SieteNotas

Once Tiros, Sin perder el entusiasmo ni dejar lo guacho de lado

29/11/2002

Pablo Silvera en voz, Bruno Andreu en guitarra, Ignacio Piñeyro en saxo, Lucas Lessa en trompetas y coros, Santiago Bolognini en guitarra y coros, Martín Maristán en batería, Juan Lerena en bajo, y Andrés Bolognini en percusión, son ocho de los pilares de Once Tiros: otra nueva promesa del rock fusión uruguayo.

Acaban de dar a luz su primera creación: Parvadomus, un disco que arrastra la energía de músicos jóvenes con un gran potencial y mucha fuerza. Mezclado por Julio Berta y masterizado por Mario Breuer en Estudios El Pie, Argentina, el álbum refleja una actitud crítica hacia la sociedad, pero a la vez una mirada amplia y reflexiva. Incita a tomar conciencia, a abrir la ventana, mirar un poco para afuera y ver qué está pasando.



¿Hace cuánto se formó Once Tiros y por iniciativa de quién?

Pablo Silvera: La banda se formó hará cuestión de cinco años. Los que empezamos éramos tres: El Chino, que tocaba la batería, Juan el bajo, y yo la guitarra. El Chino y yo ya habíamos tocado en otras bandas, y nos conocimos porque somos del barrio y yo andaba siempre en la vuelta con la guitarra. Pero ninguno sabía tocar mucho, y el bajista no tenía ni idea de lo que era un bajo. Entonces, así como los amigos se van a jugar un partido de fútbol o a la computadora, nosotros preferíamos ir a una sala a gastar el tiempo, en vez de salir de noche. E inocentemente se fue dando todo, se fue arrimando gente a la banda, los amigos, dándole mucha bolilla a lo que era la historia; y hará cuestión de dos años que está la formación actual. Al resto los fuimos conociendo: a Santiago en el liceo, a El Tato porque es el hermano de Santiago... al único que contactamos por necesidad fue al saxofonista, que ni lo conocíamos. Pero después, a los demás siempre los veíamos en la vuelta, y como sabíamos que tocaban algo le ofrecíamos para tocar. Y somos todos amigos y nos llevamos bien. Tendremos nuestras disputas por ser ocho, pero creo que la banda se mantiene por la amistad.

Si tuvieran que definir a la banda dentro de un estilo musical, ¿lo harían dentro del ska?

Yo creo que no. Yo creo que son todo etapas. O sea, no creo que dejemos de tocar ska nunca, pero no creo que tampoco sigamos tocando ska a gran magnitud, sino que es un poco por las influencias. En las primeras épocas escuchábamos mucho Sublime, mucho Cadillacs, y uno por lo general se forma mas o menos de lo que escucha. Entonces era un poco la música que nos gustaba ir a bailar, que nos pegaba bien, y decidimos ejecutarla nosotros. Y además cada vez que fue entrando un integrante a la banda fueron cambiando las influencias. No cambiando radicalmente, sino cambiando un poquito. Aportaban algo diferente a lo que veníamos haciendo. Pero la influencia se da a nivel musical y no de las letras, porque son bandas que están en otra situación, por fuera de muchas cosas. La influencia para escribir viene mucho del lado de los amigos; un día tomando una cerveza, charlando de algo, te vas con ese tema en la cabeza, y decís: “voy a ver que puedo hacer con esto”.

¿Creen que tienen influencias de La Vela Puerca como dice la gente?

¡No! Los temas del disco están hace cuatro años atrás y yo no conocía a La Vela. Conocía de nombre y eso, pero no había escuchado mucho. Yo creo que si hay algún tipo de influencia por parte de La Vela Puerca es la influencia de la amistad. Lo que pasa es que acá siempre hay que encasillar algo, pasa en todos lados, siempre algo tiene que ser parecido a otra cosa que estuvo, a no ser que sea demasiado trasgresor y que nunca se haya escuchado en ningún lado. Pero no, yo no creo que haya una influencia de La Vela por el lado musical.

¿Y por el hecho de que Sebastián Teseyra haya sido el productor artístico del disco?

