SieteNotas

Alfredo Marcucci, Un grande del Tango entre los grandes

9/11/2008

Es uno de los bandoneonistas más reconocidos en el mundo. Tocó con las orquestas de Julio de Caro, Francisco Canaro y Carlos di Sarli y realizó importantes giras junto a Julián Plaza, Atilio Stampone, Ariel Ramírez y el famoso grupo Los Paraguayos. Radicado en un pueblito a sesenta quilómetros de Bruselas, capital de Bélgica, y a setenta y nueve años de edad, continúa emocionando y haciendo bailar a miles de personas con su estilo inconfundible, especialmente en Europa, donde más trabaja. Es un testimonio fiel de la historia del tango. Desde Italia y luego de una gira de conciertos, habló con DelUruguay.net sobre sus comienzos, su relación con Uruguay y su presente.

¿Cuándo y cómo empezó a tocar el bandoneón?

De chico yo vivía en un pequeño pueblo de La Plata, al sur de Buenos Aires. De camino a la escuela, escuchaba siempre a un tipo que estudiaba dentro de su casa, y me gustaba mucho. Además, el marido de una prima mía tocaba el bandoneón y también mis primos. Nunca pensé que podía hacer algo diferente. La suerte estaba echada y fue realmente un golpe de fortuna porque hasta ahora me ha ido muy bien con la música.

Así que tuvo gran influencia de su familia, especialmente de su tío, el reconocido director de orquesta Carlos Marcucci, apodado “El pibe de Wilde”...

Aprendí mucho con él y ya de chico empecé a tocar con orquestas y tener independencia en los estudios y la técnica, porque agarré la práctica inmediatamente. Yo aprendí más por práctica que por estudio pese a recibir una gran enseñanza de mi tío, que era bien teórico y me daba armonía y solfeo. Yo más que nada tocaba de oído, por eso una vez lo sorprendí a mi tío cuando me preguntó con cuántos bemoles se tocaba en Mi b Mayor y cuál era el relativo de la escala y yo no tenía ni idea. Y se enojó mucho. Así que me sometió a un trabajo intenso de análisis de los intervalos y las armonías.

¿A que edad ingresó a la primera orquesta?

Fue en el ´43. Yo tenía doce años, fue en Buenos Aires, en una orquesta infantil, en el Café la Armonía, en el centro de la ciudad. Ahí toqué solamente un mes. Pero seis meses más tarde empecé en un bar del barrio Once, el Western Bar, con otra orquesta infantil. Recuerdo que en ese año, cuando vino la revolución del 4 de junio, yo me encontraba frente al Congreso con el bandoneón mientras toda la ciudad estaba alarmada. No tenía ni diez centavos para volver a mi casa. El transporte estaba convulsionado y por suerte un señor me dio diez centavos para el boleto del colectivo y pude volver a mi casa.

Y en ese ambiente político y social convulsionado, ¿como vivían los músicos? ¿Ya eran censurados?

Indiferente. Me acuerdo que cuando empezaron las elecciones de Perón, hubo tiroteos en el centro y perdimos sólo ese día de trabajo porque no pudimos tocar. Pero el resto del tiempo se vivía tranquilo. Las revoluciones parecían de juguete. Nadie se las tomaba en serio.

¿Cuándo y cómo empezó a ser censurado el tango?

En el ´43 empezaron a censurar algunos textos. Venían cambiados, no se podían nombrar ciertas cosas. Al tango “Los Mareados”, por ejemplo, le cambiaron algunas partes. Y recuerdo otros tantos más...

A Usted se lo reconoce como un referente tanto en lo que refiere al tango como a la canción latinoamericana. Fundamentalmente porque durante catorce años (entre 1962 y 1976), integró como músico y arreglador el famoso grupo Los Paraguayos, con quien giró el mundo entero y tuvo el privilegio de tocar frente a la Reina Elizabeth del Reino Unido y nada menos que en una gala de música junto a los Beatles. Pero en el Río de la Plata, los tangueros lo vinculan a grandes nombres de nuestra música ciudadana: ¿cómo se dio su ingreso en las importantes orquestas de la época, que lo prepararon para tocar más tarde junto a Julio De Caro, Francisco Canaro y Carlos di Sarli?

