lo que hay que decir

Cuando nacieron allá por el año ’95 los Hereford eran un grupo de amigos que se reunía con la intención de hacer música y divertirse. Pero aquellos encuentros se convirtieron en ensayos formales y entonces la historia empezó a cambiar. Comenzaron a componer temas propios y como era lógico, meses después se lanzaron a tocar en vivo.

En ese tiempo Hereford era un cuarteto que fusionaba los diferentes gustos musicales de sus integrantes para lograr un sonido clásico. A partir de ese sonido se podía deducir que entre sus genes habitaban los serruchos melódicos de AC/DC o la ráfaga fuerte del rock chabón de los Ratones.

Sin olvidar ese camino, sin ignorar ese pasado y a ellos mismos en el recorrido, completaron esa sonoridad -a veces sinfónica, a veces acústica, siempre variada-, con una fórmula simple y equilibrada: mezclando algo de rock tradicional, con un abanico de estilos y significados que van desde los acordes más pop, hasta la canción más sinfónica, todo eso sazonado con letras astutas y hábiles estribillos.

Si Hereford brotó de la voz de las masas o es producto de un rock más estético que criollo, no importa. En realidad lo que importa es la adhesión que la banda ha ido ganándose con el correr de los años, convirtiéndose -como su nombre lo indica- en un producto de exportación.

Lo que ha pasado con esta banda durante el resto del siglo XXI es una historia que ustedes ya conocen, así que mejor concentrémonos en el presente de este grupo.

Nubes, cielo, viaje. Desiertos, praderas, montañas y algunas llanuras. Imágenes como telón de fondo. Faltan diez para las diez y en el escenario una lluvia de aplausos comienza a sentirse. Un salto a la ciudad y la velocidad transita sobre rieles. La noche ciudadana se mezcla con los sonidos de la calle. Diego da un enorme salto y durante una fracción de segundo su cuerpo culebrea entre las luces estroboscópicas. Cuando sus pies golpean el suelo, el logo de la banda explota para mostrarnos que la era del cielo se terminó. Es tiempo de que el nuevo rey ocupe su trono. Los Hereford dan comienzo a su show.

Nuevamente en formato cuarteto: Diego Martino, guitarra y voz, Frank Lampariello, bajo y voz, Guzmán Mendaro, primera guitarra y Rodrigo Trobo en la batería, se presentan en vivo demostrando que gozan de buena salud.

Luego de haber obtenido la distinción al Mejor Tema del Año en los premios Graffiti, la banda vuelve a tocar en la capital para acercarnos un nuevo CD: La Corona Del Rey. Un material que se compone de trece temas, cuenta con la producción de Claudio Picerno y es una buena oportunidad para quienes quieran iniciarse en este mundo. 

Pero volvamos al toque. Entre el público un sin fin de adolescentes -en su mayoría chicas- están en pie, gritando y esperando a la a esta altura veterana banda nacional. Varios músicos de bandas amigas completan esta fiesta en las que los cuatro pibes se lucieron, tuvieron sus momentos y sus roles dentro de la escena.

Sin ir más lejos, la preparación y dedicación del show quedó manifiesta en el tema “El Tiempo Te Va A Condenar”, donde entraron en diálogo la guitarra de Alejandro Moundjian (guitarrista de Snake) y el bajo de Frankie, hecho que no hizo más que embellecer un tema que ya era bueno de por sí. 

Más tarde fue Marcelo Fontanini (vocalista de Snake) quien acompañado por un zapping de imágenes se subió a escena para dar vida al tema “Hay Que Matarlos Hoy” con el que provocaron un verdadero festival entre los seguidores.

Guzmán Mendaro también tuvo su momento de armonías y distorsión. Sus potentes acordes en “La Vida Es Un Juego” no hicieron más que confirmar la calidad y efectividad de la banda. Además, la cámara giraba desde su óptica y al público solo le restaba cantar. “Que vayan levantando las apuestas” se escuchó. Interactividad al palo.

Luego del agite se vino el descanso, pero el escenario no quedó vacío porque Rodrigo Trobo fue quien se colocó la cámara en su cabeza para regalarnos una clase aparte. Su show mereció la ovación de pie de un público que escuchó en silencio y acompañó cada uno de los golpes que dio en esa bata.

El show visual merece también un apartado ya que se eligió una salida esteticista, algo así como el arte dentro del arte. ¿Por qué? Porque los Hereford encontraron una f órmula, sostenida por la estética del video clip y acompañada por una tendencia todavía tímida pero bien interesante, hacia la interactividad.

Así la cámara viajó por el terreno, a veces montada sobre rieles, a veces desde la óptica y el lugar de los propios músicos. Pero también hubo otras miradas que nos hablaban de cierta cultura rock juvenil, colocándola en la pantalla a la vista de todos. El resultado: una continuidad emocional muy fuerte entre quienes comparten el gusto por el rock.

Musicalmente repasaron canciones de este nuevo material como: “Emilia”, “Algo Tuyo Dentro De Mí”, “A Las Diez” o “Nadie Va A Hacerlo Por Vos”. También hubo tiempo para recordar algunos viejos éxitos como: “Perdición”, “Hombre De Atrás”, “El Verdugo De Tus Sueños” o “Volar En Tu Cielo”. Como siempre mucha fuerza en las guitarras, más rockeras con la voz de Frankie, más a fin a la sonoridad hardcore de Diego. Pero había más: “Cierto” era la excusa y con el video clip detrás, continuaba la fiesta.

Eran las once y nadie se quería ir, entonces Diego pide un momento “antes de seguir para afinar y agradecer a la gente que colaboró para que este espectáculo sea posible, y que ojalá les esté gustando”. Surgen entonces los nombres de Leonardo Federico y su consola, Martín Pérez en las luces, Santiago Beltrán detrás de la pantalla, Claudio Picerno y su producción. También se le agradece a Parodi y a Gabriel, al Mono y a los stages, a Federico Lambao que está grabando el show, al Pelado Ruvertoni, a Juan por la Pantalla, al Rafa  por las fotografías y a todos los presentes.

Restaba tiempo para compartir “Lo Más Simple De Las Cosas” con una serie de fotografías que nos transportan hacia el pasado. Nuevamente son las imágenes y su transformación las que de algún modo nos muestran el mapa de sus vidas, a partir de hitos y recordatorios de situaciones, lugares y personajes que nos son significativos,  cercanos, reconocibles. Historias de vida escritas en la piel.

Después de eso, ¿qué más se podía pedir? Un logo que late nuevamente y el público que obviamente reclama un bis. Diego aplaude a su público y éste responde a ritmo de “¡Hereford, Hereford, dale Hereford!”.

Traducir el mundo de alta tensión de la música en vivo al espacio bidimensional de la letra impresa es como intentar caminar sobre aquellas nubes que iniciaron la escena. El resultado fue un intento de comunicar la sensación de entrar en la intimidad de los Hereford y tener un asiento de primera fila en un concierto de lujo. El conjunto valió la pena para redescubrir al grupo. Sólo nos queda por decir: digna corona para un rey.

Leticia Fraga