Testimonio enojado y adrenalina teen

Escuchar un disco, ya sea en la intimidad del discman o en la "promiscuidad" del equipo, convengamos que es un acto, sino personal y pasivo, al menos unilateral.
Escuchar en vivo, ir a un concierto, es en cambio un acto colectivo, que conjuga presencias e implica una actitud.
Los recitales de La Vela Puerca son el ejemplo por antonomasia. Público y banda están unidos en una relación sinalagmática, donde hay un cariño mutuo y un disfrute recíproco.
No hay transmisión, hay intercambio. No es lo que la banda suscita, sino lo que la sumatoria: banda y público genera.
Y esa es la clave. Más allá de mixtura de estilos y riqueza musical; de letras directas y contestatarias, sencillas pero bien escritas; hay gozo, hay jaleo, hay alboroto que se comparte y se contagia; y que hace que cada toque sea un agite; y que cada agite sea una fiesta...

Sábado 20. Teatro de Verano.

"Banda nacional que descansa en un reggae, sueña insumición y se enchufa en ska". Así dice, a modo de corolario Deskarado el disco debut de La Vela Puerca. Esa suerte de epitafio, define con elocuencia la esencia musical de la banda. El combo liderado por el cantante y compositor Sebastián Teysera remite al ska de los Fabulosos y al tuco de la Abuela; a la actitud fiestera de la Bersuit y a la postura contestataria de Mano Negra; pero tiene personalidad.

Personalidad e influencias están presentes en ese primer material correspondiente al año 1998; pero también en su segundo trabajo discográfico recientemente editado: originalmente llamado Margaritas pa'los chanchos y finalmente nominado De bichos y flores.

El nuevo trabajo, de título con resonancias literarias porque según ellos "Es como un libro de cuentos"; a pesar de las similitudes esenciales que mantiene con el anterior, se separa de aquél denotando con claridad su carácter de "segundo", en tanto refleja cierto crecimiento, cierta madurez musical.

En efecto, La Vela se tomó su tiempo y la espera valió la pena: su pluma ganó altura y su técnica ganó los recursos suficientes como para incorporar géneros e instrumentos.

Por eso el sonido que está en el disco y que estuvo en su presentación oficial en el Teatro de Verano (el segundo que hacen y el segundo que llenan) lejos de ser uniforme y homogéneo fue variado, con vuelos y picos diversos; sorprendiendo con la variación de estilos, con el carácter más visceral y profundo de las letras, y con la inclusión de instrumentos como violines, bandoneones, charangos, teclados y cellos.

Estos pibes de barrio, que en seis años de carrera son "descubiertos" nada menos que por el "gurú" del rock latino: Gustavo Santaolalla, firman con un multinacional, llenan teatros y logran Disco de Oro apenas en dos semanas de venta; crecieron. Trascendieron las fronteras de la aldea, y presentan en su música un carácter más mestizo y cosmopolita, y abordan en sus letras una temática más universal.

Todo eso manteniendo la simpleza que los caracteriza, tanto en lo musical como en lo letrístico; y administrando con destreza la voz ronca y oscura de un cantante carismático que es a la vez áspero y sutil.
Es música luminosa, vital, sabrosa. Que funciona como un bálsamo que golpea con alegría en el cuerpo, sin dejar de cuestionar y reflexionar, y sin perder la frescura adolescente. Esa música invadió el multitudinario Teatro de Verano, porque a pesar de la lluvia La Vela no suspendió el recital y se presentó con Sebastián Teysera en voz; Nicolás Lieutier en bajo; Rafael Di Bello y Santiago Butler en guitarras; Lucas De Azevedo en batería; Carlos "Coli" Quijano en saxo; Alejandro Piccone en trompeta y Sebastián "Cebolla" Cabreiro en voces y coros.