Todo empezó con una orquesta con la que tocábamos, además de tangos, muchos paso dobles clásicos para que la gente bailara. La primera fue la orquesta de Tito Rivero, un pianista que tocaba en los bailes de Palermo. Yo tenía quince años y ya tenía que leer la música porque éramos tres bandoneones. Hacía mucho tiempo que soñaba con eso, con los arreglos, con tocar junto a otros bandoneonistas. Luego me llamó Carlos Caviello, que le había pedido a mi tío un alumno adelantado para tocar en bailes. Más tarde, a fines del ´44, comienzos del ´45, empecé a tocar con la orquesta de mi tío para reemplazar a un bandoneonista que tenía que hacer el servicio militar. Recuerdo que me dio una carpeta enorme para que me estudiara. Eran casi todos instrumentales. Ahí había que jugársela. Con él tocábamos en cafés y en el Cabaret Marabú, temprano hasta las 23 horas, porque después venía Aníbal Troilo. Había que rellenar el espacio hasta que llegara Troilo, que tenía baile y ya era muy famoso en esos años.

Ha tenido oportunidad de tocar muchas veces en Montevideo, ¿cuál es su relación con Uruguay?

Con la orquesta de mi tío, en el ´45 tocamos en Montevideo, en el café Ateneo, en una esquina que recuerdo pasaba el tranvía. Todas las orquestas de Buenos Aires iban a Montevideo. También músicos uruguayos llegaban a Argentina y nos llevábamos muy bien. Yo toqué con la orquesta de Osvaldo Donato, que había nacido en Uruguay y casi todos los miembros de su orquesta eran orientales. Luego volví muchas veces. La última fue en el año ´91, junto al guitarrista Baltazar Benites, alumno de Andrés Segovia, que tocaba con el famoso bandoneonista, también uruguayo, Alberto Marino Rivero, quien en esa oportunidad no podía acompañarlo así que me llamó a mí. Hicimos un lindo dúo con el cual durante tres años trabajamos muy bien.

Usted siempre dice que ha tenido una gran influencia de Carlos Di Sarli, ¿es a partir de ahí que empieza a formar su propio estilo?

Cuando salí de su orquesta y me la tuve que rebuscar solo, empecé a tocar con un estilo que no era disciplinado como el de ahora, ya que había formado un grupo con dos guitarras y otro bandoneón y tenía más libertad para tocar. Luego, al formar las orquestas que dirijo actualmente, volví a ese viejo estilo que tanto me influenció. Los que me escuchan siempre aseguran que tengo un estilo muy personal.

¿Cuando empezó su relación con los músicos italianos y la orquesta que dirige hoy?

Fue en el 2003, cuando conocí a Massimo Martino, que estaba entusiasmado con formar esta orquesta. Se publicó un comunicado en Internet para hacer la selección de los músicos, que resultaron ser casi todos de Torino -una de las capitales del tango de Italia-, además de Gianni Iorio que es de Puglia y que es uno de los mejores bandoneonistas jóvenes de Europa. Son todos músicos de muy alto nivel y gran calidad humana.

Usted tiene además de gran talento y trayectoria, una personalidad, una humildad, un carácter que hace que todos los músicos lo amen y que la gente se siente muy a gusto trabajando con usted…

Siempre tuve por suerte un carácter conciliatorio y no arrogante. Acepto la adversidad sin enojarme, por ahora. Estoy muy a gusto realmente.

¿Cómo se siente a los setenta y nueve años de edad y en este momento de su carrera artística?

Me siento como si hubiera ganado la lotería una vez más. Ya me había ganado dos veces la lotería, una cuando entré en el conjunto de los paraguayos y otra cuando logré salir (risas). Estos viajes cortos por Europa, en lugar de viajes largos como hacía antes, me permiten cuidar más a mi familia, mi vida privada, a esta altura de mi vida. Pasé momentos difíciles cuando llegué a Bélgica, porque no se tocaba mucho tango y tenía que sacrificarme de viajar lejos para poder trabajar. Tuve que abandonar la música, trabajé en una fábrica de plástico como empleado hasta que más tarde retomé la música y volví a los escenarios. Mis hijos crecieron, empecé a tener más trabajo en Europa y hoy trabajo a gusto aquí.

¿Cómo ve el futuro del tango en los próximos años?

Es una lotería también. Hay una contra en todo esto. El mundo ha cambiado mucho. No hay nuevas composiciones que el público acepte. Todas las orquestas, grupos, hacemos el repertorio de tangos clásicos, temas que ya Argentina y Uruguay han aceptado, pero nada nuevo. Hay que ver cómo evoluciona; yo ya no estaré para verlo.

Usted es un gran soñador, ¿cuáles son sus sueños hoy?

Soy muy idealista. Me gustaría que las cosas sigan así, aunque es una utopía, pero bueno… que las cosas sigan como ahora, con mucho trabajo, que se pueda hacer mucho más con y por el tango. Y que el mundo pueda mejorar, en todo sentido.

Ana Karina Rossi

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