Darnauchans, el amigo, el músico y el motivador. Los inicios, el disco, Macunaíma, el rock y el que no lo es tanto, la creación y la no creación, el vino y los ravioles... Tabaré Rivero, Walter Bordoni y Alejandro Ferradás recordaron, narraron y reflexionaron junto a nosotros las peripecias de ser un Kafkarudo y no morir en el intento.
El Génesis
¿Cómo surge esta reunión?, ¿fue idea de Tabaré?
Tabaré: Sí, tenía hace mucho tiempo ganas de tocar con la gente que tocaba música distinta a La Tabaré y que también me gusta mucho. Tengo una influencia enorme del Darno (Darnauchans) y de Dino, una amistad enorme con Ferradás, que a su vez me acercó a Bordoni, o sea, se fue dando y casi sin pensarlo nos fuimos encontrando todos. En un momento estábamos ensayando en la casa de Ferradás y el grupo ya estaba armado. Te estoy hablando… ¿de qué año?
Bordoni: Arrancamos a reunirnos en el 2004.
Es curioso que vienen todos de lados, no digo opuestos, pero sí distintos. ¿Cómo fueron los primeros ensayos?
Tabaré: Si bien venimos de lados distintos, todos habíamos escuchado en algún momento la misma música. La canción del cantautor, la canción urbana uruguaya; cantautores desde Leonard Cohen, Bob Dylan y otros. Veníamos prácticamente de las mismas raíces.
Si bien no tienen todos las mismas edades… ¿Son un eslabón perdido?
Tabaré: Sí, creo que sí. Está bueno que eso lo digan los demás; capaz que somos un eslabón encontrado ahora (risas).
¿Pero buscan ser un eslabón encontrado?
Tabaré: Yo ya no busco más nada (risas).
Es sólo rocanrol.
En ustedes hay un desencanto por el rocanrol, ¿en qué nivel se da?, ¿el espíritu, la estética... qué es lo que menos les fascina del actual rocanrol?
Bordoni: Brava esa pregunta.
Tabaré: Esa pregunta nunca la hicimos entre nosotros. No sé si somos todos los que estamos desilusionados con el rock.
Bordoni:
Un poco de eso habla el corte de difusión “Metamorfosis del Kafkarudo”: “No pudimos ser Elvis ni Dylan”. Habla de lo que no son, ¿ustedes saben lo que son?
Bordoni: Y creo que somos nosotros y eso no es poca cosa.
Tabaré: No es poca cosa ser honesto con la música. Me refiero a hacer lo que uno tiene ganas, juntarse con amigos a ensayar y hacer canciones, no pensar en el marketing.
Vino y ravioles
¿Cómo fue el proceso de composición viniendo todos de géneros distintos?
Ferradás: Hay cosas que se estaban dando ya de hecho. Yo ya he compuesto canciones con Walter, tarde o temprano iba a hacer algo con Tabaré; son cosas que no surgieron de la nada. Lo que hicimos fue hacer un procedimiento sencillo intercambiando ideas de forma natural. Eso fue una cosa muy importante en el proyecto; haber compuesto temas entre los cuatro y en combinaciones entre nosotros es lo que lo hace más rico.
Uno se imagina que en el componer entre tantos tiene que haber un proceso de negociación, a menos que haya un capitán que guíe.
Tabaré: Nos pusimos de acuerdo de entrada en que fuera todo muy equitativo y nadie discutió nunca más al respecto. Todos tiramos para ese lado: “vamos a hacer un disco de tal manera en el que todos hagamos lo mismo por igual”. Está bárbaro.
Compusieron en lo de Dino, en Dolores, cuéntenme de ese fin de semana.
Tabaré: Agarramos las guitarras, nos subimos a un ómnibus hacia Dolores y fuimos recibidos divinamente por su mujer, que hizo dos tipos de ravioles: con salsa y a la carusso. Y bueno, entre vino (que Dino toma vino como un animal) y ravioles, pelamos las guitarras y empezamos a revisar y organizar temas, letras, música. “Nosotros acá tenemos esta música, ¿entrará esta letra?”, tomabas un vino y la letra entraba. Más que nada estuvo divertido. Nos quedamos hasta las 5 de la mañana...
Ferradás: Perdimos el ómnibus.
Tabaré: Teníamos el ómnibus a las 12 y volvimos a la casa y seguimos hasta tardísimo, como un Retiro Espiritual Kafkarudo que necesitábamos. Fue después de la muerte de Darno y quizás fue eso lo que nos impulsó a hacer una cosa que se venía postergando hace mucho tiempo.
Fue lo que los impulsó a meter más ganas.
Tabaré: Cuando vimos que no estaba más el Darno dijimos: “somos unos pelotudos, esto tendríamos que haberlo hecho en el 2004”. Él era el que más luchaba porque nos juntáramos, nosotros teníamos todo el entusiasmo pero postergábamos todo el tiempo.
¿Quién era el más vago?
Se ríen y miran de refilón a un Tabaré avergonzado.
Bordoni: No es por darle palo a nadie... pero también había dificultades concretas: el estado de salud de Darno, que en esos tres años tuvo varias internaciones, complicaba las cosas y el Dino vive en Dolores.
Tabaré: Lo llamábamos al Dino, le cantábamos canciones y hablábamos del disco por teléfono.
