SieteNotas

Rossana Taddei, “Alma oscura de gitana”

26/7/2002

Va y viene: de un continente a otro, de un idioma a otro, de una expresión artística a otra. Se sumerge en la plástica, navega en la literatura, se deja naufragar en la música. Rossana Taddei es movimiento. Es la imagen del organismo en permanente renovación, del ciclo vital. Es un eterno caleidoscopio. “Repeteia” dirían los griegos: siempre igual, siempre diferente. En esta nota, además de presentar “Alas de Mariposa”: su nuevo disco, Rossana Taddei habla de ese movimiento, muestra el costado explorador y aventurero de su esencia de gitana, y nos regala la magia errante de esa raza.

- ¿Te arrepentís de haberte venido?


- Es que no sé si vine, porque voy también. Yo qué sé: estoy acá un rato, después me voy para allá, seguramente en algún momento arranque otra vez... Es difícil cuando sos de dos lugares porque nunca estás bien seguro dónde es tu lugar. Pero en este momento no me quiero ir, porque si bien la crisis y todo lo que quieras, estoy a punto de “parir” este disco (risas).

- Vas a “parir” el disco luego de una par de años de “gestación” ¿no?

- No tanto, porque en el 2000 fue dado el premio del FONAM y no se empezó al toque todo, llevó un tiempo de pre producción y después de coordinación de horarios de estudio, de búsqueda de sello, de contrato va, contrato viene; hasta la resolución final que fue sacarlo independiente, por una cuestión de cuidar un poco el material y no acordar cosas que de pronto más adelante no sean convenientes. Entonces me la juego un poco al trabajo independiente con un gran equipo de gente que está colaborando muchísimo.

- ¿Así que te decidiste por el sello independiente porque si no tenías que tranzar con determinadas cosas?

- Claro.

- “Gitana records” es...

- El nombre elegido.

- ¿Y por qué?

- Porque hay un tema que se llama “Ya vas a ver” que dice “mi alma oscura de gitana”, porque en la genética familiar hay bastante: mi abuela era española y mi abuelo por parte de madre también, entonces hay una gran corriente sanguínea que vine por ahí. Pero también un poco por el espíritu ese de estar acá, estar allá, de armar campamento en un lado, en otro, que es un poco de gitano también. Y mi vida es un poco así: estoy acá pero de pronto me voy, o vuelvo; o estoy haciendo música y de pronto hay un impasse que hago collage, hay otro que escribo un libro. Y voy y vengo. Estoy siempre en lo mismo pero hay un gran movimiento.

- Las tres áreas: música, literatura y pintura...

- Y docencia.

- ¿Docencia también?

- Sí, estoy enseñando canto, tengo varios alumnos. Estoy enseñando educación física: soy profesora hace diez años. Pero cada vez con menos actividad de educación física concreta, como ser trabajo en clubes y eso. Me aparté un poco para darle más fuerza a esto. Lo que hice fue ensamblar cosas de la docencia, de la educación física, del cuerpo, con el canto que tiene mucho que ver, porque el instrumento está en el cuerpo y estás expresando cosas que salen de ahí, que pasan por ahí.

- ¿O sea que mezclás toda la parte de expresión corporal?

- Claro, toda la parte de canto conlleva una gran etapa de aprendizaje de respiración. También hay una gran etapa de tonificación muscular del cuerpo, de entrenamiento físico para soportar un espectáculo. Pero también para moverse: trabajar el cuerpo para que se exprese no sólo con la voz sino con la gestualidad. Y la docencia, como pedagogía, como didáctica, como planificación, como práctica de manejo grupal.

- Se nota arriba del escenario ese manejo escénico y ese manejo de grupos, en la comunicación con el público.

- Es un ida y vuelta, y hay lugares que se prestan más por su perfil a que se de más el contacto y hay otros que no, que de pronto el público va con otro objetivo que no es escuchar.
Yo un poco le huyo a esos lugares, a las plateas que no están, porque como que me voy sin vuelta: me voy con la ida nada más y vuelvo con un cansancio terrible. En cambio salís de algunos espectáculos lleno de energía, diciendo “¿esto ya terminó?, vamos a hacer otro”.

