SieteNotas

Gastón Rodríguez, Un artista en el paso a nivel

31/3/2007

Tiene una voz dulce y apagada, que cuando sube de tono se vuelve levemente asordinada y parece que libra una ardua batalla contra el aire. Ese rasgo convierte a Gastón Rodríguez en una figura reconocible, tanto como el hecho de haber sido coautor de Aguafuertes montevideanas, una obra cumbre de la música popular uruguaya.

Dado que su último disco (Surnacimientos) se publicó hace ya bastante tiempo, aparecía como lógico que el año 2006 sería el momento para un álbum de nuevas canciones. Sin embargo, la necesidad de revisar su propia trayectoria y de hacer una especie de balance provisional, orientó la mirada hacia el horizonte de una antología.

UNA CRISIS IMPRESCINDIBLE

Desde Surnacimientos hasta hoy han pasado cuatro años. ¿No tenías suficiente material como para producir un nuevo disco o razones de otro orden te condujeron a realizar esta Antología?

Existe una especie de “estado intermedio” donde se van encontrando y macerando los proyectos de las canciones y temas que voy haciendo. Allí, con sólo la firme determinación y bastante trabajo, se podría terminar el material para dar forma a un par de discos (unas treinta canciones aproximadamente). Pero en este caso no iba por ahí.

Estuve viviendo al principio una sensación que luego se confirmó, que había un ciclo que se cerraba, con la correspondiente apertura de otro, y esto sin duda me llevaba “de las narices” a pasar una línea y volver a los orígenes. Repasar qué había estado haciendo, para quién y para qué; toda una crisis imprescindible que me condujera a “dar a luz” con aparente rapidez, la antología que se terminó llamando Los naipes de Espartaco.

Aparente digo, porque este proceso creativo había sido silencioso, largo e interno. La narración que da nombre al disco tiene que ver con la última conversación que mantuve con mi padre siendo aún un niño y por supuesto el espíritu rebelde y diseñador de sueños libertarios, de una figura como Espartaco, último libro que por aquél entonces leía mi viejo. Estos “personajes” fueron una verdadera obsesión durante mi adolescencia, y tan lejos había que ir para poder decirme “este disco representa lo que soy”. Y aquí estamos ese disco y yo.

Hace poco Fernando Cabrera confesó que cada día que pasa le cuesta más componer canciones. ¿Es tu caso también?

Está claro y me parece inevitable que cada vez seas más exigente, más “maduro” -por no decir más viejo- y que especialmente no te quieras repetir, o quieras buscar en otros lugares. Esto, y la mirada más aguda y no tan dulce, como quien le va tomando gusto al mate, te vuelve más cauto y menos inocente o espontáneo. “Ya no me gusta todo lo que toco”, soy mucho más selectivo… sí. Pero el desafío me parece que es el que pregonan por el antiguo y lejano oriente, “volver a la inocencia” después de tanto buscar, o volver a pintar con la actitud de un niño al decir de Pablo Picasso. Está bravo, pero de este entuerto sólo se sale de acuerdo a cómo sea nuestra relación con esa cosa tan misteriosa que es el tiempo.

¿Ayuí influye en tus decisiones, sugiere cosas, o vos hacés lo que te parece más correcto a la hora de editar un CD?

Desde Gaviotas de fuego -que fue mi primer disco aunque editado como una casete- hasta hoy, no recuerdo haber corrido ni cambiado una semifusa de mis canciones, ni tampoco que me sugirieran o variaran el orden de los temas dentro de cada álbum.

Recuerdo inclusive que la revista Posdata editó una colección que se llamó “30 años de música nacional” y la elección de los temas en esa oportunidad también fue mía. Lo mismo ocurrió en el último video de la canción “Sobre la misma plaza”, en coproducción Ayuí - TV Ciudad. Creo que en ese sentido, el respeto a la libertad del que crea ha sido total, más allá que hay sugerencias lógicas. En general se trata de opiniones o consultas que yo mismo reclamo.

Ningún diseño de carátula del sello para el que grabás se ha realizado con el detalle y el buen gusto del tuyo. ¿La idea te pertenece?

Bueno, me alegra muchísimo que el arte de tapa de este disco fuera tan bien recibido, porque siento una profunda admiración y amistad desde los tiempos del liceo con el responsable de tal diseño, Diego López Brandón. Es un artista con mayúsculas, que además tiene una personalidad entrañable.

