SieteNotas

Jorge Drexler en Cine Teatro Plaza

13/12/2001

Y fue lo que fue (nada menos...):


Había una sensación general de que uno la iba a pasar bien allí. En las pequeñas reuniones llevadas a cabo entre amigos, músicos y demás en el hall del Plaza, había una convicción de que nada iba a salir mal esa noche. Es como un gol desde los vestuarios, todos fuimos entrando dispuestos a que, fuera lo que fuera, iba a ser muy bueno. ¿Pasa siempre? ¿Sólo con algunos artistas? No importa. Pasó y chau.

Alguno de repente estaba molesto por los afiches que destacaban: "Jorge Drexler en Uruguay". Si, es cierto, nadie anuncia "Larbanois Carrero en Uruguay" o algo así. Suena como la más grande de las redundancias. Aunque, como bien definiera la Rolling Stone edición argentina cuando la reseña de "Frontera": "...es una ciudadano del mundo, con pasaporte uruguayo" y eso pareciera molestar a los inadaptados inconformistas de siempre. En este país donde sobra talento y falta mercado, Jorge (llamémosle así de aquí en más) tuvo la suerte de ser descubierto por Joaquín Sabina... Y después, solito hermano. Porque nadie duda que el más talentoso músico uruguayo aparecido en la última década es Jorge. Y su música; cóctel entre la bossa nova y algunos ingredientes jazzísticos, el folklore, la música electrónica (a partir de "Frontera") y sobre todo, de ese inequívoco sonido montevideano que se fue forjando principalmente con El Kinto en los ‘60. Mezcla de candombe, rock n´roll, murga y alguna cuestión etérea que va más allá de la partitura y que define a este sonido típicamente uruguayo. Por eso se entiende que a Jorge la platea lo reciba haciendo “llamada” con las palmas. El ciudadano del mundo aterrizó en el lugar desde donde partió alguna vez y la voz de Alfredo Zitarrosa con un escenario en penumbras era el indicador de que habíamos -Jorge y nosotros- llegado a destino.

El recital arrancó con "Crece", esa preciosa zamba-pop del disco "Sea", uno de esos grandes temas escondidos tras los cortes de difusión, pero conocidos de memoria por los seguidores y elegido nada menos que por el autor para arrancar el show. El resto fue una catarata de impresiones de un viaje de casi dos horas y media, con algunos sencillos momentos de pura magia. "De amor y de casualidad" (de "Llueve") revela una inusual polenta en vivo. Así se fueron sucediendo los temas pasando por casi todos los discos (faltaron temas de "Radar"): "Río Abajo", "Vaivén", "Princesa Bacana"; con una banda que suena potente, afiatada, super profesional y con algunos lujos. En "Llueve" parecía que iban a desatar la tormenta (ayudada por una excelente iluminación en este tema y también en el resto del show) y que los dos hechiceros Lombardo y Arnicho (lo que tocan estos tipos, por dios) desde la percusión nos iban a traer el agua. La voz de Jorge estuvo muy bien complementada por los coros de Ana Lann y de el bajista Gonzalo Gutierrez, compañero de ruta de Jorge durante veinte años o más.

Un momento que avisoraba la magia que vendría: Contrafarsa sube de civil -por así decirlo- a cantar en "Tamborero" (primera vez que veo a Contrafarsa con el director detrás del coro ya que "Pitufo" estaba encarando los tambores) y junto a los murguistas Raúl García y Marcel Keoroglián, Jorge agarra el chico para la cuerda de tambores final del tema. El batero José San Martín -muy bueno- se mete con la percusión, hace coros, mete potentes "marcha camión"...a este jugador no lo teníamos, fue una buena sorpresa ver a este rochense también residente en Madrid.

¡Atención a la gente!, arranca "Un país con el nombre de un río", momento mágico, que con Fernando Cabrera entrando en la segunda parte del tema se convirtió en un pico altísimo. La "brisa del mar" del final con las voces de Cabrera, Lann, Lombardo y Jorge marcaba que si el concierto hubiese terminado allí, igual todos nos hubiéramos ido contentos. Pero se vino "El tiempo está después" de Cabrera y bueno, paliza. Creo que me entienden. Siguen pasando los temas: de "Frontera" van "La edad del cielo" y "El sur del sur". De "Sea", "Causa y efecto", "Me haces bien" y "El pianista del gueto de Varsovia" (temazos ellos). En esta última es quizá donde más se luce Luciano Supervielle metiendose con loops, samplers y scratches. Ahí reside una de las claves de la aparente sencillez de la música de Jorge, merito también de los productores Juan Campodónico y Carlos Casacuberta; la música electrónica está puesta al servicio de la canción, pero no es la canción. No hay abuso de este recurso ni en estudio ni en vivo. Manu Chao, por ejemplo, atomiza con las máquinas y dicho sea de paso (aunque no tiene nada que ver) no se qué tanto jode la prensa porteña -por ejemplo la Rolling Stone- con Manu Chao, Drexler es diez veces más compositor y más músico. Jorge es un fenomenal guitarrista -al igual que Cabrera- pero no se pone en estrella.

Sigue la magia: Jorge queda solo en escena con su guitarra y sus pedales. Hace "Milonga paraguaya", "Alto el fuego" y "Aquellos tiempos" (estas dos últimas coreadas por todo el teatro). Otro momento alto. Y se vienen los esperados. "Horas" me sigue pareciendo floja, lejos está de otras con menor difusión. "Frontera" en cambio suena fuerte y la combinación chamarrita-marcha camión hace levantar al público. "Sea" es otro gran tema (y una de las mejores letras). El final ya se venía, muy a nuestro pesar. La banda nos deja. Al igual que al comienzo, el escenario está vacío y la sensación es la misma: la vamos a seguir pasando muy bien. Llegan los bises y ¡atención nuevamente!, Jorge le rinde homenaje al otro Jorge, el Harrison, miembro del grupo más grande de la historia y notoria influencia en la música de Jorge, el Drexler. La versión de "Something" es brillante, a ritmo de candombe y muy bien cantada. Más magia. Y más bises: "Antes" no podía faltar y "Memoria del cuero" en vivo suena mucho mejor que en el disco. La platea se levanta. La banda se va, nadie duda de que vuelven. ¡Y con que vuelven!, uno de esos temas que uno siempre quiere que estén arranca la seguna tanda de bises: "Camino a La Paloma", belleza total. Y dos de "Sea" terminan la fiesta: "Nada menos" y "Uno". Esta vez no nos ganó Jorge, le adivinamos la intención. Sabíamos de antemano que nos iba a emocionar e igual vinimos, que ibamos a ver un gran espectáculo y que lo íbamos a disfrutar al máximo. El final, loops con la voz de Mateo (otra referencia ineludible) y "Here Comes The Sun" con el otro Jorge sonando desde lo alto. Al igual que Los Beatles, Jorge hace que lo complejo suene sencillo. Y esa sencillez hace que en esta crónica hablemos más de canciones que de su postura en escena. Sus canciones hablan por él, pero él tan sólo se para armado con su guitarra y con su voz que no pretende hacer proezas ni acrobacias de ningún tipo. Dirige la orquesta si mayores movimientos y habla poco. Sus canciones son las verdaderas figuras del espectáculo. Y nos fuimos como volvimos: contentos. Fueron casi dos horas de magia. De sencilla magia.

Christian Font

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