Sí, de repente hay un tinte de La Vela Puerca por ser productores artísticos, pero ellos no se metieron con la música. Arreglaron el tema de lo que puede ser duración, “esta parte vamos a hacerla más larga, esta parte vamos a acortarla porque es muy larga para estar en un disco”, y nos ayudaron a laburar con metrónomo que nunca habíamos usado. La banda hacía temas para tocar en vivo, no tenía ni idea de lo que era grabar un disco, entonces ellos al haber grabado dos discos sabían lo que era. La idea era encarar más o menos profesionalmente, sin perder el entusiasmo ni dejar lo guacho de lado, pero metiendo un poco la cabeza fría y diciendo: “hay que grabar, hay que encarar, hay que hacer las cosas bien”.

¿No les molesta que los llamen “Los hijos de la Vela”, o que digan que suenan iguales, por lo que algunos los siguen y otros los condenan?

Yo qué sé, no me jode para nada. La banda transmite libertad de todo, así que la libertad de opinión está dentro de los mensajes de la banda. Y cada uno tendrá sus motivos. De última está bueno estar en boca de todos, sea para bien o sea para mal; si te tienen en cuenta por algo es. Supongo que en su momento se habrán tomado la molestia de escucharnos como para tener ese tipo de juicio. Está bueno para que la banda vea si hace las cosas bien, si hace las cosas mal, o si le chupa un huevo todo. Tampoco está bueno que todo el mundo te apoye, o que todo el mundo te tire para atrás, o sea, está bueno que haya una balanza que no te haga perder el norte. Las críticas y las autocríticas son lo que hacen que la banda se vaya encaminando cada vez más derechito. Y le digo a esa gente “gracias” por tomarse la molestia de escuchar, aunque después está el que toca de oído, el que no escuchó nunca a la banda, pero como oyó por ahí que somos iguales a La Vela tiene que repetir porque tiene que formar parte de alguna conversación.

¿Cómo fue que lograron el contacto con los chicos de La Vela?

De la calle, yo que sé. Somos más o menos de Punta Carretas nosotros, y andaban en la vuelta ahí. Y fue todo un poco por El Chancho, nuestro manager, que los conocía de antes también. Y bueno, se dio en eso de andar y charlar, de comentarles de nosotros y empezar a ir a los toques; intercambiar un poco de todo. A La Vela le tenemos que agradecer porque nos dieron la oportunidad de tocar con ellos. No habrán sido muchas veces, dos o tres, pero se daba de toques de facultad, en donde íbamos a tocar nosotros, y de estar con Sebastián y con alguno más, y “bo, vamo´a tocar, vamó a tocar”, y de repente tocar. Esas son locuras del momento. Pero tanto agradecemos a La Vela como a millones de bandas que nos han dado la oportunidad de tocar, y eso es lo bueno. No solo bandas de nuestro estilo, sino que ahora me estoy dando cuenta de que bandas totalmente diferentes, de música electrónica, de heavy metal, o lo que sea, te extienden la mano, sin importar lo que hagas. Muchas veces nos pasó con Hereford, que nos extendió la mano sin ni siquiera conocernos, sin saber si éramos buenos o malos. Y esas son actitudes alucinantes que te dan para creer en pila en lo que es la música uruguaya.

¿Y a El Chacho cómo lo contactaron?

Eso fue algo muy raro, porque la banda no tenía idea de nada en su momento. Freddy, que es un amigo que nos apoyó siempre, y que hoy por hoy es el dueño de El Power, la sala en donde venimos ensayado, lo llevó un día para que mirara un ensayo, porque El Chancho había laburado en boliches, y tenía contactos y todo eso. Y no sé si El Chancho vio que de repente había algún aura rara en la banda, porque éramos espantosos, malos, malos de verdad, y se quedó, y siempre nos apoyó. “Manager” es una palabra que la precisas formalmente, pero en realidad es un amigo que tenía los contactos y tenía las ganas de hacer algo. Porque ningún maneger profesional se hubiera puesto por nosotros en ese momento. Y él es un pilar super importante en la banda. Somos ocho músicos, pero doce integrantes, porque están los que laburan atrás: el manager, el iluminador, el sonidista y el plomo. Ese es el equipo que conforma todo.

