Psiglo, Héroes de papel (Cap.1 - Editorial)

16/3/2000

EDITORIAL

Aquella gran promesa de la música uruguaya

Psiglo. Enigma y atracción. Síntesis, historia, psicología, el hombre, son algunas de las palabras que vienen a nuestra mente. Más aquel nombre, hoy denostado "dinosaurio" en ese infame analfabetismo crónico y soberbio de los ácidos críticos vernáculos del presente, prosigue creciendo como leyenda y mito que se niega a morir bajo la piqueta fatal del progreso que nos impone el inconciente colectivo.

Eran otros años del Uruguay. Los setentas, fueron tiempos de grandes cambios, contradicciones y explosión cultural. Era el epílogo del proceso político y social que llevaría al tenebroso golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Un país económicamente fuera de aquel sueño de la "tacita de plata", de la "Suiza de América" de los años 50 y sus vacas gordas de épocas de guerras mundiales. La clase media, el sostenedor de la economía y la vida político-social del país, sentía el cimbronazo del reacomodamiento laboral de una nación que vivía una crisis económica, política y social de difícil tránsito. Jorge Pacheco Areco (Partido Colorado), gobernaba el país. La industria, la agricultura y la ganadería vivían épocas de convulsión. También era la revelación pública de "la otra realidad": la corrupción desvelada, los gobernantes deshonestos, los desfalcos financieros del Banco Transatlántico y el Mercantil, el congelamiento de precios y la veda de la carne para toda la población. Un clima social revuelto, donde los especuladores hicieron su oro fácil en un mar de aguas turbias y bañadas de sangre de jóvenes estudiantes como Liber Arce, Susana Pintos, Heber Nieto y muchos otros que luchaban por un país distinto, que pudiera mirarse al espejo sin antifaz ni la sombra de los corruptos del poder. Más los débiles, que crearon las reglas de juego para esconder su condición y aletargar lo inexorable del fin de su tiempo, se negaban a aceptar que el Uruguay de la "viveza criolla" y su modus vivendi de "m' hijo el dotor" (obra clásica y emblemática del dramaturgo Florencio Sánchez)", había terminado. La lucha por el derecho al boleto estudiantil, la represión a los sindicatos en sus movilizaciones de mejoras salariales, el nacimiento de los frentes políticos de izquierda (Fidel, Union Popular), fueron algunas de las respuestas a un caldo de cultivo creado por la situación que vivía el país y sus gobernantes para imponer las represivas medidas prontas de seguridad y el ejército en la calle con su doctrina de "Defensa Nacional". Los tupamaros aparecían en actos en principio románticos, posteriormente de sangre en enfrentamientos directos con las fuerzas "del orden" de aquel entonces.

En EEUU, era el fin del reinado del clan Kennedy en el Partido Demócrata. El ascendente republicano Nixon endurecería la guerra de Vietnam y la tensión EEUU-URSS casi llega a sus cotas más elevadas. Era el inicio del fin del "American Way of life". La bandera de las 50 estrellas, luego del "susto" de Corea y la inminente derrota en Vietnam, comenzaba a deflecarse. La sociedad norteamericana ya no era la misma, luego del "milagro del plan marshall" y comenzaba a resquebrajarse. En medio de toda esa revuelta, Cassius Clay se convertía al islamismo en Muhammad Ali y perdía su corona mundial de box al negarse a combatir en Vietnam. Eran los años del ascenso del "black power" de la comunidad afro-americana, con Malcolm X y Martin Luther King como principales líderes. El islamismo, proveniente del roce militar durante la segunda guerra mundial y la reciente de Corea, se instalaba con firmes raíces en la clase media norteamericana y los sectores intelectuales del país del norte. Nacían los poetas beatniks como Jack Kerouac y William Burroughs, trovadores del "hombre nuevo".

"Aullido", sería el génesis del "heavy metal thunder" de aquel himno "Born to be wild" de los rockers Steppenwolf en el filme "Easy Rider" que sería la antesala del sentir de la multitud hippie de Woodstock en el verano de las flores del '69: paz y amor. Sexo libre y drogas, espiritualidad y antimaterialismo. Un hombre nuevo para cambiar el mundo. A consecuencia de la creciente guerra fría y el ingreso de Cuba en el bloque socialista, el planeta estaba expectante. En Europa, se vive el mayo frances de los estudiantes universitarios. El mundo, parecía cambiar el giro de su eje.

