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Contrafarsa, Salió a regalar magia |
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sábado, 20 de octubre de 2001
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Apuntes |
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El lunes 1 de octubre partimos junto a Contrafarsa hacia Córdoba, ciudad desde donde la murga fue invitada a participar del Festival Internacional de Teatro Mercosur, importante evento que durante quince días reunió a más de cuarenta espectáculos provenientes de países de América, Europa, Asia y África. Tuvimos el privilegio de vivir una semana increíble con la murga de Sayago; increíble por las anécdotas, las charlas, el humor y sobre todo la calidez de un gran grupo humano; increíble también por las reacciones que provocó en la gente cada vez que le tocó subir a un escenario. He aquí un repaso de lo que fue el antes, durante y después de cada una de las tres actuaciones que realizó Contrafarsa en tierras cordobesas.
I ) Jueves 5, Carlos Paz
Curiosamente poca gente sabía en Carlos Paz que Contrafarsa cantaba esa noche. Obviamente les llamaba la atención el escenario de vereda a vereda que se estaba armando desde temprano en la calle principal, pero de la murga ni idea. A decir verdad no había casi movimiento en la Villa a la hora que llegamos; comercios vacíos, poca gente caminando, paisaje de balneario fuera de temporada. No llegaban a ser las cinco de la tarde y había tiempo; mientras Daniel Canoura se empezaba a tutear con la consola de sonido y los plomos terminaban de armar el escenario, los utileros bajaban la utilería y los trajes al camarín; un camarín que no era otra cosa más que un amplio salón subsuelo ubicado en la parte de atrás de una de las galerías comerciales que daban frente al escenario.
El antes
Después de un rato de vueltas y compras están todos ahí. Se cambian, se van poniendo la base blanca en la cara para poder ser maquillados; siempre hay alguna canción en la vuelta, siempre hay chistes de todo tipo y color; el clima es distendido.
Llega la hora de la prueba de sonido y salimos a la calle nuevamente; ahora se nota cierto movimiento y curiosidad en la gente que anda en la vuelta. Primero prueba sonido la batería: toca Raúl García un rato el redoblante y Canoura da el ok., le siguen el Lolito Iribarne en bombo y el Batata Cánepa con los platillos. Después las voces; prueban los micrófonos por cuerda y después hacen una parte todos juntos. Mientras miro se me acerca un veterano: "yo hace veinte años que me vine para acá, estos son del barrio de al lado al mío; yo soy de Colón". El sonido ya está ajustado, volvemos al camarín.
Mariela Gotuzzo maquilla, el Turco Reyes y Gabriel Melgarejo le dan una mano con los que faltan; Carlitos Melgarejo y Daniel Morán se quejan de la brillantina "¿vos sabés lo que es la cama de un murguista en febrero?… en febrero cagás brillantina"; Miguel Trabal ya está pronto y espera acostado sobre una tarima del salón; Marcel Keoroglián inventa canciones y nos hace morir de risa; Ernesto Charbonnier me pregunta en tono irónico "¿qué vas a poner de todo esto?"; algunos conversan sentados mientras el Pitufo Lombardo repasa nuevamente algunos tonos guitarra en mano. Aún queda algún bizcocho dulce en una caja que alguien aportó a la barra y todavía sobrevive algún mate en la vuelta. Todo pasa al mismo tiempo, parece desorden, pero cada uno está concentrado en lo suyo. Al Raviol Rabelino le hacen una nota para la televisión, se afeitó recién hace un rato; Carlitos y Fernando Iraola ya se habían afeitado: "es la norma", el maquillaje no permite barba. Graciela Michellini (productora ejecutiva) y Artigas Melgarejo (colaborador) están en la vuelta; Adrián Minutti (de El País) saca fotos; el Pitufo en voz alta avisa: "vinieron a decir que siete y media tenemos que estar tocando". Faltan quince.
