Lentes, collares, un termo y un mate. Una púa gastada y un par de caravanas. Un manojo de llaves y algunas de esas fotos que suelen estar guardadas. Todo eso aparece, entre letras y créditos de canciones, en el nuevo CD de Jorge Nasser. Se trata de sus Efectos Personales: una mirada introspectiva que hace el líder del grupo más popular en la historia del rock nacional. Es la banda de sonido de su vida. Pero es también su música, sonando a cosa nueva. No por asimilación de tendencias en boga, sino por introducción de una gran variante respecto a su carrera. Es la impronta que -según él-, pauta el comienzo de una “nueva era”.
Contrariamente a lo que puede suponerse a priori, en su primer disco “solista”, Jorge Nasser está bastante acompañado. Además del “elenco estable” integrado por el legendario Eduardo “Toto” Mendez, su socio co-fundador de Níquel Pablo Faragó y su hijo Francisco, participan varios artistas invitados. Algunos lo hacen cantando, como Jaime Roos, Ruben Rada, Sandra Mihanovich, la banda Cursi y José Luis “Pepe” Guerra. Otros componiendo textos o realizando arreglos, como Mario Benedetti y Raúl Medina. Y otros aportando desde lo instrumental, como Wilson Negreira, Gerardo Moreira o Ariel Ameijenda.
Más allá del gusto personal, Nasser visualiza esto como un valor en sí mismo: “Yo pienso que eso es lo que le da la vitalidad que el disco tiene. Es un disco que seguramente pueda escucharse dentro de diez o veinte años y va a tener esa frescura, porque es esa historia: la historia de que no es una cosa unilateral, al revés: para mí, hacer un disco solista fue como la oportunidad de abrirme mucho más que estando en el formato de un grupo de rock”.
A propósito de dicho formato, sobre la posibilidad de existencia de problemas o de crisis grupal que se suele manejar cuando el líder de una banda edita un disco solista, Nasser es categórico al responder: “Esto es simplemente un hecho artístico, en el mejor de los casos, si es que así la gente lo considera. Los problemas, las virtudes de Níquel corren por su cuenta y tienen su propia lógica, incluso muchas veces a pesar de uno.
Significa nada más que lo que significa: un disco solista. Las ganas de mostrar otra música. Es como yo me estoy sintiendo ahora: yo no me siento en este momento tan eléctrico, como para estar con Níquel haciendo un disco, por ejemplo. Me siento así: cantando en voz más bien baja, requebrando la voz, haciendo textos que hablan de amor, de los hijos, de los afectos. El día que sienta la necesidad de pegar unos gritos y transpirar un poco, supongo que volveremos a hacer algún disco con Níquel; pero no significa necesariamente una ruptura.
Es simplemente eso: una necesidad expresiva, como alguien que pinta murales y decide hacer pequeños cuadros: lo necesita para expresarse. Bueno, así lo hice y espero no morir en el intento”.
Si bien presenta un sonido mayormente acústico con gran énfasis en la milonga, el material permite al ser reescuchado, descubrir que no hay colores plenos, que aunque la paleta según su autor es limitada: predominando los azules y los marrones; hay tonalidades, hay matices: “Yo traté de limitarme a las guitarras criollas y de meter alguna guitarra eléctrica pero en algún lugar, un momento. Se provoca entonces dentro de ese minimalismo la oportunidad de, una vez que lo vas escuchando, discernir que no es todo tan parejo, que no es todo milonga. Eso es parte de las contraseñas o los secretitos que tiene este trabajo”.
En cuanto a la elección de los temas, Nasser, que en virtud de su condición de compositor dice andar siempre “entre papeles y guitarras, entre letras y acordes”, afirma haber tenido un repertorio grande de canciones a partir del cual empezar el proceso de selección: “Fui separando y también entre tanto re-visitando la obra de varios artistas que me interesan y que siempre escucho, como Eduardo (Mateo) y Alfredo (Zitarrosa), pero esta vez con la oreja de hacer algún tema”.
