Salvo raras excepciones, la escena del tango adolece ahora y desde hace un buen tiempo, del motor de la creación permanente que puede confirmarse en varios otros ámbitos de la música popular. La novedad viene por el lado del recambio de figuras que en cada nuevo disco, interpretan una y otra vez las composiciones clásicas de siempre y no aportan nuevo material.
En el caso de Francisco Falco y su primer disco (“Luna de tango”, Ayuí 2008), además de presentar temas, interpreta un toco de piezas olvidadas de épocas pasadas, que levanta una niebla inaugural en torno a su propuesta.
Como cantor nuevo, viene a llenar el hueco de la nueva voz masculina en medio de la promocionada avalancha de mujeres que parecen haberse apropiado del género en Uruguay.
LA CUERDA DE UN LAÚD
¿Por qué el tango?
Porque para cantar el tango primero hay que entender algunas cosas de la vida -o por lo menos intentar entenderlas-, porque estoy en una edad justa para poder hacerlo, y porque me cansé de cantar otras cosas.
¿O sea que el tango no viene de tus inicios como cantor?
Lo que pasa es que mis inicios son muy cortos. Yo canté hasta los veinte años en el coro de la Facultad y luego vino un período en que dejé de hacerlo. Cuando iba a cumplir cuarenta años, decidí que quería cantar para mi familia y entonces me puse a trabajar en un repertorio con la ayuda de Fernando Ulivi, y terminó mi cumpleaños número cuarenta con una actuación donde canté esas canciones.
Luego de haber trabajado tantos meses aprendiéndome un repertorio me dije: “esto no puede acabar aquí”, así que seguí grabando esos y otros temas y realicé dos CD a los que les puse como nombre “Asignatura pendiente” y los regalé a mis familiares y amigos. Como tuvo buena recepción, seguí trabajando otro año con Fernando Ulivi y grabé un segundo disco para familiares y amigos que se llamó “La voz interior”, con una tirada de 200 o 250 ejemplares, no recuerdo ahora bien.
Parece que tenés muchos familiares…
Sobre todo tengo muchos amigos…En el 2005 me dije: “bueno, ahora quiero grabar los tangos tradicionales” y cuando estaba armando ese trabajo, mi suegra decide anotarme sin que yo sepa, en el concurso que hizo El tren de la noche con Gustavo de los Santos. Cuando yo me entero de eso no me causó mucha gracia porque soy muy tímido y me cuesta mucho subirme a un escenario.
¿Y en ese concurso era necesario hacerlo?
Era necesario para algunas pruebas, para cantar en vivo en el programa en la segunda etapa, y para cantar dos tangos en el Teatro Ateneo si llegabas a la final.
Vos llegaste y ganaste el certamen. ¿Qué canciones cantaste en la final?
“Naranjo en flor” y “Garganta con arena”.
Luego ganaste otro concurso más.
Después de eso aparece en el diario El País, un llamado para el concurso Gustavo Nocetti del decimoctavo Festival Internacional de Joventango. Entonces presenté tres tangos para la primera selección pensando en que no me iban a llamar ni de casualidad. Pero no, me llamaron y en esa instancia tuve que ir al Teatro Agadu a cantar con músicos, cosa que yo nunca había hecho. Al certamen se presentaron más de cien personas, se hicieron dos semifinales y gané, no me preguntes cómo pero gané.
Supongo que si ganaste es porque los jurados pensaron que eras el mejor…
No me atrevería a decirte que era el mejor, me parece que hice las cosas bien. Eso de ser el mejor es muy complicado, sobre todo en el mundo del tango donde hay gente proclive a decir “yo soy el mejor”. Yo siempre digo que hago lo mejor que puedo, sobre todo después de haber tenido la fortuna de escuchar a los que cantan bien en serio. Después de escuchar a Julio Sosa, a Gardel, Goyeneche, Rivero, Rubén Juárez, Alberto Marino…
Pero más allá de la modestia que manifestás, cualquier persona que de la nada gana dos concursos, aunque no se la crea toda, debe quedarle un mínimo de seguridad respecto a lo que hace.
