Hablar de piel/10+1 se llama el disco debut de Alejandro Szabo, un integrante más de esa numerosa banda de uruguayos desperdigados por el mundo que, a pesar de todos los contratiempos, se siguen dedicando a la música.
En su caso particular, Alejandro vive en La Serena -a unos quinientos kilómetros de Santiago de Chile-, y es el primero en sorprenderse por la, aunque inusitada, excelente y cálida acogida del público y la prensa trasandina…
Conozcamos un poco más de las interesantes experiencias de este médico-músico-viajante y, por supuesto, de la realidad musical chilena.
Alejandro, ¿creés que es simplemente una casualidad que tantos músicos de nuestro medio sean al mismo tiempo médicos o hay algo más?
Mira, algo debe de haber... no es casualidad. La medicina te lleva en cierta parte a adentrarte en vos mismo para comprender al otro. Es algo así. En la música ella comprende tu espacio. Crea y se transmite. Siempre es comunicación. La medicina, o la práctica de la misma, te lleva a eso: comunicarte. Algunos lo logran... otros no. Pero en si, es eso: necesidad de comunicación.
Pero en tu caso, y desde muy chico, primero fue la música ¿verdad?
Sí. La música. El inicio. Luego las dos líneas paralelas se juntaron en el infinito y tá. Eso se dio. Ahora vamos a ver si siguen juntas. Búsqueda es la palabra y continuidad es la otra que le sigue.
¿Qué experiencias, ya como músico, recordás de los años ´80? ¿Cómo era ese ambiente?
Alucinantes. Era una movida muy buena. Todos queríamos hacer rock. Electrificarnos. Gritar. Fue una era: rock-vernáculo-postdictadura. Los Estómagos, Los Traidores, Zero, Neoh 23. La Chancha. El Cuarteto y Los Tontos... cómo no recordar eso. Personalmente no integraba un grupo tan importante como ellos (integró el grupo R.I.P), pero me sirvió para vivenciar muy de cerca la cosa, aunque sin teatros de verano y otras yerbas. Igual me di el gusto de curtir Templo del Gato y tocar ahí... eso sí fue emblemático. Nadie se puede decir de esa época si no tocó en el Templo. Giras por el interior y lugares que el espacio-tiempo devoró; hoy son recuerdos, al igual que varios demos que no fueron discos pero si fueron radios... Finalmente y desde el principio, varios amigos. Hablar de esto y de esta época da para hacer un libro y pasar horas...
Y sin embargo, del rock te pasás a lo acústico, ¿por qué?
Bueno, todos tenemos cracks... puntos de inflexión. Esquinas bruscas entorno al local-de-la-vida-diaria. Bueno, ese fue mi crack. Lo acústico. Un poco por eso de la búsqueda y la continuidad. Una época muy ascética y muy de lo sencillo. La madera; al final siempre la madera... Escuché varios autores sin 220, haciendo sonar sus composiciones como trayendo parte del cielo acá abajo. Todo sin electrificación... traté de buscar eso. Ahora, estaba muy metido en una búsqueda y esa búsqueda era la riqueza en lo sencillo… ¿Si aprendí? Mmm, no sé, sólo sé que el camino del medio es lo fundamental: ni muy muy ni tan tan... medio, middle, inmidia...
Entonces, ¿cuáles fueron y son tus influencias musicales?
No sé, hartas y de las más variadas. Lo primero que me viene a la mente son los Beatles... obvio loco, todos crecimos con ellos. Luego saberse curtidor de Mateo, Cabrera, Veloso, Paco de Lucía, Aute y en estos días de Drexler... es ser sincero. Pero yo no sabría tocar la guitarra si no hubiera sido por Jimmi Page, Gilmour, de Lucía, Roos, Knopfler, Mateo y Caetano. O sea, de Page de mis épocas de electrificación, aprendí lo abierto en afinación y a tocar la viola en el más puro folk inglés. De Gilmour ni que decir de que su penta tónica en juego de octavas me maravilló. Con de Lucía me aluciné... no, ni ahí tocar como él, pero escuché harto sus progresiones y escalas. Roos me enseñó lo que significa la música de Montevideo en el más puro sentido. No tenemos ni idea del aporte que hizo a la música junto con Cabrera y Mateo. Sus acordes abiertos en novenas y oncenas son muy buenos e identifican una clara semiótica de la canción de ciudad de Uruguay. Knopfler... sus arpegios y limpieza… lo uso harto. Veloso... ni hablar. Cantautor-poeta-genio. O sea, lo sencillo y lo sofisticado a la vez. Aprendés a componer con él y a pensar que las letras deben de ser del alma. Me olvido de otros pero ahí está la esencia.