De hecho Eduardo Mateo es el compositor más versionado del disco: tres de los catorce temas que lo integran son de su autoría y corresponden a su primer fonograma. (“Quien te viera” que Nasser interpreta solo. “De nosotros dos” que Nasser canta con Rada y de la mano de ambos el creador de “Lo dedo negro” es llevado a un formato pop. Y una versión milonguera de “Tras de ti”, cantada a dúo con Jaime Roos).
Sobre la elección y el propósito de la misma, explica: “A Mateo para empezar lo conocí, fui productor de la única salida que hizo a otro país: lo llevé a la Argentina en el año ‘81. Además siempre lo admiré muchísimo. Lo que pasa es que de alguna forma el aproach que yo tenía hacia sus canciones era bien diferente al que habitualmente se hace: yo quería mostrar al Mateo ingeniero de canciones, al Mateo perfeccionista y no al Mateo provocador y desestructurado, enigmático y extravagante de los últimos tiempos. Preferí anclarme en aquel primer disco porque considero que él fue de esos artistas que rompió la forma porque la dominó, de los que yo respeto”.
Más allá de los covers de Mateo y de su música como inspiración que se respira en todo el CD, según el cantautor, es básicamente en los primeros tracks donde está “El tronco del disco”.
La presencia de una naturaleza esencialmente milonguera, pero recreada en un contexto contemporáneo y combinada con sonoridades modernas, se advierte desde el comienzo del disco.
En efecto, el mismo se abre con “Luchadores en lodo”, el corte de difusión: una estructura de milonga convertida en balada pop, interpretada a dúo con Sandra Mihanovich. “Es una fusión que marca un poco la esencia del disco. Es una milonga aggiornada, modernizada, una milonga que puede luchar fuera del ámbito del folklore. No es una cosa para comer un asado ni para turismo ecológico. Es una milonga que está viva, que está en la radio, que está sonando, que está en los rankings; y eso a mí me parece buenísimo, era lo que quería hacer. Es uno de los temas que más me gusta, de los que me hace sentir más cómodo. Es raro, pero me siento muy cómodo tocando esa canción, no es una cuestión solamente de gusto, es como que me calza, como una ropa que te queda bien, que de repente decís: capaz que no es para todos los lugares, pero es la ropa que te queda bien.
Cada vez que logro componer una música como esa, me siento bien. Me gustaría ser recordado por ese tipo de música, por canciones como esa”.
“Milonga igual” es el surco número dos del CD y desde el nombre mantiene esa línea compositiva: “Es una canción que yo hice para el disco del Cuarteto Zitarrosa para ser cantada por el Canario Luna. Esta versión es cómo yo la escucho ahora: es light y tiene elementos que contribuyen a esta idea que te estaba diciendo de generar una milonga más moderna, más actualizada: una milonga actual.
Por lo demás, manifiesta mis eternos homenajes a (Gastón Ciarlo) Dino, a Zitarrosa, que son un poco mis maestros, los que marcaron un camino por el cual yo quiero transitar”.
En ese sentido, pese a no haber ningún tema de Dino en este disco, su influencia es como una fragancia que emana naturalmente de todos los trabajos de Nasser.
Zitarrosa en cambio está presente en este caso de manera más elocuente, a través de la interpretación de una bellísima composición: “Qué pena”. Composición que constituye “Una perlita para los músicos” en tanto hay un trabajo muy sutil, artesanal casi, que resulta en guiños y símbolos bien interesantes:
“Zitarrosa cantó esa canción por lo menos con dos arreglos diferentes de guitarras, y el que está en la versión mía es la mezcla de los dos. Por otro lado está la inclusión de la batería, y hay unas guitarras distorsionadas que imitan el sonido de las cuerdas. Además es un texto maravilloso que muestra cómo a veces algo tan duro puede decirse con una canción, y cómo aliviana el mensaje la música. Esa me parece una canción buenísima”.
