SieteNotas

Eduardo Darnauchans en Sala Zitarrosa

25/11/2006

La bienvuelta de Darno

No importó que llorara. No importó que desafinara. No importó que se olvidara de qué temas venían. No importó que no se acordara de los nombres de los músicos. Eduardo Darnauchans volvió a cantar, y una repleta Sala Zitarrosa le dio la “Bienvuelta”.

La previa al recital estuvo en manos de una recopilación de imágenes del cantautor en diferentes escenarios entre 2003 y 2006 realizada por Víctor Cunha. A telón bajo las imágenes eran proyectadas en una pantalla apoyada en él. Cuando se alzó, los aplausos inundaron la Sala y comenzó a escucharse el clásico “Soy de una generación...”.

El escenario estaba trabajado. Eduardo Darnauchans estaba sentado en una silla, pero los músicos se ubicaban sobre plataformas de diferentes alturas: los guitarristas Alejandro Ferradás y Guzmán Peralta (presentado por Darno como “gran guitarrista y maestro”) a los lados del intérprete; un poco más alta era la plataforma de la bajista Shyra Panzardo y más arriba que todos, con su batería, al fondo de escenario, Gustavo Etchenique.

Desde el comienzo el espectáculo era raro. La voz salía mal, su volumen subía y bajaba sin encontrar un equilibrio entre el tono de Darno y el sonido de la banda, “¡Sonido, por favor!” se quejó en un momento. Pero la realidad venía por otro lado: Darno estaba desafinando. Sobre el tercer tema, el espectáculo dejó de ser raro para empezar ser triste, un pilar de la música evidentemente avejentado, aferrado con todas sus fuerzas a la muleta que tiene que usar desde su recuperación, peleando por encontrar su propia voz. Él mismo se dio cuenta y exteriorizó sus esfuerzos por medio de la muleta, que era el símbolo más fuerte en escena. Jugaba con ella simulando que era un arma “No le tiro a nadie, le tiro al techo” y risas angustiadas nacían del público; tocaba la guitarra con ella; la alzaba y sostenía en alto o la tomaba con ambas manos y la exponía con los brazos estirados.

Los momentos de extrema emotividad fueron varios. Quizá el más fuerte fue mientras sonaba “Estudios sobre caballos” y Darno se apoyó en su muleta para ponerse de pie, bailar y chasquear sus dedos al ritmo de la música; se acercó al borde del escenario, al principio apoyado, luego solo y cuado llegó al borde la levantó y mostró al público. En ese momento la Zitarrosa explotó, emocionada, incluido él, que se olvidó de la letra y volvió a la silla, con su lento caminar, cerrando el episodio alzando firmemente los puños.

Musicalmente todos los instrumentistas sonaron como debían hacerlo, con caras de preocupación y sin lucirse en demasía ninguno de ellos. Es que lo importante no era la música sino la vuelta de Darno.

Como invitada estuvo Patricia Izuibejeres, tocando la flauta dulce. Nadie la presentó, Darno estaba ajeno a su presencia. Acompañó durante dos temas y cuando se fue del escenario, igual que como subió, callada, fue Shyra Panzardo quien pidió un aplauso para ella. Era la bajista la que se acercaba a Eduardo cuando se equivocaba de tema; él la llamada a ella para preguntarle qué tema venía, o cuánto faltaba: “Tenía que ser Shyra la que me dijera que faltaba un montón”. Fue ella la que decidió, luego de este comentario de Darno, que iban a hacer una pausa para que él descansara unos minutos. Los músicos se fueron del escenario, pero esos minutos él los usó para hacer otra cosa, por más ridículo que suene, un artista de la trayectoria de Eduardo Darnauchans se detuvo para pedirle perdón a una Sala atiborrada de gente que lo aplaudía: “Es que yo hace mucho tiempo que no podía cantar, y ahora pude. Es más, pude cantar, pude bailar”. Los músicos vuelven, cada vez más preocupados. Darno presenta una canción dedicada “a mi padre, a mi madre y a mi hermana”. Se quiebra a la mitad del tema, y nuevamente es Shyra la que sale en su rescate, silbando la parte que queda. “¿Vamos a hacer el último tema, Darno?” le pregunta y él responde “Yo no soy ningún maricón”. Todos ríen, da al público dos temas para que elijan, él elige “Entre el micrófono y la penumbra”, lo presenta, Shyra lo apura. Los músicos empiezan un tema y él canta otro. “¿Qué canción querés hacer?” pregunta la bajista, “Quiero hacer una canción para Patricia” (su mujer). Y con ese tema se despidió Darno.

No importó nada, sólo la vuelta de Darno. Y, no importa cómo, puede cantar, y puede bailar.

(Para aquellos típicos uruguayos que se quedaron sin entrada para este espectáculo, el 9 de diciembre vuelve Darno a la Zitarrosa).

Andrea Martínez

Comentarios
12/12/2006 | Jorge Caétano
No pude estar, me morí de bronca, las entradas estaban agotadas. Preo me alegré profundamente por saber que el Darno volvía a los escenarios, por saber que podríamos seguir disfrutando de su genialidad. Leo el comentaio de Andrea y me imagino lo dificil que se le hizo al Darno todo lo de la enfermedad, lo de su vuelta, quizás no con todas las luces, pero él ya volvió, más allá de que el recital del 9 de diciembre se suspendió (para esa ocasión sí tenía entrada),él es a gusto personal el mejor músico de nuestro país, es mi músico de cabecera. Aguante Darno !!!!
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