- Y además la incursión en la literatura ¿no?

- Sí, la literatura surge a partir de cuando me vine, porque en Suiza escribía pero muy poco, era muy chica, todavía no se me ocurrían cosas. Cuando nos vinimos, hicimos un viaje en barco de 16 días y mi primo José Luis me regaló un diario. Ahí empecé con lo que sería la prosa. El primer libro que saqué fue en el ’97, se llama “Aros azules y otros cuentos”. El que me impulsó fue Leo [Maslíah] porque cuando armamos el disco juntos [“Taddei – Maslíah”] estábamos en busca de letras para hacer temas nuevos, entonces le dejé ese material. Leo lo leyó y de ahí sacó un texto “Franeleo”, que está en el disco; y me empezó a decir: “vos tenés que tratar de editar esto”. Me pasó unos nombres de Aymara – Yoea, la editorial, lo leyó Macachín, corregimos cosas de algunos cuentos y salió ese material. Fue el primero y es el único. Ahora tengo este libro nuevo para editar que se llama “La pluma de Ganso”, que creo que también lo voy a hacer independiente. “Ahora estoy pa´la onda independiente” (risas). Claro, porque a veces uno dice “lo tengo que llevar a un sello”, o “lo tengo que llevar a una editorial”; pero no es siempre así: uno a veces lo puede hacer de otra manera, hay que vencer los miedos, hay que vencer eso de que “esto es muy grande para mí”. Porque a veces de la otra manera, estás vos en todo, igual que si lo sacaras solo.

- ¿En cuál de esos terrenos te sentís más cómoda? ¿En los tres?

- Sí, en los tres, pero en el escenario y en la música más, como que lo disfruto más. Pero todos son lugares que necesito, es como una fuerza imperiosa.

- Tal vez lo que sucede en el escenario es lo que decías hoy: recibís más, hay más feed back.

- En el momento recibís más, no quedás desbalanceada.
En el texto recibís cuando decís: “a ver Analía vamos a tomar un té y te leo mi cuento” y vos me decís si te gustó o no. Ahí está la vuelta: con los amigos, con la familia.
Y la pintura también vuelve bastante rápido porque aunque lo cuelgues en tu casa ya te está dando cosas, o te lo da en el momento también, porque estás sacando algo de adentro que por ahí pesaba.

- Ya que la música es el terreno donde te sentís más cómoda, contame de los comienzos, de la época de Camaron Bombai...

- En realidad el comienzo, comienzo es en Suiza y con la música andina, con José Luis Taddei, mi primo, que me fue dando las primeras armas: le enseñó a Claudio a tocar la guitarra y yo chusmeando iba sacando acordes. Fue algo muy lúdico, como si fuera un taller de iniciación, en familia, y con un repertorio latinoamericano a pesar de estar en otro país de Europa. Esa fue como la conexión o el cable a lo latinoamericano. En casa se escuchaba mucho música de acá: se escuchaba Zitarrosa, Los Olimareños, Daniel Viglietti. De ahí que no perdimos tampoco el español, porque prácticamente la lengua madre fue el italiano.

Después, al llegar acá, el primer lugar donde tocamos en forma profesional fue en Clave de Fu con Claudio, haciendo un repertorio bastante distinto entre sí: canciones italianas, algunas de Zitarrosa, otras de Silvio Rodríguez. Ahí fue cuando nos presentamos en varios concursos, ganamos y los premios eran grabaciones de ensaladas.

