alma negra
10 de diciembre de 1967: el cantante Otis Redding y cuatro de sus músicos mueren al estrellarse su avión particular en plena gira. Casi 5.000 personas se agolpan en el auditorio municipal de la ciudad de Macon (Georgia) para despedirlo. Con él también muere la época de oro del soul: atrás quedan su fabulosa actuación en el festival de Monterrey y el título de mejor cantante otorgado por el semanario "Melody Maker". Pero también queda atrás el mejor momento artístico de Ray Charles, ya que poco a poco Aretha Franklin, Sam Cooke (asesinado en 1964) y Ben E. King dejan de sonar en las radios. De repente "soul" suena a viejo, pasado de moda y parece estar destinado a la clandestinidad. Sólo James Brown sobrevive: durante los sesenta fue el rey de la música popular negra y en los setenta adapta su música y sectoriza su discurso: "dilo alto: soy negro y estoy orgulloso". De esta manera James sedimenta el soul e inventa el funky.
30 de junio de 2003: la Sala Zitarrosa está casi llena y sobre el escenario La Galponera Soul presenta temas de "Ultrapositivo": su nuevo disco próximo a editarse y repasa algunas de las canciones de "Con los pies en la tierra", su anterior y hasta ahora único CD.
Más cerca de James Brown que de Otis y vestidos al mejor estilo disco (de alguna manera la música disco es hija del soul), La Galponera suena y hace mover los pies del público al ritmo de funky, pero también deleita con sus blues.
Aunque las letras de los temas dejan dudas, su música no. Los vientos (Oscar Pereyra y Alejandro Vega en trompetas, Florencia González en saxo y Walter Villanueva en trombón) suenan maravillosamente bien. La base rítmica es potente y exacta (Marcelo Garrido en bajo y Daniel Di Lorenzo en batería). Los teclados (Martín Giorgieff) y la percusión se complementan bien y algunas veces toman protagonismo. Y la voz de Federico Maisterra es ideal para éste estilo de música. Pero lo más destacable es la perfomance de Nicolás Livchich quien rasguea y puntea la guitarra de manera tal que a veces cuesta creer que haya solamente un guitarrista en escena. También hubo tiempo para que subiera al escenario como invitado el muy buen trompetista Pato Olivera, quien le puso un toque Miles Davis al concierto.
Casi hora y media de recital demostró que, lejos de los tiempos y las condiciones sociales que determinaron su éxito y luego su padecimiento, el soul queda como prototipo de la mejor música negra que merece ser imitada, interpretada y revivida. Y que, desde éste rincón del mundo, La Galponera logra todo esto dignamente.
Nicolás Hidalgo