En Uruguay, la cultura vivía uno de sus períodos más febriles y de mayor expresión creativa. La literatura, vivía el auge de la llamada "generación del 45", de las cuales surgirían grandes autores como Mario Benedetti, Eduardo Galeano y Juan Carlos Onetti. Las salas del llamado Teatro Independiente fueron el baluarte y lugar común para la expresión de todas las vertientes artísticas. La música popular uruguaya, nacida de las experiencias de los Shakers ("Los Beatles uruguayos, según la revista argentina Pin Up) de los hermanos Osvaldo y Hugo Fattoruso, músicos de jazz provenientes del Hot Club serían el antecedente junto a Gastón "Dino" Ciarlo y su insigne canción "Milonga de pelo largo". Uruguay, estaba de parto. El alumbramiento ocurriría en las llamadas "Musicasiones", de la mano de Eduardo Mateo, Ruben Rada y El Kinto (primer experiencia del candombe beat). Los bailes de "La Cabaña" (Carlos Martins), fueron otro vehículo importante para aquella cultura juvenil. Inspirados en Cream y la figura de Eric Clapton, nacen los power tríos: Opus Alpha y Días de Blues. Totem, de la mano de Ruben Rada y Eduardo Useta, funda en "Descarga", el candombe beat. La sociedad charrúa tendría el eco de estas movidas a través de eventos como el Festival del Parque Harriague (departamento de Salto) y, fundamentalmente, de "Discodromo" (en Radio y TV) de Ruben Castillo, mentor de un hito en la difusión de la nueva música popular uruguaya de estos años y maestro supremo de futuras generaciones radiales y televisivas.

"Cuando adolescente tuve un sueño, estaba en un escenario con una batería blanca, tocando con un grupo que se llamaba Siglo... Parece increíble, más años más tarde se hizo realidad", me afirmó una vez para la revista "Epopeya" (Argentina) Gonzalo Farrugia, baterista de la banda que cambió la historia de la música uruguaya y el rock en el Río de la Plata de aquel entonces.

El barrio La Figurita, con sus callecitas de farolitos y empedrados que tienen "ese que se yo", como decía el polaco Goyeneche, fue el testigo de aquel sueño que olía a espíritu juvenil. Cuatro amigos, César Rechac en bajo, Luis Cesio en guitarra, Jorge García Banegas en teclados, Gonzalo Farrugia en batería en sustitución de Carmelo Albano y Ruben Melogno, el prometedor cantante de Ovni 87, serían los que labrarían Psiglo en aquella servilletita de bar de General Flores y Garibaldi.

Cinco cabezas para una sola, como aquel emblemático cerebro de "Ideación", primer LP de oro de la historia del rock uruguayo, creado por el artista plástico, escenógrafo de Canal 5 y cantante de la banda, Ruben Melogno. Psiglo, es la consecuencia de todo un proceso histórico en Uruguay y uno de los frutos de una generación que vivía inmersa en una gran explosión cultural. Con notorias influencias clásicas y bluseras de bandas pilares del hard rock inglés como Deep Purple, Uriah Heep y King Crimson, agregaron una particular visión del mundo de hoy en temas como "Cambiarás al hombre", con sus aires a "Fireball" de Deep Purple y su mundo de sueños de un hombre nuevo en "Vuela a mi galaxia", un tributo a "Easy Livin" de Uriah Heep y "Highway Star" de Deep Purple que 20 años más tarde versionarían los postpunks Séptimo Velo y los heavys Alvacast. La introducción de percusión y elementos del candombe en su pop song e himno "En un lugar un niño". La mezcla de elementos "progresivos" a la Emerson, Lake & Palmer en "Piensa y lucha" y el blues in crescendo de "Es inútil", hablaba de la versatilidad estilística y la capacidad instrumental pocas veces vista y cristalizada en "Ideación", primer magnum opus del conjunto.

