música hirviendo en el corazón

Entre telones gruesos y butacas enfiladas, La Trampa dejó una marca de fuego que quedará grabada en un disco "Frente a frente".

Esta vez, como todas, no faltó ni la fuerza de la banda ni la potencia del sonido ni el arranque de la gente. El Teatro Don Bosco se comportó como una perfecta caja de acústica y albergó, entre sus paredes añejas, a cientos de jóvenes dispuestos a ser víctimas una vez más, de una dosis fuerte de ardor y placer.

El vacío tan inmenso del teatro no se cargaba fácilmente de ese aire denso de sudor y humo, propio de los toques tramposos. Sumándole a esto la falta de atmósfera de cercanía acostumbrada en algunos lugares chicos, resultó más difícil entrar en un proceso de alquimia, donde el calor transforma los cuerpos rígidos en almas en combustión.

Sin embargo, el clásico riff de "Santa Rosa" en la bienvenida, fue una buena forma de empezar a romper el hielo de los dos lados. La ansiedad mutua dinamizó el asunto y al poco tiempo banda y público se convirtieron en lo que se experimenta como La Trampa: música hirviendo en el corazón.

Un intervalo de diez minutos, justo después de una versión imponente de "Peligro", no pudo ya vencer la pasión que se desató con un set que incluía temas de los cuatro discos: "Calaveras", "Buena droga", "Muerte serena", "Besos y silencios", "Contrapiso para el alma", "Resurrección", "Cruz diablo" y una interpretación muy cálida de "De nosotros dos" de autoría de Eduardo Mateo.

Alejandro Ferradás, uno de los invitados de la noche, se lució con la viola en dos reliquias del "Toca y Obliga": "Dulces tormentos" y "Por verte feliz", las que se sumaron a "Luna de marzo", para cerrar lo que fue una sesión de pura seducción sigilosa. En la segunda vuelta, Mónica Navarro de La Tabaré, acompañó a Alejandro Spuntone en "El oro y la maldad", dando como resultado una mezcla extraña de voces virtuosas.

"Arma de doble filo", "Las cruces del corazón", "Carne", "Nada pasa y todo queda", "Caída libre" y "Maldición": todas composiciones de energía en bruto, que no podían estar ausentes si se quiere plasmar en un disco en vivo lo que realmente se siente. Como rarezas: "1973 Milonga mar" y una interpretación de "De despedida" de Eduardo Darnauchans, dejando a todos con una espina de "Soledad" en el pecho.

Como no podía ser de otro modo, "Vendas en el corazón", "Mar de fondo" y "Yo sé quién soy" en el bis, dinamitaron la sala por completo, derrumbando cualquier estructura que podía permanecer aún intacta. Una fiebre contagiosa dejó todo reducido a sonidos en ebullición, fundidos en un único sentimiento, común a cada palpitar.

Viviana Scirgalea