¿Qué se siente de ser tan jóvenes y ya haber sacado un disco al mercado y tener el aguante que están teniendo?

Es alucinante. Además en el momento que decidimos grabar el disco tuvimos mucha suerte. Más allá de que mucha gente confió en nosotros, las cosas se fueron dando rápido y no hubo muchas trabas. Se dieron las trabas típicas de lo que puede ser toda la parte burocrática y los papeleos, pero después todo se fue dando de una manera rapidísima. Para mí es como si lo hubiéramos grabado ayer.

¿Les llevó mucho tiempo grabarlo?

Y sí, nos llevó bastante tiempo porque al principio nosotros grabamos las bases sin tener sello. Nos tiramos a la piscina. Conseguimos la plata prestada, grabamos las bases y después fuimos a tocar las puertas de los sellos. Ya habíamos hablado algo con Bizarro, habíamos hablado con Obligado, que nos re pateó, y con otro sello más, y al final nos quedamos con Bizarro. Empezamos a grabar el día que pasó lo de las torres, en setiembre. Paramos y después grabamos de diciembre hasta enero en la casa de Nacho. Llevamos todo el equipamiento, lo alquilamos, y allí instalamos todo. Nos llevó un mes y medio terminar de grabar ahí lo que faltaba. Salió en julio y empezamos en setiembre del año pasado, así que llevó tiempo.

¿El disco llegó a ser lo que ustedes esperaban?

Sí, sí, sí, totalmente, totalmente. Más, mucho más de lo que pensábamos. Nos superó en expectativas a todos. Tiene mucha fusión y el principal destino de la banda es el de hacer fusión.

¿Y en cuanto al sonido que lograron?

En el tema del sonido teníamos ganas de romper la barrera, de que no sonara como el primer disco de cualquier banda. O sea, que fuera el primer disco pero que dentro de sí tuviera algo que llamara la atención. Porque he escuchado los primeros discos de muchas bandas nacionales y es como que tienen un sonido clásico, así uruguayo, que suena medio raro. Feo no es, pero no queríamos que sonara así. Nosotros tuvimos la suerte de laburar con Julio Berta, que además de ser excelente sonidista, técnico de sonido, es músico. Eso es buenísimo; que alguien que esté haciendo el sonido de repente este aportando, y que te dé confianza. Porque todos necesitamos un estímulo para grabar. A veces yo terminaba un tema y si no me decían “bo, bien, bien”, y todo el mundo se quedaba callado, yo empezaba a sudar, medio nervioso, porque no sabía qué había pasado. Estás en un cuarto y no los ves. En cuanto al sonido esperábamos eso y creo que lo logramos. Nos quedamos super conformes. Además tuvimos la oportunidad de masterizarlo en Argentina. Nos abrieron muchísimo las puertas, se nos dio una mano alucinante con esto. A partir de que el disco salió le dieron una vida alucinante, y hasta el día de hoy quedamos de cara.

¿Les resultó fácil la difusión?

Nosotros no teníamos ni idea. El sello se encargó de la difusión. Un día me levantaba de mañana, me iba a la playa, y en la radio estaba sonando uno de los temas y me quedaba de cara. Nos sorprendían porque no venían y te decían: “lo aceptaron acá, lo aceptaron allá”; no te decían nada. Lo fuimos descubriendo nosotros. Hay en montón de lados en donde no pensábamos que íbamos a sonar y sonamos. La X fue de las únicas radios que nos pasó bastante antes de sacar el disco; Mundo Cañón y La Paz del Barrio, en AM, nos hacían sonar bastante. Nos daban vida con un demo que tenía tres temas: Lacanao, Salsatómica e Injusticia Divina.

¿Quién compone en Once Tiros?

