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Rossana Taddei, sale |
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viernes, 28 de octubre de 2005
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Simple, espontánea, abierta y sincera, Rossana Taddei nos presenta su última creación: “Saliendo al sol”. Un disco íntimo, fresco y optimista, con algunos exquisitos arreglos vocales e instrumentales y con una poesía muy directa y sentida. Como un castor que sale de su hueco, Rossana sale al sol con el corazón abierto de par en par dispuesta a contarle al mundo su interior y su perspectiva de lo que ve hacia fuera. Tras un breve repaso de algunos puntos clave en su vida como artista, relata a deluruguay.net las sensaciones que le ha dejado este nuevo proyecto.
¿Estando en Suiza cómo te fuiste metiendo en la música, conociste primero la europea o la latinoamericana?
Una mezcla de las dos porque a casa siempre venía gente latinoamericana, que es lo que pasa cuando un latinoamericano se va al extranjero. Su casa se convierte en una especie de centro de reunión para los arraigados allí. Daba la casualidad de que esa gente estaba metida en la música y de a poquito fuimos aprendiendo a tocar instrumentos andinos: charango, guitarra, toda esa onda, y así empezó. Fue como una búsqueda personal, porque no íbamos a clase. En la primaria fue el comienzo porque en Suiza en la escuela pública enseñan música.
Pero muy elemental supongo…
No, teníamos una hora semanal con un profesor que nos enseñaba teoría de la música, solfeo, flauta dulce y canto. De 1ro. a 6to. año aprendíamos a escribir en el pentagrama y fuimos adquiriendo las armas básicas. Fue como el primer paso para ir teniendo el oído medio habituado a esto.
Y vos agarraste para el lado del canto.
Sí, de chiquita me encantaba aprenderme las letras, cantarlas y afinaba correctamente. Pero en la música me gustaba en todo. Tenía un acordeón, un órgano y un xilofón que eran instrumentos de juguete que nos compraban mis viejos.
¿Eran músicos ellos?
No. Mi viejo es pintor plástico y a mi madre le gusta mucho todo lo artístico pero, a pesar de cantar muy bien, nunca se dedicó profesionalmente. Pero ellos fueron los que nos estimularon.
¿Cuál pensás que fue tu primer gran influencia?
Al principio escuchaba Intillimani, Quilapayún, siempre estaba sonando Alfredo Zitarrosa, Mercedes Sosa… yo creo que Violeta Parra en ese momento a mí me tocó mucho. No sé, supongo que por el timbre de la voz, por el lado femenino porque Intillimani y Quilapayún eran agrupaciones de varones, y ella tenía algo más dulce que tocaba más en la fibra mía. Nunca hubo algo que me defina, siempre fui muy abierta y tuve el oído musical muy amplio. Llegando acá empieza otra etapa en que me gustaba el rock n’ roll y escuchaba los Red Hot Chilli Peppers y me enrosqué mucho con los coros de Pink Floyd; me encerraba en el cuarto a aprenderme esos solos que hacían las tres negras del coro de esa época. Y ahí se abre otra veta que fue la de empezar a incursionar en lo que son las escalas penta tónicas y ese color de voz más blues. Y descubrí a Janis Joplin y me interesé mucho en ella, me atrajo ese espíritu rebelde que tenía.
¿A qué edad empezaste a escribir?
Yo siempre escribía en un diario íntimo que me regaló mi primo José Luis cuando yo tenía doce años. Fue en el viaje en barco que hicimos para venir de Suiza a Montevideo. En él escribía lo que veía en el viaje, y después lo seguí. Está interesante ver cómo te vas conectando con tus emociones y con lo que va pasando y está bueno porque vas cambiando tanto… Ahí arranqué con las primeras armas de cómo conectarme con lo que sentía, porque para componer tenés que estar vinculado con lo que te pasa y alerta a lo que está pasando afuera. Si uno está disociado con sigo mismo se hace difícil entender el resto.
Y si tenés que estar vinculado con lo que te pasa y alerta a lo que pasa afuera, ¿cuál fue la razón por la que salió acústico?