Según Nasser una de las premisas de este trabajo es el equilibrio. La simetría, la armonía, la justa proporción constituyen un propósito estético deliberadamente perseguido, que incluso tiene que ver con una cuestión más inherente a lo humano que a lo profesional: “Hay como una búsqueda de equilibrio dentro del disco, un equilibrio que yo nunca tuve en mi vida. Yo nunca fui una persona muy equilibrada ni artísticamente ni humanamente, entonces este disco es como una búsqueda de equilibrio”.
De hecho no se trató de un ejercicio creativo o de un resultado intuitivo, sino de un objetivo conscientemente buscado: “Yo en eso me fijé bastante. El afán perfeccionista en este disco lo puse en el equilibrio y no tanto en sí había alguna carraspera en la voz o alguna guitarra que podía haberse hecho mejor”.
No obstante, hay un par de canciones que, sin atentar contra ese equilibrio, se despegan de la continuidad del disco, ya sea por el concepto que plantean o por el impacto que provocan: “Maestra”, el surco número once, y “Contra la corriente” el penúltimo tema del disco.
El primero es un tema que “No va en ningún disco, ni deja de estar en ningún disco. Son canciones que te son dictadas, que me la dictó la providencia; no sé, algo de arriba. Me emociona muchísimo: me emocioné mucho escribiéndola, me emocioné mucho cantándola, me emocioné mucho grabándola; o sea, es un tema que para mí es cien por ciento emoción, es puro sentimiento”.
Por eso asevera que fue “Como un capítulo absolutamente aparte”, y que su inclusión le generó muchas dudas: “En realidad mi problema era si incluirlo o no, porque no tenía el balance y el equilibrio de lo otro, las proporciones áureas que de repente lo otro aspiraba a tener. Hasta que una noche me di cuenta que no podía no estar, que nada tenía sentido si no estaba, que era inimitable. Entonces la incluí”.
El otro tema, que es como la escena que se separa de la secuencia general, es “Contra la corriente”, la composición de Estela Magnone que Nasser lleva junto a la gente de Cursi a un formato rumbero con aires flamencos: un terreno hasta el momento por él inexplorado. “Es la única canción que hay para arriba en el disco, porque es un disco muy melancólico; pero pienso que hace un buen corte”.
Sobre el contacto con la gente de Cursi, cuenta que el mismo fue relativamente reciente y bastante casual: “Un día me los encontré en AGADU y me regalaron un disco, y me hablaron de Doña Teresa y de unas canciones viejas de Níquel que se supone que nadie las debe recordar. Y me llamó la atención, porque una canción como Doña Teresa no le puede gustar a cualquiera, porque es un neo blues, y blues en el ‘89 era impensado. Escuché el disco y me encantó, y de alguna forma el hecho de que se fueran sumando tantos consagrados daba la impresión como que yo estaba buscando en los invitados un aval, una cosa que no era tal, entonces dije: vamos a meter a alguien joven también, y vamos a meter una composición de una mujer, y vamos a meter algo de Estela que la adoro.
Es decir, hay tantas cosas felices que se dieron en este disco... o sea, que me hace feliz haberlas hecho, como llamar a una banda nueva a través de un tema de Estela Magnone. Eso siempre lo adoré: juntar lo que no se podía juntar”.
En efecto, el correr riesgos ha sido una constante en la carrera de Nasser “Yo soy un tipo que concibo el arte como riesgo. Si no hay riesgo, si no tiene esa adrenalina realmente importante, para mí es como que no tiene gracia”. Eso explica que, ante la disyuntiva de tener que escoger un tema del disco, se incline por el que considera más osado, más audaz: “Pensar soñando”, el tema que canta con Pepe Guerra: una milonga travestida, experimental, progresiva: “Pienso que, así como Mateo en su momento estiró el horizonte de la música uruguaya y nos permitió hacer cosas armónicamente y melódicamente que serían imposibles, que sonarían mal si él no las hubiera hecho primero; esta es una milonga que agrega elementos que pueden ser incorporados perfectamente de acá al futuro, para combinar más, para hacer cosas más arriesgadas.
