Por tercera vez consecutiva, Durazno se convirtió en la capital de rock uruguayo. La convocatoria colmó las expectativas (estimaban 100.000) y fueron alrededor de 150.000 las personas que pisaron el Parque de la Hispanidad el fin de semana (8 y 9 de octubre). La fiesta fue cien por ciento nuestra.
“Indescriptible”, dijo más de un músico que participó del festival. El optimismo del pueblo se sintió desde la carretera. La ruta 5 se revistió de jóvenes con carteles que indicaban su único destino: “al Pilsen rock”; camiones, camionetas llenas de gente con banderas y tomando algún que otro vinito, saludaron, tocaron bocina y bailaron en las cajas de las camionetas hasta llegar al festival.
“Vamo, vamo la vela de mi corazón” fue uno de los cantos que se sintió más, a unas tres cuadras del Parque de la Hispanidad, entre ruidos de bocinas y otros emocionados que gritaban lo primero que se les venía a la cabeza. El rock se vivió con un espíritu de folklore. Al llegar, en los laterales de la ruta, abundó la oferta de servicios como agua caliente, tortas fritas, guardado de equipaje, empanadas, milanesas, todo a un precio que no excedió los $20. La gente del departamento improvisó puestos de ventas y aguardó expectante el arribo del público. “Llegamos a dedo, salimos de Montevideo a las diez de la mañana. Nos arreglamos con poco, una carpa, sobre, unos refuerzos, el mate y listo” expresó Mariana, de 19 años, que llegó con dos amigas más. La gente copó la ruta, hasta el punto que algunos trabajadores de Durazno aprovecharon el sábado para manifestarse y provocar una especie de piquete en medio de la carretera. El encuentro atracó el tránsito toda la tarde y dejó imposibilitado, por unas horas, la llegada a la capital de Durazno, ubicada a tres kilómetros del Parque de la Hispanidad.
El pueblo quedó conmocionado, los vecinos sacaron las sillas playeras para la vereda y disfrutaron de la alegría, que sacudió al departamento. La gente copó plazas, bares, puestos callejeros, terminal de ómnibus, calles, veredas, casas de alquiler y camping. Algunos, se quedaron en el pueblo para ver el partido de Uruguay contra Ecuador, que por cierto así como también el cambio de horario, pasaron desapercibidos con tanta euforia roquera.
Gustavo es electricista y vive con su señora en el pueblo de Durazno, a dos cuadras de la terminal de ómnibus. Ese fin de semana, como otros tantos también lo hicieron, aprovechó para sacarle el jugo al festival, alquiló su casa. Pero no la alquiló a una sola persona, se quedaron cuarenta. La casa de Gustavo tiene tres cuartos, un comedor (que se convirtió en cuarto) y un baño. El año pasado también alquiló su casa, afirmó nunca haber tenido ningún problema con el público roquero y agregó que se quedaron las bandas Lapso y Psimio. El día lo cobró $150 por persona. En el patio de la casa se quedaron otros en carpas y pagaron $50. La barbacoa fue el comedor y el depósito de equipaje. Vendieron milanesas, empanadas, comida rápida para los inquilinos.
La pareja se turnó para dormir, la puerta permaneció abierta las 24 horas. En “la casa de alquiler” se quedó gente de Montevideo, Canelones, San José, Trinidad, Tacuarembó. “Me atrevo a decir que es la movida más grande del Uruguay” expresó Gustavo.
El fin de semana, según aseguró el intendente de Durazno Carmelo Vidalín, ingresaron al departamento al menos US$ 1.500.000. Esta cifra se hace razonable si pensamos en alquileres, camping, venta de comida y bebida, combustible y otra cantidad de servicios que brindaron los habitantes del departamento.
Analía Puentes