Yo estaba en un período para adentro, en un proceso bien íntimo, necesitaba soledad y tranquilidad. Es bastante optimista el disco a pesar de que vengo saliendo de una cosa fuerte y es como estar saliendo al sol. Sacar cosas para afuera: penas, alegrías; que las letras dicen bien claras. Eso ya pasó y en el disco también mueve todo eso.
¿Y estás afuera o seguís saliendo?
(Risas) No, ya estoy afuera... Igual nunca estás afuera de nada ¿no?, porque estás siempre también adentro… es complicado. “Lo que es arriba es abajo”, como dice la Biblia. Lo que pasa es que en este proceso interno me empiezo a expandir, voy a buscar los sonidos que esté escuchando afuera. Y ahora estoy enfocándome en inventar textos que tengan más que ver con lo social, y eso me está costando porque siento que todavía no abrí la puerta del todo para afuera; no es fácil.
¿Vos tenés una forma de componer, un proceso? ¿Te sentás a componer o te agarra la inspiración de golpe?
A toda persona que trate de componer algo le pasa eso, tampoco es algo tan misterioso, algunos cuando los agarra la inspiración atienden a eso y lo hacen, y otros atienden a otra cosa. No me parece que sea como dicen algunos que es un don, es como cualquier otra actividad en la vida como cocinar, tejer, trabajar de mecánico, etc. Yo no podría arreglar el motor de un auto (Risas). Para componer hay que entrenarse, aprender y meterse en esas aguas. Si no aprovechás ese momento, después ya es como muy razonado. Está bueno razonarlo pero se pierde la espontaneidad, la frescura…
Y el disco tiene eso: es bastante fresco y espontáneo. Simple en el buen sentido de la palabra, no complejo exageradamente.
Mirá que simple es el buen sentido (Risas), eso depende de cada uno. Pienso que no es fácil lograr “lo simple” y “lo bonito” al mismo tiempo. En el disco hay canciones muy simples que para mi gusto son muy bonitas. A modo de autocrítica por ahí de las once canciones que tiene el disco, hay cuatro que me encantan y el resto me gustan. No siempre lográs eso.
Todo el disco sigue una misma línea, un sonido cálido y ameno que, si bien tiene distintos elementos como arreglos tangueros, flamencos, coros árabes; los temas tienen como una “serenidad” en común.
Claro, son canciones. Lo que buscamos con Nicolás (Mora), que en este disco es el productor artístico, era lograr la simpleza como vos decías; “menos es más” como decía un arquitecto refiriéndose a la arquitectura. Me encanta esa frase, en la música lograr “lo bonito” con la menor cantidad de elementos y que provoques alguna emoción.
Me encontré con un disco básicamente “guitarrero”, pero por momentos aparecen una tuba, un bandoneón…
Hay tuba, bandoneón y percusión. En todo el disco hay percusiones que vamos haciendo nosotros con los elementos que están en el momento, por ejemplo en “Pies de Anahi” estamos haciendo así con cierres (sube y baja el cierre), sonaba bien e hicimos la base con eso. Después Nicolás agarró la guitarra y empezó a sacarle todos los sonidos de percusión posibles: con las cuerdas, el puente, etc.; después se metió percusión también con la voz; y en el tema “Uruguay” invitamos a Gustavo Echenique que tocó el cajón peruano. En el disco arrancamos siendo dos con Nicolás, citamos a Gustavo y ahora somos cuatro para tocar en vivo porque necesitábamos un poco tener la base de sonidos graves, y Andrés (Ibarburu) toca el cello y cumple esa gama de sonidos que en el disco están grabados con la voz y que en vivo no lo podés hacer a menos que trabajes con secuencia, y no me gusta mucho usar las secuencias.
Eso te iba a decir, más allá del cello que era necesario, es un disco que parece fácil de reproducir fielmente. No necesita agregarle ni secuencias, ni loops, que desvían un poco lo que es la verdadera esencia del disco.
¡Ojo! Mirá que están buenas. En este disco no era ese concepto, capaz que en otro que siga sí, eso va variando. En “Alas de Mariposa” el sonido es otro, más pop: tiene batería, bajo eléctrico y guitarra con distorsión. “Saliendo al sol” es más íntimo, más folclórico, digamos que tiene más raíz con nuestro sonido uruguayo, con la canción citadina. Mi camino va moviéndose y no sé ahora adonde me va a llevar. Las letras están cambiando y creo que los ritmos y el sonido van a cambiar también.