Y paralelamente, viajás a Perú, Bolivia, Argentina y Chile, y convivís con comunidades indígenas. En todos los sentidos, ¿qué te aportó ese viaje?
Mucho. En un país como el nuestro, en donde la identidad indígena fue mancillada y asesinada en pos de vaya a-saber-qué-carajo-patriótico... se adolece de contacto con la esencia de los pueblos que forjaron y amigaron al hombre con esta tierra. Mucho antes de “..los hombres barbados..”. Bueno, eso fue. Recorrer los lugares donde aún existía eso. Comunicación con el otro a través de la tierra. La madre. La que nos da de comer. Aprender a decir: sí, sin decir: no. Compartir. Y reír. Y Caminar...
Y seguramente te haya dejado con ganas, ya que tres años después volvés a Perú y te internás por un mes en la selva virgen en una “búsqueda personal”. ¿Qué encontraste?
Sí, hice no sólo dos viajes sino Cuatro en total. Tres en Sudamérica y uno a México. No sé, uno a veces tiene como un sentido de pertenencia a otros lugares que no son el que vivís... ¿no te pasa? Bueno, uno sentía, como tipo-caminante, que necesitaba viajar hacia esos lugares. Y así era. Viajaba para pertenecer de a ratos a lugares que los sentía como propios. Muy internamente y que me motivaban a aprender.
¿Y qué se piensa al final...? Al final del viaje uno piensa en la nada. En que uno es nada. Insignificante e inocuo. No indispensable. Nada. Vive tal grado de sencillez, traducida a la alegría, que el volver es una patada al pecho que te aterriza al suelo de una forma bastante violenta. Te pongo un ejemplo: tenía una flauta de bambú que llevaba en mis viajes. Y en la amazonia peruana, cuando conviví con los Machiguengas, se me dio por tocar... y los tipos se empezaron a reír. Dejé de tocar medio molesto, pensando que se reían de mí en tono de burla, y le pregunté al tipo que sabía castellano que me tradujera por qué se reían... Me dice: “ellos se ríen por que la música les gusta y eso les provoca alegría…”. Tá, loco, dije, no existo... Tal sencillez me mató. A partir de ahí cambié y cambié harto mi visión de la vida. Un poco eso fui a buscar… lo más triste es que me di cuenta varios años después... pero bue´, eso es el proceso. No te podés adelantar si no estás pronto...
Contrastando esta experiencia con la que viviste dos años después como Residente en Medicina Interna del Hospital Maciel, ¿cuál creés que ha sido más dura?
Bueno, en realidad fueron tres años... y la experiencia fue impresionante. No sólo por lo que uno aprende del roce con los demás colegas y profesores, sino el roce social de estar con personas que necesitan. Ahí uno puede estar con todo. La muerte, la violencia, la alegría y la tranquilidad de saberse frágil. De esa ambigüedad estuvieron plagados esos años. Uno aprende y doy gracias por seguir haciéndolo y haberlo hecho en el glorioso Maciel. ¿Sabés qué? Ahí uno se da cuenta de que no es más que el otro y si tienes la oportunidad de hacer lo que estás haciendo, sentirte contento. Se me murieron varios al lado mío. Pero nacieron varios por otro lado... nuevamente la comunicación con el otro fue fundamental. La madera nuevamente... de la que estamos hechos y que envejece para ponerte fuerte. De eso se trata la música, de irte poniendo fuerte para que la comunicación siga.
Entre el 2001 y el 2003, grabás con Gonzalo Gutiérrez un EP llamado “Extended Play”. ¿Qué pasó con ese material?
Primero que nada, el Maestro Gonzalo Gutiérrez es uno de los mejores músicos y bajistas que para mí tiene el Uruguay. Bueno, entrando de lleno a la pregunta, el EP que grabé quedó en proyecto en discográficas y truncado para ser más que EP, por mi viaje a Chile. Ahí estaba. Haciéndolo circular por Uruguay y por el mundo (el mismo fue mandado a Costa Rica, España y EE UU), pero ahí quedó. No me ocupé más. Fue como una etapa que no tenía cierre y sí principio. Una idea que maduraría finalmente con mi segundo disco. Pero me sirvieron las críticas y me sirvieron los contactos de charlas y esperas... En fin, el material sigue ahí y parte de esas canciones forman parte finalmente de “Hablar de piel/10+1”.
Entonces, ¿por qué decidís emigrar a Chile, más específicamente a La Serena? ¿No encontrabas un lugar en Uruguay?