Si es mejor o peor que otros es algo que de verdad casi siempre me cuesta bastante evaluar. Sí es cierto, que el sello edita una línea determinada de carátulas y que la idea que fuimos conversando en varios encuentros con Diego se salía de esa norma. Creo que se respetó la estética tradicional del sello (por ejemplo se utilizaron las fuentes más parecidas a las primeras ediciones de Ayuí, tipo “máquina de escribir”), pero el costo de la edición que teníamos en mente sencillamente superaba a la de una publicación usual. La propuesta de mi parte fue muy clara: coproducir esta parte de la edición, como una justa solución al pretender hacer una carátula “especial” por tratarse de una antología. La respuesta del sello, como era de esperar, fue de total apoyo.

¿Por qué ni en las canciones yapa de Surnacimientos ni en esta Antología, aparece una preciosura de tema como “Calesita”, aquella que decía “todos los caballos iban hacia el mismo lugar”? ¿No te parece que es una de las mejores cosas que compusiste?

“Calesita” es una canción que adoro y que hasta último momento estuvo por quedar en la selección de uno u otro disco. Lo que ha pasado sea probablemente sencillo e injusto. Había varias canciones de Gaviotas de fuego que no quería que durmieran a la intemperie de ninguna forma, y otras que hasta hoy, me dolieron tanto como “Calesita” dejar afuera, pero había límites muy precisos. Hace un par de días un amigo me preguntó: “¿y `Danza sin tiempo´… ¿por qué no está?”... Y eso me pasa a mí con respecto a la selección que otros hacen de su trabajo. Lo que me emociona te aseguro, es que recuerdes esa frase de la canción tanto tiempo después, pocas veces me siento tan identificado con lo que escribo y aunque sea contradictorio con lo anterior, de todas las canciones que hice, esa es una de las que siento más mía.

¿El artista se da cuenta cuando hace una genialidad o necesita el retorno de la gente para apercibirse?

Ahí dejo los adjetivos de tu parte, porque digo muy sinceramente que lo que hago nunca, pero nunca llegó a la categoría de lo que percibo como genial. Lo que sí me pasa es que a veces siento determinado éxtasis con una determinada canción y noto que “los otros”, por lo menos en ese primer momento, no me trasmiten nada parecido a lo que espero como respuesta. Ahí te decís: “era cierto que estaba loco”, o la más defensiva: “ya van a quererla, hay que esperar”. Después pasado un tiempo me ha pasado muchísimo al revés, alguien me envía un mail o un comentario en persona, cuando ya estás en “otra sintonía” con respecto al nacimiento de aquel tema, incluso varios años después. Te podría contar historias increíbles al respecto.

Y de nuevo es el tiempo que aquí no coincide entre el emisor y el receptor, y lo más importante es asumir que las obras tienen una vida propia e independiente de quien las diseñó, como decía el maestro Felisberto Hernández: “…que sea la planta que está destinada a ser, y ayudarla a que lo sea”. Y agregaría humildemente… ayudarla “a muerte”, cuando ese “ser” está naciendo y te vas a dormir pensando… “valdrá la pena”… Eros y Thanatos virtualmente se toman a “golpes de puño” y de esa disputa, sobrevivirá o no.

Mientras con Walter Bordoni hacían Aguafuertes Montevideanas, ¿se dieron cuenta que tenían entre manos uno de los mejores discos realizados en Uruguay de varios años a la fecha?

Nuevamente me abstengo de comparar esta obra con la de otros, pero sí te aseguro por lo menos de mi parte -y creo que de parte de Walter también- que nosotros creábamos sin “darnos cuenta” qué pasaría, llevados por un intenso trabajo y una pasión demoledora.

Pasó de todo en esos momentos, a tal punto que en ocasión de la presentación del ciclo “aguafuertes” que haríamos en La Candela (cuando no asomaba ni siquiera el sueño de un disco), fuimos asaltados y golpeados por la calle muy duramente al volver de un ensayo, en pleno centro. Nadie salió aunque eran las diez de la noche. Se llevaron el sintetizador de Walter con todas las pistas que usábamos como base en algunos temas del espectáculo y además “voló” también mi nueva guitarra, con apenas dos meses de relación entre ella y nuestras canciones. Creo que este hecho siempre nos quedó como una especie de mensaje que podría ser: “ustedes sigan así, pero la van a tener difícil”. Estoy seguro que lo que más molesta a algún tipo de poder controlador, es la sensibilidad. Ahora y en la Edad Media.

Nosotros somos bastante tercos y seguimos creando. Hoy sabemos que este disco se reeditó y toma cuerpo en nuevas generaciones. Esto da pie para comentarte que el próximo sábado 27 de octubre de este año, vamos a reunirnos con Walter en la Sala Zitarrosa, recreando veremos de qué forma, ese lugar en el que frecuentemente nos encontramos y seguimos llamando a las musas de las aguafuertes. Será sin duda todo un aniversario y así lo viviremos, con la alegría de estar proponiendo otros discos, otras canciones, otras formas de comunicar.