En el disco, si bien hay “pocos” instrumentos, creo que le sacaste todo el jugo posible a la voz como instrumento.
El instrumento de la voz es muy maleable. Según cómo pongas la boca siendo la misma voz puede cambiarle el color y hasta parecer otra persona; según la apertura, el cierre cambia totalmente. Eso es muy dúctil, lo que hice fue tratar de investigar y arriesgarme a hacer algo que a veces lo hacés en tu casa y no te animás. (Risas)
¿Rossana como pintora cómo se maneja?, ¿dentro de qué escuela te ubicarías?
No sé nada de eso. Lo único que sé es lo que vi en mi casa, o sea, ver a mi viejo pintando y quedarme horas colgada viendo lo que hacía él. Nunca lo podría lograr. Solamente respirar ese aire… mi viejo tiene una paleta de colores muy vivos, muy alegres, pinta con mucha espontaneidad, entonces creo que eso fue lo que yo pude sacar: el querer crear sin importarte cómo, el ser libre, justamente fuera totalmente de una escuela. Y a veces eso se critica mucho, yo sigo investigando, igual que con la música, porque es como un desahogo momentáneo, bien espontáneo y expresivo.
Contame un poco de la repercusión que ha tenido el disco.
Me quedé re contenta. La verdad que con este disco me pasaron cosas que nunca me habían pasado anteriormente. El tema “Poder Sonreír” por ejemplo, me lo pidieron para una propaganda de Urufarma.
A mí me llamó mucho la atención. Cuando vi la publicidad sinceramente pensé que era de una cantante inglesa, como cortan el verso que es en español…
¡Oh, yes! (Risas)
Además decís “liar, liar, liar”.
Sí, en realidad lo que quiero decir es “laraira”.
Con un amigo cuando escuchamos el disco entramos a teorizar a ver qué es lo que dice, y argumentamos “liar”, por mentiroso, o “lion” (león), quizás por el lado del reggae.
¡Mirá cuántas teorías pueden salir! Lo mío fue como decir “laraira”.
Ya tuviste la presentación hace unos meses en la Sala Zitarrosa, estuviste en Don Trigo de Enfrente, ¿dónde más has tocado?
Estuvimos el viernes 23 de Septiembre en La Casa de los Siete Vientos e invitamos a Andrés (Ibarburu), que en la Zitarrosa no pudo estar pero que finalmente se pudo unir a la barra. El espectáculo del 23 tenía muchísimas ganas de grabarlo y no se pudo, porque cuesta armar la producción porque todo sale guita y viste cómo es. Yo tenía la idea de filmar y grabar porque es un lugar muy lindo, muy íntimo y va muy acorde con la propuesta musical, pero no se logró. Y en esa oportunidad tocó Andrés el cello y la rompió, Nico con guitarra y bandoneón y Gustavo Echenique el cajón peruano.
¿Y después con el Cuarteto Zitarrosa?
Sí, en La Colmena el 21 y 22 de octubre y la idea fue reproducir las canciones de “Saliendo al Sol” y algunas de “Alas de Mariposa”. Eso para mí fue algo increíble porque la liga nuestra con las canciones de Alfredo fue desde la cuna. Te voy a contar una anécdota de cuando volvió Zitarrosa del exilio. El aeropuerto estaba tapado de gente y nosotros fuimos con mi vieja, mi viejo y Claudio que había pintado una foto de Alfredo y abajo le habíamos escrito “Familia Taddei”.
¿Qué edad tenían ustedes?
Yo que sé, él dieciséis y yo catorce. Le pegamos un tubito con una cinta y se lo logramos dar a Alfredo. Después pasó pila de tiempo, ya estando metidos en la música nosotros, y una vuelta la hija de él me dijo: “Vos sabés que en mi casa todavía está el cartel que dice Familia Taddei”. Y con los años mi hermano y yo empezamos a grabar discos, pero nunca llegamos a ser muy conocidos estando él en vida. Pero enterarnos que él tenía todavía eso fue muy fuerte, además te podrás imaginar la cantidad de cosas que le dieron… Entonces por eso ahora el hecho de tocar con sus cuerdas es un poco como estar en contacto con él.
Rodrigo Ribeiro
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