En aquel momento primaron las cualidades vocales. Hoy puedo decir que he aprendido y que me falta aprender un montón. Creértela es lo último que podés hacer porque siempre hay alguien mejor y aparte, hay gente para todo tipo de tango porque aunque se trate de un género, tiene diferentes vertientes. Yo digo que me sale mejor el tango canción y de pronto lo arrabalero no es para mí, porque no lo siento, porque me gusta otro tipo de poesía, o por el tono de voz y la manera de interpretar esa vertiente. Y hay gente que lo arrabalero le sale bien. Gardel cantando tango canción era maravilloso. Julio Sosa cantando tango canción era excelente y cantando arrabalero era excepcional. Rubén Juárez es excepcional en cualquiera de los dos. Y hay otras vertientes más: está el fraseo, está el decir. Hay gente que más dice que canta, y es complicadísimo porque decir en el tango tiene sus tiempos.
Cuando termina el concurso, Aníbal Oberlín, uno de los grandes cantantes que ha tenido este país, me invita a trabajar con él y me enseña cosas que yo por supuesto, no tenía la más mínima idea que existían. Empezando por el hecho de que el tango, no es cantar una nota atrás de la otra. Lo primero que hay que atender es lo que dice el tango, en qué situación está el que lo escribió, qué madurez tuvo el poeta, un montón de detalles que uno va aprendiendo de a poco. Me enseñó una manera de trabajar para que yo no perdiera la identidad y evitara fundamentalmente copiar, porque cuando escuchás mucho un cantante, se te pegan cosas y en forma inexorable terminás cantando como ese espejo que vos tenés.
¿A vos te pasó eso?
Varios me han dicho: “cantás como Juárez” y yo les digo: “¡Ojalá!”. Ojalá fuera la décima, la centésima parte de lo que es Rubén Juárez. Yo intento cantar como canto yo, lo que me nace a mí, aunque se me puede haber pegado alguna cosa. Si es así tal vez me salga en forma inconciente.
Oyéndote, me quedó la impresión de que hacés el mínimo esfuerzo, de que cantás con lo justo y de que podrías llegar mucho más arriba si te lo propusieras.
Una primera cosa que me enseñaron es que cantar es una cosa y gritar y patear el piso es otra muy distinta. Si bien yo podría utilizar la voz de otras maneras, no es lo que quiero hacer. Yo quiero transmitir un mensaje y quiero que se entienda lo que canto. Pasa muchas veces que hay cantantes que no se les entiende lo que están diciendo y que ponen una inflexión en el lugar donde no va. Entonces yo estudio y veo qué es lo que dice el texto. Por ejemplo, hay un tango que canta prácticamente todo el mundo como si fuera una cuestión de vida o muerte que se llama “Tinta roja”, que no tiene nada que ver con rasposo, con pétreo, ni con sangre, ni con grito. Es una poesía hermosísima, sin embargo la gente canta “paredón, tinta rrrrroja…”. ¿Por qué esa r arrastrada? No tiene nada que ver. Ha quedado en el colectivo porque de pronto algún cantante alguna vez lo cantó de esa manera, pero no tiene nada de arrabalero por ningún lado donde lo mires. “La casita de mis viejos”… algunos intentan falsear el llanto y allí no hay nada de llanto; tiene mucho de angustia, de amargura, y de reconocimiento de equivocaciones de tiempos pasados. “Dandy”… es un tango jocoso donde se busca generalmente la interpretación de un tipo que quiere pasar como si fuera un malevo y de malevo no tiene nada, y es todo lo contrario.
¿Qué es lo que busco yo? Primero darle el tono justo. Si quisiera cantar más fuerte o enfatizar más, lo haría, pero no lo requiere el tango. Diferente es si yo quisiera cantar “Canción desesperada”, necesita otro tipo de timbre, de modulación de la voz y hasta otro tono, otra elevación de sonido.
Para este disco parece que elegiste un repertorio que te permite cantar en el mismo tono.
En este disco buscamos determinados temas que tuvieran una cierta relación de manera de interpretar. No todos tienen relación en lo que tiene que ver al texto pero el hilo conductor de la música y la manera de interpretar sí.
A los cantantes, en cualquier género, les interesa mostrar su caudal de voz, hacer alarde de hasta dónde pueden llegar. Parece que esa no es tu preocupación.
No, no. Yo no canto para lucirme sino para que la gente piense que está escuchando algo que es bueno. Si la gente dice “¡qué bien canta Falco!” pero resulta que interpreta espantosamente mal, estamos en el camino equivocado. Esto tampoco significa que me estoy restringiendo y me guardo algo en el bolsillo: yo doy todo. Aníbal Oberlín me decía: “llegará un momento en que será necesaria solamente la cuerda de un laúd para poder cantar”.
TIEMPO PARA PENSAR
¿Y vos preferís tocar con acompañamiento de guitarra apenas o preferís una orquesta?