Volvió la murga…
Cuando la murga pisa el escenario hay casi quinientas personas en la angosta calle principal; arrancan con la Presentación 2000 y la Invitación al Tren de los Sueños, la amplificación es impecable: suena claro y potente. El público mira atento y tranquilo, como quien va entendiendo de a poco una propuesta que no conoce; las risas y aplausos ganan intensidad con el correr de la actuación: se nota que la forma de cantar de la murga impresiona. A la presentación le siguen el cuplé de La Hiper Estación, La Carta, El Túnel, los cuplés de Las Chusmetas y Los Consejos, y la despedida El loco de la Estación. Un repertorio elegido con temáticas más bien "universales", sin entrar demasiado en códigos y personajes exclusivamente uruguayos que puedan resultar desconocidos y por ende faltos de interés para un público que, como es lógico, no vive pendiente (como nosotros de ellos) de las cosas que pasan de este lado del charco. Tras la retirada bajan del escenario las voces y quedan los integrantes de la batería haciendo una demostración murguera; un par de minutos después retorna el resto de la murga para el bis. "Ya que no nos piden otra, la vamo’a hacer igual" dice Marcel y arrancan con un compilado de las despedidas ’99 y 2001 que cierra la visita a la pintoresca Carlos Paz.
Una vez terminado el espectáculo un ritual que se repite tras cada presentación: los saludos y abrazos emocionados entre murguistas, utileros y colaboradores a los que con el correr de los minutos se le agregan aquellos espectadores que se arriman para felicitar, pedir un autógrafo o hacer alguna pregunta sobre cosas que se cantaron o sobre detalles de nuestro Carnaval. Hay cuatro o cinco muchachos de no más de dieciocho años que hablan con algunos murguistas, yo ya los había visto en la prueba de sonido y durante la actuación; están fascinados; preguntan detalles sobre el maquillaje y las letras, piden una dirección para poder comunicarse, tratan de absorber toda la información posible; son de una murga local. Le pregunto a uno de ellos si también cantan y me dice que sí, aunque me advierte: "pero no como ellos".
II )Viernes 6, centro de Córdoba
A todos se nos ocurría que de las tres actuaciones que tenía programadas Contrafarsa, dentro del Festival Internacional de Teatro del MERCOSUR, la más trascendente era la del viernes 6 en la Plaza San Martín, en pleno centro de Córdoba. Las razones eran atendibles: se tocaba en un lugar céntrico al que seguramente se iba a acercar mucha gente; se había logrado cierta difusión previa al evento; se esperaba la presencia de gente de teatro y personas vinculadas al Festival, así como la de varios medios de prensa. Sobre las 19:30 hs. ya era mucha la gente que esperaba frente al Cabildo para ver a la Contra. Había de todo: estaban los que nunca habían visto una murga uruguaya, los que tenían en su casa algún disco de murgas y les gustaba el género, los fanáticos del Carnaval uruguayo pese a la distancia, los que conocían a Contrafarsa por su participación en el Festival de Cosquín en enero de este año e incluso los que simplemente pasaron caminando por ahí y se quedaron a ver qué pasaba.
A la cancha…
Salieron disfrazados y maquillados desde los camarines del Teatro Real , atravesaron la sala vacía y el hall, salieron a la vereda, cruzaron la transitada calle San Jerónimo y caminaron unos cincuenta metros hasta donde estaba el escenario. Ultimaron algún mínimo detalle y subieron. Una multitud de más de tres mil personas esperaba pegada al tablado en la enorme explanada de la Plaza San Martín. Entonces Contrafarsa empezó a desparramar magia : "Retornaaaaar, al tablado de barrio misterio de esquina; caminaaaaar, sobre una serpentina; eso es Carnaval..." Me alcanzó con escuchar esa primera estrofa y verle la cara a la gente para darme cuenta que de ahí no se iba nadie hasta el final. Contrafarsa la rompió frente a un público que en buena medida imaginaba un espectáculo distinto, más rítmico y bailable al estilo de la tradicional murga argentina, y que terminó absolutamente sorprendido y conmovido frente a la exhuberancia coral y al fino (y filoso) contenido letrístico que mostró la murga de Sayago. Nunca había visto en un espectáculo callejero tanta atención por parte del público; fueron cuarenta minutos de silencio absoluto, interrumpido solo por risas y largos aplausos. La dinámica del espectáculo llevaba a la sorpresa permanente, desde los cuplés (donde se abordan con humor e ironía temas como el consumismo, la intolerancia y el miedo a vivir) a las retiradas (sobre todo la de El loco de la Estación, por su redondez en cuanto a letra y melodías). A esa altura la emoción era total: la murga cantaba con el corazón y la gente apoyaba deslumbrada.
