Cuando una guitarra suena tan bien que parece que estuviera tocándose sola, y la banda que lidera tiene tal contundencia que da la sensación de que todos los sonidos estuvieran fluyendo de esa guitarra; uno no puede sacarle la viste de encima. Así es la protagonista de la Pablo Traberzo Banda: una Gibson SG color rojo oscuro que se retuerce en gritos y se regocija en murmullos que al oído encantan.
Su rol protagónico podría significar la opacidad del resto de los instrumentos, pero imposible sería negar que un bajo preciso y constante, una batería poderosa y una base de acordes apenas perceptible, pero en el lugar adecuado; hacen de esta música un estado perfecto de melodías bluseras.
¿Y qué hay de las cuatro figuras sobre el escenario? Pablo Traberzo, Quique Lafourcade, Gonzalo Farrugia y Adrián Hernández: simplemente pura conexión y difusos límites entre la energía humana y la que se vuelca al público desde los parlantes.
Durante la presentación daba la sensación de que Pablo Traberzo: vocalista y primer guitarra de la banda, así como dijo hacerlo el legendario Robert Johnson, hubiera pactado con el diablo: su alma a cambio de la habilidad de acariciar las cuerdas con la intensidad justa para lograr un swing realmente increíble.
Poseído por la gracilidad con que esos solos se desprendían de sus dedos, una y otra vez su cuerpo se unió a los movimientos de la guitarra, como si le estuviera haciendo el amor a una hermosa mujer.
Observar esas dos almas encarnadas una en la otra deleitó a los espectadores, quienes ovacionaron cada uno de los temas. El primer set estuvo compuesto en su mayoría por interpretaciones de grandes del blues y del rock. Sonó "Matchbox" de los Beatles, "Everyday I Have The Blues" de Chuck Berry y "Hoochie Coochie Man" de Willie Dixon.
Tras una breve pausa, la segunda vuelta vino con "Cherry Red Wine" de Luther Allison y "She Wants To Sell My Monkey" de Tinsley Ellis. Una balada instrumental blusera sin nombre que aún no ha sido incluida en ninguno de los discos se presentó como "zapada" casi sobre el final. Cualquier nombre que se le diera construiría fronteras dentro de la belleza inalcanzable del paisaje que su armonía dibuja.
Varios temas del nuevo disco: "Un Peso" fueron víctimas de esa noche de blues. "Cerca o lejos", "Faudarloy", "Me voy" y "Mi obsesión" resultaron ser los elegidos. Para la despedida: "Hasta que el cuerpo me duela".
Se podría resumir lo que se escuchó como virtuosismo o algo fuera de lo común, pero lo que hace llorar y reír a esa guitarra es una sensibilidad infinita, que lleva a cada una de las fuerzas a nacer de una misma fusión.
Viviana Scirgalea