pogo, pero con orden
Desde la “República Separatista de Haedo”, estrenando disco y con cada vez más seguidores, llegó nuevamente a Uruguay la banda argentina Árbol.
Ya se había presentado en el escenario del Cilindro Municipal junto a los locales Snake y a los mexicanos Molotov; y también en el marco de la fiesta Final en el Parque Rodó.
Esta vez, como aquellas dos, el quinteto logró deslumbrar al público montevideano brindando un recital que además de power ska, hardcore rabioso y algunas muestras de pop melodioso, tuvo mucho de agite, de fiesta y de diversión.
Porque más allá de las letras (sencillas pero bien escritas), de las melodías (que se adhieren aunque te resistas), de los recursos bien usados (aparecen perfectamente adaptados instrumentos poco comunes en el ámbito rockero como el charango, el violín o el erque) y de las historias (que recrean y contagian la frescura, la ingenuidad y la ternura de la parte teen que todos tenemos); está el manejo escénico y la interacción con el público.
Más de una vez pararon la música para organizar el pogo: las chicas para un lado, los chicos para otro, un espacio en el medio y al primer acorde a mezclarse; todos al piso, casi sentados y cuando la música empieza todos arriba a seguir saltando. “Jugate, jugate, jugate… ya” ironizaba Dani Umpi que ofició –de manera brillante por cierto- de presentador y de hilo conductor a lo largo de todo el espectáculo y que junto con Sebastián Casafúa vocalista de Psimio, fueron los artistas invitados.
La presentación oficial de “Guau!”, su tercer CD marcó la mayoría del repertorio, aunque también hubo tiempo para repasar los principales hits, algunos enganchados con versiones antológicas de Soda y de Catupecu entre otros.
Como en todos los recitales de Árbol, el final estuvo pautado por una versión a capella con disposición y actitud de coro, del clásico de los Redondos: “No lo soñé”.
Apelar al nombre de la nueva placa para sintetizar cómo estuvo el show es un recurso fácil, casi un cliché, pero creánme que además de gráfico, es fidedigno.
Analía Camargo