La fiesta cuántica
¿Qué pueden tener en común la Fiesta de la X con la física cuántica? ¿Cómo que nada? Pues veamos. En una definición muy simplista, el mundo cuántico describe objetos que se encuentran simultáneamente en varios lugares a la vez y las secuencias transcurren a una velocidad que el observador no llega a percibir. Algo así como lo que Borges llamó: “El jardín de los senderos que se bifurcan”. Ahora imaginemos que es sábado 17 de noviembre y estamos en algún punto del parque Roosvelt, pasadas las 5 de la tarde. Probablemente, a nuestras espaldas, en el escenario principal, Jaime Roos esté cerrando su caravana de hits con Colombina, las voces de Demimurga se entremezclen con los bronces de una orquesta típica de jazz que toca solitaria y unos metros más adelante se vea la silueta del cuarteto Rica Cosa desgranando algún tanguito desde las alturas de un trailer. Si revisamos nuestra grilla, la cosa se pone más interesante. En el escenario Tendencias, ubicado sobre la playa, ya no hacemos a tiempo para ver a Antonio Birabent, aunque en pocos minutos más comienzan Los Terapeutas. Para llegar hasta allí, hay que atravesar casi todo el predio, literalmente del bosque a la playa. Eso claro, si no sucumbimos a la tentación de un plato de ravioles con boloñesa, un masticable en el colectivo de La Ronda, unos arrolladitos primavera o una pizza con cerveza.
Llegamos al puente de madera por el que se accede a la costa y en el camino dejamos atrás algún documental en pantalla gigante, niños -y no tanto- jugando al futbolito, una larga fila para subir al samba rock, un grupo de capoeira y una pormenorizada explicación de la vida y obra de Bob Marley en la carpa Nación Rastafari. Los Terapeutas completan su show, regado por un fugaz aguacero, con Urbano Moraes al bajo y éxitos como Cococho y Candombe del no sé quién soy. Vuelta a empezar. Si apuramos el paso, podemos llegar a ver los últimos acordes de la Orquesta típica Fernández Fierro. Pero esta vez gana el masticable y la cerveza. Reconfortados, rumbo al escenario principal donde toca Skay, nos topamos con el tango guitarrero de Los Cigarros y un lujo de formación integrada por Nicolás Ibarburu, Ney Perazza y Álvaro Fontes. Ya es de noche. Sale Skay disparando su rock de dientes apretados que incluye clásicos como “el pibe de los astilleros” y “ji, ji, ji” y enciende la antorcha ricotera. Mientras tanto, en la playa, era tiempo de encender otras antorchas y presenciar uno de los mejores momentos del festival. Dani Umpi con su trouppe -que incluyó a Las Rosanos, Los Palanganos, Bebe, Pichón y gran elenco- pusieron la cuota de delirio y frescura a la noche. A esa altura la atención y las piernas flaqueaban y la hora invitaba a visitar una de las barras dispuestas en la arena para la fiesta electrónica prevista para el cierre.
A lo lejos suenan Los Buitres y nos hacemos un lugarcito en un médano para participar de la ceremonia de chamanismo sonoro de Los Buenos Muchachos. Por un momento, creemos en un universo paralelo donde todo es como lo percibimos, donde la tormenta y los rayos que caen sobre el río no existen, donde el cielo es estrellado, donde no hay diluvio que temer, donde el tiempo se detiene dentro del tiempo y la fiesta de la x dura hasta el amanecer.
Daniel Hofer