No era el lugar. Era el tiempo. Tiempo de cambio. Mira, tengo algo de trashumante, no creo en las fronteras, y debía de cambiar. Del cambio aprende el movimiento y del movimiento aparece lo armónico. Uruguay fue y es una etapa. En todo, en Medicina y en la Música, se me ofreció venir y me vine. Un poco intuyendo que la otra puerta estaba tras los Andes. La primera se había abierto en Uruguay y el camino llevaba a Chile y eso al final se corroboró en varios aspectos.
¿Y en el terreno musical?
Bueno, te digo. Fíjate que en Uruguay las discográficas tenían mi EP. Pero lo económico, tanto de mi lado como del lado de ellos, no daba. Así que ni siquiera hacer coproducción. Por aquel entonces también se dificultaba tocar en Montevideo. O sea, lugares habían y ofrecimientos también, pero estaban trabados y eso me hizo pensar en mandarme a cambiar y esperar el momento... y en Chile se me dio y fue fuerte y positivo. Lento, pausado pero andando.
Sí, allí, por el contrario, se te empiezan a abrir las puertas… ¿Cómo se fue dando todo?
Mira, aquí en Chile encontré harta gente que te ofrece el corazón. Me forjé grandes amistades. De esas que se viven 100%. Bueno, uno de ellos escuchó el EP y escuchaba mi material y llamó a un amigo músico: Pablo Herrera. Él es súper conocido en Chile: discos de oro y esas cosas. Se interesó por el material. Concretamos una entrevista para vernos y escuchó el EP y las nuevas canciones que tenía y me dijo que de ninguna manera quedara eso arrumbado ahí nomás. Que debía de sacar el disco y que debía de grabar y hacerlo conocido en Chile y en donde fuera. Y ahí empezó todo. Luego contactos y más contactos y toques y buenas críticas y sigue así... lento, pausado y avanzando.
Hasta llegar a este disco: “Hablar de Piel/10+1”, con una muy buena acogida de la prensa chilena ¿no?
Sí, la verdad es que sí. La idea del disco fue trabajosa. Más que nada, una producción independiente. Yo no quería hacer una súper obra. Quería un disco que me gustara y que tuviera las canciones que me salieron en su momento y sin encasillarme en ningún estilo. Ser uno mismo. Me da lata cuando uno o unos componen pa’l mercao. La verdad es que eso era lo que quería: un disco de Alejandro Szabo. Sin raíces. Sin ver las fuentes. Bueno, el tema es que con el material esperé. Mientras esperaba, un día llamé a Daniel Drexler, amigo mío desde la facultad y alguien quien siempre me ha apoyado, y le pregunté qué hacía. Me dijo que si podía sacarlo independiente, era súper positivo. Pablo Herrera me dijo lo mismo y tá. Lo bueno es que estoy tocando. Y a la gente le gusta y a la prensa más. No sé, quizás por aquello que nadie es profeta en su propia tierra... Ahora proyecto tocar más en El Barrio Inglés de Coquimbo, que es un sector alucinante de esa ciudad: tienes que verlo; y en Junio-Julio unos recitales en Santiago y ver de hacer una gira... de a poco se va gestando; mientras tanto seguir en movimiento.
¿Conocías la realidad musical chilena?
Sí. La verdad es que sí. Yo consumo harta música y bastantes noticias musicales. Internet te lo puede. Y mira, conocía bastantes músicos actuales: Álvaro Henríquez, Pablo Herrera, Alberto Plaza. Francisco Villa. Daniel Retamal, Alexis Venegas. Un poco más del lado del rock: Lucybel, Canal Magdalena. El Hip Hop de Los Tetas. Ahora hay un grupazo que se llama La Mano Ajena, que hace música muy Kusturica y está súper bueno.
Chile parece estar mucho más lejos de lo que realmente está ¿no?
No sé en que sentido lo decís, si es en distancia: NO. Te tomás un avión y en dos horas estás comiendo ravioles en lo de tu madre. Si es en lo económico: SI. Cada país es como una persona que quiere aprender andando. Caminando. Chile es un hermoso país y está caminando. La respuesta a la pregunta de su avance está quizás en que es el único país de Sudamérica que tiene una presidenta mujer y eso te da la pauta hacia dónde va.
Sí, en términos de distancia está cerca, ¿pero justamente no creés que sabemos muy poco de lo que sucede en Chile? ¿Y no sólo de Chile te estoy hablando, sino –exceptuando lógicamente a Argentina y Brasil- del resto de países latinoamericanos?