Y creo que Pepe es un tipo que está dispuesto a tomar esos riesgos. Es un loco que yo decidí invitarlo porque lo he visto tocar en el interior y sé que toca con la guitarra medio enchufada y con batería; o sea, el loco está pidiendo cancha”.
- Siempre fuiste de hacer cosas arriesgadas y de algún modo con Níquel han sido los pioneros en un montón de cosas: en editar un disco acústico (Níquel Acústico), en hacer un espectáculo y posterior disco tributo a otros artistas (De Memoria), en entrar al Solís con el formato de una banda de rock, en salir en la cadena MTV, en actuar con la Orquesta Sinfónica (Níquel Sinfónico), en llenar dos teatros de verano…
- Todavía no se ha dado que otro grupo de rock llene dos teatros de verano.
- ¿Cómo se vive eso? ¿Sos consciente de lo que marcaron?
- Soy consciente sí, pero no necesariamente eso me dejó una huella positiva. Porque durante muchos años nosotros sentíamos que habíamos hecho todas esas cosas pero que nadie lo reconocía. Lo único que sentíamos de afuera -no del público sino de la crítica, de los medios- era una gran incomprensión. Decían que éramos comerciales, o se fijaban en la ropa que yo tenía puesta, o en las boludeces que yo decía; y no se fijaban en esas cosas que ahora gracias a Dios están mucho más claras. Se ve que tiene que pasar el tiempo y uno tiene que aprender a ser paciente con el medio en el que está; pero hay gente que le toca ir adelante, y a mí siempre me ha tocado ir cuatro, cinco años adelantado. Tenés que aprender a vivir con eso y yo no sabía convivir con ese lado aventurero o pionero; me rayaba porque no me entendían. Y si sos un pionero no te van a entender.
De alguna manera este disco también es una búsqueda de cambiar el agua, de marcar un ciclo: a partir de acá, otra cosa. Porque por momentos lo tenía muy presente. Durante los últimos años de hecho di muchas menos entrevistas con Níquel, tocamos mucho menos, dejamos de hacer cosas; y en parte fue por esa maldad que nos cayó encima. Yo particularmente la sentí mucho: me afectó mucho, me hizo mucho daño, me convirtió en una persona medio amargada…
Y todo esto del disco fue como un sacudirse, ver todo desde otro ángulo, todo nuevo, todo distinto. Creo que se inicia para mí una nueva era, quedó atrás todo esto que te estoy hablando, esa cosa de repente más rimbombante pero también con altos y bajos muy pronunciados: con éxito masivo pero también con golpes tremendos. Y me hace un bien bárbaro porque puedo dar entrevistas, porque no tengo que andar quejándome, no me tengo que andar defendiendo: yo me pasaba defendiendo, justificándome, diciendo lo que habíamos hecho porque no escuchaba que nadie lo dijera. Es el otro lado del éxito, porque por otro lado paso por una obra o voy a la escuela y la gente me ama.
- Claro, el público está por fuera.
- No, el público no tiene nada que ver. El público compra los discos o no los compra. El público después de los artistas es lo más importante. Para mí los artistas son los primeros y después el público y después nada más. Esa conciencia, si vos la transmitís, a veces genera rechazo porque los que están en el medio quieren ser reconocidos como algo importante dentro del circuito del arte, quieren un protagonismo. Incluso ahora ocurre con el público. En los últimos años el protagonismo del artista se traslada al público: ahora la música es una excusa para saltar y bailar y en realidad no importa mucho; mientras haya agite está buenísimo. Es más importante subirse al escenario, que lo que está pasando en el escenario.
