Investigadora de la Escuela Universitaria de Música y autora de libros como “El cancionero oriental” (Banda Oriental, 1994), Marita Fornaro ha venido realizando en los últimos años la valiosa labor de inventariar el voluminoso archivo de la casa discográfica Sondor, actividad que ha coligado con la producción de tres discos que compilan hitos del patrimonio sonoro nacional. “No la llames diosa... (mujeres negras al sur)”, es el último de ellos e incluye una delicada selección de candombes de distintos momentos históricos.
TEXTO Y CONTEXTO
La idea que se tenía del disco al comenzar la aventura de hacerlo, ¿coincide con el resultado final?
Para nada era ése el comienzo. El disco se inserta en un proyecto de la Escuela Universitaria de Música y del Departamento de Musicología con el sello Sondor, que se llamó “El oro del sonido” en un juego de palabras con el nombre originario del sello (Sond’or), cosa que los chicos no entienden mucho porque hoy nadie habla francés. En medio de esa tarea se dio una dinámica muy interesante y Rafael Abal, quien está al frente de la empresa, nos empezó a proponer cosas que tienen corte musicológico. Hicimos “El sonido de la historia”, una cosa estupenda porque fue la primera vez que después de hacer una exhaustiva base de datos con varios asistentes de investigación, empezamos a elegir con Abal los materiales que pudieran ser representativos de una historia sonora del país. Eso se hizo para el día del patrimonio 2006.
En el 2007, si bien el proyecto estaba terminado, nosotros elegimos seguir trabajando igual por fuera del financiamiento de la Universidad, y Abal nos propuso hacer “El sonido de la historia II” –que buscamos darle un perfil un poco diferente al volumen uno- y otro disco con las tres mujeres que el Ministerio de Educación y Cultura había elegido como figuras representativas del patrimonio de la cultura afro uruguaya.
La primera idea fue hacer un disco sobre Martha Gularte, Lágrima Ríos y Rosa Luna y entonces, primero fuimos a mirar las canciones que teníamos de ellas. A mí, como musicóloga, se me creó un problema grande con el material de Rosa Luna, porque ella cantaba muy mal. Rosa Luna era una excelente bailarina y vedette pero no una cantante como era el caso de Lágrima Ríos. Entonces entre Abal, mis ayudantes y el ingeniero de sonido, empezamos a intercambiar opiniones y decidimos buscar materiales que hablaran de la mujer afro uruguaya donde estuvieran las voces de ellas, las de otras mujeres u hombres que hubieran hecho poesía y música sobre la mujer, y después agregamos algunos temas que hablaran de la situación del negro en Uruguay.
La idea original fue cambiando hacia hacer un disco sobre la mujer y hacia trascender a la mujer artista, que es lo visible en una comunidad y que particularmente en Uruguay ha sido un lugar común pensar al negro como espectáculo. Nosotros quisimos romper un poco eso y de ahí viene el nombre del disco, que es un verso de Washington Benavides: “no la llames diosa / déjala en mujer / que trabaja todo el día / y al anochecer / al compás de las llamadas / baila el candombé”.
Tengo la impresión de que esas composiciones que no están cantadas por la mujer negra y por las voces de otros artistas que cantan sobre la mujer negra, integran el disco más por la potencia que tienen como canciones que por cumplir con las condiciones fijadas a priori.
¿Cómo cuáles?
“Llanto por el Medio Mundo”, “Tambor tambora”, “Ceibo negro”…
¡Ahh! Pero a mí “Ceibo negro” me parece una maravilla lo que habla sobre la situación. La elegí expresamente.
Pero quizá había una cantidad de otras canciones que también hablaban sobre la mujer negra y no sobre el mundo que las circunda y como que ahí, pesa más el factor darle mayor interés al disco para que pueda venderse.
No desde mi punto de vista y te digo por qué: yo hago este disco con un enfoque musicológico pero también antropológico. Si yo recorto a la mujer, si la recorto totalmente de la cultura negra en Uruguay, estoy cayendo en una especie de feminismo que vale sólo por ser mujer. Por eso elegí “Ceibo negro”, por lo que dice en su texto: “ceibo / gaucho / selva / negro...”, que es un poco lo que dice Nicolás Guillén en su Son N° 6: “estamos juntos desde muy lejos / negros y blancos / todo mezclado”. Esas canciones fueron buscadas con el propósito de estar con la mujer pero en un contexto. El día del patrimonio elige figuras emblemáticas pero nosotros podíamos hacer un disco que, además de esas figuras, hablara de la cultura afro. El “Llanto por el Medio Mundo” es un momento de la historia de la cultura negra en Uruguay y “Ceibo negro” habla de que no sólo los negros la pasaron muy mal en Uruguay y los ubica en el contexto de otras minorías.
¿La búsqueda de los temas fue ardua o estaba marcada hacia lugares predeterminados?
Más que la búsqueda, lo arduo pasa por la selección. El archivo de Sondor es tan maravilloso que haciendo “El sonido de la historia II”, encontramos unos disquitos con surcos pre hechos con las primeras grabaciones de una murga. Para mejor, el que hizo las grabaciones –que tenía 15 o 16 años por entonces- aún está vivo y nos puede contar cómo las hizo y todo lo demás. Se escucha muy mal y va a haber que trabajar mucho para mejorar el sonido, pero el tema es que en Sondor el material sobra y lo difícil es decidir qué canciones van. En el texto que va en el librillo de “El sonido de la historia I”, pedí perdón por todo el material que quedaba afuera y en el segundo volumen, además de cosas que eran evidentes que faltaban como Psiglo o Tótem, me animé a incluir grupos como Los Fatales, jugando con el prejuicio de la gente. Lo único que me puede detener a mí para no seleccionar un material, es si hay contenidos contra los derechos humanos. Hoy en día tenemos ciertos tipos de música que agreden esos derechos universales pero, por lo demás, ¿quién soy yo para juzgar? Vos fijate que los fenómenos de revival hoy, te muestran que ciertas músicas que fueron absolutamente despreciadas ahora están siendo estudiadas.
