SieteNotas

Virginia Martínez, dulce guerrera

7/9/2004

Un estilo diferente, que no separa, sino fusiona. Una voz poderosa que no peca de soberbia, que respeta la melodía y escucha los silenciosos. Un corazón blusero, tan auténtico, que no tiene miedo de dejar las puertas abiertas para lo que pueda llegar.    

Con un sentido profundo de la vida, Virginia Martínez recorre el camino de la música como quien pasea maravillado por el edén. Pero su paraíso no es éxito ni popularidad; es amor por lo que hace y en lo que hace, es lucha y trabajo por alcanzar sus sueños, es una sonrisa chispeante que contagia pasión más allá de cualquier realidad.     

Sos estudiante de letras y cantante, ¿encontrás cierta vinculación entre la música y la literatura?

Ni hablar. La vinculación de la letra con la música me parece fundamental. O sea, yo no canto canciones que no sé lo que dicen. Eso es algo que siempre recalco porque me parece que para poder trasmitir tengo que saber lo que estoy diciendo, si no ¿cómo le hago entender al otro lo que yo estoy cantando? Como que lo tengo que hacer carne primero. Entonces yo te canto un blues y sé lo que estoy diciendo en el blues y así se lo puedo trasmitir a la otra persona y la otra persona, aunque no sepa inglés, siente lo que yo le estoy trasmitiendo. Siente el feeling, el sentimiento, lo que hay detrás de la letra...

 

A mí me copa mucho la música en inglés. Me copa el blues, me copa el jazz, me copa el rock and roll y no voy a renegar de lo que me gusta. También me copa la bossa nova, que es en portugués. Yo soy profesora de inglés y si bien portugués no estudié, no tengo problema en aprender las letras ni en pronunciarlas, porque mi madre era gallega y es parecido. En español también me copan algunas cosas, sin embargo se da que en mi repertorio la mayoría de las cosas no son en español. No es el canal mediante el que por ahora me comunico, pero nunca cierro la puerta porque me encanta toda la música.         

¿A qué edad empezaste la carrera de cantante?         

Empecé tipo a los veintisiete años; empecé tarde en realidad. Eso es algo que todo el mundo me dice: “¿Y por qué empezaste tan tarde?”. Y yo considero que cronológicamente empecé tarde, pero que en realidad no hay fechas para empezar. Porque no es que cuanto antes empiece el artista va a lograr algo mejor. Es cierto que si vos empezaste con dieciséis años tenés más tiempo de irte acomodando en el ambiente musical o de editar discos. En cuanto a eso sí empecé tarde, pero no considero que el tiempo sea lo que da la calidad del artista. Había una frase de mi profesora de canto que decía: “El músico nace, no se hace”. Y esto capaz que cae pedante, pero el músico se puede perfeccionar si va a estudiar -y no estoy diciendo que no haya que estudiar, hay que estudiar- pero el músico es músico, nace músico. Yo no considero que empecé tarde. Antes de empezar me casé, tuve un hijo y recién cuando estaba medio crecidito empecé a hacer algo. Yo pienso que la vida es así: que vos empezás cuando tenés que empezar.           

¿Pero de todos modos no te gustaría haber empezado antes?     

Sí, lo pienso. Ahora ya no me mueve mucho el tema. Me parece que está bien como está. También mi comienzo fue medio casual, porque yo estaba haciendo danza... Yo hago de todo (Risas)... Y una vuelta, en una clase me puse a cantar y me escuchó una persona y me dijo que estaba grabando un cassette para niños y que quería que participara. Así fue mi comienzo: cantando música para niños.            

¿Cuáles son las diferencias entre componer para un niño y hacerlo para un adulto?    