Bueno, quizás la respuesta esté en nosotros mismos. La verdad es que nos separan los Andes. Como que los países se agrupan por zonas. Como que la integración sudamericana está trabada por las zonas y por las platas y por los intereses de determinadas personas. Ahora, en cuanto a música, no creo. Personalmente sabía lo que pasaba en Chile en lo musical. Y en la política también. También saben lo que pasa en Uruguay. El otro día revisaba una página en Internet chilena dedicada a un sector de los cantautores y aparecía Fernando Cabrera y Eduardo Darnauchans como trovadores. Chile ha recibido siempre a artistas uruguayos. El ejemplo más claro esta en Sara Nieto, Laura Canoura y Alfredo (Zitarrosa). Y en lo personal me ha recibido excelente. A mí y a la música que hago. Como te decía, pasa por dos lados. Primero lo mediático. A lo mediático le interesa lo que vende. Y lo segundo es el interés de nosotros mismos en conocer lo que pasa alrededor... El día que Sudamérica funcione como un sólo bloque, ahí se acabarán las no-noticias.
¿Y ellos cómo nos ven? ¿Les extraña que en Uruguay la mayoría de los músicos no vivan de su arte?
Nos ven lejos... y con la lejanía, el respeto. Nos tienen estima y muchos referentes. Ni idea tienes como quieren a Zitarrosa, Benedetti y a Laura Canoura. Cómo hablan de Montevideo y obvio, de Punta... En cuanto a que los músicos no puedan vivir del arte de su vida, que es la música, de su creación... acá es igual. Eso es algo que no se puede evitar en ningún lugar del mundo, y acá abundan cientos de ejemplos. Al igual que en Uruguay, acá también a los artistas les cuesta.
Y volviendo específicamente al disco, ¿son composiciones de todos estos años de viajes?
Sí. De todos estos años. De viajes y de no-viajes. Son composiciones en varias etapas. Hay canciones que compuse especialmente para el disco, como algunas que fueron compuestas hace años ya. Es evidente que cada una tiene su viaje individual y los viajes del individuo.
¿De qué hablan los temas?
Mira, la idea del habla en los temas es algo que a cada uno en particular le toca en forma personal. Un poco por aquello de la individualidad de cada uno y el sentido de percepción que se tiene. Para mí, habla de la piel. De eso. De mujeres, de avances, de barrios y días de la semana. De Malvín, del tambor y Iemanjá. De las sierras de las animas y de respirar. De los lunes de cada semana y de los 300 días de alguien que se fue. De que todo es un espiral hacia arriba y que nunca se vuelve al mismo sitio. De que todo es circular y que siempre el círculo avanza en forma ascendente hacia más arriba de donde parte. De eso es el disco. De la piel y el respirar. Del primer lado humano que está en contacto con lo de adentro, pero a su vez está en contacto con lo de afuera. Que te excita y que te conmueve al mismo tiempo. El mejor disfraz humano y el más sincero.
¿Qué sonido y qué influencias tiene?
Traté de darle un sonido bastante acústico con Jorge Herrera, mi productor. La idea era hacer un disco de autor de canción. Darle bastante acústica, con algo de pads y teclados, pero netamente guitarra. Está bueno porque también está la mano de Gonzalo Gutiérrez. Ahí, en Tiempo de lluvia, el quinto corte, está la mano del Gonzalo bajista. Es una bestia. Acá me preguntaban quién era ese bajista... no sé, alucinaron. También le puse en más de una canción cello. Piré con el cello. Un día me comprare uno. Me encanta.
En cuanto a las influencias... mira, no sé, creo que uno no escapa a influencias pero qué quieres que te diga... mira vos, anda a mis referentes y fíjate qué le ves al disco de cada uno de ellos. Te voy a contar algo. Cuando le mostré el EP a AYUI, Rubén Olivera me dijo que le gustó y bastante, pero que tratara de buscar mi identidad al cantar y componer. De eso se trató el disco, de buscar esa identidad. Que personalmente creo que se llega de a poco. En música hay como un axioma tácito inmerso en el trabajo que hace uno. Esto no es mío, lo escuché o lo leí alguna vez por ahí. Las canciones son como los árboles, si no le ves la raíz es que son fuertes. Un árbol que es fuerte y duradero, sus raíces las tiene bien enterradas en la tierra y no se ven. Si se le ven las raíces, ese árbol está destinado a no mantenerse en pie. A caer. Así deben de ser las canciones, la música que uno haga. Que no se noten las raíces. Que sean lo más personales que se puedan… Influencias siempre se tiene. Creo que en el disco, el folklore y la música de ciudad están ahí. Creo que hay pop y murga-candombe. Creo que hay canción de autor también. No sé, que juzgue la gente.
¿Te ves presentándolo en Uruguay?
Eso es algo que me gustaría y mucho, pero por ahora no en un corto plazo. Creo que tal vez darle al tiempo espacio para que se manifieste el camino. Ese camino sé que me lleva indefectiblemente al lugar donde nací.
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Carlos Bassi