Componemos yo y Lucas, el trompetista. El Globo es de Lucas, y Lacanao, cuando nosotros lo conocimos a él, ya la teníamos pero con media letra terminada. Cuando Lucas entró a la banda yo me fui para la casa y la grabamos en un grabadorcito de la hermana, de esos de todos colores. Terminamos de hacer la letra entre los dos, y el Santi también nos ayudó, y después con la banda fue llevada al estilo de Once Tiros. Los demás temas los compuse yo. Pero yo compongo en la guitarra nomás, y muchas veces ni siquiera sé el estilo que quiero. Voy y se los muestro tocado con un rasgueo común y la banda decide lo que le transmite para ver con qué se puede acompañar. Lo dejo bastante libre de creación y los chiquilines le hacen los arreglos. De repente El Chino salta “no, yo acá subo al palo, yo acá bajo” y está bueno eso, está bueno que todos formen parte, y no venir y decir “yo tengo esto y hagan todos así”. Está bueno hacer sentir a todos parte del tema, que digan:“yo aporte esto, yo aporte lo otro, esta parte es mía.” Y también lo que pasa es que me descartan muchísimos temas. Hay algunos que de repente los tocamos y me dicen “no, mirá, no está muy bueno” y los dejamos de tocar y punto.

¿Quedaron muchos temas afuera del disco?

Eran como veinte o veinticinco temas y hubo que hacer una selección, que como somos ocho fue bastante difícil. También participaron nuestros productores artísticos, aunque hubo muchas veces en que ellos querían temas y nosotros los dejamos afuera. Iban a ser catorce en total, pero quedaron trece porque uno quedó mal grabado. Y bueno, más complicado fue elegir el tema que iba a ir a la radio. Habremos tardado un mes y medio en decidirlo. Teníamos miedo con Lacanao porque pensamos que podía ser censurado, que no lo iban a querer pasar en algunas radios, y El Globo fue el que nos pareció más llevadero.

¿Y con las letras también das libertad para que las cambien?

En letras por lo general mucho no se meten. Es como que cada uno tiene un papel dentro de la banda, y si a mí me quitan mucho eso yo quedo medio pintado. Porque es más, yo empecé con Once Tiros cantando, después dejé de cantar, tocaba la guitarra y cantaba otra persona, Manuel, pero yo seguía componiendo. Siempre fue más grande mi papel como compositor que como intérprete de letras de otros. De todas formas los demás creo que se sienten identificados con las letras. Hay cosas que son muy personales, pero a veces en algún momento del tema como que sienten que algo les toca. No pretendo que todo el tema les toque, pero de repente una frase sola. Cuando hay algún tema que les parece que no está muy buena la letra se deshecha, y yo estoy totalmente de acuerdo con eso.

¿Al decir que las letras son muchas veces personales querés decir que son cosas que vos experimentás?

No siempre. Muchas veces digo las cosas que veo, que no me tienen que haber tocado a mí necesariamente en forma directa. Estaría buenísimo que todo el mundo dijera las cosas que ve, que no fuera solo un sector el que dice las cosas porque le tocan. Vos sabés lo que es el dolor porque todo el mundo te lo dijo, pero nunca te vas a preocupar hasta que vengan y te pinchen. Entonces hay que ser consciente de eso, de que vos cantás porque hay a mucha gente que de repente le jode un montón de cosas, que capaz vos tenés la suerte de que no te jodan, pero eso no quiere decir que no te vayan a joder, o que no jodan a alguien muy cercano a vos. Pero en algún momento estás totalmente por fuera, porque no te pasa nada, y de repente te pasa como a mí ahora. El veintinueve mi hijo y su madre se tienen que ir a vivir a Miami porque ella se quedó sin laburo. Se van a ir a vivir con mi vieja, y yo me quedo acá con la banda porque no voy a dejar a nadie tirado, y me tengo que separar de mi hijo porque la situación acá es una mierda. Pero yo siempre fui consciente de eso y lo acepto por el bien de él. Si yo hubiera estado dormido me hubiera pegado muchísimo más, un bajón depresivo, y un montón de cosas. Entonces el mensaje de la banda también es ese: no esperes que te toquen las cosas, abrí la ventana, mirá un poco para afuera y ve que está pasando.

¿El vocabulario bien corriente que usas en las letras es porque te sale así?