Cuando se habla de literatura infantil la palabra “infantil” suena a menos, pero no, para mí la literatura es una sola y la literatura infantil es muy seria en el sentido de que los gurises no son bobos. Cuando hago cosas para niños me tengo que meter en su mundo, entonces el componer para niños me parece tanto o más difícil que para grandes. En realidad ni siquiera digo tanto o más difícil porque dije que para mí la literatura es una sola, pero cuando pensás en un niño, de por sí te sale lo de la ternura y la musicalidad, porque los niños son muy músicos.

 

El tema de la literatura para niños es muy emocionante y yo lo disfruto como una loca porque soy muy niña todavía, aunque parezca mentira (Risas). Y no lo digo de la manera chonga: “Todos tenemos un niño...”. Yo soy niña porque hasta me pongo a llorar... Hay gente que no puede entender que yo me emocione con algo. Y eso es bien de niño, porque los niños sienten con mucha intensidad todo lo que viven. Y también soy niña a nivel musical porque me emperro en hacer cosas que sé que comercialmente no van, que hoy en día no corren y lo hago igual y me doy la cabeza contra la pared, pero al rato me olvidé de lo que me dolió.  Eso es bien de niño. El niño se pega y va de nuevo, no mide las consecuencias.

Volviendo a tu comienzo casual, ¿creés entonces que las cosas están bien como se dieron?           

Sí, aunque en los años que estoy trabajando, que es desde el ´93, si lo miro del lado de la edición discográfica estoy atrasadísima, o sea, no tengo ningún disco editado. Pero como para mí eso tampoco es lo más importante... No estoy diciendo que desdeño tener un disco editado.           

¿Ya tenés pensado hacerlo? 

Sí, ahora sí me voy a encaminar a eso. Recién ahora estoy madurando, con los años que tengo (Risas). Tomé conciencia de que hay que tener un disco editado, de que de alguna manera forma parte de las reglas del juego. Que si no tenés un disco editado no te pasan en las radios y si no te pasan en las radios te cuesta más conseguir toques; es todo una cadena. Entonces ahora sí estoy pensando que me tendría que poner las pilas en cuanto a grabar un disco. De todos modos, para mí lo más importante es el contacto con el público cuando estoy cantando. Yo soy una persona para ser vista en vivo. También me pueden escuchar, pero me gusta que en la música además de oír tengas que mirar: mirar al artista, mirar como el guitarrista solea; para mí es un espectáculo ver la música. Entonces me parece que lo mío va más por el lado crudo y a la vista.          

Me imagino entonces que no sos nada vergonzosa...

No, soy una persona re tímida en mi vida común y corriente, pero cuando canto me olvido de todo y me re cuelgo. Pongo unas caras que después me veo y digo: “¡Qué cara que puse!” y ni yo sé lo que estaba haciendo. Tampoco soy una showoman, para nada, porque soy bastante recatada.     

¿Creés que el ser showoman facilita el camino en la música?    

Digamos que es un poquito más fácil porque como que la imagen hoy día es muy importante. Entonces se te complica un poco más si vos venís por el lado únicamente del canto. Yo canto, no hago circo ni malabares. Canto y mi instrumento es la voz y yo me manejo con eso. Eso es importante aclararlo, porque una vuelta me preguntaron: “¿Y no tocás ningún instrumento?”. Yo toco un instrumento: mi voz es el instrumento. A veces se denigra el tema de que sólo cantás y justamente: sólo canto, con mayúscula. Me parece mucho más honorable que yo me dedique al canto a que yo me tenga que acompañar con una guitarra, por ejemplo, para cantar.       

Si bien empezaste la carrera con bastantes añitos encima, ya de chica sabías que querías hacer esto, ¿verdad?    

Yo de chica era la típica que en el colegio se ponía adelante para cantar, para bailar... Bah, no me voy a tirar tan abajo, me ponían (Risas). Porque bailaba muy bien, cantaba muy bien... Me acuerdo que me re copaba con el tema de los festivales, me lo tomaba como algo de vida o muerte. Cuando había ensayos: “¡No puedo faltar mamá!” y me volvía loca. Y creo que desde ahí ya viene. Le llamaba a todo el mundo la atención porque yo me lo tomaba muy en serio. 