¿Siempre la musicología se frena frente a textos que atentan contra los derechos humanos?
No, los estudia, los debe estudiar, pero nosotros estamos haciendo un disco que tenemos la esperanza que se escuche en las escuelas y si, por ejemplo, hay un texto de un tipo de música que defiende el uso de drogas, yo en este disco no lo incluyo. Puedo hacer un trabajo musicológico sobre eso y de hecho, hay un premio de musicología de Casa de las Américas de La Habana, que es sobre los narcocorridos mexicanos. Yo he tenido muy buen retorno de “El sonido de la historia I”, en uso por docentes de secundaria en muy diferentes asignaturas. Los ha usado gente de música, gente de comunicación, gente de historia.
INCORPORACIONES
Yendo al disco en sí, la gente conoce a Martha Gularte como aquella legendaria vedette que desfilaba delante de la comparsa, pero no todo el mundo sabe que fue ella la que inventó eso de la vedette en Uruguay.
Más que inventar, lo de ella se trató de una adaptación, porque por su trabajo previo de una carrera bailando fuera del país, tenía la idea de una show woman y tuvo la visión de armarlo para la comparsa tradicional. Y claro, nadie reconoce que ella creó esa figura, así como ningún portaestandarte de la cultura afro sabe que cuando estás llevando la medialuna y la estrella, estás llevando símbolos del Islam, porque parte de los negros que vinieron al Uruguay eran islamizados. Más adelante, la comparsa incorporó el personaje del primer bailarín o lo que se llama el mariposo, el personaje homosexual. Y esto sucede porque la cultura es dinámica aunque le pese a cierta tendencia –que por cierto ha remitido bastante en Uruguay- de conservar las cosas como congeladas. “No cambiemos esto” o “queremos un candombe que sea como el africano”, cuando el candombe en África no existe. El candombe es producto del sincretismo de una serie de elementos culturales, gracias a los cuales surge algo completamente diferente. Esa pretensión de que algo no cambie es una manera de asegurar su muerte congelándolo en un momento que tú juzgás que es el valioso. ¿Quién somos nosotros para decir que la cultura no debe evolucionar? Ciertas asociaciones gauchescas, por ejemplo, consideraban que los teclados eran una amenaza para la música tradicional y recuerdo que un día le pregunté a alguien: “¿y a usted el acordeón le molesta? “No –me contestó-, porque el acordeón es folclórico y tiene su historia, y está asociado a la música campesina uruguaya”. Sin embargo, el acordeón se inventó a mitad del S. XIX y se incorporó a fines de ese mismo siglo a la música uruguaya. Lo más gracioso es que en ese momento –y esto puede leerse en algunos textos de la época- los guitarreros se sintieron muy amenazados por el acordeón y hoy lo consideramos folclorizado.
Esta vedette que inaugura M. Gularte y que continúa Rosa Luna, no encuentra una figura representativa hasta la aparición de Tina Ferreira. Ese intermedio parecía signado para Alba Morena pero ella, desapareció de la escena.
Bueno, pero porque ella se fue del país. Lo último que supe de ella es que estaba trabajando como vedette en el extranjero.
Alba Morena sí que cantaba bien y de eso, hay una muestra en este disco. La canción se llama “Soy toda candombe” y sigue sorprendiendo por la modernidad que emana y resiste el paso del tiempo.
Sí, esa canción es fantástica. Tiene una melodía muy pegadiza y además tiene un hallazgo poético muy fuerte cuando dice que ella, como mujer, es toda candombe, que está hecha de candombe.
Otro de los tracks tiene un potpurrí interpretado por Lágrima Ríos, una mujer que le costó bastante ser reconocida. ¿Tenés esa misma percepción?
Sí. La carrera de Lágrima Ríos es muy diferente. Es una mujer que cantó, que integró grupos y entonces, hay algo que tiene que ver con el cuerpo femenino que fue lo que les dio rápido reconocimiento a las vedettes. De hecho a Lágrima Ríos se la conocía más por el tango que por el candombe. Se la llamaba “la perla negra del tango” e hizo una carrera de perfil más bajo que la de una vedette.
¿Vos considerás que tenía un buen caudal de voz?
Sé que tenía un timbre muy agradable que tú asociás a la raza negra y eso tuvo el valor agregado de algo diferente: un negro cantando tango. Ahora se está trabajando mucho más sobre los orígenes afro del tango pero en el momento que cantaba Lágrima Ríos, era como lo exótico, y el exotismo tiene mucho valor en el arte. Era la mujer negra cantando tango y creo que eso pesó más que sus talentos. La carrera de un artista tiene tantos componentes aparte del asunto puramente artístico, que es por lo que tantos sociólogos estudian la música popular.
La canción “Ceibo negro” está extractada del disco de Jorge Schellemberg y Mi Morena. ¿Qué opinión tenés de ese material?
Es un preciosísimo disco que, además, me genera un gran interés como musicóloga. Yo te puedo hablar desde mis gustos personales y desde ese otro lado. En este caso, los intereses se juntan.
Leonardo Scampini