esto de sacar mi disco, de los verdaderos aprendizajes. Es ahí, cuando tenés el desafío en la puerta, que te das cuenta de muchas cosas. Ahí es donde ves los riesgos. Eso que te decía hoy, eso que me enseñó el “Choncho” de que realmente hay que animarse... Obviamente que en eso de arriesgarse nunca nadie hace algo que no pueda hacer... Puede irle mal o bien, pero creo que nadie es bobo como para tomar una decisión y hacer algo que no cree ser capaz de hacer... Si sabés que no podés, no lo hacés. Uno, o más bien todos, conocemos nuestros límites. En ese momento yo acepté el desafío y lo tomé como algo espontáneo. Claro que me ayudó muchísimo saber que contaba con el aval del director: si el director te propone es porque confía en vos, entonces vos confiás en lo que te está diciendo. Aparte Benjamín es un gran director y tiene muchos años en Carnaval y no me va a decir algo porque sí. Por ahí todo eso junto así y sin pensarlo —porque al momento no lo pensás— fue lo que me hizo pararme adelante y decir sí automáticamente. Fue un impulso tal vez, pero a mí me encantó. Sentí la seguridad de que lo podía hacer. Obviamente era un trabajo ya elaborado, en el que yo simplemente dirigía lo ya hecho por otro. El ser director te da otras cosas. El director tiene otros tiempos, tiene otras pausas, es otra la dinámica y cada director eso te lo marca... Igual pienso que me fue bien, además ellos quedaron chochos. Se trabajó muy bien y a mí me encantó responderle de esa manera a Benja. Después de eso seguí saliendo y cubriendo su puesto si pasaba algún inconveniente.

También paseaste por otras categorías hasta encontrar La Bolilla Que Faltaba... Sí, por ejemplo en el ’98 salí en Yambo Kenya y después hice un espectáculo con canciones mías e invité a veinte mujeres a cantar. Hacíamos versiones de canciones, algunas murgueras y otras que no lo eran. Pero me gustó mucho ese concepto y empecé a pensar en una murga de mujeres. Me gustaba la idea a nivel vocal, no había otra intención, simplemente fue la búsqueda del sonido lo que me llevó a pensar en eso. No fue nada feminista, ni nada por ese lado, por lo menos de planteo argumental. El argumento era simplemente el sonido y la musicalidad. Entonces sacamos La Bolilla Que Faltaba. Ahí dirigí y salí por primera vez arreglando una murga. Eso fue en el ’99 y bueno... encontré lugares que tuve que acomodar y lugares que mantuve. Al año siguiente entré en Araca La Cana. Estuve tres años seguidos: 2000, 2001 y 2002. Inclusive La Bolilla salió en el 2001, 2002, pero yo hacía sólo los arreglos. Estaba en los dos lados y hacía varias cosas. Fue un laburo muy grande, pero bueno.

Y para el 2005 me contaron que andás pensando algo con Araca, ¿puede ser?

Sí algo... En realidad estoy trabajando algo en la parte musical. En Araca es Catusa es el que escribe, ese es su rol. Yo estoy trabajando más en la parte de composición que es como se le llama a la música, la autoría es la letra. Pero siempre he hecho cosas para Araca, por ejemplo en el 2000 hice “la bajada”. En realidad con Catusa hemos trabajado en varias canciones, en el último disco de Araca por ejemplo hay temas que tienes letra de Catusa y música mía.

Temas con los que participaste en los premios Víctor Soliño... Sí eso fue en el 2001. En el 2003 escribí la retirada de La Bohemia -música y letra, todas inéditas-, también hice algunos arreglos, pero no salí al final. Este año dirigí Real Envido y aunque no hice letras sí compuse algunos temas, sobre todo para la bajada. Parece que ando bien en eso de la bajada... Yo qué sé, hay un estilo ahí... Un estilo que a mí me gusta hacer y que mantengo. Las bajadas son como un ciclo, en donde todo cambia en un segundo y los estados de ánimo también... A mí me gusta eso, me gusta buscar y lograr darle un colorcito ahí. Es una línea y creo que siempre la mantengo. Pero bueno... para el próximo año es muy probable que sí, que se utilicen algunas músicas mías en Araca.