Por eso con la música que yo hago ahora no podés saltar, ni subirte a agarrar el micrófono: la tenés que escuchar. No tengo nada con que se suban, pero llega un momento que tenés ganas de que te escuchen un poco y que la ceremonia quede en segundo lugar, que la música sea lo que empiece a importar. Está todo bien, la gente se tiene que divertir y escaparse, pero me gustaría que tuviera algún elemento real del cual estar contenta, me gustaría que le dieran una mejor calidad de vida, que no tenga que andar desesperada por un mango; entonces desde esa desesperación lo bombardean con una pachanga o lo bombardean con un agite, y adrenalina y vamos a olvidarnos de todo.
Yo no quería sumarme a ese carro, a ese carnaval vacío, porque es el carnaval de la miseria. Entonces mi reacción es música suave, poco grito (yo que fui un gritón toda la vida). Esa es mi respuesta, “mi manifesto” como digo yo. Y sé que lo que me pasa a mí le pasa a otros, que estamos medio como podridos del volumen y del agite porque sí, porque no hay nada que festejar tanto, es cuestión de parar el ojo un poco. En el fondo es un poco lo de Gusano loco: lo único que te pido es que parés la máquina y te des cuenta que te están usando: que los medios te usan, que hay muy poco margen para la decisión individual, que cada vez te dominan más y ya no te dominan con una bota y una bomba, te dominan mucho más sutilmente: te vacían de contenido las cosas, te ponen a diez igual al auténtico…
- ¿Cómo ves la música uruguaya hoy, en términos artísticos pero también en materia de difusión?
- La música uruguaya es milagrosa: milagrosa en la cantidad y milagrosa en la calidad. Y como todo lo milagroso también tiene cosas tremendamente incongruentes. El rock uruguayo es maravilloso también, muy vasto. Tiene un solo defecto: tiene poca autocrítica. Yo creo que los músicos uruguayos en general tienen poca autocrítica: acá se pone un nombre más o menos novedoso, un par de violas y ya salís a la cancha y ya formás parte del ejército de los que se quejan porque no les dan difusión. Eso atenta contra el problema real de que no hay difusión. Entonces que pasa: el loco que ensaya, que estudia, que afina, que compone bien, que es humilde, está parado al lado, igual que el que se puso un nombre más o menos novedoso, se tomó unas birras y salió a tocar. Que está bárbaro, pero te quiero decir: la música puede ser un divertimento, un entretenimiento para quien la hace, pero también es un arte y hay que tener una cierta responsabilidad, y parece que esa responsabilidad está diluida.
- En una entrevista vos decías algo así como que cuando se sistematizara la información sobre la música nacional y se hiciera una suerte de cronología, Níquel iba a aparecer como “la prehistoria de la industria músical uruguaya”: una metáfora super elocuente y super acertada por lo que hablábamos hoy de que han sido los pioneros en un montón de cosas, han pavimentado un camino que están transitando otros…
- Sí, claro, porque es evidente que grupos como Los Estómagos también marcaron, pero no marcaron en términos de industria. O sea, es otra marcada: es la marcada de la vuelta del sonido del rock después de una especie de dictadura del canto popular, que era el correlato de la dictadura que vivíamos afuera. Pero no incorporaron elementos de los que se están usando ahora.
O sea, de repente son una inspiración a otro nivel para la gente joven. Pero yo creo que nosotros fuimos una inspiración en cómo hacer las cosas: en cómo manejarse como banda, cómo plantarse, cómo hacer una entrevista; en el cómo, no tanto en el contenido. Porque si bien hay bandas que tienen mucho del grupo -o sea, el sonido de Níquel-, no encuentro tampoco muchísimas que reciban nuestra herencia. Tal vez también porque nuestra música no era muy simple, nuestro rock era complicado de hacer. Es como el tango: el tango es maravilloso y todo el mundo habla de él, pero tocarlo es dificilísimo. Con la música de Níquel -salvando las distancias- pasa lo mismo: si bien no es la novena sinfonía de Beethoven -vamos a entendernos- de repente con el rudimento solo no te podés arreglar para tocar eso. O sea, si te ponés un nombre novedoso y una viola, no podés tocar la música de Níquel.
