“Mirá que ese lugar genera eso”, me decía una amiga ya afuera de la sala. “Será que el escenario está muy alto” -le digo-; “trasmite demasiado respeto por los que están arriba...”.
¡R. O. S. U.! Canta Leo Lagos en el penúltimo tema del toque, levanta su puño arengando a la gente, la batería suena impresionante, el bajo y la guitarra se suman gradualmente –como en Blitzkrieg Bop de Ramones-, habían tocado cerca de 20 temas ante la sala Zitarrosa llena y ese tema era el elegido para cerrar –más allá del bis-, ese recital especial, pero nadie se puso de pie, a nadie se escuchó cantar, sólo un leve meneo de cabeza siguiendo el ritmo y poco más que decir. El aplauso fue sonoro y extenso pero cuando terminó, terminó. Desde el costado del escenario –invisible para nosotros- el cantante sugirió “me imagino que quieren que toquemos un tema más...”.
Cuando entro a la sala el toque estaba comenzando, ahí estaba la banda que yo quería ver, cuatro tipos con mucha química y un gran sentido de la diversión, tocando un rock and roll acelerado y con ese sonido de los discos de antes. Pero cuando presto atención mi banda no estaba ahí, el espíritu de The Supersónicos no se había subido al escenario. La guitarra de Leo Lagos no sonaba, a pesar de los esfuerzos de este para arreglar las conexiones. Era obvio que había pasado algo imprevisto, faltaba emoción, conexión entre los músicos y ese empaste especial que tienen las bandas que llevan muchos años -20 en este caso- tocando juntos.
Llego a la fatídica conclusión de que los Supersónicos no son la banda que vive dentro de mi imaginario personal –ese frankestein mental que uno arma de los lugares y de las personas- y que no van ser ellos los responsables de colocar a la música de rock and roll –escrito así por referirme al rock clásico- en el lugar que creo debería tener en este país.
Lo que había pasado era un accidente que ni siquiera merece descripción pero el resultado fue que recién al cuarto tema –“Sube”, de su tercer disco Hola Estática- subieron de verdad Los Supersónicos, esa banda de rock and roll, surf y punk rock, que no suena perfecto –debo admitir- pero que siempre me hace sentir bien, no como todos los días ni como la ida en el ómnibus esa misma noche, sino bien de verdad.
Oído de Lince