"Psiglo II", fue la madurez y el punto más alto a nivel compositivo. Con César Rechac en sustitución de Cesio en la guitarra y Gustavo "Mamuth" Muñoz en el bajo (posterior Mona Lisa, Jesus Figueroa, José Luis Perez, entre otros), viajan a grabarlo en Buenos Aires (Argentina) con el fin de asentarse en un medio que los había recibido con los brazos abiertos luego de sus apoteósicas veladas en los festivales B.A. Rock (71-72). Un LP casi conceptual y multifacético, adelantadísimo para aquella época en el Río de La Plata. Más también, ha sido una febril cuna de héroes fuera de fronteras: Gonzalo Farrugia (Crucis, Argentina), Freddy Ramos (Ritual, Suecia y Jon Anderson Band en EEUU), Jorge García Banegas (Asfalto, España) y Hermes Calabria (Barón Rojo, España). "Ideación" y "Psiglo II", han sido editados en países como Argentina y Brasil. Para muchos, aquellos LPS junto a "Los delirios del Mariscal" de Crucis y "La Biblia" de Vox Dei, son el equivalente del subdesarrollo sudamericano de obras supremas como "Machine Head" (Deep Purple), "Going for the one" (Yes), "Lizard" (King Crimson) o "Demons & Wizards" (Uriah Heep).

Aún hoy, son considerados uno de los más importantes grupos de la historia del rock sudamericano y publicaciones europeas los sitúan entre los 20 más importantes de la historia del género denominado "hard rock progresivo" junto a Uriah Heep, Deep Purple, Led Zeppelin y King Crimson, entre otros.

Durante años, el mito de Psiglo creció y alimentó el fervor y ansia popular de verlos en acción otra vez ya que su silencio, impuesto por la soberbia del poder del terror militar, no pudo acallar la leyenda de la banda. Hasta que en 1993 y luego de una sinopsis junto a los ascendentes Níquel, se integran sin quererlo a toda aquella corriente revival de los años noventa y su "vale todo" de la generación X. Por fin, ese sueño colectivo se concretaba: Psiglo, y en vivo. Ya no soñaríamos más despiertos escuchándolos en "Meridiano Juvenil" (CX 26 Sodre) del inmortal José Nuñez ni en aquellas ondas del fallecido maestro Enrique Pereyra y su "Rock hasta el mediodía" (El Dorado FM.100.3). En vivo y en directo, en un evento que congregó a 6000 personas en la Estación Central de Trenes de AFE en Montevideo demostrando la convocatoria y aceptación de un público multigeneracional. Con algunos pelos y canas menos en algunos instrumentistas, demostraron que, como dice aquel tango, "quien me quita lo bailado" y "por algo fui malevo de estas calles". Es cierto, eran los años dorados del rock grunge y su "no future", aquel mismo que tildó de dinosaurios a sus congéneres como Jethro Tull y que hoy los trataba con igual tenor cuando ni siquiera habían nacido en los setentas. Pero como cosa quijotesca (de la mano de Luis Cesio), la ley era otra en el cinturón del hoy: "ladran sancho, señal de que cabalgamos". Otro cd hubiera sido lo esperado por todos, pero que decir de un sueño de una noche de verano hecho realidad. Seis años después, de la mano de Rosario Castillo y Claudio Picerno, se realizaría un homenaje a Ruben Castillo, maestro de la radiofonía y la televisión uruguaya. Un hombre al cual la música popular uruguaya y el rock de aquellos años le debían un más que merecido homenaje. Un Teatro Solís de pie y en aplauso cerrado, como aquel de la presentación de "Ideación" tres décadas atrás, obligaron a una noche más en "La Factoría", recinto del rock por excelencia en Montevideo. La nave, quería volar una vez más.

Aquella reunión de Psiglo, marcaba un hito en la historia de la música uruguaya. Era un deseo del sentir colectivo, una especie de "lo que pudo haber sido", el eterno látigo del destino y de la suerte, esos viejos zorros, crueles y embusteros que se llevaron aquellas flores de ensueño. Más también y al igual que con la vuelta de Alfredo Zitarroza, el Sabalero y Los Olimareños, entre otros, se cerraba un capítulo de la cultura uruguaya y el broche ¿final? de una parte importante de la identidad nacional.

"Psiglo, ideación y después", titulábamos en el diario "La República" de aquellos años. Y no son solos postales amarillentas olvidadas en un cajón empolvado de recuerdos. Los ídolos del hoy continúan nutriéndose de aquella ambrosía de filosofía y música que fue la obra de estos cinco músicos. Es la mejor herencia que puede recibir la música sudamericana del presente, el legado vivo de aquellos que, como el principito de Antoine Saint Exupery, creían que había que buscar la belleza mirando más allá del horizonte.

Ojalá que Psiglo no se convierta en el Maracaná de la música uruguaya, la última gloria de una raza que ya no existe y todos empecemos a creer de una vez por todas que, realmente, el sur también existe.

Ernesto Sclavo

ernestosclavo@hotmail.com


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