40 años de música
Urbano Moraes en la Sala Zitarrosa
El domingo 20 de mayo se presentó el reconocido bajista y cantautor Urbano Moraes en la Sala Zitarrosa. La idea: festejar sus 40 años de carrera recorriendo canciones de El Kinto, The Knacks, Musicaciones y algo más. Ya de por sí era un recital que prometía mucho, pero cuando me enteré de las figuritas que lo acompañaban, sabía que iba a ser la oportunidad para ver a un combo de los mejores músicos de nuestro país. Los invitados fueron: Hugo y Osvaldo Fattoruso, Gustavo Montemurro, Nicolás y Martín Ibarburu, Lobo Núñez, Nego Haedo, Palito Elissalde, Federico Navarro, Pablo Somma, Jorge Camiruaga y Ruben Rada.
“Es uno de mis sueños haber podido tocar el teclado, pero me es imposible. Muchas gracias”, dijo Urbano provocando las risas y el aplauso cerrado de los presentes. Es que un par de minutos antes, el cantautor salió a escena sin saludar, se sentó en un taburete y se puso a improvisar en el teclado. Esbozó una melodía inventada en el momento y acompañó con acordes esa creación espontánea.
Así arrancaba el espectáculo. A continuación, Urbano se colgó su bajo y aparecieron los primeros invitados. Gustavo Montemurro, Nicolás y Martín Ibarburu (compañeros de Urbano en el grupo La Celeste), Nego Haedo y Palito Elizalde. Los primeros temas fueron un homenaje a El Kinto, grupo en el que Moraes tocaba junto Ruben Rada, Eduardo Mateo, Walter Cambón y Luis Sosa.
Minutos después se arrima por la cortina Hugo Fattoruso, pero se va ofendido porque le prueba el teclado a Montemurro y éste lo mira mal. Cada tanto asoma la cabeza para saludar o para burlarse del otro tecladista en una especie de competencia que tuvieron en toda la noche.
Pero Urbano nunca se enteró de este episodio. Compenetrado absolutamente, cerraba sus ojos e improvisaba con sus típicos piques entre compás y compás, adornando cada verso y cada estribillo. Es sabido que para los bajistas es más difícil cantar, por un tema de motricidad, y Urbano no sólo lo hace, sino que se da el gusto de improvisar tanto en la parte vocal como en la instrumental.
Durante todo el espectáculo fueron saliendo y entrando los invitados en un repertorio que estaba muy ensayado, pero que le calzaba bien a todos y en el que todos podían aportar e improvisar. Por momentos fue un caos. Hugo Fattoruso se calzó el repique, su hermano Osvaldo y Martín Ibarburu hicieron una suerte de duelo de baterías, y los espectadores, boquiabiertos, no lo podían creer.
Pero en los recitales tiene que haber una pausa, un momento en el que el público pueda descontraerse y digerir ese exceso de información que absorbieron durante toda la noche. Es entonces cuando Urbano se cuelga la guitarra criolla y canta solo frente a la Zitarrosa “La negra Tomasa”. Fue uno de los momentos más emotivos de la noche, y creo que fue muy funcional, porque una vez que volvieron el resto de los músicos, sabíamos que volvería la adrenalina en un paseo por una infinidad de géneros y ritmos.
En un momento, se bajan todos de escena menos Urbano que deja el bajo y se da la vuelta. En una pantalla gigante emitieron un skech del fallecido Horacio Buscaglia, que era un gran amigo del músico. Duró unos 10 minutos, y no se escuchaba muy bien, pero a nadie le importaba, porque Buscaglia, el músico, periodista, publicista, actor y director teatral estaba vivo, estaba junto a nosotros disfrutando del espectáculo.
A continuación tocaron los “Cuatro Fantásticos”, los músicos de mayor trayectoria. Acompañando a Urbano estaban Hugo y Osvaldo Fattoruso en teclado y batería, y Ruben Rada en percusión. Lamentablemente esta agrupación duró apenas dos temas: uno compartido con el flautista Pablo Somma (que tocó el mes pasado con Sabrina Lastman), y el otro con Martín Ibarburu.
Para el cierre eran 12 los músicos en escena. 11 titulares y Urbano que hacía de director técnico mirando a cada uno de ellos indicando qué hacer y ordenando un poco la cosa. Solos por doquier, diálogos entre los instrumentos, la improvisación en su máxima expresión marcó el final de la noche en que Urbano se puso a recordar.
Rodrigo Ribeiro
20/6/2007 | Andrés Quiero aclarar una cosa. El autor de la nota dice que Urbano empezó improvisando un tema en el teclado. Lo que tocó Urbano fue Musicación III, un tema de hace más de treinta años, que como dice en Razones Locas, fue un tema que, en su momento, Urbano improvisó en la tercera musicación cuando se abrió el telón y apareció al frente de un escenario con un piano sin siquiera nunca haber tocado una nota. Ese tema está, además, grabado en estudio por el propio Urbano en Musicasión 4 1/2. Lo que hizo, a mi entender, en el toque de la Zitarrosa fue abrir con un tema que reveló la esencia mayor de este enorme músico montevideano. No olvidemos que Urbano es autodidacta y es parte de su estado de artista más puro el ser un músico no perfecto (aunque si lo es) técnicamente sino ser un músico mucho más emocional y bohemio a la hora de crear. Y Urbano ha sido eso siempre. Canta y toca con talento, swing y mucha delicadeza. Por eso, en el repaso de su trayectoria como artista, nada mejor que iniciar el recital con un instrumento que ama pero que no domina, y donde se permite equivocarse e irse acordando del tema en el momento. Eso es Urbano en esencia. Aquel que también agarra la guitarra y es excepcional incluso hasta en el momento en que interrumpe un clima por el olvido de un acorde y luego sigue de largo volviendo a emocionar. Creo que esa noche reflejó ese costado de Urbano, tocando sus canciones, muchas de ellas guardadas hace años en un cajón. El acceso a la parte más íntima de un artista que pasa gran parte del año tocando otras cosas y de golpe se descubre con un disco doble y un recital lleno de hermosas canciones, muchos de las cuales nunca habían sido escuchados por mucha gente. Para finalizar: no me parece feliz decir que "Es sabido que para los bajistas es más difícil cantar, por un tema de motricidad". Es un comentario algo ingenuo e inconsistente. Estamos hablando de Urbano Moraes, un músico con letras mayúsculas, que toca unas músicas increíbles y por momentos absolutamente imposibles. Tocar un instrumento, a la vez que se ejecuta una melodía (improvisada o no) es un ejercicio de coordinación que si bien es muy complejo y hay que trabajarlo siempre, es de las primeras cosas que se empiezan a estudiar. En tal caso lo que se coordina es la parte rítmica de la canción con la letra o la melodía, y es tan difícil para un bajista como para un percusionista, guitarrista o tecladista. De todos modos, vale la apreciación de que separar Ritmo de melodía es una apreciación teórica, absolutamente imposible y destructiva en el plano práctico. Solo cuando ambas se funden en una misma cosa, existe la música. Salúd Urbano. |