SieteNotas

Mateo Moreno, REENTRY

6/10/2008

El primer disco del ex No te va gustar Mateo Moreno (“Auto”, Bizarro Records 2008), expone una nueva estética que explica de por sí su salida de aquella agrupación y a la vez, conserva resonancias de la etapa anterior. Es, como él mismo lo define, “un disco heterogéneo y de tránsito” que bosqueja una personalidad abierta a variados frentes estilísticos (con el riesgo que eso tiene de traspasar la frontera que lleva a la despersonalización) y posee un sector de canciones sustanciales y sobrias entre las que destacan “Desierto digital”, “Estrella fugaz” y “Marfil”.

EN EL TUBO

¿Qué significó No te va gustar en la vida de Mateo Moreno?

Fue una escuela. Me pasó que gurises de veinte años, muy pendejos y hasta carenciados como Emiliano y yo, viviendo con madres separadas que laburaban y laburaban para mantener la casa, nos fuera bien con la banda y luego nos agarrara un fenómeno de fantasía que tenía que ver con el dinero y las mujeres. Un fenómeno que viví en todo su esplendor y con el que aprendí un montón de cosas del ser humano y de la experiencia musical de hacer un disco, estar en un estudio, en un escenario enorme y lo que significaba hacer todo eso dentro de un grupo humano.

Pero, ¿qué significó tener la música justa para el momento justo y convertirse de la noche a la mañana en la banda más popular del Uruguay?

Fue un poco inconsciente… Ser partícipe de NTVG fue como un sueño del que disfruté mucho más yendo apretado en una combi haciendo una gira o armando nosotros los equipos, que cuando llegamos a estar consagrados. Aunque claro, el éxito es dinero y uno quiere tener guita, ser reconocido, tener minas. Pero ese no es el cometido de la vida y está bueno vivirlo para poderlo contar.

¿De eso te diste cuenta después?

No, pero de alguna manera, si alguien me preguntaba “¿qué querés ser?”, yo les decía: “quiero dominar al mundo”. En algún momento pensaba en viajar por todas partes y tenía la idea de que mi música llegara a todos lados. Quizá en ese momento era una visión un poco pendeja y uno a veces está en el barco y no sabe cuando bajarse, porque tenés miedo de hacerlo y porque todos te dicen: “si te va bien tenés que seguir”, y vos capaz que no estás contento ahí. Los únicos que entendieron mi salida de la banda fueron mis viejos. Mi padre lo hizo mandándome un telegrama como se hacía antes, con una frase del brasilero Rogelio Duprat que decía: “la cresta es la parte más superficial de la ola”.

¿Por qué no estabas contento en NTVG?

Es como una cosa difícil de explicar pero que sobre todo en lo referente a lo musical, a veces uno no se siente identificado plenamente con lo que está pasando. Una cosa que empecé a notar es que al principio, yo tocaba para mis amigos, gente contemporánea a mí y hasta un poquito más grande, y llegó un momento que esa gente se fue alejando de los escenarios y empezó a aproximarse una franja de gurises de trece a dieciocho años acá adelante, y es como que se descontextualiza todo y pasás a sentirte como una especie de ídolo de adolescentes y ya no cabía. Después que dejé NTVG, tuve la suerte que me llamó “Pitufo” Lombardo, me llamó Buscaglia, me llamaron los Ibarburu para tocar y yo soy el más chico de nuevo y era lo que necesitaba: estar rodeado de gente de treinta y treinta y cinco años para arriba.

¿No estabas desconforme con la línea que Noteva venía siguiendo?

Y un poco sí porque había intenciones de parte de la banda o de parte mía de poder modificar alguna cosa pero ya estaba tan estructurado que nadie quería cambiar. Yo soy como más arriesgado. A mí me aburren ciertas cosas. Me fui sabiendo que tenía los derechos de autor que me iban a permitir vivir durante un tiempo y que pudiendo tocar con el bajo cualquier cosa –desde tango hasta hardcore- no me iba a morir de hambre, pero me acuerdo que una vez en un toque junto a la Bersuit, que de pronto miré al guitarrista de la banda argentina reduro de merca con cuarenta años, tocando como enojado, estropeando el tema y me dije: “yo no quiero llegar a los cuarenta años y estar así”.

Soy de la idea que la banda que acabás de dejar, produjo un buen segundo disco que luego no hizo un camino de crecimiento en sus siguientes trabajos. ¿Compartís ese punto de vista?

Yo estoy orgulloso de esos discos y creo que dentro del equipo y de las cabezas que había se hizo lo mejor. Pero tampoco se pueden pedir peras al olmo y a una banda que hizo “Este fuerte viento que sopla”, exigirle que al otro disco se convierta en la Velvet Underground o en Yes.

No me refería a un salto de ese tipo sino a un desarrollo natural de una propuesta que va a más y no a menos como en el caso de NTVG. ¿No será que los discos se hicieron muy rápido porque la banda estaba exigida a hacerlo?

No, lo del apresuramiento se debe a que Emiliano componía mucho y yo también y siempre había entre treinta y cinco y cuarenta temas. Los discos se hicieron con una diferencia de un año o un año y medio. Parece rápido porque claro, no te deja digerir catorce temas y ya tenés que meterte a otras catorce canciones.

Yo creo que parece rápido porque otros artistas demoran hasta tres o cinco años en producir nuevo material…

Lo que pasa es que el primer disco lo hicimos a los dieciocho años y el segundo a los veintidós y todavía sos un pendejo. Responden a una edad y a una manera de ver el mundo. El tercer y el cuarto disco son oscuros y responden a que tanto Emiliano como yo, estábamos problemáticos; son discos de personas chocándose contra la pared.