En tu familia no se escuchaba blues, ¿cómo se fue gestando ese gusto por lo que hoy en día hacés?         

Yo era una intriga, ¿por qué me gustaba el blues si a nadie le gustaba en mi casa? Siempre digo que un día me voy a enterar si en alguna otra vida fui negra o tenía ascendencia negra. No sé si crees en la reencarnación o no, yo tampoco sé, pero algún día me voy a enterar por qué me viene esto del blues a mí: ascendencia gallega, bien blanca (Risas). Siempre me llamó la atención toda la música de los negros, porque también canto brasilero, me gusta lo cubano... Toda la música de ascendencia negra para mí mueve mucho. Después me vine a enterar que la gente me dice “la negra blanca”. Yo no sabía, me lo contó una vez una persona del público. Y está bueno, porque me ha pasado pila de veces que escuchan mi grabación y se creen que yo soy negra y cuando me ven dicen : “No, no puede ser ella la que estaba cantando”. (Risas)     

¿Pero cómo tomaste contacto con el blues?      

Lo que pasa es que soy medio autodidacta. Yo hago cosas por la mía y ya te digo, en mi casa me decían: “¿Pero por qué esa música tan triste? ¿Por qué no otra cosa?”. Y a mí siempre me llamó la atención y me pareció que trasmitía muchísimo y que era algo que tenía como un trasfondo muy grande, muy poderoso, que por algo existía esa música tan cadenciosa. Y de hecho, aunque no cante únicamente blues, siempre como que el feeling del blues lo tengo ahí. Siempre mi leit motiv es el feeling del blues. Me gusta hacer música porque se trabaja mucho con los silencios y eso el blues lo tiene mucho. Los silencios son parte de la música también. El músico que no respeta los silencios no es un buen músico. Con eso de aguantar una nota un buen rato o de parar en medio de una canción, respirar y quedarse así, la gente se cuelga muchísimo.        

¿Te fue fácil llegar? Hablando desde el punto de vista no sólo de oportunidades y de trabajo, sino de vos como persona, de tus decisiones, de tus sentimientos...           

Por el lado de mi familia siempre me cuestionaron por el tema económico. Me decían: “¿Pero por qué no te hacés una carrera tipo escribana?”, la clásica de todas las madres (Risas). Y yo le decía: “No mamá, no me gusta”. Me cuestionaban más que nada por ese lado... y tenían razón (Risas). Pero más allá de eso, en el medio también me costó llegar... de hecho... no creo haber llegado a ningún lado (Risas). ¡En una buena! O sea, no sé qué es llegar. Para mí llegué a lo que a mí me gusta hacer. Cuando te re colgás con la música, generalmente en este país está bravo. Yo no vivo de la música, tengo que trabajar de otra cosa. Y llegar en el término que se dice exitosísimo no llegué. Yo no tengo material editado y tampoco me preocupé mucho en buscar un productor. Creo que en dos oportunidades yo mostré un demo y me contestaron que este tipo de música acá en Uruguay no vendería, que no hay mercado. Entonces era la historia de editar por editar y yo en ese momento no estaba para eso.    

Entonces la razón por la cual no sacaste el disco fue porque te dijeron que no se iba a escuchar.   

No puedo decir que a mí me negaron editarlo. Me dijeron que no lo tendrían dentro de lo que interesa, porque no vendería. Es una música que no es masiva, que no se vende. Pero tampoco los puedo culpar porque no me hayan dado bola, no le estoy tirando piedras a nadie. Yo creo que sería complicado editar un disco acá en Uruguay de lo que yo hago. Lo haría por las mías porque tengo ganas, pero no sé si se llegaría a vender mucho. Pero ahora tengo ganas de tener un disco mío más allá de que venda o no. Inclusive para mandar al exterior, es como una carta de presentación: si no tenés algo editado, lamentablemente se considera que el artista no existe mucho. Para mí es un error, pero las reglas del juego son esas.         