- Porque tenían un sonido internacional, pero a su vez incorporaban ritmos de acá.
- Ritmos, guiños, signos, giros. Cuando grabamos una canción como “Amo este lugar” de ex profeso le dimos un corte neo folclórico. Metíamos percusión en los ’90: congas, guagua cuando era sacrílego hacerlo. Traíamos la música de los setentas y la música retro cuando todo el mundo hablaba solamente de los ochenta y de The Cure y Joy Divission. Nosotros trajimos la música de los sesenta, a Hendrix. Y claro, eso es una música más elaborada.
Pero yo pienso que como dice la canción que cantan los (Rolling) Stones, que es un cover, no es de ellos: “Time is on my side”, o sea, el tiempo está de mi lado. Yo siento que el tiempo está del lado de los artistas que laburan con rigor. O sea, mi peor juez siempre fui yo y mis amigos, los tipos que estaban al lado mío. Nosotros siempre que hicimos un disco teníamos un estándar de exigencia brutal, pero nos dábamos nosotros mismos ese estándar. Y eso mismo nos provocó un millón de problemas, porque siempre sentíamos que la banda tenía que dar más, y llegó un momento que ya no podemos dar más: que es un poco lo que pasa cuando ves “Prueba viviente”: más que "Estrella fugaz" como balada, nunca voy a componer, más que "Prueba viviente" como milonga rock tampoco; es como que llegó al máximo.
- Y además de ese estándar de exigencia, la frecuencia con que lo hacían: grababan a un ritmo de un disco o más por año.
- Sí, tremendo. Fue demencial. A mí me da un poco de miedo, porque realmente el día que se estudie lo que hicimos, asusta. Como vos decís: era una vorágine de discos, hay más de cien canciones, es una obra. Es que recién ahora a través de este proceso de haber sacado un disco, y de que Pablo y yo estemos cada uno en proyectos distintos, y que hayamos como salido afuera del “edificio Níquel”, entre otras cosas porque sabemos que el edificio está limpio, no está sucio, no dejamos que lo enchastraran; decimos “¡loco, qué hicimos!”. Aparte, a todo eso hay que sumarle hectolitros de alcohol, o sea, en las condiciones en las que lo hicimos.
Me encantaría realmente algún día poder recordarlo pausadamente, tranquilamente, en un libro, porque fue realmente una epopeya de características casi heroicas: por la forma en que grabábamos, por las dificultades contra las que nos tuvimos que enfrentar, por la incomprensión. Porque claro, queríamos las guitarras distorsionadas al frente y acá odiaban a la guitarra distorsionada, los técnicos no sabían qué hacer con una guitarra distorsionada, no sabían qué hacer con un compresor.
A nivel técnico tuvimos que traer todos los estándares, pero no sólo traerlos y que fueran recibidos con los brazos abiertos, sino pelear por ellos. Eso generó un estrés que resultaba en ese personaje un poco agresivo y soberbio que era yo hace unos años, era la consecuencia de toda esa lucha. Por eso decíamos con Pablo qué lindo ahora que la música no es una lucha para nosotros, que la música es un ejercicio creativo y nada más. Antes era eso y además una batalla contra un medio.
- Y este disco es producto y a la vez reflejo de esa etapa en la que te encontrás ahora.
- Totalmente. Como que de alguna forma lo de Níquel era tan fuerte que nosotros teníamos que estar en función de Níquel. Nosotros éramos los músicos “de” Níquel. En cambio, por ejemplo, este trabajo es la banda de sonido de “mi” vida; es al revés. En lo otro yo tenía que estar “en función de”, porque yo sentía que eso era más grande que yo, todos sentíamos que era más grande que nosotros, que Níquel era mayor que la suma de las partes. Ahora la música está en función de mi vida. Antes mi vida estaba en función de la música, y yo hacía lo que la música me decía que tenía que hacer. Ahora yo hago lo que quiero, y la música me acompaña.
Analía Camargo