PASADO Y PRESENTE

Cuando se le pregunta a los músicos sobre cómo hicieron para realizar determinada genialidad, muchas veces responden que no tienen la menor idea porque su producción nace de la necesidad de divertirse y no están muy concientes a la hora de componer. ¿El músico no reflexiona sobre su obra?

Eso depende la edad. Yo a los dieciocho años era un inconsciente bárbaro. Después reflexionás pero muchas veces esa reflexión te caga la espontaneidad. En el tercer y cuarto disco de No te va gustar justo lo que pasó fue el exceso de cerebro, de racionalización de la música.

Veo aquí en la mesa discos de Eduardo Fabini, y más allá un afiche de John Coltrane y una foto de Carlos Gardel. ¿Siempre estuvieron presentes esos músicos en tu vida?

Siempre.

¿Vos sentís que eso sale en tu música?

Cuando me decidí a hacer “Auto”, mi idea apuntaba a un disco doble. En uno de ellos estaría lo que finalmente se publicó y en el otro, una selección de música instrumental, electroacústica y electrónica. Pero era inviable porque no lo podía pagar. Yo tenía un dinero para producir el disco, que había salido de la venta de los derechos a una cadena de tiendas de electrodomésticos en Estados Unidos para utilizar una de mis canciones durante doce meses, pero no alcanzaba para financiar la idea original.

¿Me estás diciendo que si vos no pagabas no podías grabar un disco? ¿Cómo puede ser que no haya interesados en financiar a una figura que acaba de salir de la banda más popular del Uruguay?

Pasa que no quería ir a manguear, y la única manera para hacerlo así era que yo lo pagara y lo laburara a mi ritmo, a mi manera. Tanto Koala Records como Andrés Sanabria me habían tirado una guiñada y yo hice caso omiso. Interés demostraron pero yo no quería decirles: “necesito cinco mil dólares para grabar un disco y quedate con todo mi culo durante veinte años”; no me interesaba. Quería lo que hice ahora, que el disco es todo mío. Entonces dejé la parte experimental de lado e hice la parte más cancionero con algunas locuras. Quería un disco que fuera una evolución y no un fin en sí mismo, un disco como para decir: “bueno, mañana este tipo puede sacar un disco de cualquier cosa”, y esa libertad a mí me seduce. Yo firmé ahora con S-Music en Argentina, un sello de jazz dentro de Emi Music con un catálogo que incluye al negro Rada, Liliana Herrero, Malossetti. Al conocer los artistas pertenecientes al sello le pregunté al propietario del mismo: “¿por qué te gusta este disco mío con todos estos monstruos que tenés acá?”. Y el tipo me dice: “a mí lo que me interesa no es sólo este disco sino lo que veo que el artista puede dar”. Y es un poco lo que yo quería hacer: mostrar cosas que no aparecían antes pero que ya hacía en mi etapa NTVG.

“Auto” es un disco muy variado, pero dentro de esa variedad hay dos grandes líneas: una que parece no querer despegarse del sonido NTVG y otra donde se ve un movimiento hacia un nuevo lugar. Respecto a lo primero, ¿vas naturalmente hacia ese tipo de sonido o te propusiste mantener ese costado?

Yo estudié latin durante mucho tiempo y es una cosa que me encanta. Los temas que tenían esa línea en NTVG, los componíamos el Japo y yo, y como a mí me sigue gustando la sigo adoptando. Me gusta el flamenco, la música cubana y la brasilera, y sigo siendo más latino en una cantidad de cosas que argentino o yankee.

¿No buscaste mantener una ligazón ex profeso con el pasado?

Yo soy mi pasado también. A mí no me molesta que me digan ex No te va gustar. Es como si, porque ahora vivo sólo en esta casa, dijera que no soy hijo de mi madre… Hay cosas que componía o arreglaba en NTVG, y sigo pensando igual sobre cómo arreglar rock. A la vez está esa otra parte del disco que marca la evolución, donde aparece lo nuevo y dónde inversamente a lo que hace la nueva camada de músicos que no tocan casi y que programan y editan, me propuse un tipo de sonoridad electrónica venida desde instrumentos tocados. Para hacer posible eso tenés que juntarte con gente como Martín Ibarburu, que te puede tocar lo mismo durante cinco minutos y está buenísimo porque así se evita el loopeado pero no la sensación del mismo.

¿Sos un tipo que escuchás música nueva permanentemente?

Sí, sí. Agarro y chupo –dice simulando el sonido que se produce al sorber una bombilla-. Últimamente estoy oyendo mucho afro beat, que es una especie de funky africano que tiene una cantidad de exponentes con nombres rarísimos. Sigo a productores como Pharrell William de los N.E.R.D. que trabajó en el último disco de Madonna y a su vez, estoy copadísimo con el último disco de Cesária Évora –que me encanta y es súper clásico- y el último registro de Los Tres. También escucho mucha música instrumental y me copan los indies mexicanos, que hacen cumbia con letras muy pensantes y de esta forma dejan de ser latinos y de tener un público terraja.

¿Y Lisandro Aristimuño, Jorge Drexler, Gabo Ferro?

Lisandro Aristimuño no me gusta, Jorge Drexler me aburrió y Gabo Ferro me parece demasiado… Me encanta como toca y como canta pero las letras… Esa letra de que el padre era mejor padre cuando venía el amigo (NR: alude a la relación homosexual tapada del padre del personaje que encarna el cantautor argentino) es como… es demasiado, demasiado, me supera. En esos momentos desearía, como esa gente que escucha y no entiende las letras, ser así, ¿viste?

Leonardo Scampini

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