Tenés un estilo de cantar muy particular, ¿cómo lo forjaste?     

Yo fui bastante autodidacta en eso también. Fui a estudiar canto después de que se editó el cassette para niños en el que te conté que participé, porque supuse que había algo que tenía que saber, algo más de lo que yo hacía. Estudié con Socorrito Villegas, que fue una soprano muy famosa acá en Uruguay y ella misma me dijo: “Vos ya estás”. Más que nada, lo que yo le fui a pedir fue que me diera un poco de línea en cuanto a no cortar el aire, a saber respirar, todas esas cosas. Aprendí un poquito de técnica, pero muy poco tiempo, tipo un año. No quería que me encasillara en ningún estilo, porque generalmente los profesores si son de origen lírico, te tiran para el lado de la lírica. Y bueno, se supone que la voz va tomando colores de lo que uno va viviendo y esa es la voz que me sale cuando canto. Yo tengo un registro muy amplio. Soy soprano pero he llegado en coros a sustituir bajos. Entonces te puedo cantar algo muy agudo como te puedo cantar un blues en un tono bien bajo. En cuanto a cómo me surgió esa voz, fue natural... 

No recibiste influencia de ningún músico...     

No.

Vos no escribís letras de canciones, sos únicamente intérprete...         

Yo me considero intérprete y reivindico la palabra intérprete. Porque a veces se piensa que si uno no compone sus propios temas le falta algo. Y no le falta nada. Hay otra cosa que es el intérprete y que acá la gente es muy ignorante a ese respecto. Por ejemplo, en Brasil María Betanhia es intérprete y es una bestia cantando y no compone sus propios temas. Laura Canoura, por hablar de algo más cercano, hasta hace poco no cantaba temas de ella y no le quita que sea una buena intérprete. Me parece que acá la categoría intérprete está como desvirtuada. Tampoco descarto que en un futuro pueda mostrar mis temas. Yo tengo letras escritas pero considero que lo que canto es mucho mejor que lo que yo puedo hacer. Me parece tan maravilloso lo que canto, estoy tan conforme en cuanto al repertorio que elijo que digo: “¿Qué puedo mostrar yo al lado de esta bestia?”. No es por tirarme abajo, es que no llegué a la necesidad de decir “Tengo que mostrar mis temas”. A mí me gusta cantar lo que canto, me siento feliz, estoy plena... ¿Por qué tengo que demostrar que soy buena cantando mis temas? Me parece hasta un egoísmo en cierta forma. También soy medio terca...

¿Pero no te parece que es también egoísta no mostrar lo que vos hacés?

Creo que al revés, que yo soy demasiado humilde en ese sentido. Considero que lo mío no puede ser tan bueno como lo que yo estoy cantando ahora.       

¿Qué te lleva a seleccionar las canciones del repertorio? 

Para armar un repertorio le busco mucho la vuelta, selecciono muy bien, porque me interesa que lo que vaya a cantar me represente. Lo que sí trato es de ponerle mi impronta. No imito a las versiones originales. Los temas que voy a hacer generalmente los escucho una vez y después no los escucho más. Cuando lo voy a ensayar lo escuché sólo para saber como era, nada más. Después de eso hago mi propio tema, que no tiene nada que ver con el tema original.        

¿Sentís que tenés un compromiso contigo misma de crear algo bueno por el hecho de tomar una canción de otro artista?          


Eso desde el vamos, desde que empecé a querer cantar. Yo soy re obsesiva con lo que hago, soy hasta demasiado obsesiva. A veces me bajo del escenario y me doy palo abierto: “¡Qué horrible, no me gustó para nada!”. Y los otros músicos me dicen: “¿Pero qué decís, si salió alucinante?”. Más allá de que estoy contenta con lo que hago, para mí esto es una superación permanente.   

¿Lo tomás entonces como un desafío además de como un gozo?           