Ferradás: Fue una suerte haber hecho el proyecto de esta manera. Creo que, obviamente, si hubiese estado el Darno hubiera sido otra cosa, pero igual te digo que hasta hoy en día es lo mejor que he hecho. Haber trabajado con Tabaré, con Walter, con Dino, que ya de por sí es algo muy valedero… hice un disco con el cual uno sueña siempre. Es como volver a Musicaciones, ese disco que escuché cuando era adolescente de música hecha entre muchos, todos tirando ideas, era una cosa muy fermental. Y bueno, yo quería algún día hacer algo así.
Tabaré: Es un disco que rescata las ganas de crear por sobre todas las cosas. Cuando hablábamos del desencanto por el rock, que a mí se me considera un roquero quizás porque soy el que estuvo más vinculado, soy también el más desencantado. El desencanto me pasó, por ejemplo en La Tabaré, cuando en algún momento dejó de ser importante la creación y en este disco esa es la apuesta. Me acuerdo cuando era adolescente, me juntaba con unos amigos a tocar la guitarra, prendíamos unas velas y estábamos hasta las seis de la mañana improvisando canciones, sin mirarnos a los ojos ahí en la oscuridad... cuarenta años más tarde vuelvo a vivir lo mismo: la canción por encima de todo sin importarnos más nada.
El sexto Kafkarudo
Tabaré: En los años setenta yo veía muchos grupos de rock de Uruguay: Psiglo, Días de Blues... en fin, entre grupo y grupo subía un tipo a leer textos y la gente atenta escuchaba. Yo me moría. A mí fue él quien me atrajo a la literatura, lo conocí y dije: “algún día voy a hacer algo con ese tipo”. Cuando les pregunto si podremos meter a alguien así, Bordoni me dice: “por qué no le decimos a Macunaíma”. ¡Claro!, Macunaíma, era el Kafkarudo que faltaba.
Bordoni: Poner a un poeta en un disco de rock es algo que parece impensado y teníamos ganas de hacerlo, nos pusimos de acuerdo y lo hicimos. Son de esas cosas que hoy no encontrás en ningún otro disco.
Ferradás: El aporte de “Macu” fue como mágico, le dio un tono al disco que es como que cierra todo.
El quinto Kafkarudo, ¿o el primero?
Resulta inevitable hablar del Darno, ¿cómo los influyó su partida tanto en lo humano como en lo artístico?
Bordoni: Para mí el Darno, como influencia y como ejemplo artístico, ha estado presente desde mis primeras canciones. De un tiempo a esta parte pienso que su muerte física, en ese sentido, no me cambia nada porque su música va a seguir estando presente, ni más ni menos que si no hubiera muerto. Cuando hicimos el disco, la partida de él fue como decir: “vamos a hacer esto de una vez”. Y esto de alguna manera es un homenaje al Darno, porque el tipo se murió, llegó a aportar material, su voz está en una canción y porque hay un texto de Macunaíma que está dedicado a él. Esto es muy personal, pero extraño llegar acá (Bar Los Girasoles, Colonia y Yí) y es como si estuviera esperando verlo entrar por la puerta; eso lo extraño mucho, pero en la parte musical su marca está indeleble.
¿Cómo estuvo los últimos tiempos?, ¿se podía hablar, tocar, cómo estaba él personalmente?
Bordoni: Los últimos años estaba muy desganado. No voy a decir sin ganas de vivir, porque eso sólo él lo podría saber, pero en lo musical estaba sin ganas de ensayar, de sentarse a escribir, como que tenías que tironearle bastante, sin embargo, tenía chispazos en momentos que volvía a aparecer y ¡pin!, te conmovía con una cosa; eran como ráfagas.
Tabaré: Nos juntamos mucho en este mismo bar, quizás en esta misma mesa, a veces hablábamos con él y estaba con un gran entusiasmo con el disco y otras veces nos encontrábamos y no se acordaba bien qué eran los Kafkarudos. Tenía una vaga idea: “habíamos hablado de un disco”, decía, y por ahí días atrás habíamos estado cantando con él.
Recuerdo ver al Darno en su último toque en la Sala Zitarrosa, fue uno de los toques más emotivos de mi vida. Fue como una despedida...
Tabaré: Fue como un adiós. Él lo sufrió, yo también y Walter también. Estábamos los tres presentes ese día.
Ferradás: El Darno era otra cosa…
Tabaré: En los años setenta todos sus colegas del canto popular cantaban muy quietos, muy rígidos, y él simplemente moviendo sus lentes o sacándose el sombrero transmitía lo que sus colegas no transmitían. Me refiero en la parte escénica, otra cosa es lo musical, que cantaba bárbaro además de ser un gran poeta y un hermoso compositor de melodías.
Lo que sigue
Para cerrar, ¿qué se viene en el futuro con los Kafkarudos? Disco, toque...
Tabaré: Chan chan chan... (risas). Un concierto casi seguro. Tenemos en mente algo importante, quizás en un teatro donde quepan varias personas. Iba a ser en el Teatro Solís, no sabemos por qué motivo el Solís no nos lo quieren dar. A los Kafkarudos parece que no; no creemos que sea mala intención, pero bueno, será en otro teatro. Parece que no hay interés en que grupos presenten sus discos, aunque hay otros que sí pueden. Es una ley interna del Solís que parece que no abre sus puertas a grupos de rock, que tampoco somos eso, no sé bien.
Además recibió hace un tiempo a Fito Páez, que es casi rock.
Tabaré: Exacto. Supongamos que los Kafkarudos no lo merezcamos, pero el Dino y el Macu, que hace mil años que están, se merecen hacer diez Solís.
Rodrigo Ribeiro