Los temas los compuse cuando tenía quince años, entonces a veces tienen ese lenguaje porque era el que usaba en el momento, o porque los hacía en un ambiente de la calle, dónde hay un montón de influencias como los amigos. Pero ahora hay temas nuevos que son mucho más metafóricos o cosas más raras, que es parte de nuestra evolución, que hace rica a la banda y a la gente que la va a ver. Está bueno que el público a veces se encuentre con cosas que no se esperaba, para que le motive ir a otros toques y ver qué temas nuevos hicimos. Yo no cambio ninguna letra porque respeto aquella etapa. Hoy por hoy soy lo que soy por lo que fui, parece algo medio idiota, pero hoy uno es lo que es y es como es por lo que en su momento le influenció y por lo que vivió. Capaz que lo que viviste fue malo, pero también te sirvió porque por suerte te diste cuenta, si no seguías en la misma etapa el resto de tu vida.

“Parvadomus al once le dio vida”, dice en el primer tema del disco. ¿Qué importancia tiene Parvadomus en sus vidas para que la usaran para nombrar al disco?

Parvadomus es la calle en donde yo hice la mayoría de los temas, y donde empezaron los primeros toques, que éramos yo con la guitarra, el Chino golpeando un muro, y el Juan, yo que sé, cantando, haciendo los coros, y todos los amigos a las dos de la mañana tomando cerveza y cantando. Y bueno, en honor al barrio, en honor a donde salimos, le pusimos Parvadomus. La elección de la estatua que aparece en la tapa del disco es porque en Parvadomus hay una república en la esquina, totalmente independiente, con sus calles, sus normas, sus leyes, y esa estatua viene a ser un poco la liberación de la mujer. Me llamó la atención, en el momento de decidir el arte, pasar y ver la estatua, y vivir ahí hace casi veinte años y nunca haber reparado en ella.

¿Quién se encargó del arte de tapa del disco?

Nosotros tuvimos la idea y Pablo, el kbz, trató de llevarla a cabo. Fue el que sacó las fotos junto con Paul, que es el fotógrafo de la banda, y con las fotos de los dos hicimos el arte. Nosotros las seleccionamos, y los colores y eso los eligió Pablo. La idea de las fotos era que transmitieran los temas que había ahí en el momento. El disco abre con bastante fuerza, y vos abrís y hay una foto de todos gritando, y todos sin remera, y eso es lo que se busca transmitirle a la gente.

¿Ya tienen un público definido que vaya siempre a los toques?

Nos encontramos con diversidad de público muchísimas veces. Tocás en cualquier lado, de repente tocás para mil personas, quinientas, y de repente te vas para otro lado y tocás para cuarenta, cincuenta personas. No está muy bien definido. Hay millones de caras que las vemos siempre, pero por ejemplo, en la Zitarrosa, en el ciclo de la X, nos sorprendieron. Era el primer toque que hacíamos mas o menos formal después del disco y se agotaron las entradas. A lo último la gente se levantó de las butacas y estaba todo el mundo bailando, y nos pidieron que tocáramos un par de temas más. Pero de repente a las dos semanas tocás para cuarenta personas. Es algo medio raro.

¿Qué fue para ustedes tocar este año con La Bersuit en el Teatro de Verano?

Estuvo alucinante. Estuvo alucinante por todo, por tocar con la Bersuit, y por tocar para 8.000 personas. Había muchísima gente que iba a ver a la Bersuit, y que no tenía ni ganas de escucharnos a nosotros, y sin embargo hubo mucho respeto y nos dejaron tocar bien; nadie nos tiró tomates, ni nos gritaron nada. Fue una batalla más que salió victoriosa con respecto a nosotros, ya que nos sentimos conformes por cómo tocamos y por cómo hicimos las cosas. Salimos al escenario a dar todo y la gente respondió igual. Nosotros con todos nuestros pedales y nuestros equipos hacemos sonar la banda, pero la gente te hace sonar con la garganta pelada y te pega para vos; es impresionante. Es un toque recíproco, la gente toca para nosotros y nosotros tocamos para ellos.

Viviana Scirgalea

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