En realidad yo prefiero cantar a capella. Tal vez en el día de mañana lo pueda hacer.
¿Es fácil eso?
No, es mucho más difícil, te podés equivocar mucho más, te podés ir de tono. Generalmente la gente que canta a capella le pasa eso: terminan cantando en tonos que no pueden. De pronto empezás en un grave y terminás en un agudo insostenible. Para cantar a capella tenés que marcar vos la melodía, tenés que marcar vos el sonido, tenés que darle vos el tiempo, el espacio, el silencio. Pero a mí me gustan los retos, como el de cantar cosas que otros no cantan. Es cansador tener treinta y ocho mil quinientas versiones de “Naranjo en flor”, de pronto maravillosas todas pero, ¿para qué una versión más? Hay una cantidad de poesía que ha quedado abandonada, tangos que no se cantan porque son difíciles, pero bueno, a mí me gusta lo difícil.
¿Estás investigando sobre lo que se cantaba antes?
Exactamente.
Eso es algo que los demás intérpretes, sospecho que no hacen…
Ahora algunos están haciendo algo parecido. Inclusive se está dando lo que se llama adaptación. Están tomando canciones que no son del tango y las llevan al tiempo del tango. Hacen eso y te dicen: “mirá, este tango es nuevo”. Hay una anécdota que cuenta que Joan Manuel Serrat lo llama a Rubén Juárez y le dice: “quiero ir a verte porque necesito que me enseñes a cantar un tango” y Juárez le contesta: “no macanees, no podés cantar un tango”. “No, escuchame –le insiste el catalán- quiero aprender a cantar “Fangal”. Y Juárez le dice “¿para qué querés cantar “Fangal” si tenés un tango maravilloso escrito por vos?”. “¿Yo un tango? – le espeta sorprendido Serrat- yo nunca escribí un tango en mi vida. Y dicho esto le hace escuchar “No hago otra cosa que pensar en ti”, con un arreglo tanguero hecho por Juárez. La historia marca que Joan Manuel cantó “Fangal” sin pena ni gloria y Juárez hasta el día de hoy canta “No hago otra cosa que pensar en ti” con un éxito brutal.
Siempre está la eterna discusión de si el tango es una música perteneciente a otra época y que por eso ahora, hay otras músicas que tienen más que ver con la forma de vida de la sociedad. ¿Cómo ves ese tema?
Yo creo que tenemos un serio problema social y cultural. Hay cosas buenas en esta época y no es mi idea renegar de todo pero, una de las cosas que causan problemas es que la gente no lee, que el vocabulario se ha visto acotado gravemente, que la juventud no se interesa, que el consumismo nos mata, que todo se reduce a tener todo lo que puedas tener –hasta lo que no te sirve para nada-, y que todo tiene que ser fácil, de rápida digestión. No podemos pretender que una persona que tenga entre quince y veinte años, maneje conceptos –salvo honrosas excepciones- que se manejaban en otras épocas. El nivel cultural ha descendido.
¿En nuestro país solamente?
No, es un problema mundial muy serio. Si hacemos una encuesta entre chiquilines que tengan entre quince y veinte años sobre cuántos libros han leído en los últimos trescientos sesenta y cinco días, si me dicen dos me desmayo. Por lo tanto, las grandes obras de arte de la música cantada del día de hoy, si tiene tres estrofas y un estribillo de dos palabras es mucho. A eso lo mezclamos con música altisonante y batiente y tenemos un hit. Cuando me pongo a pensar que “Maquillaje” fue escrito por los hermanos Expósito cuando tenían catorce años, te estoy dando una respuesta. No podemos pretender que un muchacho entienda una letra cuando no sabe que quieren decir las palabras. Es mucho más fácil entender una canción que tenga cinco renglones repetidos hasta el paroxismo que sentarse a entender qué es lo que dice una letra. Antes, sin la televisión, sin Internet, con pocas posibilidades de consumismo, la gente tenía más tiempo para pensar, para leer, para discutir. Ahora se acabaron las charlas de Café, se acabaron las charlas de esquina porque lógico, te quedás parado en una esquina y te roban. Se da la cosa extraña que de pronto en un mismo ciber bar, separados por dos sillas de distancia, hay dos personas chateando una con la otra, cuando perfectamente podrían salir del ciber bar y hablarse.
Toda esta situación que bien describís marca que la realidad actual es absolutamente diferente a aquella en la que el tango creció.
Por eso: estamos en la realidad de lo fácil y el tango es difícil.
Leonardo Scampini