Un impulso desacelerado
“Vamo´ la Vela de mi corazón” fue el cántico que inundó el Velódromo Municipal, que dos años después de su último show en Montevideo, volvió a recibir a esta banda de amigos que regresó para presentar su nuevo trabajo: El Impulso.
Que La Vela atrae a un público de las más diversas edades, que ha sabido conservar a través de sus doce años de carrera -muchos de los cuales han compartido las míticas presentaciones del 24 de diciembre en el Defensor Sporting allá por sus inicios- y otro que se ha sumado en esta última etapa, no es novedad. Que se ha convertido en un fenómeno que trasciende lo musical, digno de un estudio sociológico, tampoco. Será por eso que más de 12 mil personas esperaban ansiosas la vuelta de la banda a los escenarios.
A las 21 horas, después de la previa a cargo del trío de guitarras de Toto Méndez y sus compadres, que le dieron un toque folklórico para hacer más corta la espera (quizás demasiado extenso), enmarcada en una formidable puesta en escena (tres pantallas gigantes, cámara aérea y escenografía con los diseños de arte del disco a cargo de Pedro Dalton), La Vela explotó con una seguidilla de temas haciendo un repaso por sus discos anteriores (Deskarado, 1998, De Bichos y Flores, 2001, y A contraluz, 2004).
Canciones como “Doble filo”, “De atar” y “Llenos de magia”, las clásicas como “El viejo”, “Por la ciudad”, o aquellas que ya son parte del ritual como “Mi semilla”, “Alta magia” y De no olvidar”, mantuvieron el agite y estallaron alguna que otra bengala que “el enano” Teysera, aludiendo a la tragedia de Cromañon en Buenos Aires, se encargó de apagar.
Una noche tal cual lo habían prometido: “100% Vela Puerca” ya que sólo tres invitados, amigos que además participaron de la grabación de disco, compartieron escenario: Horacio Batra, Pablo Tato y Ozzie, vocalista de Bufón. Un espectáculo extenso, como esta banda tiene acostumbrado, con un repertorio de más de 30 temas y el disco debut íntegro que ya se preveía de baja adrenalina.
Cuando llegaba el turno de los temas a estrenar, no resultaban tan atractivos a la hora de compartir un pogo. Es que pocos vestigios quedan del ska de los primeros tiempos y salvo por algunas trompetas aisladas, la nueva propuesta es más una continuación de los últimos trabajos que de los sonidos frenéticos y el clima festivo que marcó el inicio de la banda en 1995.
Salvo los tracks más hiteros como “Colabore”, “Clones” o “Frágil” (el corte de difusión) tanto la composición lírica como musical proponen un camino más intimista, apelando a una poesía más oscura, reflejando sensaciones propias antes que colectivas con una tonalidad menos alegre.
Salvo los enérgicos e incansables adolescentes que no pararon de acompañar con sus “trapos”, la mayoría prefería escucharlo de fondo mientras compartía una ronda de amigos y se ponía al día sobre ciertos temas. Es que este referente del rock nacional, luego de consagrarse en Argentina donde llegó a convocar a 25 mil personas y ya se prepara para su octava gira por Europa, ha madurado y se anima a nuevos desafíos sin miedo al cambio.
Igual el impulso resulto demasiado corto.
Natalia Castelgrande