Claro. Es que si en la vida no te tomás las cosas como desafío es porque no las querés. Tampoco llegar a la obsesión. En mi caso también es terquedad. Yo a veces me he preguntado: “¿Vale la pena Virginia lo que estás haciendo? Te estás matando, vas de acá para allá, trabajás en otra cosa…”. Y después me entra a picar el bichito y digo: “Sí, sí, vale la pena... quiero cantar”.         

Leí en un artículo que decía que en tus presentaciones el repertorio sigue un hilo como quien cuenta una historia, ¿eso significa que tiene una especie de guión?   

No, no tiene un guión, para nada. La historia no es un argumento armado, sino que empiezo con una baladita, cuento de dónde vino y digo: “Vamos para Brasil” y hago una bossa... Hay como una especie de hilo conductor en ese sentido. Eso es también un poco intuición. Yo siempre cuando empiezo a armar un espectáculo elijo un nombre y ya el nombre te va trayendo a colación cosas que tenés que hacer. Es como una selección que ya viene dada naturalmente.    

¿Cómo se llama el espectáculo que vas a estrenar el 23 de Agosto en Florida?

Se llama “All of me”, que es el nombre de un tema de Billie Holiday que está en el repertorio. Lo elegí porque últimamente me re colgué escuchando a Billie y porque me pareció que tenía mucho que ver conmigo. “All of me” en inglés significa “todo de mí” y tiene un doble sentido: “todo de mí” porque en ese espectáculo hago todo lo que me gusta: bossa nova, jazz, blues, baladas; y “todo de mí” porque siempre pongo todo de mí cuando canto. Entonces me encantó el doble sentido de la palabra. Lo de la vinculación de la música con la literatura viene por ahí también...

 

Volviendo a lo del repertorio como historia, viene por el hecho de que yo pienso las cosas como un cuento, que tiene que tener un principio, un medio y un fin, como todo en la vida, un ciclo. Por eso en general siempre trato que el espectáculo no sea lineal. Es como cuando canto, tampoco es lineal: de repente susurro, como de repente pego un grito, como de repente hago un silencio. Entonces también el espectáculo trato de que sea así, que tenga partes suaves, melancólicas, románticas y partes con mucha energía, llegando hasta lo medio bizarro. Hago cosas muy delicadas como hago cosas muy guerreras.    

Por más que hacés varios estilos, los medios te catalogan de “blusera”, ¿eso te incomoda?           

Ese es un término que no me molesta para nada. Me pasa que yo voy a hacer un espectáculo que tiene bossa nova, jazz y hasta candombe y ponen que lo que voy a hacer es blues. Es cierto que todo el mundo en la prensa me considera blusera, quizá porque yo arranqué con el blues. Cuando se empezó a escuchar hablar de mí yo hacía blues y no reniego para nada, es más, sigo haciendo blues tradicional, pero no es lo único que hago. Entonces los periodistas se hacen un lío tremendo conmigo porque no saben si ponerme en blues o en jazz. Esa compartimentación para mí es un error. La gente por una cuestión práctica compartimenta y yo pienso que hay que tender a la unificación. El blues y el jazz nacieron juntos prácticamente, después como que se separaron entre comillas, pero el origen del jazz y del blues está muy cercano. Yo trato de unificar todos los estilos y por eso hago fusión.       

Así que vos no te considerás blusera...    

Me considero blusera por el feeling de cómo me tomo la música, más que por el género en sí mismo. Es decir, no hago siempre blues, pero me catalogo blusera por cómo vivo la música. Me tomo la música como se la toman los bluseros.  

¿Y cómo se la toman los bluseros?