Desde sus comienzos la banda se ha caracterizado por hacer una apuesta muy fuerte a lo visual. Fiel a su estilo, esta vez en lugar de malabares, cuerda de tambores y fuegos, optaron por una simpática escenografía y por incluir performances escénicas simultáneas a su actuación.

Como no podía ser de otro modo, en la presentación de De bichos y flores, había bichos y había flores. Fauna y flora con dimensiones extraordinarias, dispuestas a lo largo y ancho del escenario y acompañadas con una ambientación sonora que hacía parecer estar en el interior del bosque; dieron un toque ingenioso y divertido al concepto general del show.

Una marieta como la llaman en España o un escarabajo como lo conocemos aquí, trepaba por las luces del escenario, al tiempo que una mariposa gigante agitaba al ritmo de la música y una cucaracha enorme marcaba el compás con las alas.

En cuanto a las performances, un grupo de actores caracterizados, acompañaba y reforzaba el mensaje de crítica social de algunas de las canciones.

Sobre éstas, la banda propuso un repertorio hábilmente intercalado: alternando hits del primer disco como Gente, Paren hoy, Madre resistencia y Vuelan palos; con todos los "pequeños duendes" (como suele llamar Teysera a las canciones) incluidos en el nuevo material. Desde el corte de difusión, a esta altura un himno: El Viejo (uno de los pocos no compuestos por Teysera, pertenece al bajista Nicolás Lieutier), hasta el pegadizo y fiestero Potosí.

Desde el conmovedor y contagioso Por la ciudad, hasta el combativo y pachanguero Por dentro, pasando por los potentes y soberbios El Huracán y El Profeta, el adrenalínico Mañana, el explosivo El ojo moro, el comprometido Burbujas, y el acelerado y contestatario Rebuscado: primero y único con letra y música de Sebastián Cabreiro.

"Berretines" dijo Teysera en un segmento del set. Se refería a los "caprichos" o mejor dicho a los gustos o lujitos que la banda quiso darse y darle al público, en materia de temas y de invitados.

Un cover de La Polla Records cantado a dúo con "El Batra" cantante y bajista de la banda porteña El sepulcro punk; una versión del clásico de Alfredo Zitarrosa: De no olvidar incluida en el nuevo material; y una interpretación brillante de Canción rebelde de Los Traidores a dúo con el propio Juan Casanova; fueron algunas de las sorpresas.

Además de lo apuntado, dos presencias estelares: la murga liderada por Raúl Castro: Falta y Resto y el productor artístico del disco: Gustavo Santaolalla.

La Falta, con su presencia escénica imponente y con el talento vocal que la caracteriza, cantó Las polillas: el tema de yapa que junto a El Gavilán cierra el disco Deskarado; y José Sabía: el surco número 10 del nuevo material.

Santaolalla: el argentino radicado en Los Ángeles responsable de, entre otros, los éxitos multiplatino de Divididos y Los Piojos y de bandas como Molotov, Café Tacuba, Peyote Asesino, Fabulosos Cadillacs y Bersuit Vergarabat; participó en coros en una canción de antología: Contradecir, una bellísima composición que incluye cello y violines y que se enmarca sin duda en lo mejor del nuevo disco.

Un show que redondeó las dos horas, con una performance impecable de la banda que, aunque agotó prácticamente su repertorio, dejó con ganas de algún otro bis (salió a escena solamente una vez más, luego de la retirada) pero que, como dicen en sus letras: Con la bronca por dentro, pusieron cabeza y aguantaron el tirón, dejando la vida donde mandó la ocasión.

Porque, cuando las metáforas no alcanzan y es preciso hablar claro, dejar constancia de un sentimiento visceral y crudo; ahí está La Vela Puerca con su fuerza por siempre joven y su polenta ramonera intacta; con su alegría y contumacia; con su espíritu festivo y su rebeldía; con sus ritmos tropicales y su actitud punk, con su postura contestataria con diversión y agite; con su testimonio enojado y su adrenalina teen.

Analía Camargo