Después un día Claudio empezó a componer y el primer tema que hizo fue un blues. No tenía nada que ver con lo andino ni con lo nacional, era algo extraño, en español lo hizo. Y empezó a componer un tema y otro y otro, y eso queríamos grabarlo. Fuimos a Sondor, entramos y preguntamos cómo era la cosa. No teníamos demos, no teníamos nada, y Quique Abal nos dijo: “Bueno, entonces canten algo”. Y fue así, tal cual: nos pusimos a cantar esas canciones de Claudio y a Quique le encantó y nos dio la posibilidad de grabar ese disco que se llamaba: “La última tentación de Caperucita Roja”. Entonces nos juntamos con otra banda: “Ruina de moda”, que era un grupo que estaba tocando pero como que en ese momento habían parado. Ahí fue donde se armó la banda “Camarón Bombai” con ex “Ruina de moda”, con temas de Claudio y liderada por él. Tocamos bastante en esa época y sacamos ese cassette, que fue el primero.

Después Claudio se fue a Suiza, y yo firmé contrato otra vez con sello Sondor para sacar “De Minas a París”. Ahí todavía no componía o por ahí componía pero en mi cuarto: no me animaba mucho a mostrarlo. Me faltaban armas todavía a nivel de armonía que nunca estudié, pero de a poco como que intuitivamente me iba empezando a dar cuenta dentro de qué acordes entraban qué notas en la melodía. Jugando así surgió la primer canción que fue “Al revés”, que la edité en el siguiente disco. Y ahí empecé a componer, y la banda que tenía en ese momento me dio mucho empuje porque yo estaba temerosa.
Después se grabó “Tu luz violeta”, que también fue con Sondor y fue después de haber ganado el concurso “Music Quest”.

- ¿Qué recuerdos tenés de esos discos?

- “De Minas a París” es un disco donde hay gran parte del trabajo de Claudio, porque son todos temas de él, o sea que yo todavía era intérprete. Pero una intérprete muy comprometida con la temática porque estaba a la par, o sea, como era de mi hermano yo sentía que participaba mucho, me sentía muy identificada y lo hacía parte mía. Además es más fácil de interpretar que cuando te dan una canción de otra persona y de repente no entendés por qué la compuso. Acá había una complicidad con la canción. Fue un disco bastante difícil de hacer porque yo no tenía mucha idea de arreglos todavía, entonces el disco es muy variado porque no hay un líder, o un arreglador o un productor artístico que es el que encauza todo para un sonido. “De Minas a París” fue experimental, igual que el disco con “Camarón Bombai”.

“Tu luz violeta” ya fue más ejecutivo, más producido, más cuidado todo, por la experiencia de los discos anteriores.
Después hice el disco con Leo Maslíah que fue algo también experimental pero desde otro punto de vista: porque era juntarse con otro artista -un grande- y decir: “Bueno, acá tengo que abrir mi cabeza y aprender cosas nuevas”. Porque habían muchos ritmos o melodías que yo no manejaba, que aprendí.

- Además Maslíah que es un tipo super exigente...

- Sí, se dio una muy buena comunicación y un gran respeto por las cosas de cada uno. Y salió muy rápido, no fue aquella cosa lenta de grabar. Trabajamos con los músicos de él en ese momento. Fue muy profesional todo. Y como te decía, un disco donde yo abrí la cabeza, aprendí muchas cosas. Además del orgullo de decir: “Estoy trabajando con Leo Maslíah, estoy cantando canciones de él, el canta canciones mías”.

- Bien. ¿Y “Alas de Mariposa”?

- “Alas de Mariposa” … ¿qué te puedo decir? Estoy hiper conforme con el trabajo. Estoy con mucha fuerza para mostrarlo. Una fuerza contenida y a su vez encauzada.
Está todo muy cuidado en este disco. Por el tiempo que llevó también, que dio lugar a cuidar muchas cosas. El técnico es César Lamschtein, con quien viene trabajando Claudio desde hace mucho tiempo y hay una gran sincronicidad de criterios. La producción es de Claudio y al haber trabajado mucho con César funcionan como equipo en forma espectacular. Los músicos: la mejor disposición, la mejor onda y el mejor nivel todos.

- En este disco te separás un poco del blues...

- Hay un solo blues: “Mariposa Negra”, la canción de Zitarrosa. Es un blues medio tirando a jazz. El tema del blues es como un mito, porque me asociaron mucho con el blues, no sé por qué...

- Tal vez por el disco con temas de Claudio...