Después de recorrer toda esa galería volvés al equipo de los solistas, ¿por qué?   Vuelvo porque creo que, como te decía hoy, en todo este tiempo uno va ganando experiencia, pero también vas agarrando seguridad y teniendo más confianza en lo que hacés. Cosa que es muy difícil en este país que siempre te tira todo para atrás, ¿no? Pero yo creo que hoy he llegado a cierta madurez artística que es la que me permite plantarme y mostrar a los demás que esto es lo que yo hago, que esto es lo que me gusta y que esto es lo que quiero compartir. Walter Venencio –otro de los maestros que tuve en la vida- me dijo una vez: “vos cuando salgas a un escenario tenés que demostrarle a la gente que estas dándoles todo, pero también que tenés mucho más para dar”. Eso es lo que me parece que te da la experiencia y la madurez. Toda esa sencillez de aprender, porque cuando uno hace cosas todo el tiempo tiene que saber que está aprendiendo, pero también que está aportando. Uno no puede perder su lugar, eso de compartir sus maneras, pero también debe escuchar las otras. Por eso lo del disco... Todo tiene que ver contigo.

¿Con qué tiene que ver?

Con todo, porque creo que todos somos referentes de todos. Digo, creo que nos involucramos en las buenas y en las malas. Generamos respuestas y reacciones. Entonces todo tiene que ver con lo que pasa y ese “contigo”, con cualquiera. Es con todos y con nadie.

Con el que escucha. Sí y también con el que te cruzaste un segundo o con el que estuvo toda la vida. Yo creo que uno marca sin darse cuenta y nos marcan sin darnos cuenta. Me parece que es por eso lo del título, pero también es el estribillo de una canción que se llama “Vaivén”: un tema que está en el disco -en el que me acompaña Fernando Cabrera- que en su estribillo dice: “todo tiene que ver contigo / bronca deseo, temor / ansiedad, locura y amor”. Tal vez en esa canción la idea es más particular, pero en general el disco va por ese otro lado. Son esas cosas de inspiración... A veces cuando uno dice algo, no quiere decir que haya sido así, tal como lo expresaste. Por eso es Todo Tiene Que Ver Contigo Incluso en el arte del disco, hay una dedicatoria muy especial sobre la cual todos me han preguntado. Ahí yo le dedico el disco al “Choncho”, a Walter Venancio a Mariana Ingold, a Violeta Parra, a Poly que es el guitarrista –que también es una gran persona y un gran arregladora musical y que entregó mucho a este trabajo— y después dice: “y a vos”. Entonces cuando lo leían me preguntaban: “Ah... ¿quién es “vos”?” Pero en realidad no hay un otro. Es para el que lo está leyendo. Cuando vos lees eso es para vos. Porque me parece que es así. A veces no conocés a las personas y sin embargo de alguna manera te están enseñando, te están aportando cosas...

¿Cómo es tu relación con el público? Cuando estás con la banda, cuando subís con la murga: ¿qué cambia y qué se mantiene?

La relación es diferente y al mismo tiempo es lo mismo. Hay muchos lugares comunes, pero como pasa en Carnaval hay diferentes tablados, diferentes formas de transmitir y diferentes disposiciones para escuchar. Entonces uno tiene que adaptarse al momento y tiene que entender lo qué se está necesitando el otro. Es lo que hablábamos hoy, es casi todo igual. A veces hay que aportar y dar lugar a que vos recibas. Es lo mismo en lo pequeño que en lo grande... Uno quiere que le permitan y uno tiene que permitir y dependiendo del público uno va armando la cosa. Por ejemplo el otro día cantando en la plaza fue una relación diferente porque había gente que estaba distraída y porque además había muchas más cosas que podían distraer. Ese es un oficio que se gana en Carnaval. No es lo mismo cantar en un teatro en el que vos sabés que la gente está mirándote todo el tiempo... por eso te digo, hay pros y contras. En el teatro no hay nada que distraiga a la gente, entonces vos tenés otra responsabilidad. En los lugares donde la gente sí se puede distraer, tenés que atraer y al que no tiene otra distracción tenés que mantenerlo. No es fácil, hay que tener cintura como los futbolistas. Creo que ahí es donde todas las disciplinas terminan juntas.

Hablemos del CD, son trece temas ¿cómo?

Sí, trece temas pero... buena onda, buena onda el trece. Son temas diferentes y similares a la vez. Son todos temas míos, salvo uno que es de Luis Alberto Spinetta: “Quedándote o Yéndote”.

Ese arriesgar y probar que hablabas hoy, fue el que te hizo incluir en este disco un recorrido por varios ritmos: hay algo de tango, hay murga, hay rock and roll, hay...