¿Eran conscientes de que ese disco que estaban haciendo, describía una época, una manera de ver el mundo, de estar en él? ¿Eran conscientes que estaban recordándolo para dar cuenta de su inexorable final?

Creo que sí éramos conscientes de toda aquella atmósfera del fin del siglo y de los sucesos que habían marcado a varias generaciones anteriormente. Ellos daban vuelta por nuestras vidas y estábamos virtualmente en un viaje alucinante entre el Apolo XI y Los tres chiflados, entre Chaplin, la última entrevista a Onetti y la sencilla plaza El Viejo Pancho, que ha visto pasar desde un barrio como tantos, toda nuestra historia. Oscar Pessano fue muy importante en este ir y venir del pasado al presente, del presente al futuro, para darle forma técnica a tantas ideas y personajes a primera vista inconexos. Lo mismo tengo que decir de “El Maca”, que fue quien diseñó el arte de tapa.

Lo que nunca imaginamos era todo lo que se vino después. El disco ha pasado a ser una parte muy entrañable de la vida de cada vez más seres, incluidos muchos niños que se han colgado en más de una ocasión. Habría que consultar a Walter para ser justos y tener una versión más completa del tema, pero para mí, Aguafuertes Montevideanas fue como un ser que ha ido creciendo con una fuerza y energía propias, y que todos los días por uno u otro medio, por un motivo o por otro, nos vuelve a sorprender nuevamente.

SIN DRAMATISMOS

¿Podés vivir de la música o tenés que realizar otras labores para sobrevivir?

Yo me dedico a la docencia de la música, de la armonía puntualmente y del estudio del instrumento. Soy guitarrista de alma y se puede decir que vivo de esto. La composición es mi primer trabajo, tanto para mis discos, como para el teatro, o para difundir un proyecto o hacer pública una idea. Es el trabajo que más valoro y la remuneración que tiene mejor bienvenida, porque te “ganás el pan” por ser vos mismo, y eso tiene un sabor extraordinario. Claro que ese trabajo es zafral y tiene muchas idas y vueltas, y muchos dolores de cabeza a la hora de una estabilidad económica que a la vez, involucra a tu familia. Es un terreno para la apuesta, para jugarte y quedar pagando o lograr proyectos auto-sustentables que es lo más difícil. En este período, este terreno resbaladizo es el que transito todos los días.

Jorge Drexler dijo en una entrevista que los artistas en Uruguay, no graban más discos porque no ponen la entereza suficiente para lograr los objetivos. ¿Vos que opinás?

Para opinar lo que dijo Jorge me gustaría saber exactamente cuáles fueron sus palabras y en qué contexto, pero suponiendo que tratamos el tema de la cantidad y de cuánto pone cada uno en su trabajo, creo que es imposible e injusto generalizar. Es cierto que existe mucha justificación para no hacer una propuesta, “mucha queja o pretexto” cuando en realidad uno puede concentrarse en lo que tiene a mano y listo. ¿Querés componer?... componé y chau. Después están los “cuatrocientos metros con obstáculos” y ahí todos somos muy diferentes. A veces ponés lo mejor y no es el momento para tu propuesta y en otras vale la pena esperar… En lo que me es particular, sigo creyendo en el temple que en general tienen las compañeras y compañeros en este ámbito, porque hasta he llegado a ver gente que virtualmente se “inventó” como artista dentro de un medio que estaba destinado a anularlo.

¿Cómo ves a la nueva generación de músicos populares uruguayos? ¿Te parece de interés lo que vienen realizando?

No puedo evitar tomar como referencia a mi generación y a las anteriores por supuesto. Creo que los más jóvenes tienen una formación muy sólida desde el punto de vista musical, un lógico acercamiento a la tecnología y un mayor acento en vivir el placer en ese momento y en todo lo que puede haber de lúdico en la música también. Nosotros, y quizás más aún los que llegaron antes, estábamos muy atraídos por cierta vocación más “trascendente”, aunque creo que se trata de encontrar el goce en diferentes etapas o emociones del hecho artístico. Quizás se ha ido desdibujando o variando la importancia y el rigor, en lo estrictamente literario, en la palabra. Sin embargo en los más jóvenes hay una lección muy importante para aprender que tiene que ver con vivir más el hoy y tomar el tema con menos “dramatismo”. Esto es algo que he escuchado actualmente en algunos ambientes, casi como un lema.

Pero siempre siguen y seguirán haciéndose canciones “que te dan vuelta”. Por principios me gusta buscar, tomar para mí lo mejor de lo que escucho de cada generación, de cada estilo, de cada artista. Porque como dijo alguien alguna vez, a mi entender muy acertadamente, más allá de las edades y el tiempo “todos somos ignorantes, pero de diferentes cosas”.

Leonardo Scampini

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