- No sé, porque en realidad tenía un solo blues. Había un período que yo cantaba “Mercedes Benz”, y de repente por ahí fue la asociación... No sé... Lo que sí pasa es que la voz tiene un color...

- Sin duda.

- O utilizo pentatónicas que son las escalas del blues en algunas melodías, o cositas que le meto que le dan ese color; pero no es blues, blues. Creo que es eso lo que pasa.

- Además de ese blues, que es la única versión del disco, entre los 13 temas restantes hay de todo: rumba, balada, rock and roll...

- El disco tiene de todo porque al momento de componer me salen cosas raras, no tengo una línea.
Sí tiene un sonido pop, pero también tiene un sonido bastante acústico, que es más íntimo, a diferencia de lo que venía haciendo que era mucho más eléctrico.

Por ahí lo que fui aprendiendo en el camino es que para poder darle lugar a la voz, tenía que eliminar algunos sonidos que no eran compatibles. Mi voz va más por el lado de las cuerdas de nylon, de la percusión y no tanto sobre las distorsiones por ejemplo, que igual puede funcionar, pero opaca mucho y se pierde lo que es el caudal o lo que yo podría expresar.

Pero también me gusta lo fuerte, entonces en un show trato de mezclar, porque si es todo acústico me viene como un ataque de aburrimiento y creo que a la gente también le puede pasar eso. Si es todo acústico y super detallista y la voz y todo eso, llega un momento que se pierde un poco la fuerza que te da lo eléctrico.
Ahora es un momento donde uso un poco las dos cosas. Quizá el próximo me defina un poco más por una, pero eso va variando; es todo muy cíclico.

- ¿Y por qué “Alas de Mariposa”?

- Bueno, soñé una vez que había un cofre y en el cofre había un prendedor que era una mariposa. Era turquesa, como de piedra turquesa. Había un espejo y yo miraba cómo me colocaba ese prendedor en distintos lugares, hasta que me lo ponía como si fuese una caravana y decía: “esto me gusta para usarlo en un show”. Me desperté con esa idea y fue cuando grababa el disco, entonces fui a unos libros que tengo que hablan de la interpretación de los sueños -que me copé mucho con eso un tiempo y hoy por hoy también recurro a veces- y busqué el significado de la mariposa como símbolo: [lee y traduce simultáneamente] “La mariposa es el símbolo de la mujer ligera, inconstante. Pero también es el signo de la regeneración, de la metamorfosis, de la incorporeidad”. Eso fue un poco lo que más me gustó: la metamorfosis, y yo he venido cambiando mucho, durante la carrera, de conceptos, de estética. Me gustó también lo de la incorporeidad, lo que es incorpóreo.

“Para los griegos es el alma. Las ninfas de los bosques y las hadas generalmente poseen alas de mariposa. Los turcos creían que los muertos podían volver vestidos de mariposas y prestan mucho cuidado a no matarlas”. Busqué el símbolo de las alas: “El ala viene universalmente asociada a la imagen del pájaro o del ángel, la libertad, la elevación. En cada caso destaca el elemento tierra y la conquista del cielo”. En el momento de la composición estás como en el aire, como en un lugar donde los pies no están mucho en la tierra.

“En la simbología, iconografía medieval hay muchos ejemplares de la zoología fantástica, curiosos collages de especies diferentes como el dragón o la serpiente o el caballo con alas. Criaturas todavía ligadas a la esfera animal pero que participan al mismo tiempo de la inteligencia y de la espiritualidad humana, cuyo elemento ala es el símbolo de aspiración a elevarse”. Es algo así ¿no? es como que la música te lleva un poco a otro lugar.

“Alas” por eso: por elevarse un poco, por ir más allá de lo que está pasando en lo cotidiano a través de la música. Y “Mariposa” porque es frágil, porque es etérea, porque es inconstante. Porque la música es así. Porque me parece que la música es femenina... No sé... Tiene elementos masculinos también, los tiene, como no; pero el concepto así me parece que es una energía como femenina, me parece que es mujer... Sí, la música es mujer...

Analía Camargo

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