¡Ah, me agarró! (Risas). O sea, en realidad sería como me imagino que se la toman, porque tampoco conviví con un blusero del Misisipi. Me imagino que tiene que ser gente que sabe muy bien del ritmo, del silencio, de la pausa, de no matar una nota con otra. Yo veo que en la música se peca mucho de matar una nota con otra: por ejemplo cuando un guitarrista o cualquier otro instrumentista toca muy rápido y no deja escuchar lo que hay entre una nota y otra. Puede ser muy virtuoso recorrerse toda la escala, pero hay gente que vos la ves y decís: “se toca todo”, pero no trasmite nada. Entonces a mí me cuelga eso de la gente que te hace saborear cada nota que tira, cada frase que larga, como que vos te quedás escuchándolo. Creo que eso es lo que los bluseros tienen y es lo que yo rescato para todo. 

¿Qué creés que mantiene el blues actual de aquel blues de los negros que plantaban algodón en el Misisipi?          

Yo creo que tiene que haber como una conexión. Lógicamente vos no podés sentir lo mismo que un esclavo en una plantación, pero sí podés entender que el tipo estaba tratando de trasmitir un sentimiento de que no estaba conforme y que quería cambiar algo. Estaba tratando de proponer otra manera de vivir mediante la música, que era de repente la única manera que tenía de comunicarse. Entonces eso es lo que yo creo que hay entre el blusero actual y el blusero anterior. La conexión es esa: siempre tratar de dar algo más, como que hay otra posibilidad. Mediante la música podés ver otras cosas que de repente no las ves en la velocidad de la vida cotidiana. El blues habla de la posibilidad de tomarse las cosas con otra filosofía, con otra calma y sobre todo, aunque quede medio cursi, con otro amor. La música si no te la tomás con amor... La mayoría, lamentablemente, de lo que yo escucho hoy día es contaminación ambiental, porque la contaminación ambiental entra por los oídos también.           

¿La cumbia villera te parece contaminación ambiental?  

Me quedo más con la cumbia villera y no con otras cosas. ¿Viste esos productos tan recontra prefabricados que dan asco? Por suerte en Uruguay no hay demasiado de eso. No puedo decir que me gusta la cumbia villera, porque no me gusta, pero la considero un poquito más auténtica que eso otro. De repente la ponen y hasta no me molesta escucharla, ¿pero viste esa música de supermercado que es en todos lados lo mismo? Me empieza a dar una cosa en el estómago que me enferma.        

Un músico una vez me dijo que las letras del blues tenían que ser simples. ¿Para vos es así o crees que tienen que tener alguna otra característica particular?      

Sí, generalmente la letra de un blues es simple, porque la vida tiene que ser más simple y porque lo que uno en el fondo quiere trasmitir es amor. Yo un día estoy bajoneada por problemas cotidianos o lo que sea y voy a un ensayo, canto y ya vengo con otra cabeza. Lo decía creo que fue Compay Segundo, de Buena Vista: “La música es medicina”. Yo estoy convencida de que es así y que a la gente le falta música, no porquería. Sé que con esto nunca llego muy lejos porque mucha gente se siente ofendida, pero no trato de ofender, yo digo lo que pienso. La música es amor si está hecha con amor. Si vos te subís para cobrar y lo que te interesa es vender, estamos hablando de otra cosa, no estamos hablando de música. Eso es lo que yo pienso.

 

Y volviendo al tema de las letras, no pueden ser complicadas porque el blues no está hecho para que vos filosofes baratamente, está hecho para que vos sientas. Es lo que yo siempre digo: el blues te pega en el estómago, va directo ahí. Es muy visceral, no es intelectual. Acá en Uruguay la gente se toma el blues como algo intelectual y no entiendo por qué. Supongo que es porque es en otro idioma. Pero el idioma es justamente eso: un idioma, una manera de expresarse y nada más. Hay gente que cree que uno está como por encima de los demás por cantar blues y jazz; yo considero que es un estilo más como todos los otros. A veces me dicen que lo que hago es música para elites y no es así. Que no haya un mercado acá es otra cosa. No lo hay, pero yo voy a seguir peleando para que lo haya.

 

Viviana Scirgalea

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