Cuando ya había terminado El loco de la Estación, y mientras el coro se iba, Gabriel Melgarejo se acercó al micrófono, agradeció los aplausos y el afecto recibido, y le pasó la posta a la batería de Contrafarsa: "los dejo con la mejor batería de murga del Uruguay" dijo. Entonces Raúl García, Lolito Iribarne y Batata Cánepa se adueñaron por un ratito de la noche y lo que empezó siendo un solo de bombo, platillo y redoblante terminó en una demostración de candombe (con tambores, por supuesto) que dejó a todos de boca abierta. El aplauso fue ovación, hubo algún grito de "¡Uruguay, Uruguay!" o "¡bien ahí, uruguayos!"; lo cierto es que nadie se movía de la plaza y la murga volvió por el bis. Y volvió con todo. Desde el alma cantaron la última retirada (compilado ’99- 2001); y también desde el alma dejaron atrás los micrófonos, se pararon al borde del tablado y aplaudieron durante un rato a la gente. Los de abajo del escenario ya tenían las manos rojas, los de arriba no sabían cómo devolver tanto cariño. Dios Momo flotaba en el aire de la noche cordobesa.
III ) Sábado 7, Hipermercado Libertad, Córdoba
"Hipermercado Libertad los invita esta noche a las veintiuna horas a presenciar a la murga Contrafarsa de Uruguay con el espectáculo El tren de los sueños…" La voz de la locutora sonaba por los parlantes del enorme Hipermercado Libertad mientras hacíamos algunas compras y matábamos el tiempo previo a la última presentación de la murga en tierras cordobesas. Afuera ya estaba Canoura con el sonido y Washington, Chirola y Miguelito con la utilería. El escenario estaba montado en medio del gigantesco estacionamiento del hipermercado; para llegar a él había que caminar unos doscientos metros, estaba como perdido en medio de la nada, lejos de todo. "Acá es difícil que venga mucha gente" comentó más de uno. El clima no ayudaba, había amenaza de lluvia y viento de frente. De a poco fueron saliendo los murguistas de las compras y se empezaron a juntar para la prueba de sonido. Una vez terminada la prueba emprendimos la larga caminata hasta el sector destinado al personal del hipermercado; subimos una escalera y nos metimos en la sala de "Capacitación al personal": ese era el camarín para la ocasión.
Nuevamente la pintada de caras, la colaboración entre todos, los chistes. Ese último día el clima previo fue mucho más tranquilo y distendido; había olor a retirada. Al improvisado camarín llegaron de visita tres jóvenes integrantes de una murga de Rosario; hicieron 400 kilómetros para ver a Contrafarsa esa noche. Se quedaron viendo los aprontes hasta el final y durante la actuación se cantaron todas las canciones de punta a punta.