Sí, hay de todo. Inclusive el espectáculo de Guambia va a ser así de variado también, porque voy a tocar temas del disco y temas nuevos... Pero sí hay muchos ritmos y muchos arreglos. Hay tango, blues, hay algo de Brasil a la uruguaya. Hay cosas que son bossa o samba, hay fusión de temas, hay un tango murga... Hay rock and roll y candombe... candombe beat como se decía antes. Incluso tengo unos temas nuevos con algunas versiones más pop, un poco de folk y hasta una chacarera.

Hay varios músicos invitados.

Son muchos invitados especiales. Ahí me di algunos gustos invitando a muchos músicos que son muy buenos en lo suyo y que pusieron lo mejor, toda la onda, para este trabajo. Gente que es invalorable como persona y como artista. Hablo de Rubén Rada, Fernando Cabrera, Popo Romano, Julio Pérez. Todos trabajaron, algunos en un tema, otros en varios. También convoqué a una murga para cantar dos temas, en realidad armé una murga especial con gente de Colombina, de Contrafarsa, de Curtidores... es una linda mezcolanza. Después en la parte musical hay gente muy valiosa que puso de lo suyo también, hablo de Hugo Fattoruso, Nicolás Mora, Nicolás Ibarburu, Gustavo Montemurro. Participó muchísima gente y seguro me estoy olvidando de alguno pero espero que me perdonen. Todos aportaron lo suyo y estuvo bárbaro.

También una murga te acompaña en los temas...

Sí, hay un coro de murga que me acompaña en dos temas. Los dos son bajadas de La Bolilla Que Faltaba. Uno que es un tema del 2001, ahí la voz principal la hace Julio Pérez porque en realidad el tema yo se lo dediqué a él aunque después lo adapté. En este disco ese tema arranca como un tango y termina siendo una murga. La parte de tango, es la que yo hice originalmente dedicada a él y en la parte de murga cambié de personaje, cambié de destinatario. El otro tema es la bajada del 2002. En los dos casos el coro está integrado por Luis Ortiz, Gabriel López, Marcos Suárez, Edén Iturrios –segundo y bajo respectivamente—. Después está Claudio Rojo que es el solista de otro de los temas [“Como Quisiera”]. También está Pinocho Routín y el “Astro” Gamarra, porque los seudónimos en Carnaval son muy frecuentes, cada uno tiene su historia y si no lo tenés te lo ponen (Risas).

Hablemos de las letras, ¿a qué cosas sentís que le tenés que escribir?

Mirá una vez un buen un amigo me dijo que este disco habría que definirlo como algo carnal. Y yo creo que tenía algo de razón. Para mí este CD habla de vivencias, algunas directas, otras no. A veces hay un destinatario que te inspira algunos temas y a veces no. Hay temas que empiezan por ser personales, pero después me vienen imágenes de personas, de amigos, de situaciones y bueno, cambio. Hay temas que los armo a partir de vivencias de muchas personas. En general los temas van por el lado del amor, el amor de pareja, el amor de amigos, la relación hombre mujer -esas complicaciones que tiene la convivencia- y el entender al otro y el que te entiendan. Todo eso que cuesta cada vez más. Hay un tema de Mariana Ingold que explica mejor esto. “Que Difícil La Comunicación” se llamaba. El tema dice algo así como que a veces hablamos lo mismo y no nos damos cuenta. Son esas cosas, amores y situaciones que uno no quiere perder. Y claro, también “la murga”. La murga  tienen mucho que ver con los temas, porque yo vivo la murga como una relación. Una relación de dos. Una relación entre el público y el que canta, ¿no?

La última: elegí dos temas del disco.

Es difícil eso, ¿sólo dos? Creo que una sin duda sería “Una Canción A Tiempo”: es esa canción de la que te hablaba hoy, es la que me trae a la cabeza muchas imágenes, muchas imágenes... Una de las imágenes fue Eduardo Mateo por ejemplo... Esa canción me gusta mucho y otro podría ser “El Adiós”, que es un tango murga... Si me decís sólo dos me quedo ahí, pero me cuesta...

Podés elegir alguno más...

¡Ah sí! ¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad! (Risas). Entonces elijo... “Como Quisiera”. ¿Por qué? Porque es uno de esos temas que como decíamos hoy: es para vos.

Leticia Fraga

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