La última noche
Alguien comentó que había bastante gente esperando a la murga y era cierto. Algo menos de mil personas se dieron cita en el estacionamiento; un público constituido mayoritariamente por personas que salían de hacer las compras carrito en mano y se arrimaban hasta ahí a ver qué pasaba, sin demasiadas intenciones previas de quedarse más de cinco minutos. Y por ahí arrancó la cosa; con un público tranquilo y una actitud tranquila de la murga, que cantaba bárbaro pero le faltaba ese cachito de bronca que a veces hay que poner para contagiar. Por suerte, y como era de esperar, con el correr de los minutos la temperatura fue subiendo sobre el escenario y en seguida se trasladó al público. La gente de a poco fue captando la propuesta y cada vez se metió más; sobre todo los que se ubicaron cerca del escenario, mayoritariamente jóvenes, que parecían hinchas de la murga de toda la vida. Los cuplés hicieron reír a todos y obviamente Marcel se metió en el bolsillo a grandes y chicos (había muchos niños presentes). El ida y vuelta entre Contrafarsa y el público era emocionante; parecía increíble ver que algunos que media hora antes se estaban yendo para sus casas tras haber hecho las compras ahora estaban ahí, con sus hijos sobre los hombros, aplaudiendo un espectáculo que apareció de la nada. Antes de la retirada, como siempre, el saludo de Gabriel en nombre de todos "…ha sido un placer estar por aquí en Córdoba; quien sabe, tal vez alguna vez podamos volver, y queremos enviarles en nombre de todo el pueblo uruguayo un gran abrazo a todos los cordobeses…", a lo que después Marcel agregó "hace una semana que estamos acá y hemos sido atendidos por gente maravillosa como son ustedes con gran simpatía; a los cordobeses les digo que no cambien nunca, sean así siempre", era lo que faltaba para que la comunión fuera perfecta; en ese rincón del estacionamiento había ambiente de tablado de barrio. Tras El loco de la Estación vino el solo de batería y enseguida el bis programado. Se les notaba que tenían ganas de seguir cantando. Tras la última retirada programada, y luego de los interminables aplausos, Marcel se arrimó a uno de los micrófonos y antes de bajar dijo como al pasar "pidan otra, pidan otra"; el pedido se convirtió entonces en eufórico coro y la murga volvió a subir. Evidentemente no tenían preparado otro tema, pero apelando un poco a la memoria y otro poco al corazón arremetieron con la Presentación 2001. Después repitieron una de las retiradas (el compilado ’99-2001) y cantaron Alquimia; a esa altura varios teníamos un nudo en la garganta, estábamos viviendo uno de esos momentos imposibles de transmitir con palabras; la gente seguía alentando a rabiar. Era difícil imaginar que fueran a seguir cantando; pero siguieron. El Pitufo cruzó miradas y gestos con algunos, como intentando refrescar alguna cosa olvidada, pero ya estaban jugados; por ahí se escuchó un "que salga lo que salga", y lo que salió fue la Presentación ’98, a esa altura poco importaba la perfección en las voces. La gente estaba feliz, la murga también; era el cierre perfecto. Gabriel le agradeció nuevamente a los presentes y les explicó que si no fuera porque las gargantas ya no aguantaban más se quedarían cantando hasta otro día. La murga agradeció, saludó varias veces y bajó. Pero buena parte del público seguía ahí, exigiendo la última a pesar de que habían pasado algunos minutos y estaba todo pronto como para que empezaran a desarmar todo sobre el escenario. Y Contrafarsa volvió otra vez; la gente estaba como loca mientras la murga echaba el resto con la Retirada ’98, había niños sobre el escenario y ya a varios la garganta les entraba a pedir descanso. El final llegó entre aplausos y gritos de todo tipo; todos sentían que Contrafarsa había dejado el alma esa noche. Tras el adiós definitivo mucha gente se acercó a los murguistas atrás del tablado. Hubo agradecimientos, felicitaciones, elogios, preguntas, abrazos, llantos. Me quedó grabada en la cabeza la voz de un muchacho que exigía "tienen que volver, tienen que volver" en medio de los saludos y las demostraciones de afecto. La última presentación de Contrafarsa en Córdoba ya era historia, en pocas horas más nos estábamos volviendo a Montevideo.
Mientras hacía la larga caminata de vuelta a los camarines me puse a pensar en los cordobeses que en estas últimas tres noches habían visto por primera vez una murga uruguaya: me sentí orgulloso. Contrafarsa dejó un pedacito de Carnaval en todos aquellos que la vieron y demostró en tierras ajenas que en Uruguay, más allá de las barreras que nosotros mismos nos ponemos, todavía se puede.
Juan Castel
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